miércoles, 2 de enero de 2013

Introducción



1930: Las atrocidades cometidas por esbirros de Trujillo

Las atrocidades cometidas por esbirros de Trujillo agrupados en pandilla “La  42”

El grupo operaba antes de que el “jefe” llegara al poder y fue un avance de lo que viviría el país
Escrito por: Chichí de Jesús Reyes
24 de mayo, 2011
Hoy.com.do

Con este simbólico nombre,  La 42,  se identificaba la pandilla de  vándalos reclutados por Trujillo  con licencia para amenazar, atropellar e incluso matar a todo aquel que se opusiera a las pretensiones del futuro dictador.
Dependía directamente de Trujillo y solo de él recibía órdenes. Ningún funcionario, civil o militar,  por alta que fuere su investidura,  podía intervenir en las acciones del grupo de forajidos.
El grupo de sicarios lo comandaba  Miguel Angel Paulino, señor de horca y cuchillo, que gozaba del aprecio y el respaldo del jefe del Ejército y próximo Presidente de  la República.
El comercio capitalino sufrió lo indecible de manos del cuerpo paramilitar, cuyos miembros comían, vestían y tomaban mercancías y bebidas sin hacer efectivo el pago de las mismas; por el contrario, exigían  soborno para la protección de las propiedades, siempre y cuando los dueños no despertaran sospecha de rechazo a Trujillo.
La misión de la pandilla era esencialmente política, de represión brutal contra los opositores a las pretensiones de su  mentor y jefe. Las armas las suministraba el Ejército, y la plana mayor, con Paulino al frente, se movilizaba en  vehículos  desprovistos de identificación, pero ostentando en su frente y en la parte posterior del automóvil chapas  mal dibujadas, con el temible inscripción  “La 42”.
Días antes de las elecciones del 16 de  mayo de 1930 la Alianza Nacional Progresista  había denunciado ante la Corte de Primera Instancia  de El Seibo la ilegalidad del nombramiento de un miembro de una mesa electoral de la localidad.
El caso fue llevado en apelación  ante la Corte de Apelación de Santo Domingo, que debía fallar   48 horas después. Momentos antes del fallo el local del tribunal  fue invadido violentamente por elementos fuertemente armados, pertenecientes a  la banda.
La pandilla amenazó de muerte a los jueces si el fallo era contrario a los intereses de Trujillo.  
La lectura de la sentencia fue aplazada, pero el grupo de sicarios aparentemente no había completado la tarea que se le había encomendado. Volvieron en la noche y tumbaron la puerta del juzgado, saquearon y destruyeron todos los ajuares tratando de localizar  el expediente del caso.
Mientras sucedía esto, Trujillo y el presidente interino, Jacinto Peynado,  presenciaban alegremente desde una de las casas de la vecindad la obra de  los sujetos.
El 18 de mayo, la casa del presidente de la Corte de Apelación fue saqueada tratando de localizarlo, pero el funcionario logró escapar por el techo de la vivienda. Mientras se trataba de apresar al magistrado,  Francisco A. Hernández, otros socios de la banda, acompañados de efectivos del Ejército,  arrestaban en su residencia de la calle El Conde  a don Federico Velásquez, candidato presidencial de la Alianza y exvice del Presidente Vásquez. Ante el incremento de las persecuciones,  otros  jueces de la Corte, y el líder horacista, Pelegrín  Castillo, se refugiaron en la residencia del licenciado Julio Ortega Frier, en el sector de Gazcue, luego  de la negativa de la Legación Americana de recibirlos en su sede.
Otro  de los jueces, el respetado  Carlos Gatón Richiez,  tuvo que disfrazarse de mujer para burlar la  vigilancia de la pandilla trujillista.
Ante la imposibilidad de escapar  la persecución, desamparados y en constante peligro de muerte; amenazados y atropellados y vejados sus esposas e hijos, los  magistrados  decidieron entregar toda la documentación del caso al Procurador General de la República. licenciado Ramón O. Lovatón. Además de  Hernández y Gatón Richez, la Corte de alzada la integraban los magistrados  Marino Emilio Cáceres, Esteban S. Mesa, y G. Soñé Nolasco, quienes a pesar de los  vejámenes resistieron los dicterios de Trujillo y sus hombres.
El nombre de La 42 procedía de la Compañía de Infantería de la marina  norteamericana que desembarcó en suelo  patrio en    1916, cuyos miembros atropellaron salvajemente a los dominicanos que se opusieron a la ocupación.
Con frecuencia el grupo de delincuentes organizaba jocheos y comilonas a los que  asistían Trujillo, el Presidente Peynado y el licenciado Rafael Estrella Ureña, así como altos funcionarios públicos, acompañados de mujeres  seleccionadas que bailaban y cantaban hasta altas horas de la noche. El cuartel general de la pandilla estaba en la  casa del Padre Andrickson, conocida después de los ‘60 como ensanche Cucaracha, en la calle  Jacinto de la Concha, después de la México, de    Villa Francisca, donde ahora funciona la Pastoral Juvenil. 82 años se cumplen ahora, en mayo, ¡de la aparición de este sicariato político!...   
Origen del nombre
El nombre de La 42 sobrevino de la Compañía de Infantería de la marina  norteamericana que desembarcó en suelo patrio en de 1916, cuyos miembros atropellaron salvajemente a los dominicanos que se opusieron a la ocupación.  Con frecuencia el grupo de delincuentes organizaba jocheos y comilonas a los que  asistía Trujillo, el Presidente Peynado y el Lic. Rafael Estrella Ureña, así como altos funcionarios públicos, acompañados de mujeres seleccionadas que bailaban y cantaban hasta altas horas de la noche.
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Crímenes contra la prensa en RD

Sobre el libro:

Crímenes contra la prensa en República Dominicana

Por Raffi Durán
Miembro del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP)
periodistasporlaverdadraffydurancdp.blogspot.com

El recuerdo de los horrendos crímenes cometidos contra más de una veintena de comunicadores durante la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo se mantiene latente a los 49 años del ajusticiamiento del sátapra de San Cristóbal.

Los asesinatos y persecuciones contra periodistas y medios de comunicación que hicieron frente a la cruel dictadura, comenzaron cuando Trujillo se desempeñaba como jefe del Ejército Nacional, siendo la primera víctima mortal el comunicador Virgilio Martínez Reyna, quien junto a su esposa, Altagracia Almánzar, fue degollado el 1 de junio de 1930. A cuatro días de asumir la Presidencia de la República, Trujillo ordenó la eliminación del corresponsal y animador cultural, Emilio Reyes Miranda.

La lista de los muertos, torturados, exiliados y perseguidos siguió extendiéndose con el paso de los días, meses y años. Unos de los casos más relevantes de la época fue el ataque a tiros contra el director del Listín Diario, Arturo Pellerano Sardá, quien en el mismo frente del rotativo fue herido en la pierna izquierda, y en un breve instante, fue acribillado de seis impactos de bala su hermano y secretario-tesorero de la empresa, Rogelio Pellerano Sardá (Colé). Este hecho ocurrido el 19 de noviembre de 1930, doce años más tarde, Trujillo decide cerrar el Listín Diario.

Los crímenes, que tenían como común denominador callar a quienes se oponían al gobierno, apagaron también la vida de los comunicadores Emilio Reyes, César Perozo, Julio Brache Cuello, Wenceslao Guerrero, Juan María Santil Villegas, Mario E. Guerra, Ramón A. Espinal, Diógenes del Orbe y César Augusto Batista.

Durante la tiranía también fueron asesinados Andrés Requena, Luis Escoto Gómez, Jesús de Galíndez, Teófilo Guerrero del Rosario, Freddy Millar, Julio Raúl Durán, Henry Ramírez, Antonio Javier Achécar, César y Alberto Larancuent, Ramón Marrero Aristy y Nelson Peguero, entre otros.

Los que sobrevivían fueron maltratados

Pedro Aníbal Fuente y José Almoina figuran en la lista de los ejecutados, según evidencia el libro “Crímenes contra la prensa”: atentados y censuras en República Dominicana, de la autoría de Oscar López Reyes.

Los que lograron sobrevivir a las persecuciones mortales fueron sometidos a vejámenes y maltratos por parte de verdugos, que por instrucciones del tirano, los humillaron hasta su máxima expresión. Rogelio Pellerano, Ángel María Peña, Rodolfo Coiscou Weber y Juan de Dios M. Delance, son sólo algunos de los que figuran en esa lista.

La caravana de atropellos contra los trabajadores de la prensa se manifestó con cárceles, desaparición y destierros. Emilio Morel, Horacio Ornes Coiscou y René Fiallo fueron condenados a 30 años de prisión por su lucha en contra del régimen trujillista. La lista se alarga con el encarcelamiento de Leovilgilio Urbáez (Pasito), Persio Franco, Félix Servio Ducoudray, José Israel Cuello y René Fiallo.

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Jefe del SIM Peña Rivera: Costumbre era tirar al mar cuerpos de asesinados

EXTRACTO

Jefe SIM Peña Rivera dice costumbre era tirar al mar cuerpos de asesinados
Victor Manzueta
8 de agosto, 2009


El ex jefe del Servicio de Inteligencia Militar en Santiago de los Caballeros, el asesino que coordinó y supervisó el cuádruple crimen de las Mirabal y Rufino de la Cruz, Víctor Alicinio Peña Rivera, reveló a Víctor Martínez, que su padre y hermanos “fueron asesinados por el Ejército Nacional, rama militar a la que pertenecían y que la costumbre era tirar los cuerpos al mar para no dejar pistas que pudiesen generar investigaciones futuras con el desenterramiento de víctimas”.

Tras recurrir en sus indagatorias a fiscales, Secretarios de Estado, las Fuerzas Armadas y hasta al Presidente de la República, para la ubicación de las tumbas de su padre el teniente del Ejército Nacional José Manuel Núñez y Núñez, y sus hermanos Wenceslao y Jorge Núñez T, ambos sargentos del mismo cuerpo armado, quienes fueron asesinados tras la muerte del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina, por orden de Ranfis Trujillo Martínez, por estar vinculados al Teniente General José René Román Fernández, Jefe de Estado Mayor de Guerra y Marina, quien era parte de los involucrados en el ajusticiamiento del dictador.

Según José René Román García, hijo de Pupo Román, quien era teniente del Ejército en la ocasión, todos los militares al servicio de su padre, fueron arrestados y encarcelados en la fortaleza Ozama en la Torre del homenaje, dónde él y su hermano Alvaro estuvieron prisioneros también.

José René relata en una entrevista que concediera a este periodista y que fue publicada en la revista Caña Brava en el mes de noviembre de 1999, que al día siguiente los prisioneros fueron sacados uno a uno y de dos en dos y fusilados.

No se sabe dónde enterraron los cuerpos de ese grupo de militares que era de confianza del general Román Fernández, y por ese hecho fueron fusilados por orden de Ranfis Trujillo, quien según su secretario particular César A. Saillant Valverde, estaba ávido de sangre por vengar a su padre.

Para leer el resto de este artículo pueden buscarlo bajo el mismo título en:

www.soldominicano.com
http://unojotacuatro.blogspot.com

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Trujillo antes de llegar al poder

TRUJILLO – Antes de llegar al poder
Secretaría de Estado de Cultura
Gobierno de la República Dominicana
http://www.cultura.gov.do/historia.htm
 

Nació en San Cristóbal el 24 de octubre de 1891. Fueron sus padres José Trujillo Valdez, pequeño comerciante descendiente de un sargento (posiblemente de origen canario), del cuerpo de Sanidad Militar del Ejército Español que llegó al país en 1861, y Altagracia Julia Molina, hija de Pedro Molina, campesino dominicano, y de Luisa Ercina Chevalier, hija a su vez de un oficial haitiano de los tiempos de la ocupación de 1822.
La infancia de Trujillo transcurrió de manera relativamente incolora y no fue diferente a la de cualquier niño de esa época. Su instrucción elemental fue irregular y bastante limitada. A los seis años fue inscrito en la escuela de Juan Hilario Meriño que funcionaba en la casa de su dueño como era costumbre en esos tiempos. En San Cristóbal operaban para entonces cuatro escuelas en casas familiares y, la más grande de ellas era dirigida por la abuela de Rafael Leonidas, Luisa Ercina Chevalier que instruía a unos 63 alumnos. Trujillo asistió a la escuela de Meriño por espacio de un año, aproximadamente, aprendiendo lectura elemental. De allí pasó al colegio de Pablo Barinas, discípulo de Eugenio María de Hostos radicado en San Cristóbal, y permaneció allí unos tres o cuatro años.
Se dice que Trujillo fue un estudiante "normal y atento" y sus profesores opinaban que era inteligente, llamando poderosamente la atención que su principal interés, manifestado a nivel casi obsesivo, era lucir aseado y reluciente. En la adolescencia mostró una sexualidad bien marcada que dirigía de manera manifiesta a todas las mujeres en su entorno.
Al cumplir los 16 años un tío materno suyo, Plinio Pina Chevalier, le consiguió un empleo de telegrafista, trabajo que desempeñó en Baní y Santo Domingo por unos tres años, aunque la mayor parte de su actividad la desplegó en San Cristóbal, donde residía junto a sus padres en la calle Constitución. Trujillo recibía un sueldo de 25 dólares al mes.
Entre los años de 1910 y 1916 se rumoró la participación de Trujillo, junto a su hermano José Arismendy (Petán), en actividades delictivas tales como robo de ganado, entre otras. En cierta ocasión fue convicto por la falsificación de u cheque o pagaré, por lo cual se le impuso una multa y pena de cárcel. También fue vinculado a la desaparición de cierta suma de dinero en la oficina postal de Santo Domingo.
En 1913, a la edad de 22 años, contrajo matrimonio con Aminta Ledesma, una campesina de San Cristóbal. Los padres de la joven, pobres y sin prestigio social consintieron de mal grado el matrimonio de su hija con Trujillo, de cuestionada reputación, porque la joven se encontraba embarazada de quien fue la primera hija de Rafael, a quien llamaron Flor de Oro.
La participación de Trujillo en asuntos públicos comienza más o menos por esos años (1913-1914) cuando se declara "horacista". Por el año de 1916 pasó a formar parte de una pandilla de maleantes que fue conocida como "La 44". Esta banda asaltaba las bodegas y almacenes que abastecían a los trabajadores en los ingenios azucareros y, además, practicaban el chantaje y todo tipo de violencia.
Trujillo contaba a la sazón 25 años de edad cuando comienzan sus trabajos en los ingenios. Trabajó como pesador 0 encargado de una báscula en un cargadero. Trabajó en San Isidro en una propiedad norteamericana, y más tarde en el ingenio Boca Chica, permaneciendo en este trabajo sólo el tiempo que duro una zafra. Más tarde tomó un empleo como guardacampestre recibiendo un sueldo de treinta dólares mensuales.
Al producirse en el país la intervención norteamericana su vida dio un giro que lo sacaría de los ingenios azucareros dando los primeros pasos de su carrera política y militar. En el año 1918 el Gobierno Militar Norteamericano desarmó la población y procedió a crear una especie de Guardia Nacional. Mediante una carta que escribiera al coronel C. F. Williams, comandante de este cuerpo y apoyándose en una carta de recomendación de la administración del Central Boca Chica, Trujillo solicitó el ingreso a ese cuerpo militar. Su solicitud fue aprobada el 27 de diciembre. Rápidamente fue ascendido a segundo teniente, prestando juramento el 11 de enero de 1919. Trujillo se convirtió en el teniente número 15 de los dieciséis que existían entonces en la Guardia Nacional.
Trujillo ascendió rápidamente en la escala jerárquica de la Guardia Nacional, atropellando, en El Seibo, a los patriotas que se levantaban contra la intervención.
En 1921 Rafael L. Trujillo ingresó en una Academia Militar que fundara el Ejército de Ocupación en Haina y el 22 de diciembre de ese mismo año fue designado para ocupar la jefatura de la Guarnición de San Pedro de Macorís. Fue trasladado al Cibao en 1922 y, mientras se encontraba en San Francisco de Macorís fue ascendido a capitán sin pasar por el grado de primer teniente, algo irregular tomando en cuenta el escalafón militar pero, explicable debido a los "servicios" prestados por Rafael Leonidas al invasor norteamericano. Este ascenso fue acompañado por la reorganización de la Guardia Nacional, que se convirtió en Policia Nacional Dominicana, en la cual ocupó, muy poco tiempo después, el mando de la 10ª Compañía. También fue elogiado aquí por sus servicios y en los meses de mayo y agosto de 1923, antes de su nombramiento como inspector del primer distrito militar, Trujillo participó como estudiante en la Escuela de Oficiales del Departamento del Norte. En esta época, a pesar de que su formación era militar, comienzan a manifestarse sus inclinaciones políticas.
Al llegar el 1924 fue promovido en forma temporal al mando de la Guarnición del Departamento Norte y, en septiembre de ese mismo año, recibió el nombramiento definitivo, siendo ascendido al rango de mayor.
Al triunfar Horacio Vásquez en las elecciones que siguieron a la desocupación de las tropas norteamericanas en 1924, Trujillo recibió la petición de permanecer al frente de la Policía Nacional. El 6 de diciembre de ese mismo año el Presidente Vásquez lo promueve a teniente Coronel y le nombre Jefe del Estado Mayor.
Trujillo se divorcia de su esposa Aminta Ledesma quien obtiene la custodia de su hija Flor de Oro y una pensión de 100 pesos mensuales para la manutención de ésta. En 1925 contrae nuevamente matrimonio, esta vez con Bienvenida Ricardo, joven perteneciente a una destacada familia de Monte Cristy, lo que no impidió que continuara con sus amoríos extramaritales. El matrimonio cayó en una severa crisis al enamorarse Trujillo de la que sería su tercera y última esposa, María Martínez, perteneciente a una familia respetada aunque de baja escala social.
El 13 de agosto de 1927 Trujillo fue promovido a General de Brigada, cuatro días antes de la formal transformación de la Policia Nacional en Brigada Nacional. "Su constitución subsiguiente como Ejército Nacional, conforme a la Ley número 928, del 17 de mayo de 1928, completó el camino recorrido por Trujillo desde el grado de Segundo Teniente hasta el de General de Brigada y Comandante en Jefe del Ejército Nacional -todo ello en menos de diez años- al tiempo que señalaba su aparición como figura de notorio relieve en el panorama nacional." (Grassweller)
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Trujillo y la industrialización

Trujillo y la industrialización

Guido Riggio
Economista y empresario
Acento.com.do
17 de mayo del 2011

Una de las tesis que más se utiliza para mostrar aspectos positivos de la dictadura de Trujillo es el difundido argumento económico que afirma que ese régimen logró promover y desarrollar la Industria Nacional.

Pero ya Platón en su Crátilo se preguntaba si el significado de la palabra venía dado de forma natural, o si por el contrario era arbitraria y dependía del hábito de los hablantes.
Pero, como no es el lenguaje el que revela la verdad sino los hechos concretos, para poder sostener aquel juicio tendríamos que encontrar algún rastro de lo que a la sazón debió ser, oficial u oficiosamente, la "política de industrialización nacional de Trujillo". Veamos.
Empresas personales

Si bien es cierto que Trujillo fundó una serie de "industrias nacionales" hay que destacar que casi todas estas industrias fueron "industrias personales" (a veces aliado con socios extranjeros) y que por circunstancia repentina de su muerte no pudieron ser traspasadas (con algunas excepciones) a sus descendientes o testaferros.

De todas maneras, quedó muy claro que cuando las creó, no fue su intención pasar estas empresas, ni sus beneficios, al Estado Dominicano. Más por el contrario, las industrias de Trujillo, que surgieron en plena guerra mundial debido a la escasez de productos en los mercados internacionales, prosperaron amparadas en: 1) precios excesivos y 2) negocios monopólicos amañados que hacía con un Estado que lo financiaba y que además lo exoneraba de impuestos aduanales .

Lo que sí podríamos afirmar, para ser objetivos, es que Trujillo, sin proponérselo, al morir, devolvió lo robado al Estado Dominicano: un considerable número de empresas "personales" que luego fueron llamadas "estatales".

El atraso dominicano

Pero, para evaluar más objetivamente la cuestión, examinemos en perspectiva a la República Dominicana dentro del contexto internacional y preguntémonos:
¿Qué sucedía por aquel entonces en la economía, en la industria y el comercio de Cuba, de Argentina, de Chile, de Colombia, de Venezuela, de México y de otros países del mundo, durante aquellas "décadas tiránicas"- 1930 al 1960- en que aquí gobernaba Trujillo para él y su familia?

Pues sucedía lo que debía de suceder: sus clases empresariales y sus economías se expandían a mayor velocidad y a mayor escala que la nuestra, debido, lógicamente, a las mayores libertades y al grado de tolerancia mayor de sus regímenes políticos.

Mientras aquellos gobiernos promovían una política de "desarrollo empresarial e industrial", nuestro país se quedaba rezagado. Aquí el Estado sembraba una política para promover el "negocio industrial monopólico del Jefe".

Y no existe señal alguna razonable que nos impida inferir que el enorme crecimiento industrial que experimentaron aquellos países latinoamericanos, también hubiese acontecido aquí, si no hubiera existido un régimen tan egoísta como el de Trujillo.

Mientras que en 30 años Trujillo creó sólo unas 30 nuevas empresas importantes, en aquellos otros países- aun existiendo dictaduras en algunos de ellos - gozaban de ciertas libertades políticas y económicas, y en los mismos 30 años, este número de empresas fue superado cientos de veces.

No existía un plan de desarrollo industrial

De manera que jamás podemos afirmar razonablemente que Trujillo se dedicó a poner en marcha un plan efectivo, una "política para el desarrollo de la industria nacional", como se dice falsamente. Más bien él fue "sepulturero de la industria nacional", fue quien castró la iniciativa privada, para constituirse, prácticamente como en todo, en el único súper empresario criollo, superando a otros dictadores latinoamericanos.

Además, a nadie se le ocurriría decir que la mayoría de las empresas importantes surgidas durante La Era, fueron todas propiedades del tirano, a razón de que el resto de la oligarquía dominicana y los demás ciudadanos carecían de la inteligencia y de la capacidad para desarrollar una importante industria nacional.

Monopolio personal

Porque los inversionistas de otros países no tenían en contra, como los empresarios dominicanos, a un empresario mafioso, monopolista, criminal y asesino, con todo el poder militar en sus manos, que se había apoderado del gobierno en 1930 a base del terror, asesinando a sus opositores políticos a sangre fría.

En aquella Era bastaba tener una próspera finca, o un hermoso caballo, o un toro de raza, para provocar la envidia del sátrapa o la de sus ladrones hermanos, a quienes había que cederle o, con suerte, "venderle" la propiedad a precio vil. En esto superaba a otros dictadores.

Trujillo : ¿empresario o ladrón?

Porque Trujillo fue un temible "ladrón personal" y un "asesino vulgar", y no sólo un "asesino político" que mató por razón de Estado, como sus admiradores y devotos afirman falseando la historia.

Además, si damos un vistazo a nuestras tres décadas 'democráticas' comprendidas entre el año 1978 al 2008, veremos que en estos últimos 30 años, nuestro desarrollo industrial creció y sigue creciendo enormemente, porque tomó el camino de la normalidad, el camino de los otros países con políticas empresariales liberales.

Algo parecido pudimos observar en España después de la muerte de Franco. Con el fin de la dictadura, aquella nación gozó de una transformación económica extraordinaria y vertiginosa, pasando de una sociedad atrasada, a una de las más avanzadas de Europa y del mundo, esto, como muestra fehaciente del daño al desarrollo y a la empresa industrial que ejerce toda dictadura, aun aquellas dictaduras un poco moderadas, que no hacen de su país una finca a su servicio personal y familiar.

Si bien podemos contabilizar las 30 industrias propiedad del Jefe, jamás podremos contabilizar las decenas de industrias que hubiesen surgido si el país hubiese estado gobernado por un régimen liberal, orientado hacia la libre empresa. O quizás otro hubiese sido nuestro destino industrial, si hubiésemos tenido un dictador menos egoísta, un dictador que no se dedicara a perseguir a sus competidores, como lo hizo Trujillo.

Solo fue propaganda

En su reciente obra "La Otra Historia Dominicana", dice el historiador Frank Moya Pons: "Buscando en bibliotecas y archivos públicos y privados la existencia de publicaciones o escritos que contengan las ideas que pudieron haber inspirado el 'desarrollo industrial' durante la Era de Trujillo, sorprende la falta de una teoría explicita, o de una justificación del proceso dominicano, aparte de las acostumbradas alusiones al 'genio portentoso' de Trujillo".

Pero Moya Pons descarta la única evidencia histórica de lo que pudo ser un 'Plan de Industrialización' trujillista y niega que la existencia del Índice, elaborado por Manuel Resumil Aragunde, fuese un plan preexistente que esbozara el desarrollo industrial dominicano, a razón de haber sido escrito a posteriori, con la finalidad de justificar lo ya acontecido.

Por todo lo visto, podemos concluir razonablemente que el régimen de Trujillo (como toda dictadura) fue el sepulturero y el perseguidor de la clase industrial criolla y por ende, de la industrialización dominicana.

Hubiésemos podido hablar de la "Industrialización de Trujillo", si él hubiese implementado una política para el desarrollo industrial general y no personal, si hubiese estimulando a todos los sectores a invertir, sin la amenaza del despojo y la intimidación con que eliminó a su competencia, aplastó al empresariado e impidió el desarrollo de la Industria Nacional.
En este caso, el significado de las palabras propagadas en el sofisma que afirma que "Trujillo creó la Industria Nacional", debe tener su origen en el uso de un lenguaje con significado y juicio histórico desacertado , y por demás arbitrario; a decir de Platón : 'Algunos falsos juicios son producto del hábito irreflexivo de hablantes interesados'.




Los rituales de belleza de Trujillo

Los rituales de belleza de Trujillo
Fascinación. Read Vittini asegura que Trujillo dominó el arte de la cosmética desde muy temprano y lo consideraba un importante factor político, al punto de que se maquillaba como parte de un ritual matutino y además consideraba que una buena imagen era símbolo de poder
Escrito por: Lily Luciano
Hoydigital.com.do
11 de abril, 2011

Uno se imagina que a  un dictador como Rafael Leónidas Trujillo, cruel y autoritario, poco le importaba su apariencia física, pero a decir verdad,  con él se rompió el molde.
Este sátrapa, que llenó de sangre y luto por 31 años a  la  República Dominicana,  es  quizas la primera versión del “metrosexual” en el  país.
Sí, no se asombre: su nieta Aida Trujillo cuenta que él disfrutaba pararse  frente a un espejo hasta lograr su mejor look: se arreglaba desde las uñas de los pies   al cabello, que, aunque muchos no lo sepan, se las pintaba ¡en esa época!
Según relata   Angelita Trujillo en su polémico  libro  “Trujillo, mi padre en mis memorias”  el ajusticiado dictador “lo mismo que ordenado era presumido, con un saloncito al lado de su habitación que utilizaba como barbería. Él mismo se teñía el bigote”, recuerda.
Así mismo, en el libro “Trujillo de cerca”, Mario Read Vittini asegura que la vida del Generalísimo siempre lucía “bien puesto”, adecuado a la ocasión.
Más aún, Read Vittini asegura que Trujillo dominó el arte de la cosmética desde muy temprano y lo consideraba un importante factor político, al punto de que se maquillaba como parte de un ritual matutino. El escritor asegura que el caudillo  tenía un maquillista, aunque no cita su nombre.
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Siguiendo con Read Vittini y su libro “Trujillo de cerca”, este historiador asegura que “El Jefe” conocía muy bien la necesidad de un caudillo de aparecer siempre fresco, lozano, activo y saludable. Jamás se permitió un signo de debilidad al presentarse en público sin estar perfectamente arreglado. La gente no lo sabía y se sorprendía al verlo. Muchos decían “¿Viste que colorcito y qué fuerte se mantiene  el Jefe?”.
Cosméticos que usaba.  Rafael Leónidas Trujillo   utilizaba un base densa, de esa que la gente llamaba “pancake”, que borraba las comisuras de los labios  y sobre ella se colocaba el resto del maquillaje.
Según el investigador Mario Read Vittini,  los trucos del “Benefactor de la Patria”  iban más allá de lo que se podía esperar en aquella época: tenía hasta una loción francesa que le enrojecía la piel y le mantenía el color mulato encendido.
Trujillo  fue atildado desde su infancia.    Era adicto al baño, puntilloso en la apariencia y sumamente exigente en el vestir  y lo mismo  exigía a las personas que lo rodeaban.
Según cuanta José Almoina en su libro “Una satrapía en el Caribe”, Trujillo era un narcisista grotesco a quien le gustaba mucho bañarse y pasearse desnudo frente a sus adulones.
Sobre este tema, la mayoría de los historiadores coinciden. Muestra de ello es    Germán E. Ornes cuando  en su libro “Trujillo, pequeño César del Caribe”, quien  coincide con Read Vittini al señalar que desde muy joven se destacaba por su imagen impecable y su  preocupación por su higiene personal, sobre todo por la dentadura.
La obsesión por la belleza y la higiene del Jefe también llamó la atención de la  fina pluma del  extinto caudillo Joaquín Balaguer, quien en su libro “La palabra encadenada”, dice: “El aseo personal, visible en la limpieza irreprochable del uniforme, rallaba en él en la exageración”. También resalta que sus botas siempre brillaban de limpieza.
El doctor Marcio Veloz Maggiolo, en su novela, “Uña y carne”, relata que “el Generalísimo”, tenía fama de pulcro, según afirman los que lo conocían. “El cepillo de dientes y el Jefe eran como hermanos gemelos: comía y se cepillaba, bebía y se lavaba los dientes y hasta después de hacer el amor se limpiaba la boca”, cuenta Maggiolo. Así mismo dice que Trujillo tenía más de un pañuelo en los bolsillos, cada vez que le saludaban o le besaban en las mejillas, se pasaba el pañuelo.
Uno de sus biógrafos,  Abelardo R. Nanita, decía que Trujillo podía ser la envidia de un príncipe, ya que en cada una de sus 12 residencias tenía los mejores trajes confeccionados por los mejores sastres de Nueva York, Londres y París.
Según su nieta Aida Trujillo “En el tema de la estética, era muy nítido, impecable, pero no se pasaba horas en el cuarto de baño acicalándose, como hacen algunos hombres.  Recuerdo, también perfectamente, el aroma de su colonia fresca”, dice.
50 años después.  Hoy en día el tema de la belleza en los hombres es aceptado y la verdad es que, pese a esto, luego del ajusticiamiento de Trujillo no hemos escuchado que ningún presidente tenga rituales de belleza o adicción por la moda; sin embargo, todos recuerdan a Balaguer, por ejemplo,  por sus famosos sombreros; y el presidente Leonel Fernández nunca ha sido famoso precisamente por su “look”, muy por el contrario, le critican su estilo “cuadrado” de vestir. En cambio, Hipolito Mejía impuso sus chacabanas en hombres y mujeres durante su gobierno.
Las mujeres de la política sí han marcado un estilo personal tal es el  caso de  Milagros  Ortiz Bosch, con el uso de chacabanas,  hasta más abajo de las rodillas.
Testimonio
Nombre: Aida Trujillo
“Olía a limpio”
Sí, mi abuelo  era extremadamente pulcro, tanto cuando iba vestido de militar como cuando lo estaba de civil.  Era muy auto exigente en ese y en otros sentidos y nunca llevaba ropa que no estuviese completamente limpia y bien planchada.  Sus zapatos tenían que estar  acorde con la pulcritud de su vestimenta. Su perfume favorito era la colonia “Imperial” de Guerlain. Nunca le vi sin afeitar ni desaliñado.  Cuando sus nietos estábamos en su casa, llegaba, se dirigía, sin que le viésemos, al cuarto de baño, se bañaba y salía con un traje de baño, de esos que parecen un pantalón corto, color beige, o crema, y pantuflas.  Recuerdo perfectamente que desprendía un aroma a limpio.  Incluso cuando iba al campo, iba vestido adecuadamente, aunque más sencillo. Mi opinión es que era un hombre con un porte y una personalidad muy especial.  Eso no se aprende, sino que se nace con ello.  Mi padre, Ramfis, lo heredó de él.
El libro Álbum de Oro que da cuenta de la   Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, editado en 1956, muestra  el rostro de Rafael Leónidas Trujillo maquillado y bien peinado. En primer lugar resalta sus cejas peinadas  e impecables. Sus ojos aparentan tener máscara y   un lápiz negro  resalta  su mirada color miel. Sus mejillas, marcadas con rubor rosa a tono con sus labios,  y un bigote celosamente cuidado.
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Trujillismo e implantación de una nueva memoria


Trujillismo e implantación de una nueva memoria
 Marcio Veloz Maggiolo

Listín Diario
5 Marzo 2010

A más de cincuenta años de la muerte de Trujillo, se vive la avalancha de textos sobre su dictadura, con la nueva vertiente de que son sus descendientes y relacionados los que ahora desempolvan una memoria a veces de segunda mano, maliciosa y adrede confusa, por cuanto la misma juega  a la desaparición de otras memorias, puesto que en la  actualidad el 70 por ciento de los que vivieron la famosa “era” están muertos, y no son muchos de los que guardan la otra memoria, la real, la cotidiana, la de las muertes en las calles, los robos de terrenos y haciendas hechos por el dictador y sus familiares más cercanos, la memoria de los que participaron en la pavorosa quietud aterrorizada frente a la muerte de tantos dominicanos, los que guardan la memoria de los que fusilaron sentados en sillones mullidos, a los invasores de junio llevados a San Isidro, tirados como sacos de papas frente al paredón, atados con alambres de púas y cosidos a bayonetazos como lo revelaron la excavaciones de Fernando Luna Calderón, nunca publicadas.
La memoria de los que desaparecieron por orden biológico llevándose el cotidiano asedio de Abbes García, y la tortura de los inventores de la peculiar silla eléctrica de la calle 40.  La memoria del que fuera  el coronel Miguel Paulino al frente de la llamada 42, pandilla trujillista que ayudó a  distribuir cadáveres en las calles de aquellos que se oponían a que Trujillo subiera al poder bajo el grito de “No puede ser”; las memorias de los que cayeron en redadas mortales como aconteció con los llamados “Panfleteros”, jóvenes hartos de la  dictadura más cruenta de América,   que desaparecieron con su memoria a cuestas, memoria que hoy necesitamos.
Deben haber desaparecido con su memoria a cuestas, y hace poco tiempo, los que contribuyeron con la acción que dejó con las manos quemadas a Rómulo Betaucourt y con impacto de muerte a uno de sus guardaespaldas. Se marchó la memoria de los participantes en las torturas de la cárcel de Nigua. No existen las memorias de los muertos en los atentados en México, Cuba, Guatemala, Estados Unidos, Venezuela, y otros puntos de América, salvo algunos casos comprometedores para el régimen. Ni existe la memoria de muchos de los miles de exiliados que fueron a vivir en otros lares pensando siempre en el eterno retorno.
Ahora, aprovechando el viaje hacia la nada de estos partícipes de la memoria de una era de horror, los que quedamos nos damos cuenta de que existen los supervivientes de una dictadura mortal que desean hacer confeccionar una memoria nueva, neotrujilista para los dominicanos. Intentan recoger los frutos que Balaguer sembró durante largos años  y que están en sus defensas a Trujillo, a su polítca, y el haber llenado los cargos del estado de viejos políticos que cuidaron el pasado trujillista desde su propia biografía, desde su poltrona pública.
Es todo un peligroso movimiento orquestado con la imbécil creencia de que  hacer una nueva memoria, falsa y cargada de formulas destinadas al futuro del país, es posible. Los orquestadores de la nueva memoria, con los Trujillo reales y los irreales, intentan con prosa mezclada de autores varios y de viajeros perennes a la ciudad de Miami, hacernos ver a Trujillo jefe como un abuelo magnánimo ñnada extraño en un psicópata que mata niños haitianos en la frontera y adora los caballos de paso fino a los que atiende con amor de padre- y como enemigos del régimen a los opositores a la dictadura que el padre y abuelo defenderían para salvar a la patria creada por él, porque antes de Trujillo  no hubo patria.
La patria nació con los míticos logros del ciclón San Zenón. La señora Trujillo dice que su padre no hizo otra cosa que salvar al país, y defenderse, y cuando habla de la fortuna del mismo tiene dejo de una ingenua colegiala, confundiendo adrede los fondos públicos con los de su progenitor al parecer procedentes de una fortuna diferente a la que mezclaba con la del Estado. Ella, estando en pleno goce de ferias y bailes casi en los momentos terribles de la muerte de las Mirabal, en  ningún momento se referirá a los malos usos de esos fondos, a textos de los esbirros que  ejecutaron el plan, al enriquecimiento familiar a base de la explotación del país y al uso de los recursos económicos que manejaron muchos Trujillo, receptores de prebendas y enriquecidos malamente bajo el manto del rey, encubridor desde 1930 o antes de sus abigeatos, de sus violaciones y las de sus amigos, a los que defendería como es el caso del general Ernesto Pérez, del cual habla en su libro “ Viacrucis de  un Pueblo”, con pruebas fehacientes, Félix a Mejía.
Es como si la hija del Benefactor ignorara realmente la historia del régimen y sólo tuviera memoria, pero oculta de cuanto fue la parte oscura de su vida cotidiana, como la muerte de Pilar Báez, la de Awad Canaán, y todo cuanto se relacionaba con el sangriento mundo de ensueños que el Generalísimo le permitía, haciéndola creerse reina de un país en el que los ditirambos fueron los dedicados a una alteza real cantada por el poeta y militar español López Anglada, y por danzas que llegaron a proclamarla como “la reina de este pueblo”, mientras la sangre, base del régimen de su padre, corría para solventar desde 1929 el afán de poder de Trujillo. Ahí quedaba como memoria de una equivocación ingenua, el fantasma de la traición a su progenitor político, Horacio Vásquez, el cual se paseaba, cuando había memoria viva, en el pensamiento de los dominicanos, así como la muerte de los que podrían ser sus opositores futuros, como lo Bencosme, con su mujer embarazada, revelador de la insania y de las garras del tirano.
Lo mismo seria la cabeza ingenua, aunque él no lo fuera, de Desiderio Arias, cercenada y cosida luego de aquel encuentro en el que el líder guerrillero y el jefe virtual llegaron a  un “acuerdo de caballeros”, que sigue infectando la historia dominicana, tal  el simbólico macuto en el  que le fue entregada a Trujillo: la prenda estuvo por largo tiempo en la memoria ahora muerta de muchos de los que se han ido, y narraron a sus nietos y biznietos la máscara empolvada, el bigote tenso y varonil y la sonrisa estirada del muerto, cuyo injerto le fue ordenado a un medico respetable del país, tal y como lo narra al ingeniero Delgado Malagón en uno de sus textos de la revista Rumbo.
Las razones de una nueva memoria, la de los descendientes de Trujillo, responde al olvido que los dominicanos han demostrado siempre entre farandulismo y perico ripiao. El dominicano montado en su caballo más de la ruralidad que del hipódromo, gusta de lo comido por lo servido, y en tal sentido el pasado lo preocupa por ser pasado amenazante, pero no por ser, precisamente historia que lo identifica.
Desde cincuenta años a esta parte una memoria cotidiana ha sido enterrada con sus propietarios y otra por sus propientarios. Sin embargo la lucha por la verdadera memoria parece abocarse hoy a la de los sobrevivientes y los historiadores, contra la mentira trujillista interesada. A ver quién gana.
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