TORTURAS

(Por favor ver AVISO IMPORTANTE en la INTRODUCCIÓN)

TESTIMONIOS DE LAS TORTURAS EN “LA ERA DE TRUJILLO”

Los que se asilaron en la Embajada de Argentina:
Escuchaba sus historias, realmente terribles, estaban muchos de ellos lastimados por las torturas; unos con quemaduras de cigarrillos, otros por la picana en los genitales, vagina, lo inimaginable. José Frank, mientras estaba en la silla eléctrica, le quemaban las piernas con periódicos encendidos. Con mi madre los curamos, llevábamos al médico escondido en el baúl del Impala cuando ya noche cerrada no quedaba personal doméstico.

Testimonio de María Magdalena Escobar, hija del embajador argentino en RD en 1960, Dr. Enrique Escobar Cello
Recuerdos de mi vida II
Pueden leer mas en: http://chinaescobar2.blogspot.com/ 

(José Frank, como otros, entró corriendo a la embajada bajo una lluvia de balas.)
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 Apresado en la expedición de junio, 1959:

Muchas veces, antes de que los mataran, les cortaban los dedos, las manos o los brazos. A algunos les cortaban la garganta. A otros les abusaron otras partes del cuerpo.” Declaró que vio cómo a otros les destrozaron la cabeza golpeándolos con la culata del rifle, que en algunos casos los decapitaban. Dijo que a él lo habían sometido a choques eléctricos con una aguja eléctrica y en una silla eléctrica. “El SIM me colgó de los pies y me dejó colgando durante una o dos horas y esto lo repetían.” Tuvieron que llevarlo al hospital por malnutrición

Primeras declaraciones del mayor cubano Delio Gómez Ochoa a la prensa internacional  después de ser liberado el 9 junio, 1961.

Los lectores pueden leer el artículo completo del Miami News: Trujilloland Invader Tells of Tortures (10 de junio, 1961, pags. 1 y 3) en: https://news.google.com/newspapers?nid=2206&dat=19610610&id=qUYyAAAAIBAJ&sjid=POkFAAAAIBAJ&pg=2565,4957420&hl=en

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Detenida el 20 de enero, 1960 por el SIM:
"Era un tenebroso cuarto en el que el mueble principal lo constituía una silla eléctrica y los accesorios eran una picana eléctrica, un garrote, unos cuchillos para sacar uñas y un látigo de alambres. Le pidió que se quitara la ropa y al negarse procedió a desgarrarla.“Él gozaba haciendo eso. Era una bestia! Quería rebajarme en mi dignidad para con evidente placer aplicarme la picana eléctrica en los senos y luego en el vientre; era un correntazo y también quemaba la piel. Hicieron cínicos comentarios sobre mi figura”.

Ing. Tomasina Cabral Mejía (Movimiento 14 de Junio)
No le di una sola lágrima a la tiranía (Artículo de Wendy Santana en el Listín Diario)
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Militante catorcista, vivía con su familia en Gazcue cuando lo detuvieron:
 
El que me fue a buscar fueron esos De la Rosa, esa gente que mataron a las Mirabal. Yo no sabia la existencia de la 40. “Aquí llevamos el paquete” [refiriéndose a Joaquín].

Cuando el paquete llegó, fue a patada limpia. Recuerdo que un día me sacaron a interrogar y me dieron una pescozada [punetazo] tan grande que iba directamente al filo de un escritorio.  Y uno que estaba ahí me dio una patada que me zumbó por allá. Y dijo uno que estaba ahí: “No, todavía no tenemos orden de matarlo”. 

“La comida en solitaria era una sopa. El coronel compraba una cabeza de vaca en la Victoria. La machacaban y la tiraban a hervir, era eso lo que daban. Todo el mundo se encontraba con ojos, con dientes, con pedazos, con pelo…”


Dr. Joaquín Santana Veloz
Ver entrevista en: Víctimas de la Era de Trujillo: Archivo General de la Nación
 https://www.youtube.com/watch?v=Igmrn0sThec
 
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Mientras que en otra cárcel a otro catorcista:

Los esbirros lo torturaron con saña hasta que desfalleció hinchado por los golpes, las vértebras quebradas, los dientes rotos, pies, manos y espaldas desfigurados, la lengua lacerada. También nos habla de la nauseabunda “comida” que recibían en la cárcel:

“Harina por la mañana, una agua de harina a veces con alas y cabeza de cucaracha. Al medio día tenía una salsita y un chin de sal, pero la noche era igual que la mañana.  Sin nada de sal, sin nada, un agua.  Eso había que tomárselo caliente”.

José Hungría Sánchez Mesa, por Angela Peña, hoy.com.do 

También ver las declaraciones de José Hungría en: 
https://www.youtube.com/watch?v=Igmrn0sThec
 
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Joven miembro de la familia Perozo:

Testimonio de Juan Perozo, cuyo padre y madre fueron asesinados por la dictadura.  Es miembro de la familia Perozo en que muchos miembros murieron por su oposición a la dictadura. 

Entrevista televisada en El Informe de Alicia Ortega:

Cuando nos llevaron a la Victoria por primera vez, desnudos, éramos cuatro, nos pusieronen en celdas individuales. Cuando un guardia con un chucho, [me decía] “entre ahí, entre ahí”, en una celda. Cuando me fui a poner el pantalón corto estaba lleno de materia fecal, fresca. Lo que me vino a la mente fue que el dueño de ese pantalón lo habían matado. "Póngaselo, póngaselo", me habló duro y me amenazó, "póngaselo".

Tuve que ponérmelo, con la caca fresca. A los quince días con la caca que yo encontré y con la caca  mía, esa era mi almohada. Así pasamos los años presos.

Nos (les) Jalaban las uñas a sangre viva. Cuando nos daban una pela a cada uno, había una ….. bajita uno... con las manos ensangrentadas, ponían a los presos a correr, en cada pilar de esos  habían un verdugo de esos con un chucho y cada vez que pasaba era cuatro fuetazos que recibían.

Había una señora de aquí Santiago que estaba presa con nosotros en la Victoria, desnuda delante de todos nosotros,  y le decían “todos esos que están ahí, le van a pasar por encima”. En esa época tenía casi sesenta años.  ¿Y por qué la metieron presa? Porque los muchachos de los colegios se metían a la casa de ella, en la 16 de agosto con Mella, una casa grande, ella les daba albergue... La llevaron a La 40 y si no habla, cogieron un alicate…cogieron un alicate, le exprimieron un seno a ella, a esa señora era de apellido Cordero.  Usted se imagina…eso es grande. Lo que nosotros vimos en la 40, eso no tiene historia, ese hecho es grande.

Cuando mataron a Trujillo, había un cabo que era el que repartía los medicamentos y nos dijo “mataron al Jefe”. 

Radhamés Trujillo...Radhamés Trujillo (decía) “pónganse de espalda!”, erán ráfagas de ametralladora, ráfagas de ametralladora, ametrallando a los presos políticos, No sé como no nos mataron a nosotros… Bueno, yo no quisiera llorar porque son muchos los recuerdos que tengo, muchos los recuerdos que tengo”.

Youtube –Trujillo, el dictador dominicano, 3ra parte
Entrevista realizada por Alicia Ortega a Juan Perozo (El Informe)
Ver entrevista en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=9JcAX_19oW0

NOTA: Han logrado eliminar el video en YouTube de esta entrevista a Juan Perozo, un importate testigo de esta masacre del 31 de mayo, 1961. Suponemos que como se trata de una masacre cometida directamente por un Trujillo (Radhamés), se ocuparon de borrar esta evidencia directa. Les urgimos a los lectores interesados que apelen al medio que publicó la entrevista en YouTube para que la coloquen ahí de nuevo, al alcance del pueblo dominicano.

El ametrallamiento en masa de los presos políticos por Radhamés lo informó la prensa internacional en esos mismos días de junio, 1961. Para más detalles sobre estos informes de la masacre, ver sección CRÍMENES I.

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Uno de los pocos complotados del 30 de Mayo que sobrevivio a las torturas:

El aire de la celda se iba enrareciendo con el calor y la respiración de los quince hombres que allí estábamos. La sed y el mal olor producido por tener que realizar nuestras necesidades fisiológicas en los rincones, no eran nada comparados con el cansancio de tener que permanecer de pie porque era imposible hallar un mínimo espacio para recostarse. Finalmente decidimos hacerlo por turnos aunque los orines corrieran por nuestra cara y las materias fecales se nos pegaran si por descuido las topábamos al intentar acomodarnos. En estas condiciones infrahumanas nos tuvieron más de 24 horas, es decir, desde las primeras horas de la noche del 31 de mayo hasta las 8 de la noche del día siguiente.

Entre los torturadores más crueles se encontraban Ramfis y Radhamés Trujillo, hijos del sátrapa; otros miembros de la familia del dictador como Virgilio García Trujillo, quien en su sadismo llevaba a su hijo de corta edad para que tomara parte en las torturas; J. Arismendi Tru jillo (Petán); Pedrito Trujillo y Luis José Trujillo Reinoso; Tuntin Sánchez; Gilberto Sánchez Rubirosa; el esposo de Angelita, José León Estévez; el temible Johnny Abbes; el jefe del SIM, Roberto Figueroa Carrión; el jefe de la prisión de “El 9”, Tavito Balcácer...

Trujillo y el 30 de Mayo (En honor a la verdad) - Testimonio
Miguel Angel Bissié
https://www.scribd.com/doc/301759704/Trujillo-y-El-30-de-Mayo  (libro gratis)

No olvidemos que en las cárceles trujillistas para presos políticos los presos no se bañaban y lo único que tenían normalmente para hacer sus necesidades biológicas era una lata en la celda. Pueden imaginarse a esos hombres amontonados uno encima del otro, sudorosos del calor y malolientes, tal como lo relatan en las declaraciones más abajo algunos presos que también estuvieron hacinados cuerpo contra cuerpo en otras cárceles para presos "politicos". Cuentan algunos que como no se podían mover fácilmente, algunos hacian sus necesidades biologicas ahi parados o recostados de otros, por lo que los demás quedaban embarrados de las heces de otros (ver en YouTube Vejaciones y asesinatos dictadura de Trujillo, Pedro de Pedro de Leon).

La categoría de "presos políticos" incluía no solo a los que habían sido detenidos por actividades en contra del régimen (sea desde adentro o desde el exterior), por criticar al régimen, por una ligera sospecha o denuncia (falsa o verdadera), de ser un antitrujillista o comunista, sino también los que habían sido detenidos por rehusarse a venderle tierras, reses o el negocio a un Trujillo (los que tuvieron la suerte o mala suerte de no ser eliminados de inmediato) o a entregarle una hija o esposa y los que habían sido detenidos por motivos pueriles tales como por hacer un breve comentario malinterpretado, por ser un simple empleado de un antitrujillista, etc. 

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TAMBIÉN PUEDEN LEER MÁS ABAJO: 

- Revelan crímenes de Ramfis y Radhamé
- Reafirman Radhamés participo en torturas
- Un día en La 40 
- La depravación sin límites en la "Era Gloriosa" (antropofagia)

- La horrorosa cárcel de Nigua

- Más detalles sobre las torturas en La 40
- Las sillas eléctricas y "El pulpo"
- Casa de Tortura de la 40

- Extracto: Complot Develado

- “Vida” en la cárcel durante el régimen de Trujillo
- Centros de tortura al lado este del Río Ozama
- “Pechito iba todas las noches a torturar a los  presos...  

- La megalomanía de Rafael Trujillo

- Un libro sobre la psiquiatría en RD
- Presentan pruebas de las torturas en el trujillismo 
- El 7 de marzo: Una fecha para recordar

- Los huesos cuentan su historia
- Se torturaba desde los inicios de la dictadura  
- Prefirieron la rebeldía a disfrutar de privilegios
- En las garras del terror
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Era el muerto como lo pintan…

El veterano periodista Reginaldo Atanay, del antiguo periódico La Nación (propiedad de El Jefe), hombre que se movía en círculos trujillistas y viejo amigo de la hija favorita del Perínclito, Angelita Trujillo, al referirse al torturador y asesino de La 40, Luis José León Estévez, resume con la frase era, el muerto, como lo pintan la opinión que compartió Angelita en la intimidad de varios allegados sobre su primer esposo, la cual confirmaba la reputación del coronel León Estévez como un ser infrahumano. Y punto y seguido, el veterano periodista Atanay pasa a hacer en el artículo la siguiente revelación sobre el fallecido Radhamés Trujillo, hijo menor de El Jefe: 
 
...Era, el muerto, como lo pintan. Como su cuñado, el desaparecido Radhamés Trujillo Martínez. Una vez, publicamos un artículo en un periódico de Nueva York, contando que Radhamés Trujillo iba a la cámara de torturas que inventó Johnny Abbes García, a “disfrutar” la práctica de tortura a adversarios del régimen de Trujillo. Supimos que entonces, Radhamés le dijo a Angelita, que desmintiera lo que nosotros habíamos publicado.

Yo no tengo que desmentir nada, pues lo que dice Atanay, es verdad”, le dijo ella.

(Fin de la cita, sin más comentarios)

Luis José León Estévez: secuelas
Reginaldo Atanay, director del periódico atanay.com
10 de mayo, 2010
La Verdad Informativa

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De los archivos del pasado:

Las siguientes declaraciones fueron hechas por el Dr. Manuel Durán Barrera, quien recibió y curó a tres de los ajusticiadores de Trujillo la noche del 30 de mayo, 1961 (a Roberto Pastoriza, Amado Garcia Guerrero e Imbert Barrera). Horas después, Durán Barrera fue detenido y torturado. En prisión padeció y presenció los macabros hechos descritos a continuación, los que describió después de ser liberado tras la salida de Ramfis del pais. Pocos años después, fue embajador de nuestro pais en España. 

A continuación transcribimos íntegramente el artículo del veterano y reconocido periodista Antonio Espinal publicado por la revista Ahora, sin omisiones.  

REVELAN CRÍMENES DE RAMFIS Y RADHAMÉS

Revista AHORA, No. 687
10 de enero, 1977

Por Antonio  Espinal

Con solo mencionarse los nombres de los Trujillos o de sus aferrados servidores, muchos dominicanos que conocen los horrendos crímenes y las torturas protagonizadas por ellos tiemblan de estupor o de rabia.

 Ya han pasado más de quince años del ajusticiamiento del dictador, pero hay muchos de los crímenes cometidos por él y sus seguidores que no son conocidos o al menos van conociéndose al devenir del tiempo.

 Uno de esos tétricos y espeluznantes relatos lo hace un médico dominicano que relata cómo fue torturado por Ramfis y Radhamés Trujillo, así como por el jefe del Servicio Secreto.
El doctor Barrera, quien después de la liquidación del régimen de Trujillo fue embajador de la República Dominicana en Madrid, España, hace el siguiente relato bajo juramento:


En la noche del 1 de junio de 1961 (tras el atentado contra Trujillo) tres hombres heridos llamaron a la puerta de mi casa. Los vendé sin hacerles ninguna pregunta. 

“Una vez que hubieron abandonado mi casa, yo mismo fui detenido y llevado a presencia del jefe del Servicio Secreto. Allí se me informó que había ayudado a los autores del atentado contra Trujillo.

“Querían saber de mí, a dónde habían ido aquellas tres personas. Como no pude responder a sus preguntas, porque no lo sabía, fui torturado.

Me arrancaron las uñas de los dedos de los pies con unos alicates. Después me introdujeron palillos de dientes entre las uñas de los dedos de las manos y me ataron a una especie de silla eléctrica. Me sometieron a unas descargas de corriente que paralizaron todo mi organismo

Seguidamente me obligaron a abrir las piernas y un hombre negro me azotó con una fusta las partes más sensibles hasta hacerme sangrar. Todas las torturas fueron presenciadas por Ramfis Trujillo, que reía y animaba a mis verdugos.

“Un poco más tarde llegó también su hermano Radhamés, en compañía de un grupo de mujeres bastante jóvenes. Todos estaban borrachos. Radhamés tomó unos periódicos y los arrolló haciendo de ellos una especie de antorcha que encendió y pegó a mi cuerpo. Esto lo hizo varias veces conmigo y con otros detenidos.

“Después Radhamés hizo que nos volvieran a encerrar en la celda llena de detenidos, todos desnudos, y ordenó que echaran sobre nosotros varios cubos llenos de hormigas. Por el agujero de la cerradura estuvo contemplando como los insectos nos atormentaban con sus picaduras". 

El relato del médico figura en el capítulo titulado “La escandalosa vida salvaje de Trujillo. El filibustero de Santo Domingo” que escribiera el famoso periodista alemán Bernt Ruland en su obra “Las compañeras de los dictadores”.

Si bien esa parte de la narración del doctor Barrera es horripilante que se preparen los lectores para recibir una impresión más fuerte, con lo que hizo Luis León Estévez, el yerno de Trujillo.

En mi presencia y mediante un rápido tajo con un cuchillo (Luis León Estévez) abrió el vientre de uno de los prisioneros y mientras la víctima gritaba de dolor, metió ambas manos por la herida y le sacó los intestinos

Y más adelante el médico declara bajo juramento, refiriéndose a Ramfis Trujillo:

Un día Ramfis entró a nuestra celda y empezó a preguntarle a Miguel Baez, uno de los presos que estaba convertido en un auténtico esqueleto, por su estado de salud. Hizo que le trajesen un plato de arroz con carne. 

Baez que estaba hambriento se lo comió todo. Cuando el prisionero hubo terminado su comida, Ramfis hizo que le presentaran la cabeza de su hijo y le dijo:

Esa carne que tanto te ha gustado es la del cuerpo de tu hijo”. Como consecuencia de esa escena Miguel Báez sufrió un ataque cardíaco del cual falleció". 

Estos relatos son un pequeño granito de arena comparados con los tantos y tantos crímenes cometidos por los Trujillos durante los ensangrentados 31 años que los dominicanos tuvieron que soportarlos. Y todavía se habla de revivir aquellos negros tiempos. 

(Hasta aquí el artíciulo de la revista Ahora.) 

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NOTA: El connotado abogado, doctor Vincho Castillo, al ser entrevistado sobre el libro de Angelita, se refiere a este espeluznante caso de Miguel Baez Díaz. La autora del artículo, Margarita Canahuate, resume las declaraciones de Vincho Castillo:

"Báez Díaz fue objeto de torturas horribles, aseguró Vincho Castillo. Terminaron por hacerle comer la carne de su hijo muerto. Se la dieron como alimento y cuando terminó se lo hicieron saber. También dicen que esto  le produjo la muerte”.

Nota: La revista más importante y prestigiosa de Alemania, Der Spiegel, en su edición del 17 de marzo de 1963 se refiere a esta espeluznante tortura a que sometieron a Miguel Baez Diaz dándole de comer la carne de su hijo. También menciona las otras torturas que Ramfis y Radhamés cometieron en esas sesiones de tortura. Otras publicaciones (Die Zeit de Alemania) e historiadores también se han referido a este macabro martirio que sufrió Miguel Baez Díaz antes de morir.

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"Todavía están muy cercanos los días en que no había propiedad segura si la ambicionaba un Trujillo, en que el honor de la mujer estaba a merced de los caprichos de cualquier Trujillo, en que el fruto de una vida de trabajo podía esfumarse sólo porque la ambicionara un Trujillo, en que nadie podía contar con estar vivo al día siguiente si en la noche había provocado las iras de un Trujillo."Todavía hay muchos que llevan encima la marca de las torturas que se infringieron en las ergástulas trujillistas."

Editorial del periódico El Caribe del 5 de noviembre de 1973 por motivo de apoyo de sectores trujillistas a permitir el regreso de Radhamés Trujillo al territorio nacional. 

Listín Diario

Edición del 5 de noviembre de 1973

REAFIRMAN RADHAMÉS PARTICIPÓ EN TORTURAS, RELATAN HECHOS VIVIERON

Cuatro ciudadanos que guardaron prisión a raíz de la muerte a tiros del dictador Rafael L. Trujillo reafirmaron el sábado la participación de Radhamés Trujillo Martínez en sesiones de torturas contra prisioneros políticos. Los señores Tomás Báez Díaz, Bienvenido GarcíaVásquez, Danilo Díaz y el doctor Alberto Rincón dieron testimonios de que el hijo menor de Trujillo —ahora en la palestra pública a través de entrevistas de prensa— participó y dirigió actos de tortura en la cárcel del kilómetro 9 de la carretera Mella. Entrevistados en el programa Mesa Redonda que producen por Rahintel los periodistas Santiago Estrella Veloz y Ramón Puello Báez, los ex prisioneros dudaron que la auténtica personalidad de Radhamés Trujillo haya cambiado, como quiere dejar entrever en sus declaraciones a los periodistas. El doctor Rincón, en obvia referencia a un artículo publicado por Juan José Ayuso en el diario El Sol, dijo que es falso querer presentar a Radhamés Trujillo como un hombre que actuaba como producto de las circunstancias de la época.

Estimó que es “infundado e interesado” presentarlo como un hombre con ideas renovadas y con interés serio de reivindicarse.“Si así fuera, lo primero que haría sería devolver la fortuna mal habida de que dispone”, dijo. Tomás Báez Díaz dijo que el 30 de junio de 1961 vio a Radhamés en la cárcel del 9 “torturar personalmente” asu hermano Miguel Ángel Báez Díaz. Explicó que a los prisioneros se les echaron hormigas mexicanas, además de una hoja seca molida llamada “fogaraté”, que produce tremendo ardor en cualquier parte del cuerpo. Señaló Báez Díaz que las torturas se iniciaban inmediatamente después que al 9 de la Mella se anunciaba la llegada de Radhamés y un grupo de personas que le acompañaban. Citó el caso específico de Modesto Díaz y de Roberto Pastoriza, a quienes Radhamés y los miembros del Servicio de Inteligencia Militar torturaron “salvajemente”. “Esas torturas duraban hasta la madrugada”, dijo el entrevistado, tras de lo cual añadió que en la mañana se repetía una grabación magnetofónica de los alaridos de los torturados, como parte del terror sicológico a que los sometían. Los entrevistados dijeron que en la cárcel del 9 se utilizaban la silla eléctrica, las hormigas mexicanas, fuetes, y un bastón eléctrico que era aplicado en partes vitales de los cuerpos de los prisioneros.Tomás Báez Díaz dijo que a su hermano Miguel Ángel le torturaron tanto, al extremo de que le llenaron el cuerpo de hoyos, presentando hematomas y golpes en diferentes sitios.


Pero había interés en mantener vivo al prisionero, según relató su hermano, probablemente para sus torturadores ejercitar su sadismo. El doctor Alberto Rincón dijo que Radhamés Trujillo estuvo presente en el momento que se le torturaba. Según sus palabras, Radhamés Trujillo estaba sentado con los pies sobre un escritorio, cuando le mostró una pistola y un fuete y le preguntó cuál de las dos cosas prefería. “Le dije que ninguna, pero él me dijo que tenía que elegir una de las dos”, declaró el exprisionero. Sostuvo Rincón que la tortura más dolorosa era la del bastón eléctrico, que se aplicaba en los genitales. “Esta provocaba una sensación de sequedad en la boca”. Los entrevistados hablaron pausadamente y dijeron no tener rencor contra Radhamés Trujillo y sus representantes. Pero dijeron que el pueblo dominicano es muy digno para aceptar que Radhamés Trujillo vuelva al país a participar en la vida pública. A propósito de esa confusión conviene recordar lo publicado recientemente por un destacado periodista dominicano en una ocasión memorable: “Meditemos los dominicanos la significación de la palabra lealtad. Lealtad se le debe a la patria, al inmaculado que no defrauda, al hombre puro y desinteresado que da la vida por la vidade su país y de sus conciudadanos. La lealtad es para las causas nobles, no para hombres mortales y fallidos. No confundir la limpieza y nobleza de esa palabra, con su antítesis...”.

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UN DÍA EN LA 40

Por Fabricio Collado
Hoy.com.do
15 Junio 2007

Dedicado a aquellos que proclaman "aquí hace falta un Trujillo".

Aunque los hechos verídicos relatados en este artículo no tuvieron lugar durante un solo día, tómenlo como lo que les podría suceder durante "un día en la 40". Lo escribo inspirado en el libro 1J4, de Espigas y de fuegos. Aportes para la memoria necesaria: Testimonios de un militante", de la autoría de don Leandro Guzmán, reconocido por su martirologio, firmeza, seriedad y su dilatada experiencia como dirigente político y secretario general del inigualable e insuperado movimiento revolucionario-progresista, 14 de Junio (1J4).

Don Leandro nos narra que "a las dos de la madrugada del 17 de enero de 1960 se presentaron" a su casa tres carros Volkswagen con agentes del SIM (Servicio de Inteligencia Militar) en su interior. De inmediato se dirigieron a la puerta frontal de su hogar, abierta por el propio Leandro Guzmán: fue brutalmente asido, empujado por las escaleras del apartamento e ingresado al vehículo con violencia bestial, para luego dirigirse a la "famosa" cárcel de torturas de La 40. Es durante ese fatídico 17 de enero que inicia un largo vía crucis de sufrimientos físicos, tormentos sicológicos y del alma.

Al llegar a La 40 (que debe su nombre a la calle denominada La 40 de la capital de ese entonces, en la que estaba ubicado dicho centro de torturas), fue desnudado y "empujado a una escena dantesca" en la celda que compartían, "desnudos y bárbaramente golpeados que parecían monstruos, casi todos" sus compañeros del movimiento antitrujillista de resistencia interna 14 de Junio, dice el autor.

De inmediato su itinerario de torturas se inicia con la aplicación del "bastón eléctrico por todo el cuerpo pero, en particular, en los genitales". A continuación, como máxima medida de ablandamiento para el interrogatorio, fue sentado en la silla eléctrica, "forrada con placas de cobre, excelente conducto de corriente", explica don Leandro, en la que los "asillados" recibían corrientes eléctricas gradualmente aumentadas, hasta llegar a vencer su resistencia.
Como castigos complementarios estaban los azotes con la verga o "güebo" de toro, que eran tan brutales que en una ocasión, narra Leandro Guzmán, "nos vimos forzados a recoger nuestros propios excrementos expulsados incontinentemente durante el suplicio".

Además de las inhumanas e increíbles torturas físicas, también estaba el sufrimiento psicológico, como cuando Leandro fue obligado a presenciar un "ajusticiamiento revolucionario", al decir del torturador Candito Torres, cuando el extender la "invitación". Ya en el sitio del "ajusticiamiento" el cruel jefe del SIM, Johnny Abbes García, procedía a un "interrogatorio", durante el cual confrontó al prisionero y a un periodista al cual el primero dijo que el ahora prisionero le había encomendado "la tarea de averiguar con cuántos efectivos contaba la fortaleza de San Luis de Santiago". Llegó el momento cuando el celebérrimo Johnny Abbes retó al periodista y le dijo: "Como éste te quería joderte a tí, te toca a ti joderlo a él...".

Y así sucedió: lentamente fue apretando el tortol o "torniquete asfixiante" (que consistía en "un pedazo de madera que aprisionaba el cuello del detenido"), y al prisionero le "saltaban sus ojos en los que las cuencas acentuaban la claridad del iris; parecía que se saldrían de sus órbitas. El periodista apretaba y apretaba más el "tortol", al conjuro de las exhortaciones perversas de los torturadores...". Luego, el Ing. Guzmán "fue obligado a recoger el cadáver de (Eugenio) Perdomo para llevarlo al baúl de un carro", que, además, era propiedad de un conspirador antitrujillista que había sido fusilado en La 40.

En otra ocasión, el señor Leandro Guzmán fue obligado a ponerse la ropa y consumir la cena de Angel Russo, quien había sido asesinado esa misma noche.

Igual le sucedió a Pipe Faxas Castro, quien contó que "a las 10 de la mañana, habían ahorcado en su presencia, sentado y atado a la "silla eléctrica", al doctor Manuel Tejada Florentino".

Otro cruento episodio es el de los "Panfletistas de Santiago" (entre ellos dos adolescentes), que, al regresar de firmar "una carta en la que daban las gracias a Trujillo por haberles concedido la libertad...comenzaron a ser llamados por sus nombres...pasados por la silla eléctrica donde les aplicaron corriente hasta la muerte..." y los cuerpos echados al camión del Matadero Industrial para trasladarlos a una incineradora de basura.

También había animales de cuatro patas torturadores. Es el caso de Diana "una perra pastor alemán, adulta y entrenada por él (capitán Minervino), con la que recorría la cárcel", que "gustaba", sobretodo, de morder los genitales de los prisioneros en cada ocasión que le azuzaba su dueño, el capitán Minervino.

Los relatos de las experiencias vividas por el autor estremecen al más duro de los corazones, y constituyen una fuente fidedigna de información a las generaciones actuales y futuras y a los que piensen o digan que "en el país se necesita a un Trujillo", para conjurar la corrupción, la delincuencia y demás problemas sociales (que existían durante el trujillismo) y que ahora no son más que el resultado de los riesgos de la democracia, régimen que encara al humano con la responsabilidad de vivir en libertad.

Quiero terminar este artículo con un elocuente párrafo en el que Leandro Guzmán R., define su estadía en la 40. "Estar en la 40 equivalía vivir dentro de la propia muerte. Raros eran los días en que allí no se mataba, se mutilaba o se pervertía a alguien".

¡Qué Dios nos guarde!

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LA DEPRAVACIÓN SIN LÍMITES EN LA "ERA GLORIOSA"


El prestigioso médico y abogado, el Dr. Ricardo Nieves, en el programa “Panorama Semanal” nos recordó una de las torturas más depravadas a que a veces sometían a ciertos presos:

Trujillo fue capaz de mandar a comer a un médico petromacorisano prominente, porque no era afecto de él, era desafecto de Trujillo. Lo metió preso a él y a su hijo, mató al hijo y cocinó parte de sus vísceras la hizo comer al padre. Cosas horrorosas como esa pasaron, pero los jóvenes nuestros no entienden, ni tienen el conocimiento, la comprensión, porque las mismas escuelas se han encargado de que no lo entiendan.”

Panorama Semanal – Dic. 10, 2017 (min: 13, seg: 58)

En su autobiografía Only Trees Need Roots, el empresario danés John Jessen describe sus años en el Santo Domingo de los años cincuentas recordando los sobornos que había que pagarles a los miembros de la familia Trujillo y menciona uno de los casos de apropiaciones de tierras y negocios bajo amenaza de muerte que cometían los Trujillos. John Jessen mantenía relaciones con varias familias de la alta burguesía dominicana, entre estos, Guido y Armando D'allesandro, a través de los cuales conoció intimidades del régimen. Salió de RD antes del ajusticiamiento cuando ya las tensiones en el país aumentaban en forma acelerada. En su libro (pág. 240) menciona los depravados actos de antropofagia a que a veces obligaban a los presos políticos durante el trujillato. Citamos:

Los padres cuyos hijos estaban en prisión y se rehusaban a ser informantes en contra de los amigos de sus hijos, también eran arrastrados a las cárceles. Si las usuales torturas no lograban romper su silencio, les decían que los iban a soltar al día siguiente por falta de pruebas. Para demostrarles que ya no había resentimiento les llevaban una comida decente la noche antes de su puesta en libertad. Tan pronto los famélicos hombres habían devorado la comida, les decían que acababan de comerse una pierna de su hijo y si todavía se rehusaban a hablar, cortaban más pedazos y los cocinaban. Ningún padre podía continuar resistiendo.”

Uno de estos casos de antropofagia más conocidos es el del mártir Miguel Angel Baez Diaz de San Cristóbal. A continuación reproducimos un extracto del largo artículo publicado en la revista ¡Ahora! el 10 de enero de 1977 (edition No. 687)

Y más adelante el médico declara bajo juramento, refiriéndose a Ramfis Trujillo:

Un día Ramfis entró a nuestra celda y empezó a preguntarle a Miguel Baez, uno de los presos que estaba convertido en un auténtico esqueleto, por su estado de salud. Hizo que le trajesen un plato de arroz con carne. 

Baez que estaba hambriento se lo comió todo. Cuando el prisionero hubo terminado su comida, Ramfis hizo que le presentaran la cabeza de su hijo y le dijo:

“…Esa carne que tanto te ha gustado es la del cuerpo de tu hijo”. Como consecuencia de esa escena Miguel Báez sufrió un ataque cardíaco del cual falleció". 

Estos relatos son un pequeño granito de arena comparados con los tantos y tantos crímenes cometidos por los Trujillos durante los ensangrentados 31 años que los dominicanos tuvieron que soportarlos. Y todavía se habla de revivir aquellos negros tiempos. 

(Hasta aquí el artículo de la revista
¡Ahora!.) 

El conocido abogado, doctor Vincho Castillo, al ser entrevistado sobre el libro de Angelita, se refiere a este espeluznante caso de Miguel Baez Díaz. La autora del artículo, Margarita Canahuate, resume las declaraciones de Vincho Castillo:

"Báez Díaz fue objeto de torturas horribles, aseguró Vincho Castillo. Terminaron por hacerle comer la carne de su hijo muerto. Se la dieron como alimento y cuando terminó se lo hicieron saber. También dicen que esto  le produjo la muerte”.

Nota: La revista más importante y prestigiosa de Alemania, Der Spiegel, en su edición del 17 de marzo de 1963 se refiere a esta espeluznante tortura a que sometieron a Miguel Baez Diaz. dándole de comer la carne de su hijo. También menciona las otras torturas que Ramfis y Radhamés cometieron en esas sesiones de tortura. Otras publicaciones (Die Zeit de Alemania) e investigadores también se han referido a este macabro martirio que sufrió Miguel Baez Díaz antes de morir, entre
éstos el Ing. José Israel Cuello: "Eso llegó al paroxismo cuando el 30 de mayo en que pusieron a un hombre a comerse las nalgas de su hijo, guisada." (Revista 110, 9 de enero, 2018, Min: 28, Seg: 29 - https://www.youtube.com/watch?v=AkrZiPZPy4k). El caso del funcionario Miguel Baez Díaz ha sido el caso de antropofagia más comentado en la literatura porque ocurrió meses antes de la caída del régimen y los testigos (otros presos) que sobrevivieron pudieron salir del país y rendir su testimonio.

Tal como el caso de la joven que fue violada en masa por un grupo encabezado por uno de los Trujillos, las propias víctimas, testigos y denunciantes se resisten a externar actos tan depravados como la antropofagia porque sienten que con el acto de describirlos se degradan a sí mismos y al medio ambiente. Es por eso que los que han oído testimonios de testigos directos de las violaciones, etc. han callado y hoy, lamentablemente, encontramos muy pocos ejemplos de estas torturas espeluznantes.
 

 

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UN PAR DE RECUERDOS DE FAFA TAVERAS Y LA CÁRCEL ‘LA 40’

 
Fafa Taveras: “Yo tuve la fortuna de estar allá y ver cosas como éstas:

Llegó un compañero de nosotros con unos pasos menos pájaro, un poco amanerado y le dice: ‘Oh, pero mira a este hijo de puta es maricón. Búscate al Niple’ y mandan a buscar a uno que le dicen el Niple. Y el Niple era un sargento de la institución que tenía un miembro tan grande que le decían el Niple. Y entonces, trajeron al Niple. ‘Niple, métaselo a ese cabrón, coño’ y el Niple se queda, porque es un sargento, se queda parado, y coje Clodoveo y le da un fuetazo: ‘Mire, coño, le estoy dando una orden, que se lo meta’. Y entonces, el Niple se baja los pantalones y le dan un fuetazo al preso para que abra los muslos y se doble y esos hijos de puta tenían copas con hielo y wisky bebiéndoselo mientras ellos ven esa operación de humillación doble a su agente y al preso con una inmensa tranquilidad. ‘Espérate, ya está bien, é pa que este sepa, coño, aquí no puede venir a ver vaina. Yo estaba en el patio recogiendo basura y cuando sacaron al preso él me pidió llorando ‘nunca digas mi nombre si alguna vez cuentas esto’. Desde luego, yo he contado eso, no he mencionado su nombre pero me encontré con Tomasina Cabral, la otra heroína, que ella me dijo quien era porque ella también vivió una experiencia descomunal.” (Min. 11:09)

Fafa Taveras continúa:

Tomasina era una mega-diva. Tenía 26 años, un cuerpo hermoso y la llevan de malvada con un pantalón fijo de esos que parecían ...(inaudible) de leopardo y una blusa ceñida que se le veían sus senos y todas sus líneas. Y llevaron a esa mujer allá y León Estevez y ese grupo: ‘Oh, pero mira a esta hija de la gran puta tan buen cuerpo dedicándolo, coño, a conspirar. Y como va a ser esa vaina? ¡Quítese la ropa!’ y ella no respondió. ‘¡Mire, coño, quítese la ropa!’ y ella no respondió. ‘¿Qué es lo que usted quiere, qué pasa? ¡Quítese la ropa!,’ y no respondió. Y él cogió y le rompió con la punta de su…. le rompió, le jaló el suite, lo abrió y se lo quitó. Y él ‘¡quítese la ropa!’, y ella no respondió. Se quedó ahí cuadrada y el cogió y le rompió el pantalón. Y esa muchacha, ese cuerpo entre todos esos tígueres que estaban ahí era una tentación y se quedó con el brasiere y el panty. Y él le dice: ‘¡Quítese la ropa, coño, cuero viejo!” y ella no respondió. Se lo dijo dos o tres veces y el vino Pran! y le jaló y le rompió el brasiere y la deja con los senos afuera y al desnudo. y entonces le dice, ‘Mire, ¡quítese coño la ropa que le queda!’ Ella no le hizo caso y él vino y le quitó los pantys. Y esa maldita muchacha no dijo una queja, ni una lágrima y a ellos como que les dio vergüenza que esa muchacha soportara todo eso tan incólume. ‘Coño, manden a trancar a esa desgraciada’. Ellos nunca habían visto una vaina así. Esa mujer está viva. Era de Salcedo junto con Minerva y Fe Ortega y María Teresa y ha sido una mujer de una larga tradición.” (Min. 13:12)

Nota: El catorcista Fafa Taveras luego pasa a relatar el degüello de dos jóvenes de Puerto Plata. Pueden leer este testimonio en la sección CRIMENES IV (110 Asesinatos) de este portal.

Fafa Taveras (Catorcista preso y torturado en La 40)
Z Digital – 21 de enero, 2019 – Minutos: 11:09 y 13:12
Fafa Taveras narra como operaba la cárcel La 40
 

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LA HORROROSA CÁRCEL DE NIGUA


Santiago Estrella Veloz
Historiador
Diariolibre.com.do
La cárcel de Nigua no fue construida por órdenes de Trujillo, como creen algunos, sino por el gobierno militar norteamericano durante la ocupación del territorio nacional por tropas de Estados Unidos (1916-1924). Originalmente estaba destinada a servir como hospital, con todas las comodidades propias de un establecimiento de esa naturaleza. La construcción, iniciada en 1919, costó US$100.00 (cien mil dólares), mucho dinero para esa época, sin incluir los terrenos, que fueron declarados de utilidad pública. Comenzó a funcionar como cárcel para presos comunes, y luego, presos políticos, que recibían en ella severos castigos en su integridad física y mental. Constaba de cinco pabellones dispuestos en semicírculos presididos por un local en forma circular destinada a las oficinas y celdas oscuras o solitarias y ubicadas en el centro. El establecimiento fue clausurado como cárcel a fines de la década de 1930 y luego se destinó como recinto para acoger a los enfermos de lepra. Hoy día, en el leprocomio de Nigua hay internas unas 25 personas.

En la cárcel de Nigua, en las cercanías de San Cristóbal, a unos 30 kilómetros al sudoeste de Santo Domingo, los presos eran obligados a realizar trabajos de chapeo y construcción de caminos, aunque se tratara de intelectuales, abogados, médicos, periodistas o gentes que nunca le habían puesto la mano a un machete. Todos soportaban chinches, cucarachas y ratones en las celdas casi a oscuras, separadas por un buen espacio, que ocupaban un semicírculo en cuyo centro había un edificio circular que servía como oficinas para interrogatorios.

Las raciones de comida consistían en agua de chocolate, un plátano verde y pan duro y viejo, incluso con lama, a menudo con una fetidez que revolvía el estómago. Los presos estaban obligados a comerla, pues de otro modo morirían por inanición. Los que enfermaban de paludismo debido a los mosquitos no recibían tratamiento médico alguno.

Las heridas de los golpes, culatazos y del "cantaclaro"-un látigo confeccionado a base de alambres-se tornaban blanquecinas con el salitre del mar Caribe cercano, por el lado sur, pero además por los gusanos que les caían. La atención médica era nula, de modo que los presos tenían que curarse las heridas por los métodos más inverosímiles, como por ejemplo tapándoselas con lodo.

Simplemente, aquellos condenados a tan triste suerte eran dejados morir, cuando no es que perecían fusilados en un sitio vecino llamado Camunguí, cerca de una plantación de arroz propiedad de Trujillo, en cuyos predios los cadáveres eran sepultados sin señal alguna que algún día permitiese identificarlos. Órdenes para fusilar presos fueron dadas en Nigua por el general Federico Fiallo y el coronel Joaquín Cocco, asistidos por esbirros de la talla de José Leger, Dominicano Alvarez, capitán José Pimentel y un soldado al que solo se le conocía por el apodo de Pelo Fino, cruel hasta la saciedad. En alusión a la cárcel de Nigua, el asesinado escritor español José Almoina dice:

"Es algo que tiene para los dominicanos un perfil siniestro, que hace estremecer a la gente. Se dijo durante mucho tiempo que era preferible tener cien niguas en un pie y no un pie en Nigua. La situación de este campo de concentrados políticos, entre arenales que se torrefactan al sol implacable del trópico y se humedecen por la acción del mar próximo, es algo horroroso. En estos inhóspitos médanos los presos estaban obligados a trabajar de sol a sol y, vejación satánica, a contemplar los fusilamientos de sus propios compañeros. Por Nigua han desfilado miles de dominicanos y allí han muerto fusilados, o incapaces de soportar más trabajos, centenares de ellos"

En los inicios de la década de 1930 en Nigua estuvieron presos, entre otras personas, Miguingo Rodríguez, Juan Isidro Jiménes Grullón, su padre José Manuel Jiménes, Juan Bosch, Ramón Vila Piola, Ildefonso Colón, Eduardo Vicioso, José Selig Hernández, Rigoberto Cerda, Félix Ceballos, Daniel Ariza, Polín Franco, Felipe Blanco, Ellobín Cruz, Luís Heriberto Valdez, Manuel Borbón, Pablo Estrella, Andrés García, Juan Isidro Rodríguez, Luís Valdez, Chichí Patiño, Rafael (Fello) Felipe, Vitaliano Pimentel, Amadeo Barletta, Luís María Helú, Sergio Manuel Ildefonso (Caporí), Enrique (Quique) Veras, Cholo Cantizano, doctor Francisco Augusto Lora, el cubano Juan Bautista Davis, José (Chichí) Montes de Oca, el ex capitán del Ejército Aníbal Vallejo, el árabe José Najul, Plácido Arturo Piña, y hasta una hermana de Enrique Blanco, aquel legendario guardia desertor que fue tenazmente perseguido por sus compañeros, a quienes burlaba con facilidad porque conocía los montes, hasta que finalmente fue muerto, no sin antes dejar tras de sí una estela de heroísmo al enfrentar con buen éxito a los guardias de Trujillo, hasta ser loado en canciones populares y leyendas inverosímiles sobre sus hazañas.

Los sicarios de Trujillo trataban de presionar a la mujer, llamada Carmen, para que admitiera su participación en la muerte de un guardia. Ella siempre mantuvo su alegato de inocencia, pero aún así fue internada en Nigua, hasta que finalmente un día supuestamente la pusieron en libertad, cuando la realidad es que la mataron, sin respetar siquiera que se trataba de una mujer.

En fin, Nigua era un sitio donde fueron internados centenares de dominicanos que sufrieron horrendas torturas, incluso la muerte, por oponerse al dictador más sanguinario que jamás haya existido en la República Dominicana.

Los carceleros siempre utilizaban garrotes para golpear y a veces causar la muerte a aquellos presos que se quejaban por el duro trabajo o se desmayaban en plena faena, debido al agotamiento físico o las enfermedades. Hubo algunos, como Ellobín Cruz y Luís María Helú, que perdieron la razón debido a las torturas de que fueron víctimas.

La disentería y el paludismo eran las más comunes, pero también la tuberculosis y las enfermedades de la piel por la suciedad imperante. Los presos tenían que dormir en el piso de cemento, en un estrecho espacio donde no era posible moverse mucho. Los que conseguían algún camastro con una vieja colchoneta tenían que enfrentarse a millares de chinches o soportar el vaho sanguinolento dejado por presos que durmieron en ellas después de ser rudamente golpeados o heridos.

En otras ocasiones, las torturas consistían en aplicarles en los testículos un rústico aparato llamado "tortor", consistente en dos trozos de madera atados con una cuerda que, al irse apretando, causaba dolores y gritos espantosos a quien recibía el castigo. Se aplicaba también en el cuello, para causar la muerte por ahorcamiento.

Las confesiones también eran arrancadas obligando por la fuerza a un preso a ingerir grandes cantidades de agua. Entre dos soldados, al preso amarrado le abrían la boca y con un embudo le llenaban de agua, hasta que el infeliz no podía más. Muchos confesaron mentiras e implicaron inocentes, fruto de la desesperación, con el fin de evitar el suplicio, herencia directa de métodos aplicados en el Este por la soldadesca norteamericana durante la intervención militar de 1916.

En aquella época las víctimas eran patriotas que enfrentaban a los violadores de la soberanía nacional, llamados despectivamente "gavilleros" por los yankis, con el propósito de justificar su persecución, apresamiento o fusilamiento.

En las cárceles de La 40 y el 9, ambas en Santo Domingo, se usaban más "modernamente" picanas eléctricas aplicadas en los testículos y otras partes sensibles del cuerpo, como los oídos o el ano.

Los prisioneros eran mantenidos desnudos y esposados. Otra forma de tortura era la silla eléctrica, que consistía en una silla forrada de cobre conectada al sistema eléctrico. Mediante un control, los torturadores aplicaban la corriente aumentado su intensidad, hasta que la víctima confesaba o moría. Casi siempre el asiento de cobre de la silla era mojado para que fuese mejor conductor de electricidad.

Hubo casos en que el pelo de la cabeza del torturado quedó completamente chamuscado, a tal punto que botaba humo. Terminada la tortura, el cadáver era desatado de la silla y tirado al suelo, donde un esbirro le golpeaba con un garrote en la parte anterior del cuello, popularmente conocida como gaznate. Un infeliz orate que servía en La 40 era el encargado de lavar la sangre, lo cual hacía con una escoba y una cubeta de agua, con carcajadas guturales estúpidas, casi siempre solicitando a los esbirros que le regalaran la camisa o el pantalón dejados por el difunto.

Es asombroso conocer que al comandante cubano Delio Gómez Ochoa, que vino en la expedición contra Trujillo el 14 de Junio de 1959, le encendieron astillas de cuaba en las uñas de los pies como parte de las torturas a que fue sometido, que incluyeron extraerle algunas muelas con un alicate, sin anestesia alguna, pero además le ataron a una cuerda colgante de un helicóptero, que lo sumergía repetidas veces en las aguas del Mar Caribe mientras la ciudad dormía. El propósito era que se lo comieran los tiburones, aunque afortunadamente tal cosa no sucedió.(11)

Era común que los cadáveres de los presos asesinados fueran llevados a la incineradora de basura de la calle antiguamente llamada Braulio Alvarez, cerca de donde está hoy el puente Juan Bosch, o lanzados al mar Caribe, casi siempre por los lados de la Caleta o Boca Chica. Hasta donde sabemos, hubo el caso de uno que fue lanzado a la misma puerta de donde vivía su familia.

Era hermano del periodista Alcides Castro Santana, quien estuvo preso por sus actividades antitrujillistas y fue uno de los primeros directores del periódico Libertad, órgano del Movimiento Popular Dominicano (MPD)- un partido marxista-leninista. Castro Santana abandonó luego sus ideas políticas de izquierda tras su regreso del exilio en Venezuela. En 1963 escribía en el periódico derechista Prensa Libre, que dirigía Rafael Bonilla Aybar y que fue incendiado por las turbas durante la revolución constitucionalista de 1965.

Ese mismo año, Castro Santana lució el rango de mayor de la Fuerza Aérea Dominicana, que combatía a los patriotas que luchaban por reponer a Juan Bosch como presidente constitucional de la República, víctima de un Golpe de Estado militar el 25 de septiembre de 1963. Castro Santana murió años después en un accidente de tránsito en el que también pereció una hija suya, en el ensanche Los Mina, al este de la ciudad. Fue padrino de bodas del autor de este libro, el 18 de octubre de 1964. 


También pueden leer más sobre las torturas, explotación y asesinatos en la cárcel de Nigua en el excelente libro Una gestapo en el Caribe por Juan Isidro Jiménes-Grullón. Los lectores pueden leer gran parte de este libro gratuitamente en Google Books. 


Les recomendamos leer también en la sección CRIMENES II un extracto titulado Más sobre las victimas de la cárcel de Nigua.

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MÁS DETALLES SOBRE LAS TORTURAS EN LA 40

Extractos del libro “1J4, de la apariencia a la esenciapor el  Dr. Ramón Blanco Fernandez.
Transcripción de la lectura por Ramón Nuñez en YouTube, idelmoro (13 de enero, 2008):

http://www.youtube.com/watch?v=ISkJvaq5CLI

“En La 40 fueron puestos en práctica varios tipos de tortura, tales como los azotes con un látigo preparado con el pene disecado de un toro al que se incrustaban alambres en la punta con el propósito de que produjeran heridas al ser propinados los latigazos a las víctimas.

Se utlizaba la famosa picana, instrumento que consiste en una especie de linterna de aproximadamente un pie o más que lleva en uno de sus extremos un dispositivo con corriente eléctrica suficiente para generar varios voltios y hasta producir quemaduras a una persona o a un animal.

También se les daban bofetadas con ambas manos sobre las orejas para provocar sordera a la víctima, suprimirle la estabilidad y lanzarlo al suelo.

Otro método singular de tortura aplicado en La 40 fue la inmersión de la cabeza de la víctima  en una pileta llena de agua o cualquier otro recipiente análogo, dejándolo el tiempo suficiente para interrogarla luego de haberse recuperado de la semiasfixia.

El Dr. Blanco Fernandez también precisa que una de las torturas más salvajes aplicadas en aquella época fue la de llevar a la víctima al  polígono que forma la torre existente en aquel recinto carcelario y, después de azotarlo con el látigo, echarle dos perros amaestrados en esos menesteres a que la mordieran por todas partes, especialmente en sus órganos genitales.

A menudo los torturadores visitaban las celdas en horas de la noche, abrían los candados, tiraban las puertas de hierro, llamaban a alguien en tono imperativo, amenazando con fusilamiento y enfin realizaban todo tipo de excesos violentos que pudieran mantener en vela a los que allí se encontraban encerrados.

Otro método era el de abrir las puertas, armas en manos amenazando a los detenidos con quitarles la vida para resarcir sus diversiones a la……turista.

Además de las torturas que consistían en la extracción de dientes y uñas de las manos con instrumentos mecánicos no aptos para ser usados en seres humanos, como sucedía con el famoso alicate, algunas veces hasta oxidado. Este tipo de cirugía a sangre fría producía en la persona torturada un dolor  desesperante.

Algo digno de mencionar, agrega Blanco Fernandez en su libro, es el hecho de que mientras aplicaban aquellos métodos inhumanos y degradanes, se daban a la tarea de burlarse de sus víctimas y convertir esos hechos ignominiosos en una diversión de mal gusto acusando a los torturados de poca hombría, de cobardes y de incapaces de luchar contra Trujillo.

Blanco Ferdandez recuerda las torturas de las que fue víctima el Dr. Miguel Márques Fernández,  Miguelito, a quien después de azotarlo con el látigo, le sacaron las uñas de varios dedos de las manos en forma despiada para que confesara quienes eran las personas implicadas.
  
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CÁPSULA

LAS SILLAS ELÉCTRICAS Y “EL PULPO”

El dictador Trujillo le había concedido muchos millones de dólares al Coronel Johnny Abbes, jefe del SIM, para que expandiera y modernizara los servicios de espionaje y los recursos de tortura . El despiadado Coronel Abbes siempre contó con el decidido apoyo de su jefe Trujillo, sin reservas, en sus esfuerzos por intensificar el grado de terror con que se castigaba a las víctimas que caían en las mazmorras del régimen.

Como parte de este proyecto, el Coronel Abbes viajó a Nueva York en busca de una silla eléctrica usada del Departamento de Correcciones de esa ciudad.  Cuando le dijeron que la silla no fallaba y que mataba en forma instantánea, Johnny Abbes perdió interés en comprarla puesto que a él le interesaba la silla como instrumento de tortura. 

Finalmente, un  técnico del SIM entrenado en Inglaterra, Guillermo Rivas Díaz, y otros fabricaron una silla para propósitos de tortura: La famosa silla eléctrica de La 40. Según las declaraciones de Rivas Díaz en una extensa entrevista, Trujillo fue quien dio la orden directamente de que se construyera la silla eléctria (Ver Boletín No. 135 del AGN, (págs. 153-187). Esta silla contaba con un reóstato (dispositivo que cambia el flujo de la corriente) a control remoto de tal forma que podían descargarle fuertes shocks eléctricos hasta el punto de achicharrarles los cabellos y partes de la piel sin matar a los prisioneros. Esto les permitía torturar al prisionero con descargas eléctricas repetidas veces, día tras día, hasta que decidieran eliminar a la victima de una vez por todas. Sin embargo, algunos prisioneros no aguantaron los altos voltajes y murieron en la silla desde la primera o segunda sesión. La silla estaba forrada con una placa de cobre (un excelente conductor de electricidad) en el asiento, el respaldar y los brazos. Algunos prisioneros cuentan cómo compañeros suyos eran tirados en sus celdas después de una fuerte sesión de tortura en la silla eléctrica. Veían como sus cuerpos se sacudían involuntariamente y emanaban humo por la cabeza (suponemos de los cabellos quemados). 

No pasó mucho tiempo cuando el hijo del dictador Ramfis se interesó e hizo que le fabricaran otra silla eléctrica para su centro de torturas en la casa del km. 9. El ex Jefe del SIM, Víctor Alicinio Peña Rivera, informa en su libro, Trujillo: La herencia del caudillo (pág. 34):"La silla eléctrica construida en los talleres técnicos de la Aviación, aventajaba en eficiencia a la que existía en la cárcel de la Cuarenta. Fue instalada en la casa de torturas del Nueve, bajo dirección de oficiales de la Aviación." 

En la misma entrevista que mencionamos más arriba (ver Boletín No. 135 del AGN, Una monstruosidad...), el catorcista José Hungría Sánchez, torturado en La 40, afirma que también había otra silla eléctrica en La 40, hecha completamente de metal, de un color gris, como de tubo galvanizado. Por el voltaje del electrochoque y por ser de metal, ésta la usaban para finalmente ejecutar a los prisioneros, no para torturarlos. José Hungría, quien en las sesiones de tortura que había padecido ya estaba familiarizado con la silla de madera forrada con planchas de cobre para torturas, cuenta cuando vio por primera vez la de metal para ejecuciones: “El Villar comienza a sacarme confesiones, o a tratar de sacarme confesiones, y cuando no lo logra, dice estas palabras: Mira, buen hijo e la gran puta, tú priva de guapo, evita que te siente en esa, en la silla de metal que estaba como a pie y pico. Y la mandó a guardar, diciéndole a quien le dio la orden Ve, llévate y guarda eso, que se nos quedó anoche, después de terminar de trabajar. José Hungría, quien estuvo en La 40 más de cuatro meses, contó en esa entrevista que las ejecuciones programadas las hacían exclusivamente a determinadas horas de la noche (la llamaban los presos "la hora cero") y esa noche habian eliminado a 2-3 presos antes de que lo llevaran a él en la madrugada a la cámara de tortura para interrogarlo. Fue cuando vio la otra silla, la gris. Son pocos los que pueden contar sobre la silla de metal porque los que la conocieron no vivieron para contarlo. José Hungría la conoció de casualidad sencillamente porque se les quedó afuera mientras a él lo interrogaban. 

Al cabo de algún tiempo Johnny Abbes perdió el entusiasmo por su silla eléctrica de diseño especial. Abbes estaba obsesionado con la idea del “control” total de sus víctimas. Decía que había que controlar por completo toda la personalidad del prisionero para que éste perdiera su sentido de sí mismo. Fue así como apareció “El pulpo”. 

El llamado “pulpo” era un generador de electrochoques con ocho terminales al final de ocho largos tentáculos forrados de hule. Cuando le aplicaban “el pulpo”, relata el antiguo procurador de RD, Antonio García Vásques (quien investigó los crímenes de Johnny Abbes después de la caída de la dictadura), no le adherían los tentáculos superiores simplemente al cuero cabelludo de la víctima, “sino que se los conectaban directamente al cerebro por medio de pequeñitos electrodos de cobre que les atornillaban directamente a los huesos del cráneo. Las otras terminales se las enganchaban a los ojos o a los testículos. Era la forma más inhumana de aplicarle corriente eléctrica a un ser humano. Les destrozaba el mismísimo sistema nervioso”.

Es de suponerse que "el pulpo" lo usaban cuando ya habian decidido eliminar a un preso para premiarlo con un último, intensamente doloroso y refinado suplicio en lugar de ser simplemente ejecutado puesto que con el sistema nervioso casi destruido, es decir, convertidos practicamente en un vegetal, no quedaba otra cosa que terminar de matarlos. 

Otras fuentes nos hablan de "El Pulpo":








 
También pueden encontrar otra referencia a este instrumento diabólico de La 40, El Pulpo, en la pág. 878 (columna 1) de la Encyclopedia of U.S. - Latin American Relations (Sage Publications, 2012) cuando los autores lo describen con el fin de ofrecer uno de los peores ejemplos del sadismo que había alcanzado la dictadura trujillista. 
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Resumen:

La silla eléctrica la usaban tanto para dar choques como para electrocutar lentamente. Los sobrevivientes de la 40 sabían que la muerte era lenta porque los altoparlantes transmitían los gritos de las víctimas en las celdas. Otro instrumento era El Pulpo, un aparato eléctrico de múltiples brazos que se lo adherían al cráneo de la víctima con pequeños tornillos. Usaban extractores de uñas, una picana para electrocular los genitales, martillos de hule, látigos de cuero con puntas en nudos y tijeras para castrar, así como un cuello de hule que si lo apretaban lo suficiente, podía cercenarle la cabeza a la víctima. 

A veces el propio dictador participaba en los procedimientos. Por ejemplo, el sargento Carlos Nolasco, quien había participado en un complot, comenta que una noche Trujillo llegó al Nueve donde se encontraban 8 de los militares complotados ya presos y ordenó que los quemaran vivos. 

En cuanto al destino de los cuerpos, los investigadores creen que fueron lanzados a los tibures o metidos en una incineradora que quedaba cerca de la base de San Isidro. Muy pocos se los devolvían a los familiares.

República Dominicana: Cámaras de terror
TIME Magazine
13 de abril de 1962

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Aprovechamos que mencionamos al héroe nacional José Hungría para reproducir las torturas a las que este catorcista fue sometido en La 40, descritas por Ángela Peña (ver artículo titulado José Hungría Sánchez Meza, hoy.com.do): Los esbirros “lo torturaron con saña hasta verlo desfallecer hinchado por los golpes, las vértebras quebradas, los dientes rotos, pies, manos y espaldas desfigurados, la lengua lacerada. El equipo más sólido de esbirros lanzó sobre su cuerpo adolorido escritorios y máquinas de escribir. Esposado, le propinaron palos, trompadas, chuchazos, bastonazos, corrientazos en la silla eléctrica para que confesara una supuesta complicidad con el obispo de San Juan de la Maguana, monseñor Tomás Reilly, para derrocar el régimen”. José Hungría Sánchez estuvo involucrado en actividades anti-trujillistas desde los 12 años, militó también en el 1J4, fue combatiente constitucionalista en 1965 y formó parte de la resistencia durante los 12 años de Balaguer. 

Para más detalles, ver también:

How the CIA Blew Away Trujillo – Andrew St. George – JFK.hood.edu
Un día en La 40 – Fabricio Collado, Hoy.com.do
Esa monstruosidad - Aquiles Castro, Boletín No. 135 del AGN (págs. 153-187)
José Hungría Sánchez Meza, por Ángela Peña, hoy.com.do
Otros testimonios y artículos
 

Extracto:

In 1957 Colonel Abbes visited New York to purchase, among other things, a used electric chair from the Department of Corrections. "It is absolutely dependable and almost instantaneous," he was told. Abbes said no, thank you: what good was an instant electric chair? He ultimately acquired one built to his own specifications. Equipped with a rheostat, it enabled the controller at the switch to torment

the man or (as frequently as Abbes could arrange it) a woman strapped in the chair with easier or harsher jolts of lectricity for hours on end before setting the switch for execution.

The walls of the SIM's interrogation rooms were thickened with soundproofing foam plastic. "No, no," Abbes said, "that's not the way to control suspects." Ultimately, as any perfectionist must, Col. Abbes built his own torture towers. The elaborate interrogation centers situated in compounds surrounded by tall concrete walls were known as "La Cuarenta" (located on Fortieth Street) and "Kilometro Nueve" or "La Nueve"— named after the road marker which indicated, roughly six miles outside Santo Domingo, the perimeter of San Isidro Airbase, commanded by Trujillo's older son, Ramfis. The "variable-pitch" electric chair was installed at La Cuarenta in a bare-walled interrogation room which was not merely void of soundproofing; it had an internal amplifier hook-up so that the screaming, lungeing, moaning, vomiting and pleading of the tortured could be utilized to keep prisoners awake in the cellblocks below.

In time, Johnny Abbes lost interest in his custom-built chair. His investigative principle was "control." "One must dominate the prisoner's personality completely," he would tell subordinates. Pursuant to this policy, arrested victims were sometimes tortured pitilessly beyond the point of submission and confession: the goal was total abjection. To attain it, Johnny Abbes devised a more efficient instrument than the chair: the "Octopus," the dreaded El Pulpo.

"El Pulpo" was a specially-built electroshock generator with not two but eight terminals at the end of long, black, rubber-coated tentacles. "When it was applied in earnest," says former Dominican Attorney General Antonio Garcia Vasques, who investigated the crimes of Johnny Abbes after the Trujillo regime's fall, "the top tentacles of El Pulpo were not attached to the victim's skin; they were connected to the brain by means of tiny copper electrodes screwed directly into the cranial bone. The other couplings were clipped to the eyes or testicles of the prisoner. It was the most inhuman way to apply electric current to living creatures. It shattered their very nervous systems."

At Kilometer Nine, one of the torture chambers consisted of a water tank stocked with huge, voracious leeches. Another was called "La Clinica." Here Lt. Clodoveo Ortiz— the master torturers were as well known in Santo Domingo as were Burke and Hare or Leather Apron in England made his "clients" talk with the aid of thin, flexible, electrified copper probes inserted into the genital and/or anal passages, producing electrical dis charges not unlike miniature bolts of lightning across the body's most sensitive tissues.

If, during late 1958 and early 1959, the Dominican Republic degenerated into an enormous abattoir, the torture centers erected by Col. Abbes were its grinders. First hundreds, then thousands were driven into the inferno by innumerable, scurrying Volkswagens newly purchased for the SIM under Trujillo's multimillion-dollar expansion program. Master of it all, epicene, sexually deviant, assertively sadistic, mysterious, ubiquitous, corrupt, tireless, diabolically cunning, was the second most powerful man in the Dominican Republic — Colonel Abbes.

(Fin del extracto)

How the CIA Blew Away Trujillo
Andrew St. George
Swank, October, 1975

 
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El catorcista Julio Escoto Santana recuerda sus días en La Cuarenta

La harina la traían en una lata de aceite de maní que en esa época era muy en boga porque Trujillo había puesto la fábrica. Entonces habían dos latas en la solitaria. Una lata llena de agua oxidada, que no sabíamos de donde la traían, y la otra vacía. Cuando llega una carretilla, viene con líquido que era la harina, le pusimos ‘la rubia’ porque eran tan, no sé ni qué decirte, que si te daban golpe en La 40, y tú demolido y desmayado que hasta la esfinter se soltaba, vamos a decirlo, se abría, te echaban agua de sal dizque pa que no te infectaras y aquí a la sopa le echaban bija y por eso le pusimos ‘la rubia’ porque venía amarilla de la bija que le echaban dizque por los golpes que nos habían dado para que no tuviéramos turberculosis no se qué, un disparate. A esa sopa le echaban ojos de buey o de vaca, no sé lo que era, para saberlo, verlo tú ahí.

Hasta que un día aparecieron sendas cucarachas que parecían dos yolas queriéndose ir rumbo a Puerto Rico así nadando. Entonces, dime tú. Éramos 20 presos desnudos, desbaratados, habían unos que ya tenían hasta gusanos de los golpes que les habían dado y se les infectaron porque no te daban ninguna asepsia, ninguna medicina.

Silla eléctrica, mañana, tarde y noche. Y entonces en esa situación, cuando nos sacáron de la solitaria de la Victoria al pasillo B, ya ahí teníamos un camarote porque en la solitaria no había ni inodoro ni lavamanos, esa era otra cosa, en el suelo durmiendo, ni colchón.

Entonces, yo como siempre he sido trasnochador en la vida civil y carcelaria, por la madrugada es que ellos acostumbran a hacer sus trueques y sus cosas, y sus bagabunderías, y sus traslados, de La 40 hacia la Victoria los traían pegaditos así por el patio y uno veía, en la madrugada, a quién es que llevan, o de allá para acá, de la Victoria para La 40.

Entonces ya yo tenía ahí varios meses preso, tres meses, no veía a mi familia, no veía a mis hijas chiquiticas de dos años y la otra de meses. A mi padre que no quiso irme a ver porque, imagínate, decía él si yo te veo con todos esos palos que te han dao y toda esa cosa, yo voy a hablar muchísimo disparate y voy a caer preso.”

Más adelante se refiere al día en que lo soltaron:

Entonces dime tú, ese día fue un día de júbilo porque uno, cuando veía todas esas cosas que ocurrían en La 40 y que te tiraban un muerto y te apeaban de la silla eléctrica a tí, un muerto ahí y tú tenías que cargarlo y volvían y subían a otro, la gente no se da cuenta de lo que fue eso, tú me entiendes, y nosotros creo que debemos luchar por todos los medios, yo, por lo menos, no soy guapo, pero yo ya no puedo echar para atrás.” (Minuto 8:30)

Huchi Lora le recuerda al público: “Yo quiero decirles a todos que como conseuencia de las torturas que sufrió en La 40 donde les daba palizas con varas de bambú en el espinazo, Julio Escoto, la última operación que le hicieron fue el año pasado, es decir, más de medio siglo después, todavía le están haciendo operaciones en la columna vertebral.” (Minuto 9:07)

JE: “El cirujano, después de que tomó la radiografía, me preguntó muy alarmado, dice ‘Escoto, ¿tú te caíste, tú te has dado algún golpe en la columna?’ Entonces, yo le dije, no doctor, yo no me he caído. Entonces le conté brevemente, y dice ‘pero eso está ahí todo desbaratado’, un médico en Miami.”

Entrevista Dr. Julio Escoto, Luchador por la libertad durante la dictadura
Miinuto 2:32
Entrevistado por Huchi Lora (Programa: El Día)
Publicado en YouTube por: El Día RD

https://www.youtube.com/watch?v=TFCxjSHOR30 

Segunda entrevista:

Entrevista a Julio Escoto Santana, militante catorcista

Entrevistado por Esperanza Ceballos de Univisión Noticias (41)

Julio Escoto fue detenido en enero de 1960 por militar en el Movimiento 1J4.

Sus declaraciones sobre las torturas:

JE: “Me sacaron de la casa a trompada y a patada. Empezaron las torturas, y eso era mañana, tarde y noche… Y ahí sufrimos bárbaramente y vimos cosas horribles. Te hacían una operacion que ellos denominaron “el cenicero”, que era cuando nosotros pasábamos al lado de uno de ellos, con el cigarrillo, nos lo pegaban en la espalda.”

EC: ¿Usted fue llevado a la silla eléctrica?

JE: “Todos los días. Cuando le ponían el voltaje subido, te hacía así en el estómago, aaahhhh!, y no era porque tú quisieras estar de cómico sino por la fuerza de la electricidad… Alambre eléctrico, la cabeza inmersa en una batea grande de agua, para confesar. La espalda mía era un cascarón porque después de los golpes que te daban, entonces te echaban agua salada dizque para que no te infectaras.”

EC: ¿Con todas estas torturas que usted sufrió, pensó que en algún momento no iba a sobrevivir?

JE: “Varias veces. Sobre todo cuando veíamos que de la silla eléctrica bajaban a un compañero muerto… Tú veías que te sacaban a ti pero por ahí mismo paseaban con un muerto en la oscuridad, tú ni sabías quien era, tú dices, bueno, me tocó a mí hoy.”

https://www.facebook.com/univisionnoticias/videos/10156846514474796




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CASA DE TORTURAS DE LA 40

Revista 110 - Ecoportaldominicano.com
30 de mayo, 2009
Oscuras noches de martirio sin tregua en tétricas celdas
En principio, era una residencia campestre propiedad del general Juan Tomás Díaz, situada en las afueras de Ciudad Trujillo. Pero las apetencias desbordadas del todopoderoso dueño de vidas y conciencias del país, el "generalísimo" Rafael Leonidas Trujillo Molina, hicieron que su propietario "cediera" al tirano esta casa que fue convertida de golpe y porrazo, en uno de los más temidos, terribles y odiados centros de torturas.

La 40, llamada así por estar localizada en la calle del mismo nombre en lo que hoy es parte de la barriada de Cristo Rey, fue testigo mudo de los horrorosos, refinados y avanzados métodos de tortura para arrancar confesiones, muchas veces hechas para evitar que se siguiera aplicando el castigo, se constituyó en una especie de leyenda funesta para la nación.

Quienes estaban a cargo de suministrar las torturas eran oficiales allegados al "jefe" y su hijo Ramfis, así como algunos amigos desaprensivos y degenerados que descargaban sus frustraciones en ese antro de maldad y opresión. "El que entra en la 40, sale loco o sale muerto" era la frase que se comentaba soterradamente en la población.

Y así, centenares de hombres, mujeres y niños penetraron a ese suplicio para no reaparecer jamás. Miles de ciudadanos caminaron por sus pasillos rumbo a las celdas y a las torturas que se aplicaban más allá de la última puerta, situada al final de un tétrico corredor de muerte por donde la tiranía trujillista hacía transitar a sus víctimas, hasta el camino final: la muerte, llamada Maru-Maur por sus inquilinos en referencia a una novela de moda en la época.

La cárcel de la 40, algo que solo puede concebir la ficción novelística más desgarradora, fue un antro de torturas que en República Dominicana que operó bajo la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo, a partir de 1955, manejado por gente a la que la castración política y moral le definiría como "pobres diablos". Allí convergía y se sintetizaba el trabajo del vasto esqueleto represivo dirigido por Johnny Abbes García –el temido jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM)-, quien tenía su escritorio en la principal caseta destinada a la tortura.

"Pobres diablos"

Era un trabajo que iniciaba por la labor de un cuerpo de soplones pertenecientes a todas las escalas sociales, a quienes les competía informar de cualquier movimiento raro. De inmediato, entraban en acción los responsables de verificar, en el terreno, la situación informada. Detectada la naturaleza "conspirativa", se daba paso a los equipos de "esbirros" montados en pequeños Volkswagen (carritos cepillos), con dotación de armas cortas y largas, cuya especialidad era robarse a la persona denunciada.

Al menos así lo relata el doctor Rafael Valera Benítez, en su obra "Complot Develado", quien describe que esa tarea era desarrollada en horas de la madrugada mediante una operación relámpago en los domicilios o algún sitio discreto, después de que la víctima era seguida con toda parsimonia.

Y cuando la actuación discreta era la regla recomendada, no excluía el asalto violento. Esos equipos patrullaban todo el país, región por región, a base de un cuadro de personal con turnos rotativos, y cada carrito era dotado de un transmisor que remitía a la estación central situada en la 40.

De esa forma, el ruido de los motores de los "cepillos", había convertido la presencia de los pequeños carritos en un esmerado ritual terrorífico que hacía cundir el pánico por doquier. Una vez en el palacio de los suplicios, el cautivo era fichado, se dilucidaban las implicaciones políticas y si procedía o no una acción represiva.

Por supuesto que, según los relatos de Valera Benítez - quien estuvo recluido en la cámara de torturas-, ese tipo de evaluadores jurídicos no tenían nada que ver con los soplones que se trasladaban al terreno de los hechos después de una confidencia, lo que no significaba que esos abogados no pusieran su granito de arena en la labor de extracción de confesiones, "y se unían al coro de torturadores haciendo uso de bastones eléctricos dotados de pilas de alto voltaje que se aplicaban en las partes vitales del prisionero desnudo y esposado ante sus verdugos".

Los diversos medios de transmisión de mensajes y el manejo de sofisticados aparatos para la transmisión y recepción de los mismos, formaban parte del personal que motorizaba esa fábrica del crimen.

Un infierno sin treguas

Por la secuencia que tenía el origen y desarrollo de la represión, cada prisionero tenía su escena preparada cuando ingresaba a la 40, mientras en toda la prisión, no cesaba la tortura del más diverso modo, en medio de un "frenesí bestial", en el que se entremezclaban, torturadores y hombres desnudos y esposados dando alaridos y revolcándose como "gallinas decapitadas", según narra el citado autor.

"Es indescriptible el impacto que produce en el ánimo más aplomado, contemplar a un hombre indefenso y desnudo, vuelto una masa de carne lacerada y convertido en una especie de cebra bípeda con todo el cuerpo cubierto de surcos negros y sanguinolentos causados por pelas de más de 200 azotes, que se aplicaban con foetes, gruesos alambres y tubos de material plástico".

Qué decir de los alaridos provocados por la aplicación de corriente eléctrica, con su efecto quemante en todo el sistema nervioso, o la escena, en especial dramática, de un hombre desnudo y amarrado a una poltrona recubierta de láminas de cobre: "la víctima se retorcía al recibir las descargas eléctricas y las contracciones de su cuerpo que se sucedían entre aullidos de dolor para producir una visión realmente insoportable".

Torturadores profesionales

Hurgar en los relatos es como para entruñar el rostro del más sosegado. Es que mientras ese espectáculo espeluznante seguía su ritual, el coro de torturadores, en medio de las pausas, vertía toda suerte de chistes y sarcasmos con respecto a las víctimas, mayorías adversas políticamente al régimen de Trujillo, en tanto practicaban la diversión de apagar cigarrillos, de manera continua, en los cuerpos de los maniatados en la silla.

"Cuando alguien perdía el conocimiento, como consecuencia de las pelas aplicadas en un cuadrilátero denominado "El Coliseo" por dos o tres esbirros a la vez, sobre el cuerpo despellejado y en carne viva del cautivo, era derramada una lata de agua de sal, o se le sentaba en la silla para reanimarlo con descargas eléctricas".

La imaginación no tenía límites al momento de poner en práctica las más aberrantes formas de torturas. Por ejemplo, según los relatos, la enceguecedora luz que emanaba de un potente foco, quemaba el cerebro de los interrogados, aun cuando intentaban mantener los ojos cerrados.

Noches de terror

Ese "Coliseo", testigo de tantas penurias, también fue escenario para hacer entrar en acción a perros amaestrados que eran azuzados contra el cautivo, siempre desnudo y esposado, que sufría un ataque intermitente con pausas de 30 segundos a un minuto, lapso en el cual, se reanudaba el asediante interrogatorio para darle paso a una nueva acometida de los canes.

"Los perros, como verdaderos seres humanos, obedecían de manera automática tanto la orden de atacar, como la de suspender el ataque. Aquello era un sistema de tortura física y sicológica. Eso no es todo, la aplicación de los tubos eléctricos en las partes vitales era cosa común".

Había un grupo de sicarios comandados por Abbes García, que de manera particular llevaba la voz cantante en las sesiones de tortura. Según los relatos, ellos eran el entonces mayor de la Aviación Militar Dominicana, Tavito Balcarce, y el sargento de la policía Juan Reyes (Juan Mi Sangre), así como el general Tunti Sánchez y el no menos nefasto Rodríguez Villeta, quienes jugaron un papel protagónico en esa tarea.

Alternaba el ultraje el ex mayor de la Aviación Militar llamado César Báez y Báez, casado con un miembro de la familia Trujillo, y Cándido Torres, subjefe de la represión.

Nombres, hay muchos. Solo se mencionan algunos que sobrevivieron a esa barbarie y salvajismo. Entre éstos: Marcos Pérez Collado, Lisandro Antonio Macarrulla Reyes, Rafael Valera Benítez, Alfredo Parra Beato, René del Risco Bermúdez, José Daniel Ariza Cabral y el profesor Antonio Cuello, por citar algunos.

Sin embargo, como apunta Valera Benítez, todos los torturadores mencionados, han gozado, unos en el país y otros en el extranjero, de la más placentera impunidad, llegando en ocasiones a ocupar importantes puestos en la administración gubernamental de otros tiempos.

Es decir, que los procedimientos e investigaciones realizadas fueron sepultados, ignorados o revocados por los Abbes García, y políticos y personas de toga y birrete que campean a todo lo largo y ancho de la isla lacerada.

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EXTRACTO

COMPLOT DEVELADO 

“La noche que yo llegué al centro de tortura, aquello parecía la obra de alguna alucinación dantesca. En todo el patio de la prisión y en sus diversas dependencias se torturaba del más diverso modo en medio de un frenesí bestial en el que aparecían entremezclados esbirros y hombres desnudos y esposados dando alaridos y revolcándose como gallinas decapitadas.

No es poco el impacto que produce en el ánimo más aplomado contemplar a un hombre indefenso y desnudo, vuelto una masa de carne lacerada y convertido en una especie de cebra bípeda con todo el cuerpo cubierto de surcos negros y sanguinolentos causados por pelas de más de doscientos azotes que se aplicaban con fuertes gruesos alambres y tubos de material plástico.

Los alaridos provocados por la aplicación de corriente eléctrica con su efecto quemante en todo el sistema nervioso tienen un carácter particularmente ondulante y desgarrador y la escena de un hombre, desnudo y amarrado a una poltrona recubierta de láminas de cobres, es en especial dramática.

La víctima se retorcía al recibir las descargas eléctricas y las contracciones de su cuerpo y los rictus del rostro que se sucedían entre aullidos de dolor producen una visión, realmente insoportable. Mientras tanto, el coro de torturadores, en medio de las pausas, vertía toda suerte de chistes y sarcasmos con respecto a las víctimas, en tanto practicaban la diversión de apagar cigarrillos, de manera continua, en los cuerpos de los maniatados en La Silla.

Cuando alguien perdía el conocimiento, como consecuencia de las pelas aplicadas en un cuadrilátero denominado El Coliseo, por dos o tres esbirros a la vez, sobre el cuerpo despellejado, sanguinolento y en carme viva del cautivo, era derramada una lata de agua de sal o se le sentaba en La Silla para reanimarlo con descargas eléctricas. Por otra parte, un potente foco producía una luz enceguecedora, aun en el caso en que se cerraran los ojos. El Coliseo también era usado para hacer entrar en acción a dos perros amaestrados que eran azuzados contra el cautivo –siempre desnudo y esposado– que sufría un ataque intermitente con pausas de 30 segundos a un minuto, lapso en el cual se reanudaba el asediante interrogatorio para darle paso a una nueva acometida de los canes.

Los perros, como verdaderos seres humanos, obedecían de manera automática, tanto la orden de atacar como la de suspender el ataque. Aquello era un sistema de tortura física y psicológica: los perros, aún cuando suspendían por orden de esbirros el ataque, permanecían prácticamente encima de la víctima gruñendo y en espera de la nueva señal para acometer otra vez. La aplicación de los tubos eléctricos en las partes vitales era cosa común, pero lo más, terrible de todo aquel catálogo infernal no estuvo constituido, precisamente, por la cuota de tormento que cada quien recibía.

En fin de cuentas, llega un momento en que el dolor físico, intensificado gradualmente, lo sumerge a uno en una nebulosa, en una especie de duermevela en la que la mente llega a ponerse en blanco y sobreviene el desmayo y se produce una extraña insensibilidad. Todavía más insufrible que el propio castigo recibido es la contemplación o percepción auditiva del tormento que soportan los otros”.

Autor: Doctor Rafael Valera Benítez
Libro: Complot Develado, vol. l. Págs. 32-33, Fundación Testimonio, 1984.

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 “Vida” en la cárcel durante el régimen de Trujillo

Por el Lic. José Alejandro Brito
josebritoh@gmail.com

Historia oral y los paradigmas
http://pedro-paradigma.blogspot.com

El Archivo General de la Nación con el proyecto “Voces sobre el Régimen de Trujillo” que está realizando el Área de Fuentes Orales, documenta las vivencias de los protagonistas de la dictadura de Trujillo con  testimonios orales. En esta oportunidad narrados por víctimas de la  persecución y torturas que sobrevivieron a dicho régimen.

A partir del ascenso de Rafael Leonidas Trujillo Molina a la presidencia de la República, en agosto de 1930, según los historiadores consultados, el pueblo dominicano padeció uno de los regímenes más agresivos, de los conocidos en el continente americano en el siglo XX. Durante las tres décadas que duró, no se permitían grupos, asociaciones o clases sociales libres del control de la tiranía. La represión se expresaba en el empleo del terror sin límites, la cárcel, el exilio forzado y, en muchos casos, la muerte. Trujillo lograba controlar física e ideológicamente no sólo a sus adversarios, sino también a sus propios colaboradores.
Por esta razón cuando escuchamos hablar a alguien sobre el régimen de Trujillo siempre nos parece interesante, posiblemente porque nos ayuda a conocer o recordar la situación del país durante el período de la dictadura (1930-1961), pero escuchar a los sobrevivientes después de haber sido perseguidos y/o presos por el régimen en algunas ocasiones resulta ser, mucho más interesante.
Con la narración de personas como es el caso de José Hungría, el cual fue víctima sobre su persecución política y su permanencia en la cárcel nos hemos motivado en transcribir y elaborar este artículo para que la difusión  de estas informaciones no se pierda  y así las presentes y sobre todo las futuras generaciones tengan una idea clara sobre la situación social y política del país  existente durante el gobierno de Trujillo. De esta manera sus vivencias no se conviertan en un mito o leyenda, y en el peor de los casos quede sepultado en el olvido.
Estos testimonios nos ayudarán a entender el sistema carcelario reinante en nuestro país durante el período 1930-1961; donde las mayorías de las personas que fueron encarceladas  tenían diferencias políticas con el régimen, o por lo menos se sospechaba que la tuvieran. Luego de ser encarceladas, gran parte de las personas “desaparecían” debido a las terribles torturas que recibían tanto físicas como sicológicas. En muchas ocasiones las torturas eran tan fuertes que obligaban a las víctimas a mentir diciendo haber hecho cosas que nunca hicieron, como era el caso de las torturas en la silla eléctrica y los latigazos que recibían por los militares  torturadores.
El solo hecho de la permanencia en solitaria desnudo y esposado ya era más que suficiente para ser castigado. Según las diferentes narraciones de las víctimas que estuvieron en dicha situación, esto era algo inhumano. Tal  situación ponía al recluso a desear la muerte o al borde de la locura. En muchas ocasiones los reclusos morían de hambre por negarse a comer “los alimentos” que les ofrecían, ya que estos no estaban aptos para seres humanos.
Algo que llama mucho la atención fue la permanencia sin ropa de los reclusos desde su llegada a la cárcel (en el caso de la cárcel La Cuarenta) día y noche a expensas del frío, de los mosquitos, entre otras cosas, en esta situación muchos de los encarcelados enfermaban y morían sin ningunas atenciones médicas. Por estas razones muy pocos salían con vida de las cárceles que eran centros de torturas.
Por otro lado, la higiene de los encarcelados era pésima o mejor dicho no existía, ya que los reclusos durante meses permanecían sin bañarse y sin lavarse los dientes, por tal razón el mal olor de las celdas era terrible, pero aun así estos estaban obligados a soportar dicha situación y hasta se acostumbraban a vivir así de tal manera después de cierto tiempo los reclusos ni cuenta se daban de lo mal que olían.
Otro de los factores que les perjudicaban a los reclusos según narraciones de algunas victimas entrevistadas, era la comunicación entre los que permanecían en solitaria, ya que se hacía muy difícil por el eco que se producía al hablar.
En esta ocasión  el lector tendrá la oportunidad de conocer más a fondo las vivencias en las cárceles durante la era de Trujillo de viva voces de algunos de los protagonistas que afortunadamente lograron sobrevivir de esa horrible situación.  La mayoría de las victimas hacen énfasis de su permanencia en solitaria de las cárceles La Victoria, La Cuarenta, y el Nueve por ser estas las cárceles de mayores torturas durante la dictadura.
Testimonio de José Hungría Sánchez
Nace en San Juan de la Maguana en el 1938.
Es la representación de la historia que no se ha escrito, máximo símbolo de la rebeldía y el valor que a los 71 años confiesa decidido que “todas las acciones que perjudiquen al pueblo me tendrán a mí de frente”.
Pedro De León C. entrevistando a José Hungría
José Hungría Sánchez (JHS)….Bueno, en ese interín comenzaron las torturas, a Claudio Méndez y a Nivín Paniagua, no sé si a alguno más, pero creo que hasta ese momento esos eran las dos personas. Y en la tarde nos sacaron a todos ya nos habían retratados, nos habían llenado la ficha. Debo decir que ahí un sargento de la Marina que le decían “El Rubio”, pues, me trató de dar cierta protección, cuando yo mencionaba  Víctor Fleuri, como persona ligada familiarmente a mí por unos hermanos de padre que yo tengo y son sobrinos de él. Entonces él me dijo que no, que no lo pusiera, porque ya Víctor Fleuri había estado preso allá en La Cuarenta, entonces el buscó separar eso como una forma de no hacerme daño.
Bueno, en la tarde, ya como en eso de las cuatro y media, nos sacan a todos y nos ponen en fila india, quien encabeza la fila es Yudén Michelén, le sigue Juan Herrera Lagrange, y atrás iba yo. Bueno, al primero que llevan a la cama de tortura es a Yudén Michelén. Yo oigo los gritos, unos gritos que solamente se escuchan ahí o en una película. Tú a una persona lo puedes oír toda la vida gritando, pero ahí el grito es diferente un grito de terror total. Bueno, la situación, no estamos viendo; nada más oímos los gritos. Sabemos ya que es difícil lo que nos espera, cuando traen a Yudén Michelén. Salen con unos ramalazos aquí, como sangre coagulada así por las venas. Y a veces una parte se le hacía después llagas, pero era una quemadura que se producía. Eso era el bastón que, quemaba y producía corriente eléctrica; hacía tres efectos, si te lo paraban ahí te quemaba, te hacía una llaga. Entonces, un hombre blanco, como Yudén Michelén, pues, eso se le veía. Y era sencillamente aterrador. Él era gago, pero había perdido el habla; no hablaba. Digo: “Bueno, pero esto es grande, compadre”.
Y llevan a Juanito Herrera, que es el segundo, yo voy atrás ahora; es a mí que me toca. Pero en ese tiempo, buscando como darme ánimo, sigo mirando y observando a Yudén y escuchando a Juanito, lo que le está ocurriendo. Pero yo veo que Yudén comienza a mejorar, comienza a hablar, y yo digo: “Bueno, esto es malo pero no mata” [risas], yo dándome estímulo, “esto es malo pero no mata”, “yo voy a quedar con vida”. Ahí cuando traen a Juanito Herrera, viene mal, pero no tan mal como Yudén, a Yudén se le ve más porque era gago, pero una situación de terror, lleno de pavor.
Bueno, y me llevan a mí, pero yo, [de] muchacho, embromaba con corriente, no con corriente, con mecánica, yo he hecho de todo. Y así he aprendido muchísimas cosas, pues ya yo bregaba con corriente, y sabía que la corriente, cuando tú te despega de ella,  la sientes más. O tratas de despegarte, si tú la abrazas, la sientes menos; pero también si te incomodas, eres menos sensible a ella. Y eso hice; había una situación que tú no sabías de dónde te venía la corriente, porque era el capitán del billar que manejaba un interruptor en un escritorio por debajo. Entonces él estaba hablando contigo y movía el interruptor, y lo hacía en forma como abrupta. O sea que tú no tenías control, tú no sabías; él estaba hablando contigo y te metía un corrientazo en la silla eléctrica. Bueno, pues me sentó, yo me incomodé, cuando comenzó lo hice adrede. Y le comencé a responder a Del Villar que él no sé qué ocurrió, porque yo no sé qué sabía ni qué información él tenía. Pero lo cierto es que él dice: “No entiendo esta vaina, yo estoy confuso con esta vaina, con esta pendejá”, “No, no, no, yo voy a mandar a buscar esta gente, le dice a los otros esbirros que están con él, para que ellos arreglen su vaina, porque yo no entiendo esta jodienda”.
Lo que me están interrogando es sobre Monseñor Reilly, de unas reuniones que yo hago. Y yo, como no era verdad, pues aprovechaba esa situación y me ponía más incómodo, más que yo estaba y le respondía. Y entonces él veía toda esa energía; me mandaba la corriente, y yo lo que hacía era que me incomodaba y le respondía. Ahí es que él dice: “Bueno, yo no entiendo esta vaina; yo voy a mandar a buscar a esta gente”. Y cogieron, me pararon de la silla, mis compañeros creían que no me habían dado corriente, porque no oyeron la situación de los anteriores, Por cierto, preguntaron: “¿Te dieron?”. “¡Oh! A mí me han dado corriente en cantidad”.
Entonces nos metieron en un pasillo a todos, hasta que llegara lo que yo le llamo “La Plana Mayor”. Bueno, en ese interín que estamos ahí, yo aprovecho y me uno a José Vetilio, o sea, busco a José Vetilio, para que me ayude en aconsejar a los otros dos compañeros, a Nivín y a Claudio, que eran los acusadores y los que aceptaban los cargos que decía el SIM, para convencerlos de que no hicieran esto. Y nos ponemos, José Vetilio, era un muchacho con cierto prestigio; o sea, tenía cierta categoría  social en los pueblos, que se le mantiene cierta credibilidad y respeto, aunque era también joven igual que nosotros; bueno, pues lo logramos convencer;  le dijimos: “No, nosotros no sabemos nada, ustedes no saben nada. No podemos aceptar los cargos que nos hace el SIM, vamos a tener valor,  vamos a sacar de abajo y vamos a decirle que no a todo, que no sabemos de esto, como en realidad no sabíamos. Bueno, pues, ellos aceptaron que sí, que así lo iban a hacer.
Llegó La Plana Mayor, compadre; son como 15 ó 20 hombres, y hacen dos filas en la cama de tortura, de lado y lado, un pasillo. El primero otra vez vuelve a la fila que hacemos, Yudén Michelén, Juan Herrera, y yo sigo atrás. Yo estoy oyendo todo lo que ocurre en la cama de tortura, y cuando llevan a Yudén los compañeros cumplen: No, no, no estaba, ese no estaba”. ¡Traigan a Juanito Herrera! Cuando lo llevan: “No, ese no estaba, no estaba”. “Tráiganme al otro, a José Hungría Sánchez”. Ahí voy yo; ¡Ay, mi madre! Cuando yo he puesto el pie así, en la cama de tortura, dice Figueroa Carrión: “Pero no me digan que este no estaba, porque los vamos a soltar a toditos. ¡Tiramele un par de latigazos! Ese sí estaba. Y ahí mismo, compadre, cuando yo recorrí ese pasillo, yo debía, cuando menos, tener ya tres costillas rotas. Ahí se fue escritorio abajo, se mudaron de sitio, maquinillas volaron. ¡Yo era una bola de básquet ball! Eran como 15 ó 20 hombres, y solamente no me daban si no tenían espacio donde meter chucho, imagínense eso, silla eléctrica; y de ahí me paraban otra vez, y ¡Que hable! y yo, Que no, que no, que yo no sé; y foete y foete.
Bueno, eso era de noche, parece que su actividad lo había hecho hasta sudar. Y Figueroa Carrión,  al ver que yo mantengo la posición de que no estaba, le hace que le pregunten a ellos, y ellos dicen: “Sí, sí, él estaba”. Nivín, a mis dos compañeros; Figueroa Carrión dice: “Pero espérense, señores, no se cansen. Suelten esos látigos ahí. Vamos a ponerlos a ellos dos, que sean que le prueben que él estaba”. Y todo el mundo sale con los látigos, pero Clodoveo se quedó con él. Bueno, y los soltaron a los dos, y ahí mismo me entraron: “! Sí, tú estabas, hijo e´ la gran puta! Habla, que tú estabas, cobarde, habla!”. Y yo Que no, que yo no estaba. “Sí, tú estabas, cobarde”. Y Clodoveo seguía por detrás, dándome chuchazos, ya yo tenía la piel toda lacerada, sangrando; y Clodoveo seguía. Ahí es que me llenó de indignación el sadismo de este hombre, y le comencé a decir: “Hijo de la gran puta, criminal, cobarde, ¡dándole a un hombre amarrado!”; que me soltara. Y que me llevaran al patio con él, para que nos matáramos como dos hombres, todas esas cosas le dije; yo le dije barbaridad. En una logré con las esposas agarrarle el látigo, y dimos vueltas, y yo diciéndole improperios, y ¡cobarde!, le decía, lleno de ira. Y le decía: “¡Mátame, mátame!”. ¿Tú sabes qué me contestaba? “¡Qué pendejo!, ¡Ah que lo maten! ¡Ah!, qué bueno, eso sería lo mejor para él, que lo maten, que aguante ahí”.
Después estuve preso. Entonces, en esa situación, en una ya están cansados los dos compañeros, los están torturando, y Figueroa advierte el cansancio, Parece que están cansados, le dice a Clodoveo. “Mira, lo están considerando”, “Mira cómo están dándole blandito, atízamele un par de chuchazos”. Anda al carajo, pilas nuevas. Cuando le hicieron así, me entraron otra vez, cogieron fuerza, y  “! Que hable, cobarde, y habla!”; Bueno, mantuve que no.
Entonces, dice Figueroa Carrión, ante esa situación: “Pero ven acá, no es posible que fueran estos tres, este sólo él que manejara esta situación; tenían que haber más”. Desde que lo amenazaban mentaron a Danny Recio, que estaba preso en La Victoria y Jorgito Ellaime, José Enrique Valenzuela por la quema del seguro social y el carro de Fello Díaz, Fello Díaz era un personero de Trujillo y de los miembros altos del Partido Dominicano, allá en San Juan. Bueno, a Danny lo subieron en la silla eléctrica. Lo torturaron, soportaba la silla igual que yo, porque él era mecánico y bregaba con cuestiones de electricidad, yo lo digo porque eso no lo soportaba nadie, tenía que ser una gente que tuviera cierta relación con la corriente, para soportar esto.  Entonces, él sí lo torturaban y lo hicieron confesar de unas bombas que tenía enterradas; pero, todo eso era mentira, era para salir de la tortura, del martirio, decían que sí.
Figueroa Carrión seguía indagando y en una le dice a Danny Recio: “Mira Danny, dime la verdad”, y fue como dándole confianza, y Danny se la creyó y le dice: “Mire, Coronel, yo le voy a decir la verdad. Y el coronel se entusiasma también, “oh sí, ven, ven, dime la verdad. “Pues la verdad es que yo no sé nada de esta vaina” [risas]. Y ahí mismo: chuchazo: “Sí, sí, yo estaba, yo estaba”. “Mira, te voy a matar tu hijo”, al niño, a su hijo. Ahí comprendí yo, por primera vez vi lo que era un padre, porque ese señor le pedía, “No !mátenme a mí! háganme lo que ustedes quieran, ¡pero no le pongan la mano a mi hijo!” Y cómo se lo decía, la forma, en una situación tan difícil, asumir esa actitud, eso a mí nunca se me ha olvidado.
Bueno,  pues en esa situación, no se logra involucrar a Monseñor Reilly, por la parte mía, en la conspiración contra Trujillo. Porque yo estaba acusado de ser la persona que coordinaba las reuniones que a todos los contertulios era yo que me comunicaba con ellos, cosas que eran mentiras; todo eso era mentira, nada de eso era verdad. Eso era un invento de la mente perversa de Johnny Abbes.
Cuando lo llevaron, ya a las cuatro y media de la mañana, ellos estaban en la cárcel, en La Cuarenta: Me sacaron de la cama de tortura, cuatro hombres, cargados, ya yo estaba en condiciones que no daba más. Ahí debo decir que quien me dio más ánimo para perseverar en mis posiciones fue el alemán Ernesto Scott, que cuando yo caía, que me iban golpeando, él daba saltos para quedarme frente a la vista. Y en una de esas quedamos frente, así, yo mirándolo, y él me hizo [señas] con el puño que aguantara. Y volvió y brincó otra vez y se encontró con la vista mía y volvió y me hizo con fuerza que aguantara. Después estuve preso con él, en el [19]64, en La Victoria. Estábamos frente a frente. El me identificó seguido y me dijo que él hizo eso porque nadie había llegado hasta donde yo había llegado en la tortura, y que ellos no podían continuar más, o sea, que ellos habían llegado al máximo de tortura. Él era un curtido en eso. Sabían en lo que estaban, y que se dio cuenta que yo iba ya desfalleciendo, y como yo había llegado ahí, después me di cuenta que ese señor tenía una cultura, pero una cultura vasta, ese alemán; sabía de todo. Bueno ahí se ganaba un dineral pintando paisajes.
Entonces, Figueroa Carrión, cuando me mandó a la solitaria me dijo: “Mira, tú te crees que me has vencido; si uno de esos que vienen dice que estabas, yo te voy a arrancar la cabeza”. Y yo le dije: “Puede hacerlo, puede arrancármela cuando usted quiera”, eso le conteste yo. Nunca perdí el conocimiento; ya me había debilitado en todas las coyuntura, los músculos [con] los golpes. El fin fue que pude amanecer en un sanitario de un lado de nalga, porque tenía todo el cuerpo, los brazos, había llegado a un estado de insensibilidad, me los podían quemar, yo no sentía nada en los brazos, los tenía adormecidos. Y por la mañana me levantaron para ponerme una camisa, la camisa que llevé; y resultó que la camisa no me sirvió, no me entró por los brazos, de la inflamación que yo tenía. Yo no me veía en un espejo, pero imagino cómo debía estar, porque cuando me llevan a la cama de tortura, está  Pancracio Carbuccia  ahí, él que llega con Miguel Ángel. Ya  a Miguel Ángel lo habían despachado por la cuestión del apellido. Y Pancracio levantaba pesas -  era un acorazado - , y cuando me ve, yo no sé dónde le salió un pito, pero lo sacó, y cogió como un tirabuzón así, dando vueltas, y cayó. Hizo como una sirena y cayó. Cuando el Capitán Del Villar lo ve, le dice: “!corran, corran! ¡Échenle fresco! ¡Búsquenle agua! ¡Tirenle agua!” Y el otro, Carbuccia, cuando ve la situación, también le dice al capitán: “Mire, capitán, yo lo que hago es llevar maletas y traer maletas, y beber romo con usted si usted va a San Juan, y yo le busco una mujer; porque yo no sé de esta vaina, yo no me meto en política” - del miedo que le dio ante la situación. Por eso yo digo que parece que no estábamos muy buen mozos, cuando ellos reaccionaron de esa manera.
Bueno, ahí transcurrió el tiempo que llegó a cuatro meses y pico de yo permanecer en ese infierno. En la noche, con mucha frecuencia, se apagaban las luces. Y ya por el tiempo que yo tenía en la cárcel, sabía que era a asesinar gente. Debo dejar la constancia, que en La Cuarenta, el que iban a soltar o lo iban a procesar en la justicia, no lo dejaban pasar más de 15 días; lo sacaban. Cuando pasaba de esa fecha, era porque tú estabas sentenciado a muerte, lo que quiere decir que yo estaba sentenciado a muerte, porque ya yo tenía cuatro meses y pico ahí. Y descubrí que la cárcel, esa estadía, era tan corta para el que iba a seguir viviendo; porque se aprendía el movimiento de la cárcel, llegaba a familiarizarse con el manejo de la cárcel, como me pasó a mí, aunque estaba encerrado ahí, como en una bóveda, porque uno era un muerto vivo. A las 12 del día había que prenderle las luces, para pasarle la comida. Solamente había un pequeño portillo, que era por donde entraba el aire por donde tú podías respirar, un pequeñito portillo; eso era uno un muerto vivo en una bóveda.
Entonces, se producía un eco que yo no lo puedo explicar. O sea, tú no podías conversar con nadie; para tú poder conversar con una persona, primero la persona tenía que estar habituado ya, familiarizado con el medio. Y tenía que ser por silabas: [por ejemplo si ibas a decir Pedro] Pe, y esperar que el eco pasara un rato, y después: dro, Pe-dro, era así. O sea, una conversación de dos minutos se transformaba allá en una hora, hora y media, para tú poderla desarrollar.
Pero, es verdad que uno estaba ahí encerrado como un difunto, pero se le desarrollan los sentidos del olfato, del oído, y yo llegué a conocer a cada carcelero por el olor y a distancia ¡Eso es increíble! A distancia yo los distinguía; el que fumaba cigarrillos crema sabía y tenía el nombre, yo sabía ya quien era, el que fumaba Hollywood lo distinguía, a distancia. Y a otros los conocía, que no fumaban, entonces, por el perfume que usaban, personal, o por el paso, o por la forma de abrir los candados; o sea, que toda persona tiene una cosa singular; tú la agarras y por ahí lo conoces. Entonces yo manejaba la cárcel, sabía qué carcelero abría, a qué hora, quién sacó a un preso: por el olor, una cosa tenía que yo distinguía; por eso sabía que era esa persona y qué se estaba moviendo ahí, llegué a ese conocimiento en la cárcel.
Entonces, llegué a saber cuándo se asesinaban a las personas, cuando lo mataban y la luz se iba; nosotros le pusimos “La hora cero”. Y con frecuencia en la semana siempre se mataban personas. No sabíamos a quién era, porque la cárcel no permitía que tú te dieras cuenta a quién mataban. Una noche de esas, ya yo me había combinado, así, de esa forma difícil, por sílabas, de que si me iban a buscar yo iba a hacer un escándalo, para que los presos se dieran cuenta, porque nadie se daba cuenta a quién se  habían llevado. Entonces yo le dije que yo iba a hacer un escándalo, y efectivamente, fueron una noche, y cuando llegaron, que me abrieron la puerta - ya habían matado como a tres, yo salí huyendo para el baño y me pegué al baño. Entonces miraron, revisaron y dijeron: “Ah no, no es aquí”, y se fueron para otro; no sé a quién se llevaron. Esa noche mataron como cinco o seis, una cosa así. La noche que más conté, conté siete que habían matado.
Una madrugada, como a las cuatro de la mañana, me sacaron, me pusieron a curar - a mí me curaban con mentiolé. Me lo echaban de la cabeza así, de la cabeza para los pies hacia abajo con un copo grande y me lo tiraban así, me bañaban de mentiolé.
Un día que estoy ahí, esto es harina por la mañana, un agua de harina, a veces con alas y cabezas de cucaracha. Al medio día tenía una salcita y un chin de sal, pero en la noche era igual que en la mañana, sin nada de sal, un agua; eso había que tomárselo caliente.
Un día se mueve un tanque, y voy a ver. Porque las solitarias mías todas tenían un hoyo, un cuadro así, pero lo habían tapado. O sea, lo hicieron nuevo cuando hicieron las puertas pero decidieron taparla. El mío estaba tapado pero se le desprendió una tabla, o sea, tenía un portillo. Cuando estamos viendo el tanque, yo voy a ver qué es lo que ocurre, y resultó que era Manolo Tavárez Justo, que estaba cogiendo la harina, al medio día, y yo saco la mano por el portillo y lo saludo, y él me respondió el saludo. A los 15 minutos me sacaron de la solitaria. Y me llevaron a una totalmente cerrada; me llevaron violentamente. Bueno, a los dos días fue un oficial del ejército norteamericano y llevó un traductor. Yo no conocía los rangos, pero sé que cuando menos era Mayor, porque era ya un oficial deliberativo, que son los que ya tienen ramos, los Capitanes no tienen ramos, es de Mayor para arriba que comienzan a tener ramos, tenía ramos aquí. Y me hizo un interrogatorio, pero un interrogatorio simple, común: ¿De dónde era? ¿La edad?, esto, lo otro; no supe el motivo, se fue.
Bueno, no recuerdo si fue al otro día o dos días después, me van a buscar dos guardias, en la tarde, - era sábado - , me dicen que me ponga la ropa. Me pongo la ropa. “Camine por aquí”, Ahí voy; pienso que me van a matar, digo: “Bueno, ya se acabó”. Y uno le dice al otro: “Yo creo que lo van a soltar”; pero dentro de mí yo he pensado que es un gancho, que es para que yo me suavice, me deslicé y me dejé llevar, que me van a soltar,  pero para matarme. Entonces voy en esa actitud. No llevaba esposas puestas, y tenía mi ropa puesta. No tenía pantaloncillos ni franela; no tenía un peso en los bolsillos, nada. Bueno, aquí vamos.
Pero cuando hemos caminado un trecho, yo comienzo a ver gente, gente, y me voy acercando a esa gente, y el guardia le dice, al otro, que a esa gente la van a soltar. Bueno, llego allá donde están toda esa gente y comienzo a mirar a ver si conozco a alguien, no conozco a nadie. Y miro para acá, miro para allá, nadie. Pero hay un preso que dice: “¡Oye, pero Trujillo sí es grande!, ¿tú sabes lo que es a esta hora metiéndonos calié?”. Yo me quedé ahí; camino pero la gente se quitan donde yo camino. Y vuelve otra vez y repite las mismas palabras: “¡Oye, pero Trujillo si es grande! A esta hora metiéndonos calié”.Y ahí me doy cuenta que el calié soy yo, ¡El calié soy yo, compay! Sin un centavo, sin saber dónde estoy, y lo único que yo podía recibir era la solidaridad de ellos, y oye lo que me pasa, digo: “Anda al diablo, ahora si fue”. Nunca yo he pasado momento más difícil que ese; a mí la cabeza se me hizo agua. ¿Y ahora?, ¡el calié! Y nadie hablaba conmigo, por donde yo caminaba dejaban el blanco; y miro pa´ca, miro, no veo a nadie que conozca.
Pero vino así, un señor, Andrés Liranzo; lo habían hecho preso frente a mi casa, y era muy de mi papá y conspiraba con mi papá. Pero yo era como tan muchacho, él no conspiraba conmigo, yo era contemporáneo de él. Y me pasa por el lado, y yo le digo: “¡Andrés!”; pero él no me conoce, parece que yo estaba demasiado deteriorado, y no me conocía. “¡Andrés!”, le digo otra vez, y no responde, no mira ni siquiera. Y le digo: “¡Andrés, carajo! Yo soy el hijo de Carlos Sánchez”, y así se voltea. Y entonces va: “Oh no, no, ¡Este es de los buenos!”, y me abraza: “¡Este es de los buenos!”, “¡Este es primo de los Sánchez Córdoba!”. Y uno dice: “¿Y quiénes son los Sánchez Córdoba?” “los tres hermanos que están condenados a 30 años”, que son mis primos. Entonces ahí se acerca todo el mundo y paso a ser el preso más importante.
Pues yo lo que tengo en ese momento es un solo centavo en los bolsillos; paso a ser el preso más importante. Pero ya ellos habían repartido su capital que tenían. Y hubo gente que cinco cheles, cinco centavos me pasó, creo que otro, diez, otro así; en fin que me reunieron creo que 42 centavos, me dieron galletitas de soda, salchichón que tenían, y con eso me voy, nos ponen en una fila, para echarle el viva a Trujillo y darle las gracias. Ahí un capitán se acerca y me dice: “Ven acá muchacho, y “¿Qué secretaría era que tú querías desempeñar? [risas]”; y nada, y cuando: “Rompan fila”.
Testimonio de Marcos Pérez Collado[1]
Nació en Santiago el 27 de enero de 1923, perteneció al movimiento 14 de Junio, fue perseguido, apresado y torturado durante el régimen de Trujillo.
Marcos Pérez Collado (MPC)… en La Victoria no me maltrataron, en La Victoria la pasé mal, pero fue otra clase de tortura. Por ejemplo, a nosotros se nos dañó toda la vista, porque estábamos en cuero, todos juntos, hacinados. No teníamos agua potable, y a todos se nos dañó la vista, se nos infectó, se nos irritaron los ojos. Porque uno ponía la mano, le picaba y ahí quedaba uno infectado. Porque esas eran para cuatro personas, pero éramos muchos, las celdas de la solitaria de La Victoria; la de La Cuarenta era para uno, pero llegaron a meternos hasta siete y ocho, que teníamos que hacer turno para bajarnos y así mismo nos sucedió en La Victoria. Solamente esa era una tortura, y ya todo agolpeado uno. Yo tenía la cara yo no me la vi, pero los amigos míos que me vieron; y me contaban que yo estaba inconocible, porque la cara mía estaba de ese color [señala]…
AC.  Muy oscura.
MPC. Sí, de los moratones que tenía; eso que lo tenía hinchado de los golpes que me dieron, en los oídos te daban unos golpes así [hace un sonido con las manos].
AC. ¿Y qué tiempo estuvo en la oficina del SIM?
MPC. Bueno, como hora y media o dos horas. A mí me dijeron: “Comienza a hablar”; ¿“Qué es lo que yo voy a hablar?”. Me dijo Jhonny Abbes: “Ah sí, así vino el otro de fantoche, pero cuando lo llevamos a un sitio, donde te vamos a llevar a ti, aquel habló en varios idiomas. Tú vas a hablar hasta en chino”. Yo nada más pensé: “me jodí” [risas].
AC. Entonces,  usted estuvo ahí dos horas en la oficina del… [SIM].
MPC. Sí, me enseñaron el libro ese, pero yo no iba a leer todo eso. Vi algunos nombres; vi a Manolo,… y me dije: “Bueno esto está ya, aquí no hay nada que hacer”, pensé yo. Yo no sé porque me dieron ese legajo, pero una cosa como de ese ancho [señalando un legado de 10 pulgadas].
AC. ¿Qué le dijeron ellos cuando le entregaron ese documento?
MPC. Que yo lo sabía todo, que ahí tenía las pruebas, que no tenía ningún objeto, que yo estuviera negando cosas que ellos lo sabían, y además ellos sabían hasta dónde yo me movía, a dónde yo viajaba. Y era verdad, porque en esa época el gobierno tenía todo controlado, no solamente en ese momento, que era un momento de sospecha, sino en cualquier momento en general. Por ejemplo, yo venía de Santiago; y cuando pasaban por la Cumbre, ahí tenía que dar mi cédula para que ellos me apuntaran: número de cédula y todas las cosas, de dónde venía y para dónde iba y cuándo pensaba regresar.
MPC. Siempre, todo el que viajaba estaba sometido a eso.
AC. Entonces, después de la oficina del SIM  lo llevan a La Cuarenta, después que usted estuvo ahí, ¿como dos horas haciendo ese interrogatorio?
MPC. Sí, “No te apures, que tú vas a hablar allá”
AC. ¿Y ahí qué le preguntaron ellos que usted no quiso hablar? ¿Qué le dijeron?
MPC. Lo que ellos me preguntaban, eso lo sabían ellos, para qué fuera [iba] yo a decir una cosa que no fuera lo que ellos esperaban que yo dijera. Ahora, por lo que ellos me maltrataron sé yo: fue por la crítica que yo hice al gobierno, que ellos no toleraban eso. Pero yo cometí todos esos disparates porque estaba seguro que a mí me iban a matar.
AC. Entonces allá en La Cuarenta, ¿qué tiempo le tuvieron ahí?
MPC. Ahí me tuvieron como unos 15 [días]; fui uno de los que más tuvieron ahí. Porque ahí te llevaban, te interrogaban, te maltrataban y de ahí te mandaban para La Cuarenta  [quiso decir para la Victoria] o te mandaban para el cementerio.
AC. Lo mandaban de ahí a la Victoria o al cementerio.
MPC. Y no al cementerio. Dicen que los llevaban a los hornos de la cementera y a otros los tiraban por el mar, los cadáveres. 
AC. ¿Y que tiempo usted permaneció en La Victoria?
MPC. Bueno, yo estuve cerca de 45 días sin poderme lavar la boca, sin bañarme, tanto es así que los carceleros cuando iban, que abrían la puerta, era con pañuelo, pero nosotros ya estábamos acostumbrados al ambiente y no lo notábamos, pero debíamos heder a cochinos [risas].
El hombre aguanta mucho, yo le decía, cuando comentábamos, así: “Si nosotros logramos salir de aquí”, o  los que logren salir de aquí, cuando los nietos de nosotros nos pregunten y nosotros les contemos lo que hemos pasado aquí, ¿tú sabes lo que van ellos a decir? Qué viejo más “jablador”, porque no lo van a creer”.
AC. Entonces en La Victoria, ¿dice que estuvo ahí mes y medio?
MPC. No, después que te sacaban de la solitaria, ya te estaban preparando los expedientes para llevarte a juicio. Pero eso era una comedia, eso era un disparate cuando [a] los primeros les condenaron a 30 años y unos cientos de miles de pesos de indemnización. Después a los otros grupos, a medida que iba pasando, iban bajando las sentencias, hasta que a los últimos ya, a mí me tocó de último, por suerte. [pero] que era lo mismo, porque se fue uno adaptando a todo eso; a mí me tocó 5 años, y después que llevaban a apelación, entonces me contaban dos años, pero lo primero eran 30, y eso era indiscriminadamente; eso no era por lo que tú habías hecho, porque tú habías hecho lo mismo.  
AC. Y entonces, ¿al final qué tiempo usted estuvo preso en La Victoria?
MPC. Alrededor de 5 meses, algo así, porque entonces la presión internacional nos ayudó mucho, y la nacional. La Iglesia fue muy consecuente también con nosotros, a pesar de que la Iglesia fue siempre una aliada de Trujillo, pero eso era a través de las autoridades más altas de la Iglesia que estaban aquí, que era el señor Pittini; ese era un asalariado de Trujillo.
Testimonio de Joaquín Santana Veloz[2]
Nace en Santo Domingo el 4/4/1923, con actitud antitrujillista desde el seno familiar, fue apresado y torturado durante el régimen de Trujillo.
Pedro De León C. (PDL). Doctor, nos decía sobre su cárcel, su prisión, gracias a usted ahora tenemos algunas referencias de compañeros suyos de prisión, ¿Cuáles fueron esos compañeros? 
Sus compañeros de cárcel
Joaquín Santana Veloz (JSV).  Mi compañero fue el doctor Cristóbal Gómez Yangüela, el doctor José Alonso Puig, el doctor Ramiro Pérez Mera y el doctor Alcides Camilo González, esos fueron mis compañeros de solitaria.
PDL. Nos decía que tenía un espacio entre  un mosaico y otro.
JSV. Un espacio muy limitado, porque las solitarias fueron construidas [como] parte de un sistema de tortura: una puerta cerrada daba a un pasillo; detrás de esa puerta de madera había una de hierro y en una pared superior, un cuadrado, un hueco como de un pie de apertura. Ahí teníamos que dormir desnudos en el suelo; a mí me tocaban dos ladrillos. La comida era por la mañana harina salada; nada de cubiertos, sino en una lata donde se había evacuado. Se la pasaban a uno alrededor: toma tú, toma tú, toma tú. Al medio día, una sopa de la cabeza que remataba el coronel en el pueblo de La Victoria, la machacaban, la hervían; uno se encontraba con dientes, ojos,  con lo que fuera. Pero había que comer, había que sostenerse. Y por la tarde a la seis, harina dulce, uno se bañaba una vez al mes; me parece que bastante patético eso. Y por la noche iba la gente de seguridad con un foco: “¿Usted es fulano, usted es fulano?”; cerraban las puertas, “¿Usted es fulano?”.Era para mantener [a uno] inquieta [o], en zozobra.
PDL. ¿Qué efecto psicológico?
JSV. Bueno, variaba; las personas se decaían un día, el otro lo animaba, Pero sobrevivimos, ¿no?
PDL. Usted personalmente, ¿cómo se sintió en algunas ocasiones?
JSV. Bueno, yo me sentí que había llegado a lo último. Yo soy cristiano; le pedí a Dios que me diera valor,  pero pensé muchas veces que me iban a asesinar, que me iban a matar. Por el pasillo pasaban en un cerón los cadáveres de las personas que mataban, y por el ruido, por las fricciones: “Ah, ahí llevan uno”; yo estuve dos meses en eso. De ahí me pasaron a la solitaria clara, la solitaria clara era que tenía una ventana más grande, y coincidió que frente estaba el grupo del doctor Fellito Estévez, de Moca; hicimos muy buenas amistades…
Con estas declaraciones narradas por victimas  de la dictadura, el lector ha podido conocer más a fondo el sistema carcelario del país durante el régimen de Trujillo y así podrá construir sus propias conclusiones acerca de la situación del país y sobre todo del  sistema carcelario dominicano durante ese período.
Estos testimonios son sólo una mínima parte de las cientos o miles de víctimas de persecución política que, durante la dictadura de Trujillo, fueron maltratadas, pero que a pesar de todas esas penurias algunas de ellas pudieron sobrevivir, ya que la gran mayoría no vivió para contarlo y muchos de los que sobrevivieron ya han fallecido.
Nota: Este es el segundo de una serie de artículos correspondiente al proyecto “Voces sobre el régimen de Trujillo” que viene realizando el área de Fuentes Orales del Departamento de Investigación y Divulgación del Archivo general de la Nación, desde el año del 2005.
Investigador Pedro De León C.
AGN - Archivo General de la Nación
26 de enero, 2011 .

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EXTRACTO
CENTROS DE TORTURA AL LADO ESTE DEL RÍO OZAMA

José Sanchez
Destelao.com 

Al cruzar el puente Ramfis hoy Juan Pablo Duarte se llegaba directo al  ensanche Ozama, urbanización construida para los Militares de cierto nivel de la guardia dominicana. Por este trayecto encontraban la Carretera Mella, la cual era la única vía de acceso para llegar al Este del país y desde el kilometro 5 ½ de la Mella, teníamos a discreción a tan solo 250 metros de distancia una casona en principio de dos niveles dedicada al Servicio de Inteligencia Militar.  

En éste lugar existía un centro de tortura secreto para castigar y sacar confesiones a todos los que fueran opositores al régimen o representaran una amenaza para el jefe. Después del ajusticiamiento de Trujillo, el espacio fue donado a la Iglesia Católica para una guardería infantil, evolucionando hasta convertirse en lo que es hoy día desde 1964 el Colegio Nuestra Señora del Rosario de Fátima. Este lugar sirvió para torturar y matar cientos de dominicanos que de alguna manera no comulgaban con el Tirano.

En el  mismo trayecto Carretera Mella km 9 estaba el Centro de Tortura el 9, uno de los más usados por la policía secreta del dictador. A diferencia del anterior éste disponía de Silla Eléctrica, pozos, calabozos, mazmorras, cárceles y una cueva soterrada para torturas severas en donde los hombres más soberbios y guapos salían convertidos en zombis de los golpes por la rotura de los huesos a palos y macanazos, sacaban las uñas, cortaban lengua, comprimían testículos e introducían objetos por el ano a los que los verdugos entendían lo merecían. Este lugar ahora es el Centro Misionero Parroquial María Auxiliadora, Casa de Retiro y Convivencia, dedicado a la fe cristiana y la paz, adoradores de Don Bosco.

Según cuenta don Marcelo Fabián, hasta hace poco sacaron de ahí la silla eléctrica utilizada para electrocutar a los comunistas y conspiradores del régimen de Trujillo, existen unas fosas profundas con más de 60 pies de profundidad como las que hay en la base aérea de San Isidro y las fuerzas armadas y como las que se encuentran en embellecimiento, con la diferencia de que en el fondo están provistas de puyas para fulminar a quien pudiere quedar vivo después de ser lanzado; mas al fondo encontraran una especie de cárcel todavía que aunque está pintada se pueden ver rastros de sangre y se siente una sensación de pánico y horror al entrar en cada uno de esos espacios sangrientos e inhumanos, cuentan que muchos hombres fueron llevados ahí y nunca más se supo de ellos, entré una vez y la verdad no quise volver sentir ese  miedo. Había un cepo usado para sacar las uñas, pegar metal caliente en el cuerpo hasta el desmayo de las víctimas, para mi ese lugar es realmente tenebroso, creo que hasta quienes no saben lo que pasó podría sentir una extraña sensación que no puedo explicar. Esa época o era como le llaman nos dejó marcados para siempre.

En las instalaciones de Embellecimiento y Ornato se dice que hubo centros de torturas así como en San Isidro en las Fuerzas Armadas.

Santo Domingo Este tiene muchas historias de la dictadura. Quedan algunos vestigios interesantes.La Hacienda  Leda forma parte de esos recuerdos del paso del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina. En el kilometro 22 de la misma carretera Mella encontraran una de las casas que construía Trujillo para tener encuentros amorosos, también para no dejar huellas de los asesinatos y persecuciones de hombres y mujeres contrarios a la política abusiva y degradante del JEFE.


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Artículo sobre el coronel Luis José León Estévez, ex esposo de Angelita Trujillo

Pechito iba todas las noches a torturar a los presos a La 40

Por Sandra Guzmán 
elcaribe.com.do
10 de Mayo, 2010 
“La mentira solamente se destruye con la verdad, la verdad la tenemos los sobrevivientes que sufrimos este holocausto, no es pasando factura, ni por estar privando en guapo, pero la verdad tiene que decirse”, es el clamor de Julio Escoto, quien afirma que fue torturado en la cárcel de La 40 por el ex esposo de Angelita Trujillo, coronel Luis José León Estévez –Pechito-, quien se suicidó de un tiro el viernes en la noche.

Explica que fue objeto de torturas de parte de “Pechito” y de otros hombres del tirano en más de una ocasión cuando estuvo preso durante ocho meses en la referida cárcel. Explicó que lo apresaron el 18 de enero del 1960 por pertenecer el movimiento 14 de Junio -1J4-.
 
"Esa noche fui recibido por una comitiva integrada por el general Quilito García Trujillo diciendo que habían capturado al Fidel Castro del Este, de ahí fui conducido a trompadas y patadas a presencia de Jhonny Abbes, de Candito Torres y de Luis José León Estévez, y ese equipo me cayó encima, porque decían que yo había declarado que yo sabía donde estaban unas armas que habían entrado por La Romana."

Señala que cada vez que “ese tipo me veía era con una “picana”– instrumentos de tortura que proporciona a la persona una descarga eléctrica- o un “guevo de toro” en la mano, el caso es que no me dejó tranquilo nunca”.

Manifestó que ese instrumento le era aplicado a él y a los demás torturados principalmente en los órganos genitales y en el ano. Su aplicación, añade, quema la piel. “Él se deleitaba, él presenciaba los golpes junto con los otros de San Isidro”.

Tunti Sánchez, El Molusco, Tavito Balcacer, Pirulo Sánchez y el hermano de “Pechito” Alfonso, fueron los nombres de las personas que se dedicaban dijo a la macabra tarea.
 
“Ellos se ponían detrás del coliseo a pegarle cigarrillo a uno en la espalda mientras lo estaban torturando, ellos nos llamaban “Los ceniceros humanos”.

“Esos eran los que iban toda la noche, porque Luis José iba todas las noches a torturar a los presos “catorcitas”, incluso fue uno de los estuvo presente cuando trajeron a los “panfleteros” y el personalmente con Jhonny Abbes él los interrogó y les dio golpes, porque ellos habían lanzado unos panfletos en Santiago diciendo que Trujillo era una mierda”, recordó.
 
“Entonces el dándoles golpes les decía: repitan, repitan que los mierdas son ustedes, el Jefe es un hombre muy grande, coño, fresco, hasta dejarlos casi muertos”, explicó al ser entrevistado por la vía telefónica en el programa de Huchi Lora, de CDN.

César Rodríguez Villeta, quien fue gobernador de Monte Plata en la época del extinto ex presidente Joaquín Balaguer, fue señalado también por Escoto como uno de los hombres que participaba en las torturas que se daban en La 40.

Agrega que luego que León Estévez fue descargado por la justicia dominicana, el presentó una querella ante el procurador Bolívar Sánchez Veloz el 14 de junio de 2007. Dice que éste le contestó que si el se atrevía a decirle eso en la cara a León Estévez.

“Bueno, yo me atrevo a eso y más y hasta a darle una galleta, si me lo pone frente a frente, pero si usted me lo desarma, porque él anda armado, armado con una 45 y ocho viejos de esos que estaban en el 9 con ametralladoras Cristóbal”, fue la respuesta que afirma le dio al funcionario.

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EXTRACTO

Debido a que esta entrevista es sumamente extensa, extraímos la parte en que Renato González, militante del 1J4, es llevado a La 40 y torturado. El resto del artículo trata sobre su incorporación al 1J4, sobre los días después de ser liberado y detalles sobre el asesinato de las hermanas Mirabal. Renato González es primo de Rufino de la Cruz, el chofer que murió junto a las hermanas Mirabal. 

LA MEGALOMANÍA DE RAFAEL TRUJILLO

Entrevista a Isidro Renato González Disla, luchador antitrujillista

18 de enero, 2008
wwwhistoriadominicana.blogspot.com

De inmediato me condujeron a un carro público, donde había un chofer y a mí me pusieron en el medio. Salimos del recinto universitario hacia un lugar desconocido. Uno de ellos me preguntó si tenía a algún familiar detenido, y yo dije que sí, y entonces él dijo: -¡Caramba! ¡Tan joven!-. Luego, uno de ellos me dijo que pusiera las manos detrás, porque “tenemos que ponerle esposa, porque si no, al llegar, tenemos nosotros problemas.”

Llegamos a una casa de campo, por la cementera; nos desmontamos en una galería. Entramos, y en la primera habitación estaba una persona que después se portó muy bien conmigo. Era Dante Minervino, un capitán de la marina, cuya familia era de Tenares. Entonces él me recibió y me dijo que me quitara la ropa. Enseguida me desnudé, pero a mí se me olvidó quitarme la cadena. Luego pasamos por un pasillo, y furtivamente yo veo hacia un lado y observo una habitación llena de ropas y zapatos. ¡Es increíble la cantidad de gente que ya estaba presa!

Después bajamos unos escalones, y en el medio había un edificio así, algunas matas, y otro edificio, donde me metieron. Ahí estaba lo que yo pensé que era una silla de barbero. También había un escritorio y un hombre muy pequeño con una mancha negra por aquí –se señala una de las mejillas-, un hombre que después supe que era Clodoveo Ortiz González, de los lados de Azua, y de inmediato dice: -¡Ah, González! ¡Suerte que usted no es familia mía!-. Ahí veo que traen un señor y lo ponen en la silla eléctrica; lo amarraron con correas en los pies y las manos; quien daba los corrientazos era Clodoveo con un toque debajo del escritorio, doscientos cincuenta voltios, ¿tú ves?, y ese señor se desmayó y después que le echaron agua y despertó, lo tienen acostado ahí; era un hombre con barba y ojos azules; no sé si estará vivo, luego supe que era el ingeniero Manzano, que llegó a ser decano de la Facultad de Ingeniería de la UASD, posiblemente Alfredo Manzano, algo así sería; y sucedió que Clodoveo quería, a golpes limpios, que el señor Manzano me arreglara la cadena que se rompió cuando yo me estaba quitando la ropa.

Luego me pasaron a donde estaba Fafa, y Fafa me dice: -Puedes declarar todo, que ya nosotros dijimos…-. Después me llevaron a un sitio que tenía la altura de una cisterna, ahí había una puerta, y entonces bajamos a una cárcel subterránea; era una casa bastante estrecha, con una puerta de metal y otra de madera. Nos metieron ahí… Antes de los diez minutos vino un gorila y nos disparó con una escopeta; lo que salió fue humo, y de una vez dijo: -Yo vuelvo dentro de media hora para ver cuántos muertos hay.

Y así siguieron causando terror psicológico durante toda la noche.

- ¿Cómo era la cotidianidad en la cárcel de La 40?

-Los interrogatorios eran desde las tres de la mañana hasta las cinco o las seis; supongo que el vecindario, que era muy poco en esa época, no oía los gritos, porque ahí estaba la cementera y siempre estaban moliendo piedras… Ahí, en La 40, daban mejor comida que en La Victoria, tal vez para que soportáramos más las torturas. El problema eran las torturas. 

Nadie, todavía, ha podido valorar el coraje de Manolo Tavárez y de Minerva Mirabal. Después de una paliza, Manolo seguía hablando contra el gobierno… Lo metían en una barrica llena de agua y lo sacaban cuando ya se estaba asfixiando. Y a pesar de esto, continuaba hablando del gobierno

En la celda estábamos Leandro Guzmán, Manolo, Francisco Aníbal, Pedrito González, Cayeyo Crisanty y Jaime Ricardo Socías. Recuerdo que una noche nos sacaron para que viéramos la tortura a dos hermanos de Montecristi… A una mata de naranjas le cortaron las ramas y levantaron a uno de los hombres y le engancharon la esposa para que declarara; tenían un vaivén: bajaban uno y subían al otro, hasta que declararon… También recuerdo otra noche, que nos sacaron y pusieron a Pedrito, el esposo de Patria Mirabal, en la silla eléctrica. El impacto fue tan grande que él rompió las correas.

-¿A usted lo llegaron a poner en esa silla?

-No, pero sí me torturaron. Sé lo que se siente cuando te meten una cuña debajo de las uñas; duele mucho que te den una corriente eléctrica en los ojos, en la lengua, o en los testículos
-¿Cómo logra salir de La 40?

-Un día nos sacaron para recoger basura, desnudos. Pero ¿qué pasa? Dante Minervino tenía unos perros muy peligrosos, usted comprenderá uno desnudo, sin bañarse, lo que puede heder, y los perros venían a olernos a nosotros, nosotros aplastados recogiendo basura y esos perros por mordernos a nosotros… Llegó un momento en que Minervino amarró los perros y vino y me hizo así con las botas, por detrás, y lo que me dice es: -No te voltees, ¿tú eres hijo de quién?-, y yo le digo: -De Francisco González-, y él me dice: -Yo lo conozco, ¿por qué te metiste en esto?-, pero yo no me atreví a responderle porque no sabía cuáles eran sus intenciones, y de inmediato me pregunta: -¿Tú quieres quedarte aquí o irte a La Victoria?-, y entonces yo le dije: -Yo quiero irme a La Victoria-, porque yo pensé que si estaba en La Victoria en mi casa se enterarían más pronto… Y una noche cualquiera, de madrugada, me trasladaron en una perrera.

- ¿Cuáles fueron sus vivencias en La Victoria?

-De La Victoria recuerdo que en un pasillo, en la celda principal, había una escalera, donde empezaba un subterráneo, eran calabozos o celdas para cuatro o cinco personas, pero metían diecisiete, veinte, y hasta veintisiete… Muchas celdas subterráneas… Yo caí en una celda donde no conocía a nadie. A esa celda le decían la celda de El Serrucho, que era un dirigente de la Agrupación 14 de Junio. Pasamos varios días sin comer, pero después traían como una harina salcochada… En una lata de aceite de maní, evacuábamos y orinábamos, y uno de la celda salía, echaba su contenido en un sanitario, la lavaba, y ahí era que nos echaban la comida.

Después, un día, yo le dije a Serrucho…..

(Hasta aquí el extracto de esta larga entrevista.)

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(Más sobre las víctimas de la cárcel de Nigua)

Un libro sobre la psiquiatría en República Dominicana

Por Ángela Peña
Hoy.com.do

Estas referencias están contenidas en el libro Historia de la Psiquiatría Dominicana, serio y acucioso trabajo sobre la materia que circula desde la semana pasada.

Romero Rosario enfoca situaciones políticas, sociales, humanas del acontecer de esa rama, tras veintiséis años de búsquedas en archivos, ruinas, hospitales, fortalezas, cárceles en las que las torturas enloquecían a prisioneros cuerdos o manicomios en los que se internaba como locos a personalidades en su sano juicio por sus posiciones políticas, como ocurrió en Nigua desde la ocupación norteamericana de 1916, cuando fue ingresado allí el capitán de navío Fred Nerkle, que se mató de un disparo en la cabeza. “Este fue el primer suicidio que ocurrió en la cárcel de Nigua, y a él seguirían otros “suicidios”. Después Trujillo utilizó la cárcel para alojar presos políticos y personas no gratas a su régimen, por lo que la llamaron “Campo de Concentración de Nigua”.

Cita a todos los conjurados del frustrado complot contra el déspota, en 1934, que fueron llevados presos a aquel lugar. “Unos y otros veían cómo torturaban a sus compañeros y cómo se consumía su vida día a día, en medio de oprobios infrahumanos. Por ejemplo, Ellubín Cruz y Luis Helú se volvieron locos y murieron después de tormentos espantosos. Daniel Ariza sucumbió tras torturas que le convirtieron en un “cadáver vivo”, al que se obligaba a seguir trabajando con pico, pala, azadón y pesados instrumentos, mientras que su cuerpo se rendía bajo el golpeo sistemático de sus vigilantes. Estos le golpeaban dos o tres veces al día hasta hacerle perder el sentido”, refiere. Añade que cuando falleció “parecía un deshecho humano, con sólo la piel y los huesos. El médico legista Rodolfo Román, quien según Romero era “un profesional muy hábil en provocar abortos criminales”, certificó que Daniel Ariza había muerto de arteriosclerosis”.

El doctor Lino Romero cita también el martirio a que fueron sometidos en Nigua Rigoberto Cerda, al que un día, moribundo, le pusieron en libertad pero poco tiempo después el cadáver apareció degollado, y “Félix Ceballos, que recibió palizas descomunales de manos del teniente José Álvarez y del coronel Rafael Pérez, este último jefe de los ayudantes del tirano. En el recinto carcelario, sufrió inmensas fiebres palúdicas, contrajo tuberculosis y murió desangrándose durante un episodio de hemoptisis”. Otros antitrujillistas torturados en Nigua, en la relación de Romero, son Manuel y Bernardo Bermúdez, Tomás Ceballos, Alfonso Colón, Chicha Montes de Oca, algunos de los cuales fueron ahorcados tras las torturas.

Cuerdos en el manicomio.

En la interesante obra hay un capítulo dedicado a otros presos políticos recluidos en pabellones del manicomio, con un revelador historial de su personalidad y de su paso por ese centro, como Juan Bosch, que según Romero “nunca olvidó los días de reclusión en el manicomio y por eso, meses antes de enfermar gravemente, se trasladó a Nigua y sembró un árbol frente al pabellón donde estuvo preso”.

De Manuel Antonio Patín Maceo, literato y pedagogo, de quien asegura que fue tutor de Ramfis Trujillo, narra: “Por alguna razón cayó en desdicha con el régimen y fue puesto en solitaria. Sin embargo, algunos médicos se conmovieron con su caso, le sacaron de la solitaria y le ingresaron en un pabellón. Esto fue denunciado por un miembro del personal de Salud Pública quien ordenó que le inyectaran trementina en los muslos. Esto prácticamente lo destruyó física y emocionalmente. Los familiares constataron a algunos de sus amigos en el gobierno que sabían que él había sido tutor de Ramfis. Finalmente fue dado de alta”.

Incluye, además, a Juan Isidro Jimenes Grullón, Francisco Augusto Lora, Víctor Garrido. De José Augusto Puig escribe: “Excelente médico internista, oriundo de Puerto Plata y enemigo del régimen de Trujillo. Militares trujillistas se presentaron a su consultorio, le secuestraron y le trajeron a la capital, donde le dieron una fuerte golpiza. Frente a un cabaret le dejaron por muerto pero milagrosamente sobrevivió. Al día siguiente, al encontrarle vivo le hicieron preso y lo llevaron a la cárcel Nigua. Pasó largo tiempo sin que los familiares supieran su paradero”.

Un caso insólito narrado por el fino escritor que es el del abogado petromacorisano Machito Canto, de quien se dice “se hizo pasar por loco y para demostrarlo comió sus propias heces fecales. Desde ese día le dejaron tranquilo y era tratado en el hospital como un enfermo mental más. Así se libró de las torturas a que era sometido anteriormente”.

También pueden leer más sobre las torturas, explotación y asesinatos en la cárcel de Nigua en el excelente libro Una gestapo en el Caribe por Juan Isidro Jiménes-Grullón. Los lectores pueden leer gran parte de este libro gratuitamente en Google Books.

Les recomendamos leer también en la sección TORTURAS el artículo titulado La horrorosa cárcel de Nigua.

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Presentan pruebas de las torturas en el trujillismo

Las narraciones sobre las torturas contenidas en la adenda, acusan directamente a León Estevez y a los hermanos Rodríguez Villeta, uno de los cuales, César, ganó fama de implacable.

7dias.com.do

SANTO DOMINGO.- Familiares de las víctimas de torturas y asesinatos durante la Era de Trujillo depositaron la tarde de este viernes en la Procuraduría General de la República una serie de argumentos que prueban las aberrantes acciones del régimen.

Señalan a Luis José León Estévez, César Rodríguez Villeta, Cándido Torres  y a José Ángel Rodríguez Villeta como autores de los desmanes.

En una adenda entregada al procurador adjunto Bolívar Sánchez, citan que el primero de enero de 1960,  César Rodríguez Villeta detuvo a Julio Escoto, quien fue mantenido secuestrado durante un mes en la cárcel La 40, y posteriormente trasladado a La Victoria.
Fue sometido a las más abominables torturas por los imputados, quienes los golpeaban con bastones eléctricos, lo torturaron en la silla eléctrica y con el método denominado “pileta”.

En 1961, Frank Benedicto fue secuestrado y también conducido a La 40, donde fue sometido a torturas, y presenció cuando ahorcaron a varias personas, entre ellas a Jorge Khoury, a quien luego introdujeron en el baúl de un vehículo y desaparecieron su cadáver.

Asimismo, señala la instancia que Danilo Díaz, hijo de Modesto Díaz, fue sacado de su celda, el primero de junio de 1961, llevado a la sala de torturas -- en la que se encontraba el coronel Luis José León Estévez--. En el lugar se encontraban también Tavito Barcácel y Clodeveo Ortiz, otros asesinados del régimen.

Díaz fue torturado en la silla eléctrica, se le aplicó el bastón eléctrico en los genitales, fue quemado con cigarrillos y sufrió golpes con distintos instrumentos.

El adenda señala que por mandato de Ramfis Trujillo, quien llegó al recinto acompañado de Tunti Sánchez y Pirulo Sánchez Rubirosa, los torturadores continuaron infligiendo torturas a Díaz, pero esta vez en presencia de su padre, Modesto Díaz, y su tío Miguel Ángel Báez  Díaz, contra quienes se emplearon los mismos métodos.

En enero de 1960, Sina Cabral del Rosario fue conducida a la famosa cárcel, donde fue presentada a Abbes García, César Báez, Candito Torres Tejada, Cándido Faustino Díaz y Luis José León Estévez, quienes le aplicaron la tortura denominada “picana eléctrica”.
La madrugada del 17 de enero de ese año, se presentaron al apartamento de Leandro Guzmán, Rodríguez Villeta y Estrada Malleta, acompañados de otros hombres, y lo tiraron  por las escaleras hasta llegar en el primer nivel. Luego fue conducido a La 40, donde sufrió los rigores de las torturas.

El relato es hecho por los abogados de las víctimas de la tiranía trujillista, Santiago Rodríguez Tejada, Carlos Pérez V. Y Gina Pichardo Rodríguez.


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Recuerdos de un panfletero de Santiago:

El 7 de marzo de 1961: Una fecha para recordar

José Arturo Rosario
hoy.com.do
5 de marzo, 2011

Un día se presenta sorpresivamente al aula  donde me encontraba mi hermano mayor Pepe.  En el extremo superior derecho de la pizarra se veía la fecha en que estábamos:  7  de marzo del 1961.  Mi hermano pidió permiso a la profesora y en un aparte me susurró: “se llevaron preso a Dingo la gente del Servicio de Inteligencia Militar”. Esta noticia me estremeció porque en ese instante tenía los bolsillos llenos de panfletos. Un pensamiento cruzó mi mente y fue el de deshacerme de tan mortal evidencia; pero no me dio tiempo a reaccionar con rapidez pues  al instante el aula estaba ocupada por los esbirros del SIM.

Cuando me llevaron frente a Nivar Seijas encontré a Dingo sangrando profusamente  y con el rostro algo desfigurado.  Luego trajeron  a Moncho Canto y al hermano de Dingo, Gabriel Antonio.   
Nos mantuvieron en la fortaleza petromacorisana, llamada  Méjico, hasta las 5 P.M. cuando llegó desde Santo Domingo  el coronel Figueroa Carrión que se encargaría de llevarnos al servicio de inteligencia en la capital.

Entramos al despacho de Johnny Abbes García a las 7:00 P.M. Enseguida este preguntó a Figueroa Carrión cuáles eran los más comprometidos, señalándonos a Dingo y a mí. Su orden fue  “llévenlos a la 5 x 8 y dénles un coliseo de película”.

Nos llevaron a la cárcel de La Cuarenta en una furgoneta con un rótulo que decía “Servicio Panamericano de Educación”. Después de tomarnos los datos personales, nos condujeron al salón de tortura donde había una silla de madera forrada de cobre. Un  hombre desnudo sentado en ella, había  perdido el control de su esfínter  y evacuado  por efecto de las torturas.   Primero sentaron a Dingo, que casi enloqueció por efecto de la corriente recibida.  Al día siguiente llevaron a La Cuarenta a Manuel Martínez, quien nos había prestado una yola para confeccionar  los panfletos navegando en el Río Higuamo para no comprometer a nuestras casas familiares en la conspiración.

Esos torturadores  eran bestias que disfrutaban en hacer su trabajo, como si la naturaleza los hubiera diseñado para eso.

En la celda había un solo inodoro lleno de excrementos, por lo cual  continuamente teníamos que hacer nuestras necesidades en la misma  lata  en que nos traían de comer.

Después de un mes, una noche nos trasladaron al penal de La Victoria, nos alojaron en celdas solitarias donde habían otros presos confinados, los cuales al saber que habíamos llegado desde  La Cuarenta, nos preguntaban cómo habíamos dejado aquel infierno. Entre ellos estaba un muchacho de San Pedro, Hugo Soñé. Me preguntó por su familia. Él  era uno de los presos incomunicados, pues en cualquier momento lo retornaban  a La Cuarenta  o a la Isla Beata en el  litoral Sur. Una  mañana nos trasladaron al Palacio de Justicia de Ciudad Nueva donde en una pantomima de juicio nos condenaron por “propaganda subversiva en contra del régimen legalmente constituido”.

Cuando nos llevaron de vuelta a La Victoria nos alojaron en un enorme pabellón donde había cientos de presos políticos. A mí me habían condenado  a un año y 300 pesos de multa. En el momento me sentí feliz, pues era muy joven y consideré que un año pasaba rápido. Pero me enteré de que a Pepito Bosch Gaviño también lo habían condenado a un año y 300 pesos de multa, que él de inmediato pagó. Al momento  de yo llegar ya tenía 5 años preso, y cada vez que le preguntaba al coronel Horacio Frías que cuándo lo iban a soltar, le respondía que el día en que su hermano Juan Bosch volviera al país. Es decir que yo tampoco  tenía  esperanza de salir de allí.

Recuerdo que éramos tan jóvenes, que cuando llegamos al pabellón escuchamos al prisionero  Moncho Imbert Rainieri, decir “¡coño, ya Trujillo los está sacando de la cuna!”. Allí conocí a hombres  a los que Trujillo no había concedido amnistía, como a otros,  y que eran miembros del  Movimiento 14 de Junio, como José Fernández Caminero, Amiro Pérez Mera, Cristóbal Gómez Yangüela, Che Espaillat, Jose A. Sánchez Sanlley “Papito”, asesinado junto a Segundo Imbert Barrera pocos días después del ajusticiamiento de Trujillo. Recuerdo la mañana en  que se los llevó Horacio Frías y jamás supimos de ellos. También a los hermanos Sánchez Córdoba, Miguel Lama Mitre y a los hermanos  Estévez. A Manolo Tavárez lo conocí a los pocos días de muerto  Trujillo, que lo llevaron a La Victoria. No volví a verlo allí.

Yo fui panfletero en San Pedro de Macorís con apenas 15 años; jamás había escrito sobre este papel que jugué por la Patria y que me provocó tanto dolor a mí y a mi madre, la cual durante mi encierro  en La Cuarenta  iba casi cada día a donde Jhonny Abbes García quien solía decirle  que ella había perdido el juicio, pues él nunca me había visto en su vida.

Alguien dijo que los pueblos que olvidan su historia están condenados  a repetirla. Por eso admiro el glorioso pueblo de Santiago, por haber erigido un monumento en honor a esos panfleteros, que ofrendaron sus vidas. 

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Los huesos cuentan su historia

Este extracto es de un articulo publicado por el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana titulado sencillamente Expedicion de Constanza, Maimon y Estero Hondo.

Unos 28 años después se logra obtener el permiso para rescatar del seno de la tierra las osamentas de los héroes que habían sido fusilados y lanzados en fosas comunes en el patio del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), en San Isidro. Mediante el decreto 15437, emitido en abril de 1987, y siendo Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas el general Antonio Imbert Barrera -uno de los que ajusticiaron al tirano-, se inician las labores de búsqueda y excavaciones arqueológicas, llevadas a cabo a lo largo de un período de dos meses.

El personal de campo estuvo dirigido por los antropólogos Dr. Fernando Luna Calderón y Clenis Tavárez María, quienes laboraban en el área de la arqueología forense del Museo del Hombre Dominicano. Contaron con la asistencia de miembros de la Dirección General de Entrenamiento Militar del Ejército, así como con la presencia de miembros de la Fundación y varios de los expedicionarios sobrevivientes, aportando informaciones para alcanzar su identificación.

De los 84 patriotas que se dice fueron fusilados en el CEFA, se lograron rescatar del interior de 14 fosas comunes unos 67, siendo apenas identificados 26 expedicionarios, 12 que habían desembarcado por Constanza y 14 por las playas de Maimón y Estero Hondo.

Los restos fueron sometidos a un proceso de limpieza y restauración, ya que se encontraban muy deteriorados por impactos de bala y objetos contundentes. "Hubo muertes por fractura de cráneo, con objetos como madera o culata de fusil, y muchos otros con el "tiro de gracia". Cuatro esqueletos no presentaban cabezas, lo que indica que fueron cercenados antes del enterramiento. Dos esqueletos mostraron evidencias de haber sido ahorcados, uno con una tira de goma y el otro con una correa, encontradas alrededor de sus cuellos


Posiblemente, otros dos fueron asfixiados, aplastándoles el tórax, hasta juntar ambos hombros e igualmente sus caderas. Varios mostraron cortes de extremidades superiores e inferiores. Un gran número murió con las manos atadas con soga a sus espaldas, esposas y hasta alambres de púas en ambas extremidades".

Casi todas estas osamentas correspondían a expedicionarios que habían sido traídos aún con vida, torturados durante su cautiverio y fusilados, encontrando en sus restos numerosos proyectiles de fusiles Maüser. Las excavaciones mostraron que sus cuerpos estaban apiñados unos sobre otros, al ser lanzados en las fosas. Se logró rescatar parte de sus vestimentas, ropa interior, medias, botones, hebillas, así como anillos y en uno de los casos una medalla de la Virgen del Cobre, Patrona de Cuba.
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Se torturaba desde los inicios de la dictadura

Extracto de Una satrapía en el Caribe de José Almoina:

"La suerte de los partidarios de Arias [Desiderio Arias] fue espantosa; no se salvó ni uno; todos perecieron, después de horribles martirios. Entonces designó Trujillo, lugarteniente suyo en el Cibao a uno de los tipos más criminales que haya producido su régimen, el tristemente célebre José Estrella. 

Se instaló en Santiago en calidad de General Gobernador, y pronto su fama hizo estremecer la región entera; Estrella asesinaba con alevosía y detalles tan espeluznantes, que las gentes no se atrevían ni a vivir en la comarca y cientos de familias buscaron, con diferentes pretextos, excusas para trasladarse a otras poblaciones o al extranjero. Sin embargo, Estrella no hacía sino seguir puntualmente las instrucciones del Jefe; éste trataba de obtener dos objetivos: deshacerse de sus numerosos adversarios del Cibao y sembrar un terror tal en aquella comarca que pudiera apoderarse de las fincas tabaqueras y de los arrozales. Estrella logró plenamente este objetivo. En un año los asesinados por Estrella sumaban más de seiscientos. La llamada Fortaleza de San Luis, en Santiago, se convirtió en la más horrorosa mazmorra de torturas; allí se aplicaban los métodos nazis del látigo alambrado de púas y cubierto de cuero, llamado «cantaclaro»; allí el sistema del «tortor testicular»; allí el tormento del agua, el de hierro candente, el de arrancamiento de las uñas; allí se violaba a las doncellas; allí se obligaba, a latigazos, a los propietarios a firmar letras y pagarés o cesiones de sus fincas y de sus intereses; Allí se infamaba e insultaba a los hombres de mayor posición económica y moral, humillándolos, indefensos ante la bestialidad. Estrella logró de esta manera que pasasen a Trujillo las tierras de mayor producción tabaquera y arrocera y que el número de enemigos se multiplicase ilimitadamente. El tirano lo sostuvo allí, hasta lograr para sí el dominio del monopolio del tabaco. Después lo destituyó; y años más tarde ordenó que se le procesase por asesinato. Fue una comedia espantosa; Trujillo que sabía donde estaban enterrados los cadáveres de las víctimas, ordenó que se «encontrasen» algunos y mandó abrir expediente contra Estrella; se trataba de echarle la culpa de aquellos crímenes, que habían cometido por orden suya, a fin de humillarlo. Estrella fue condenado, pero después devolvió unas fincas con las que trataba de quedarse y dio fuertes sumas de dinero y el dictador, una vez que le había despojado de las cantidades con las que él se había quedado sin su permiso, lo perdonó. Pero en el Cibao, quedó Estrella, hasta hoy, como ejemplo de lo que es la dictadura trujillera (José Almoina, pág. 104-105).

Nota: Para poder luchar contra las fuerzas leales a los caudillos del Cibao y poder realizar ese exterminio de cientos de campesinos en esa región, así como el despojo masivo de fincas en los primeros 2-3 años de la dictadura, el despiadado General Estrella, ostentando el cargo de Comisionado Especial para el Cibao, tenía que contar con cientos de soldados, armamento y numerosos pertrechos militares. Precisamente por eso, es imposible que Estrella realizara esas masacres y despojos por su propia cuenta puesto que Trujillo, un megalómano que se mantenia informado y que controlaba todos los detalles, jamás hubiera tolerado ni una semana semejante amenaza a su propio poder, amenaza derivada de la peligrosa combinación de autonomía y poderío militar. El Gral. Estrella pudo ostentar ese poderío militar en los primeros 2-3 años y aplicarlo despiadadamente porque no representaba una amenaza contra Trujillo ya que en esos primeros años se mantuvo militarmente leal a Trujillo y obedecía sus órdenes. Precisamente, años después, en octubre de 1940, Trujillo apresó a Estrella y a un grupo porque cuando Trujillo estuvo gravemente enfermo de antrax, Estrella empezó a tomar medidas con el propósito de asumir el poder político a nivel nacional. Una vez superada la enfermedad, el general y el grupo fueron apresados y condenados a 20 años de prisión. Sin embargo, la razón que Trujillo dio publicamente, con el fin de desprestigiar a Estrella y proyectarse a sí mismo como un gobernante noble y justo, fue que lo apresó porque Estrella les había robado tierras a los campesinos y había matado a varias personalidades, como si las directrices no las hubiera dado el propio Trujillo y como si éste no hubiera sido el que se quedó con la gran mayoría de esas tierras robadas por el Gral. Estrella y sus hombres. Prueba de que realmente no lo apresó por ningún tipo de escrúpulo moral es que al año siguiente, después de que Estrella le devolviera el dinero "robado" y las propiedades de arroz y tabaco robadas, Trujillo lo perdonó y el sanguinario general no tuvo que cumplir los 20 años de trabajos públicos. Algunos le llaman a eso 'extorsión'.

Pueden descargar gratis el valioso libro Una satrapía en el Caribe en el portal del AGN, un legado histórico por el cual José Almoina pagó con su vida tras meses y años de persecusión.

También puede leer más sobre las torturas en la primera etapa de la dictadura (cárcel de Nigua) en el libro Una gestapo en América del Dr. Juan Isidro Jiménez Grullón, entre otros libros, quien estuvo preso en esa cárcel. 

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Prefirieron la rebeldía a disfrutar de privilegios

La familia Bonnelly había sido adversa a Trujillo a comienzo de su mandato. La miseria y el hambre se apoderaron de sus miembros al igual que en las postrimerías de la dictadura cuando fueron marginados

Por Ángela Peña
19 de noviembre, 2007
hoy.com

Pudieron vivir una juventud de ostentaciones, disfrutes, privilegios, comodidades e influencias pues no sólo procedían de una de las familias más aristocráticas de Santiago sino que, además, su padre ocupaba una prestante posición en la justicia y su tío era una de las figuras más vigorosas del régimen de Trujillo.

Ellos mismos ya comenzaban a destacarse como brillantes profesionales, uno del Derecho, otro de la ingeniería civil y, paradójicamente, trabajaban para el Gobierno que combatieron. En sus lugares de trabajo enfrentaron el terror imperante y reclutaron adeptos para su causa revolucionaria.

Carlos Sully Sebastián y Freddy Bonnelly, sin embargo, no habían olvidado las posturas antitrujillistas de ese padre y ese tío que debieron adherirse a la tiranía. Las palabras de su progenitor justificando al sátrapa con el argumento de “Trujillo es un mal necesario” los convirtió en rebeldes. El cruel asesinato de sus tres primos, Fello Valverde, Ramón Asensio y Lulú Quezada, expedicionarios de 1959, los impulsó a la lucha a pesar de los riesgos de su clase social, de sus cargos oficiales, de sus esposas, una de ellas en estado de gestación, y de sus hijos, entre los que había un recién nacido.

Hoy es inexplicable verlos discurrir en la normalidad de la vida cotidiana después del infierno que sufrieron en “La 40”. Carlos Sully fue el primer apresado y cuando llevaron a Freddy a la cámara de torturas, a uno y otro debió romperles el corazón ese encuentro lacerante, atroz. El mayor desnudo y esposado recibiendo descargas de altos voltajes en sus partes más íntimas, sacando fuerzas y valor para exclamar al verlo conducido por el feroz torturador Johnny Abbes: “Él es mi hermano y no está involucrado. Sólo está enterado”.

Entonces la saña de Candito Torres, Clodoveo Ortiz, Carela, Dante Minervino, Papi y César Rodríguez Villeta, Cholo Villeta, Luis José León Estévez (Pechito), el “Molusco Cambiaso”, Faustino Pérez, César Báez, entre otros famosos sicarios de “la Era” que recuerdan, aumentaron los corrientazos al sentado mientras el hermano recién llegado caía sin conciencia derribado por las potentes manos de Ortiz que le golpeaba los oídos.

Recibieron golpizas indescriptibles, sus cuerpos lacerados eran un solo hematoma, durmieron desnudos y de pie. A Carlos Sully lo esposaban y el carcelero Carela se colgaba de las mancuernas, le pisaba los talones al caminar y le daba manoplazos en el tímpano. Freddy escuchaba impotente los alaridos de dolor de las torturas infligidas a Carlos Sully. Después le tocaría escucharlos al otro hermano que lo esperaba como un padre amoroso en la celda estrecha. Hecho un guiñapo, desfallecido, los compañeros le colocaban la cabeza sobre las piernas del hermano tierno.

Dios premió el amoroso gesto de Carlos Sully. Un día, después del inevitable martirio, lo tiraron en la celda, cayó maltrecho y sintió las manos de un anciano en su cabeza. “Era otro preso, nunca supe quién era, nunca más lo vi, pero fue una sensación sublime después de haber estado recibiendo las torturas en la silla eléctrica”, confiesa.

Carlos Sully Sebastián evade hablar de su historia. Aceptó a ruegos la entrevista. Freddy es más espontáneo aunque muy respetuoso del hermano que le supera en edad. En ocasiones parecen aún niños en sus desacuerdos en cuanto a situaciones y nombres. Las memorias de ese pasado glorioso y a la vez despiadado, las tiene el más pequeño en una extensa relación en la que no escapan compañeros que un día no volvieron a ver, crímenes nocturnos, como el de los  panfleteros de Santiago, episodios desgarradores, como el desolador espectáculo del cuerpo de Manolito Baquero con las heridas infectadas, llenas de gusanos que Freddy le extraía con el meñique, el rezo del Rosario impuesto por Luis González Peña (Papilín) al que ahorcaron porque no firmó una declaración involucrando a monseñor Pepén en el 14 de Junio, la peligrosa claustrofobia de Carlos Sully o las incontables veces que esposado junto a su hermano les chubaron pastores alemanes.
Complots de Carlos Sully.

Carlos Sully nació el 16 de septiembre de 1928 y Federico Carlos (Freddy) el 6 de noviembre de 1931. Tienen un hermano mayor, Manuel Ulises, y son hijos de Consuelo Valverde y Manuel Ulises Bonnelly Fondeur, abogado, ex embajador ante la Santa Sede que, según cuentan, logró aprobación de Juan XXIII para la creación de la Universidad  Madre y Maestra. Estudiantes del Instituto Evangélico y de La Normal, recuerdan entre sus maestros a Onésimo Jiménez, Federico Izquierdo, Ana Idalia Liz, Américo Sánchez, Eugenio Valencia, Fela Santaella, Herminia Heureaux, Virgilio Peña (Peñita).

Sus amigos de infancia eran Poppy Bermúdez, Bartolo Antuñano, Víctor Sagredo, Arturo y Máximo Grullón…. Cuando Carlos Sully se trasladó a la capital a iniciar carrera, dejó el apacible entorno de la calle Cuba con General Cabrera para vivir en una pensión de la Juan de Morfa con Bartolomé Colón. Al tocarle la Universidad a Freddy, la familia se mudó a Ciudad Trujillo y don Manuel Ulises, que era juez en Santiago, fue trasladado a la Corte de Apelación del Distrito Nacional.

La familia Bonnelly había sido adversa a Trujillo al comienzo de su mandato. La miseria y el hambre se apoderaron de sus miembros al igual que en las postrimerías del trujillato cuando todos fueron marginados y debieron compartir una sola vivienda. La madre vendía pan y los pocos amigos lo pagaban a sobreprecio. Fue en 1942 cuando Rafael Bonnelly aceptó una senaduría,  después de constantes per secuciones y de la orden de eliminarlo dada a José Estrella, quien se negó alegando que los Bonnelly eran tan unidos como los Perozo, refieren. La adhesión al régimen de Rafael Filiberto Bonnelly se mantuvo hasta que su hijo Rafael Francisco se integró, como sus primos, al Movimiento Revolucionario 14 de Junio.

Freddy y Carlos Sully se mantuvieron desafectos. El mayor consiguió con Juanchi Moliné un veneno para matar las reses al Generalísimo y pese a que el plan fue ensayado, fracasó. Luego viajó a Nueva York a proponer a los exiliados sorprender al “Jefe” con una lancha estando éste en el malecón. Su accionar concreto se inició cuando Leandro Guzmán, compañero de trabajo de Carlos Sully en Obras Públicas, le habló del 14 de Junio. Contactaron a Nemesio Mateo, Alfredo Bergés y conectaron a Pipe Faxas con Manolo Tavárez y Minerva y Patria Mirabal. Las reuniones en la casa de Juan Sully se sucedieron hasta que los hermanos Bonnelly fueron apresados en enero de 1960.

De su vida en la cárcel están en sus mentes la valiente conducta de José Israel Cuello, el admirable valor de Luis Gómez, Cayeyo Grisanty, José Frank Tapia, Huáscar Castillo, Marcos Troncoso. Sus historias en las ergástulas trujillistas son más o menos las mismas de Miguel Lama,  Lisandro Macarrulla, Alba Sánchez, Apeco Puras, Pedro Espinal, Elpidio Espinosa, Noel Giraldi, Josué Erickson, Marcelo Bermúdez, Luis José, Félix María y Niní Germán, Wenceslao Vega, Manolo Tavárez, Sina Cabral, Sully Martínez Bonnelly, Rafael Francisco Bonnelly, Charlie Bogaert, Ramón Cáceres, Oscar Hazim, Moncho Imbert, los hermanos Estévez Cabrera, René del Risco Bermúdez.

 Villamán Holsen, Eugenio Perdomo, Fefé Valera, Alfredo Manzano, Jaime Capell, Guillermo Valerio, Abraham Vargas, Juan Germán Arias (Chanchano), Manolito González, Tejada Florentino, Andrés Méndez Gabot, Alfredo Parra Beato, Federico Germán Medrano, Rafael Rodríguez Méndez, Iván Álvarez, Alejandro Zapata, Andrés Blanco Fernández, los  hermanos Santana Calzada, Manuel Asensio, Otilio Salcedo, Oscar Tallaj, Francisco Pol Suazo, Vargas Evangelista, Enrique Michel Carrasco, Nicolás Garrido Cestero, Carlos Manuel Lugo y otros. De cada uno evoca Freddy momentos tristes, duros o agradables. Su entrañable  amigo Juan Miguel Román está presente en sus evocaciones.
 
 “Al ver tantos apellidos conocidos, el calié Papi Rodríguez Villeta dijo que sólo faltaba que llevaran un Trujillo”, narra Freddy. Muchos fueron liberados antes del tiranicidio, entre ellos los Bonnelly, que se marcharon a Puerto Rico después de una ininterrumpida campaña contra ellos difundida por Santiago Lamela Geler en Radio Caribe. 
 
Carlos Sully es el padre de Carlos Sully, María Gabriela, Juan Carlos, María Consuelo y María Gisela. Freddy está casado con Dora Cuello, madre de sus hijos Manuel Ulises, Sebastián, Rosanna, Minerva y Giovanna.

Los hermanos se alejaron de la política luego del ajusticiamiento de Trujillo. Para Carlos Sully, quien entiende que entonces la figura con más condiciones de liderazgo era Manuel Tejada Florentino, “ese fue el momento más bello que tuvo este país”. Freddy acota: “Hubo errores posteriores que no debieron suceder, el 14 de Junio se negó a ir a elecciones, si hubiera participado, gana, y otro hubiese sido este país”.

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"Era él, como Supremo Elector, el que manejaba los hilos de la farsa (electoral). Imponía su férrea voluntad que, inmersa en las tinieblas de una honda inconsciencia moral, no vacilaba ante nada ni ante nadie en su afán de eternizarse en el poder. Nada lo detenía para lograr sus propósitos. El espíritu público estaba anonadado. Todo lo que pudiera significar dignidad o decoro personal estaba abolido. En dramático enfrentamiento con la Iglesia Católica, buscaba humillar y doblegar a ésta, para satisfacer sus ambiciones desmedidas y complacer su propio ego.

Moca y el 30 de mayo de 1961
Alberto Rincón 

Por la memoria de los mártires del 30 de Mayo


EN LAS GARRAS DEL TERROR

Tomás Báez Díaz

(Editorial Taller, 1986)
(Segunda edición, 2011)

(Este extracto del libro incluye parte de las torturas en el centro de torturas conocido como El 9, después de haber sido golpeados, torturados y electrocutados en La 40. Estos párrafos describen sólo algunos episodios de los vejámenes y torturas descritos por el autor en este libro durante su cautiverio de cinco meses y medio de torturas y privaciones en La Victoria, la Cuarenta y el Nueve. Por falta de espacio no podemos incluir las torturas, abusos y privaciones que sufrieron el autor y sus compañeros en La 40, pero pueden ir a la pág. 35 del libro donde bajo el título de Vivencia aterradora narra los hechos dantescos que vivió antes de ser trasladado al centro de torturas de Ramfis Trujillo conocido como El 9.)

Todavía en esa fecha, mi hermano Miguel Ángel era compañero de celda y cuando su turno le llegó,que fue de los primeros, estuve a punto de enloquecer. Lo que oía y lo que presumía, lo sentía en carne propia. Me ponía las manos en los oídos. Rezaba. Me desesperaba.Todos los compañeros reaccionaban de modo parecido.Cuando la electricidad y los golpes no eran suficientes,recurrían al fuego y en medio de las torturas, sentíamos el olor a papel u otros combustibles. La segunda vez que mi hermano regresaba lo trajo Virgilio García Trujillo, quien,utilizando vergajos y pedazos de gruesas gomas, lo martirizaba. El espectáculo que ofreció frente a nuestra celda,la insania, el instinto criminal, el ensañamiento, debe ser recordado por todas las generaciones dominicanas, como ejemplo vivo de lo que representaba y representa la familia Trujillo, estigmatizada hasta la eternidad. Cuando tiraron el cuerpo exánime de mi hermano, todos fuimos a recogerlo. Apoyó su cabeza en mis piernas y se quejaba de grandes dolores y terrible ardor en la nuca. Nos turnábamos para echarle aire con la boca, única forma en que parecía que se aliviaba. Tenía una sed incontenible. Alguien pidió agua; hacía más de veinte horas que no bebíamos. Apareció un alma buena y ordenó que la sirvieran,casi en actitud de protesta, porque se compadeció del miserable estado en que estábamos. Después escuchamos que volvían a abrir la puerta del pasillo que conducía al sector en donde estábamos. Nueva expectativa. ¿Vendrán a nuestra celda? Sí, ya abren el enorme candado y dicen:Tomás Báez Díaz. Me levanto en actitud de resignación y cuatro bestias me conducen a la Cámara de Torturas. Allí están Virgilio García Trujillo, Clodoveo Ortiz, Eladio Ramírez Suero y seis u ocho verdugos más. Virgilio García Trujillo, desde el escritorio, conduce las torturas y los interrogatorios. Me hacen sentar en la “Silla Eléctrica” y comienzan a interrogarme. 

Recuerdo las recomendaciones de mi hermano, que el único medio de preservar la vida es mantener la inocencia y a ella me agarré como a mi única áncora de salvación. Mantuve rabiosamente mi inocencia. Insulté airadamente al general Virgilio García Trujillo. Pronuncié las frases más soeces, exasperado por las torturas, y como reacción a esta actitud mía, utilizaron varios métodos para arrancarme una confesión de culpabilidad. Me aplicaron el sistema de“ablandamiento”, consistente en dar golpes en el cráneo con un pedazo de gruesa goma de corta dimensión. Operación que comenzaba con la aplicación de golpes casi tenues, aumentándolos gradualmente hasta llegar a la violencia, acompañándolos con frases que el verdugo pronunciaba con desesperante cinismo. Finalmente quedaba inconsciente y cuando reaccionaba, comenzaban nuevamente los interrogatorios. Luego abandonaron el sistema de ablandamiento y usando otro pedazo de goma grueso, pero más largo, me golpearon en la cara y en lanuca. Creo que al primer golpe en este sitio quedé otra vez inconsciente. Cuando reaccioné no veía con el ojo derecho. En ese momento oí que Eladio Ramírez Suerole proponía a Virgilio García Trujillo traer el interrogatorio que me hicieron en “La Cuarenta” y pensé que su propósito era poner en evidencia que yo me había enterado del complot antes del ajusticiamiento de Trujillo. Luego me enteré, cuando tuve oportunidad de leerlo en San Isidro, que habían omitido una parte del mismo. Ese día obtuve un triunfo con la muerte, porque en unos comentarios que hizo Virgilio García Trujillo, insinuó que yo no estaba enterado del complot. Cuando oí esto, tuve un relativo regocijo. No obstante ello, fui llevado a la celda por 4 verdugos, aplicándome golpes con vergajos, durante todo el trayecto. Cuando me lanzaron a la celda me recogieron mis compañeros y me coloqué en una rara postura en cuya forma sentía menos los dolores que experimentaba en todo el cuerpo y mi pobre hermano me suplicaba que no permaneciera así, porque daba la impresión de que me encontraba en peores condiciones de lo que quizás estuviera. Tan preocupado se mostró que lo complací, abandonando una postura que me era más cómoda.

Más tarde, como a las 6 p.m., trajeron algo para que comiéramos, no habíamos comido en todo el día anterior y creo que ingerimos algunos bocados. Estos mendrugos que nos tiraron no evitó que continuaran las torturas hasta prolongadas horas de la madrugada. Todo el día y toda la noche oímos el mismo fatídico y enloquecedor aquelarre, el mismo maldito golpeteo de los cerrojos de las puertas de hierro de los pasillos y de las celdas que las abrían y las cerraban, los mismos gritos, casi aullidos, quejidos y ayes. Y en avanzadas horas de la madrugada notamos algo raro. Los verdugos cantaban y silbaban en una forma peculiar, algo así como lo hacen algunos muchachos y hombres que creen en fantasmas. Indudablemente tenían miedo. El miedo de la Leyenda Negra. El miedo del perro al que enseñaron a matar indios y llegó un día que se aterrorizó de su propia obra. Por fin, aquella noche cesaron las torturas físicas y comenzaron las mentales: ahora abrían con violencia las puertas de las celdas y nos llamaban groseramente; nos poníamos de pie y habiendo satisfecho su propósito volvían a cerrar las puertas y se retira- ban. En algunas ocasiones se llevaban a uno de los compañeros y no volvían a traerlo. En estos casos pensábamos que lo habían asesinado, pero no todos tuvieronese triste destino, porque luego comprobamos que a algunos los llevaron a otras celdas.Así transcurría el tiempo y una de las tantas mañanas trágicas, al abrir el carcelero la puerta de la celda, lo hizo llevando un pañuelo que le cubría la nariz. Ya despedíamos mal olor. Sin duda que la falta de baño, las heridas sin haber sido curadas, las necesidades fisiológicas en la misma celda y la promiscuidad, habían creado un ambiente insoportable para ellos, pues, nosotros, o teníamos embotado el sentido del olfato o estábamos acostumbrados al ambiente que nos rodeaba. 

[Párrafos omitidos para ahorrar espacio]

Logrado esto, lo introdujeron en la celda y me informó después de un rato que Ramfis y Radhamés habían regresado. Que ellos y sus secuaces lo llevaron a él y a Modesto Díaz al fondo del patio, los interrogaron brutalmente, los amenazaron que los fusilarían si no declaraban y habiéndose negado a hacerlo, hicieron reiterados simulacros de fusilamientos, aplazando este propósito para torturarlos en una forma que ya mi mente aguijoneada y deshecha por estos recuerdos, se niega a repetir.Desde que inicié esta desagradable y tétrica narración,se ha agudizado mi insomnio. El tratamiento que me recomendó el médico ya no es efectivo. Casi todas las noches logro dormirme a las tres o cuatro de la mañana. Esnecesario que termine esta tarea cuanto antes, porque cuan-do escribo determinados episodios, siento ligero alivio ypienso que descargado mi cerebro de todas aquellasescenas, tan terriblemente impresas en él, quizás un telóncubra ese pasado sombrío y tenebroso.Se sucedían los días y las noches y continuaban implacablemente los macabros alaridos de las torturas. Uno de nuestros compañeros, un joven profesional, presentó violentamente los síntomas de locura. Al principio pensamos que sus raras ideas eran malas apreciaciones nuestras, pero con desesperación comprobamos la triste realidad de que estaba loco. Esta desgracia no nos sorprendió,porque era la reacción natural al terror que nos envolvía y ella aumentó nuestros sinsabores, por lo que significaba y porque constantemente debíamos intervenir para que no continuara hablando muchos temas inconvenientes.Una mañana procuraron a mi hijo Bolívar y cuando lo regresaron a la celda, me dijo que lo había recibido una persona que probablemente pertenecía a la “OEA”, por su aspecto y por los modales y decencia con que lo había tratado. Luego me condujeron ante él. 

Nota: Su hermano, Miguel Angel Báez Díaz, no sobrevivió a las torturas. Lean más arriba sobre los macabros hechos que le provocaron la muerte en Revelan crímenes de Ramfis y Radhamés

Pueden acceder al libro en este link: https://www.scribd.com/doc/301759674/En-Las-Garras-Del-Terror

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