CRÍMENES I

(Por favor ver AVISO IMPORTANTE en la INTRODUCCIÓN)

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En una ocasión subimos el presidente Trujillo y yo al ascensor de la presidencia, y en el trayecto, luego de un breve silencio, fijó su mirada hacia mi, levantó su mano derecha y con el dedo índice se lo deslizó en forma de semicírculo alrededor de su garganta, diciendo al mismo tiempo, yo solo creo en eso. No comenté nada, y al salir del ascensor nos desplazamos por el pasillo de la segunda planta del palacio del gobierno”.

La palabra encadenada
Dr. Joaquín Balaguer (uno de los dos colaboradores más cercanos del dictador)
Taller, 1985, RD, pág. 358

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RESUMEN

RADHAMÉS ACRIBILLA A PRESOS POLÍTICOS - 20 MUERTOS


Chicago Tribune Press Service, pág. 11 (Part 1)
The Spokesman-Review , pág. 22
The Miami News, pág. 2 (sección A)
June 9, 1961

Además, el testimonio de José Perozo en EL INFORME, testigo presencial

Varios periódicos estadounidenses publicaron la noticia durante la segunda semana de junio, 1961 informando que Radhamés Trujillo, hijo del dictador ajusticiado el 30 de mayo, Rafael Leonidas Trujillo, había acribillado con una ametralladora y matado por lo menos a unos 20 prisioneros políticos que se encontraban detenidos en la base aérea de San Isidro. Radhamés empezó la masacre tan pronto llegó a esa base militar desde el aeropuerto Trujillo cuando arribó proveniente de París junto a su hermano Ramfis. La noticia señala que no pudo seguir matando a mansalva a los otros prisioneros porque militares inmovilizaron a Radhamés y lo desarmaron por órdenes de su hermano Ramfis. Es muy probable que ya Ramfis presintiera el fin del régimen y, sintiendo un futuro incierto, queria evitar posibles represalias por asesinatos masivos innecesarios. Radhamés fue llevado a la casa de su madre donde lo mantuvieron bajo control.

Fuentes diplomáticas confirmaron esta noticia que corría por toda Ciudad Trujillo. En la base de San Isidro, donde ocurrió esta masacre, había una misión permanente de consejeros norteamericanos; estos posiblemente le comunicaron el hecho a su centro en Washington, a la embajada americana en RD y posiblemente a ciertos medios de prensa. También había entrenadores de otros países como Brasil. Dado que no había ningún tipo de libertad de expresión y que todos los medios de comunicación social estaban totalmente controlados por el régimen, esta masacre no fue reportada en el país y los dominicanos confiaban mucho más en las fuentes extraoficiales cuando se trataba de violentos incidentes políticos o militares.

Esta noticia fue avalada recientemente en 2010 por uno de los testigos presenciales de este macabro atropello. En una entrevista televisada que le hiciera Alicia Ortega para el programa televisivo El Informe a Juan Perozo (miembro de la conocida familia Perozo), quien era uno de los prisioneros políticos que se encontraban detenidos en la base de San Isidro, el hoy anciano nos cuenta con voz entrecortada:

Cuando mataron a Trujillo, había un cabo que era el que repartía los medicamentos y nos dijo 'mataron al Jefe'.

"Radhamés Trujillo...Radhamés Trujillo [decía] 'pónganse de espalda!', eran ráfagas de ametralladora, ráfagas de ametralladora, ametrallando los presos políticos, No sé como no nos mataron a nosotros… Bueno, yo no quisiera llorar porque son muchos los recuerdos que tengo, muchos los recuerdos que tengo."

Pueden leer el resto de las declaraciones de Juan Perozo en la sección TORTURAS de este blog y ver esta entrevista en YouTube:http://www.youtube.com/watch?v=chiLF0fE6HQ. 

NOTA: Han logrado eliminar el video en YouTube de esta entrevista a Juan Perozo, un importate testigo de esta masacre del 31 de mayo, 1961. Suponemos que como se trata de una masacre cometida directamente por un Trujillo (Radhamés), se ocuparon de borrar esta evidencia directa. Les urgimos a los lectores interesados que apelen al medio que publico la entrevista en YouTube para que la coloquen ahí de nuevo, al alcance del pueblo dominicano.  

Ver a continuación una de los artículos publicados en la prensa internacional sobre esta masacre del 31 de mayo, 1961.  

También pueden leer sobre otras masacres o asesinatos en serie más abajo y en todas las secciones dedicadas a CRIMENES.






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TAMBIÉN PUEDEN LEER MÁS ABAJO:

- Los panfleteros de Santiago 
- CÁPSULA – Miles murieron en el Sisal y en Nagua
- 14 presos asesinados en dos masacres en la cárcel de Nigua
- Desiderio Arias se rebela

- Asesinatos durante la primera mitad del régimen 
- EXTRACTO – El complot de los sargentos, más de 50 asesinados
- El asesinato de Galíndez provocó otros crímenes
- Cincuenta años después, el espíritu de Almoina vive
- Crímenes contra la prensa en República Dominicana
- EXTRACTO – El exterminio de 89 miembros del MPD
- La matanza de haitianos en 1937 es una fatídica deuda 
- Opositores a Trujillo asesinados en la silla eléctrica
- Los crímenes de la dictadura de Trujillo en Mao  
- EXTRACTO – Jefe SIM Peña Rivera dice costumbre era…
- “La Piscina”, cementerio bajo el mar 
- La familia Bencosme contra Trujillo
- El primer asesinato político de la "Era"
- Palpitaciones de Santo Domingo: Los crímenes de los primeros 2-3 años
- Lista-muestra de víctimas (Alfred C. Hicks: Blood in the Streets)
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LOS PANFLETEROS DE SANTIAGO

Los Panfleteros de Santiago fueron un grupo de humildes jóvenes y algunos adultos, principalmente estudiantes de secundaria, artesanos y obreros de la ciudad de Santiago, cuyas edades oscilaban entre los 16 y 20 años de edad en su mayoría. En 1959 se organizaron para distribuir hojas y escribir grafiti antitrujillistas.  La mayoría fueron apresados y asesinados por la dictadura. Según se documentó, unos fueron ejecutados en forma sumaria y otros fueron torturados, electrocutados en la silla eléctrica, ejecutados y algunos cortados en pedazos. Sus restos nunca aparecieron

Como ejemplo de las torturas a que fueron sometidos, Aridia Guillén, hermana del líder panfletero Wenceslao Guillén, revela que “a mi hermano le sacaron las uñas a sangre fría, le mocharon un brazo y le cortaron los testículos.” 

Para más información, pueden visitar:  http://lospanfleterosdesantiago.blogspot.com. 

TREINTA Y OCHO PANFLETEROS ASESINADOS:

Wenceslao Marcial Guillén Gómez (Wen), fundador de U.G.R.I.
Napoleón Sánchez Cabreja
Mariano García (Marién)
Luís Ramón Roque Peña (Papilín)
Víctor González Party
Pedro Jaime Tineo (Profesor)
Francisco Manuel González Party (Manolito)
Avelino Fernández Bisonó
Ramón Ulises Liz (Ule)
Herminio Espinal (Polanco)
José Armando Díaz Hernández (Chichí)
Antonio Rafael Díaz Hernández (Simón)
Manuel Ramón Liriano (Chino)
José Ramón Osorio (Monguito)
Enrique Perelló (Enriquito)
Luís Prud-Homme (El Negrito)
Henriech Johanne Stresse Cepeda (El Alemán)
Jorge Marín
Jorge Khoury
Guarino Jiminián
Pedro Montás
José Oliva Espertin (Chivirico)
Ramón Antonio Mejía (Actividad)
Julio Cesar Encarnación Casado
Rafael Castro Portorreal
Denzil Castro Portorreal
Porfirio Gómez
Rafael Noble
Eugenio Perdomo Ramírez
Pedro Fuentes
Gilberto Fuentes
Ucho Capri
Eusebio Villamán, desaparecido posteriormente
Manuel Fernández Florentino
José Contreras (Chepe)
Domingo Russo
Samuel Dincey Torres
José Camilo Disla

SOBREVIVIENTES:
Domingo Cepeda (Fallecido)
Pedro Francisco Sánchez Buerdier
Ramón Antonio Veras (Negro)
Francisco Benedicto Rodríguez (Frank)
Rafael Colón (Fellito) (El Analfabeto)
Regino Pepín
Manuel Armando Bueno Pérez (Fallecido)
Juan Rafael Fermín, Fello, (Fallecido)
Miguel Luna (Fallecido)
Homero Herrera Velásquez


Cómo gran número de los pafleteros fueron eliminados:

El doctor Julio Miguel Escoto Santana, miembro fundador del 1J4 y ex presidiario de “La 40”, presentó en 2007 varios cargos contra un grupo de torturadores al servicio de la dictadura de Trujillo. En su querella, el doctor Escoto Santana le dijo al Procurador General de la República, refiriéndose a Los Panfleteros de Santiago, lo siguiente: 

"Después de una noche, dejé de verlos por unos días, y luego reaparecieron muy contentos a pesar de los golpes que habían recibido, y hablaban de que les habían hecho firmar unas cartas dándoles las gracias al Jefe por haberlos perdonado, y que también  les dijeron que los soltarían pronto. Pero..la noche del 29 y en a madrugada del 30 de enero de 1960, de repente apagaron todas las luces de La 40 y empezaron a cerrar las puertas de madera que había en la entrada de cada solitaria, dejando prácticamente en tinieblas dicho antro de torturas, y luego comenzó a oírse e ruido de motores de vehículos encendidos [para amortiguar los gritos], y a seguidas, escuchamos unos desesperados gritos y chillidos; y al subirnos sobre el inodoro de la celda, vimos por una estrecha ventana que había en la misma, cómo Clodoveo Ortiz los apuñalaba con un cuchillo que siempre portaba en su cintura, y al estrangulador Manolo Domínguez ahorcándolos con un tortor, y a Chacabano y a otros asesinos, matándolos a palos, metiendo sus cuerpos destrozados en sacos, y subiéndolos  a un vehículo cerrado que parecía una perrera de las que usaba la Policía en esa época, y después la sombría caravana arrancó, ignorando nosotros su destino. Esa misma madrugada, Johnny Abbes y Candito Torres, electrocutaron en la silla eléctrica al resto de los jóvenes Panfleteros de Santiago. Hasta la fecha, se ignoran dónde reposan los restos de esos adolescentes, vilmente asesinados, y por eso, en las investigaciones que se llevan a cabo, es pertinente que León Estévez, Candito Torres, Cesar y José Ángel Rodríguez Villeta, den respuesta a esa gran interrogante". 

Según el testimonio de un detenido, otro grupo de panfleteros fue asesinados a balazos poco después de ser apresados. Ver los comentarios de Francisco Benedicto Rodriguez en  Vejaciones y Asesinatos Dictadura de Trujillo en YouTube: http://www.youtube.com/watch?v=_2NN1emfgzs

También pueden leer el artículo en la revista Ahora titulado Crímenes del Trujillato: Los panfletistas, publicado el 15 de diciembre, 1962, págs. 33-35 (http://biblioteca.funglode.net.do/rahorafb/HTML/No.0023/index.html)

Nota: En La 40, era común que un día o varios días antes de matar a un preso político le dijeran que lo iban a soltar en los próximos días y le hacían firmar una carta agradeciéndole a Trujillo el haberle conmutado la pena. Esto lo hacían para lavarse las manos: si los familiares se atrevían a ir a la cárcel a indagar por su hijo, hermano o padre, les decían que ya lo habían soltado, les enseñaban la carta firmada y les decían que si los familiares no sabían donde estaba entonces probablemente andaba escondido o se había asilado en una embajada.









 

 

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CÁPSULA: 

Miles murieron en el Sisal y en Nagua


No solo se trata de desaparecidos por motivos políticos, como los participantes en la trama que culminó con la muerte de Trujillo, muchos de ellos honrados con el título de héroes nacionales, sino que también los hubo por razones económicas, como muchos obreros asesinados y lanzados a fosas comunes por aquel régimen al terminar los trabajos para los que eran contratados para evitar pagarles", agregó.

"Entre estas víctimas están las del campo de El Sisal, en Azua (sur), y los arroceros de Nagua, donde se calcula que murieron de 2.000 a 2.500 personas, también durante el régimen de Trujillo.

 
Allí murieron de hambre y enfermedades muchos campesinos que eran reclutados junto a presos políticos para trabajar a cambio de su comida, pero si se negaban eran acusados de algún delito y condenados a trabajos forzados”.

Articulo:  

Museo de la Resistencia reivindica la memoria de 25.000 desaparecidos
Por Jesús Sanchis
Listíndiario.com.do
31 de agosto, 2012

Cita de Luisa de Pena, Directora del Museo de la Resistencia Dominicana.
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Testimonio en video de genocidio en los arrozales de Nagua:

Francisco Benedicto Rodríguez: 
Santiago, 2011

Fui a Nagua a pasarme las vacaciones. Y ahí  yo iba a bañarme a la Boca  a la salida de Nagua. 

Ahí estaba Alcántara [general esbirro de Trujillo]. Cuando hicieron la finca de arroz de Nagua, y en una enramada que había a la orilla de la playa, mandaron a buscar todos los dueños de la tierra, yo estaba un muchachón.

Había un cofre y echaban todos los títulos de la tierra ahí y dizque le iban a pagar el dinero al otro día. Al otro día vamos a bañarnos a la Boca. Toda esa gente boyando que los ahorcaron a todos los dueños de la tierra. Ahí les cogí un odio a los jodidos Trujillos esos”. 

Noten, lectores, hoy llegamos a saber sobre esta masacre de campesinos cometida con tanta facilidad porque este adolescente (Francisco Benedicto) por casualidad fue con su amigo a nadar a ese lugar. Pregúntense cuántas masacres de familias y comunidades campesinas (aisladas) habrían ocurrido en los 31 años sin sobrevivientes ni testigos para contarlo.

Pueden ver este testimonio en el video  Vejaciones y Asesinatos Dictadura de Trujillo en YouTube: http://www.youtube.com/watch?v=_2NN1emfgzs 

Historia oral de la dictadura trujillista 
Archivo General de la Nación (AGN)

Fue de esta brutal manera que los Trujillos se apoderaron de esas tierras para desarrollar sus enormes arrozales privados, los más grandes del país. Pero el abuso no paró en las masacres de los dueños originales de las tierras. Los testigos de la época y los pobladores que todavía hoy viven en Nagua recuerdan que en la década de los cincuentas, camiones del ejército y de la policía salían por los pueblos a recoger personas en forma indiscriminada, los subían en un camión y se los llevaban a trabajar gratis a los arrozales que tenían los Trujillo en esa zona. El que se atrevía a quejarse, aparecía muerto. Una vez establecidas sus empresas arroceras, Trujillo hizo aprobar una ley prohibiendo la importación de arroz y monopolizó la exportación del mismo a través de su compañía Exportadora Dominicana C por A. 

El extenso documental del director Rene Fortunato, El Poder del Jefe, se refiere a esta extrema explotación:

"Otra modalidad del sistema de explotación dictatorial aplicado por Trujillo fueron los campos de trabajos forzados, en los cuales se obligaba a la gente a trabajar sin pagarle nada a cambio. Para abastecer de mano de obra estos campos de trabajo, el ejército realizaba redadas en todo el país y los detenidos que no tenían trabajo permanente eran acusados del delito de vagancia, enviados a prisión y de la prisión pasaban a los campos de trabajo forzado. Igual les sucedía a aquellos ciudadanos que no tenían en regla sus documentos de identidad conocidos popularmente como los tres golpes: la cédula, la palmita y el carnet del servicio militar obligatorio.

Según datos no confirmados, en estos campos de trabajo perdieron la vida alrededor de 10,000 dominicanos, sobre todo en los campos del sisal de Azua, en la s fincas arroceras de Nagua, en los caminos y carreteras, en la finca Mango Fresco de Virgilio Trujillo y en muchas otras propiedades de Trujillo y su familia."

El Poder del Jefe - Parte II
Min: 32, seg: 20
René Fortunato, Director 

Pueden leer más sobre los asesinatos y abusos extremos en Nagua en Pinceladas de la Era y el articulo El Sizal de Azua, campo de exterminio de anti-trujillistas en la sección ATROPELLOS de este portal.

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Vejaciones y Asesinatos Dictadura de Trujillo
(AGN – Entrevistas de Pedro de León Concepción)

Testimonio del lugareño rural Luzberto Alfonso Atizol (min: 12, seg: 19)

(Hemos corregido los errores gramaticales y de pronunciación del entrevistado para facilitar la comprensión de los lectores.)

PLC: Pedro de León Concepción
LAA: Luzberto Alfonso Atizol

LAA: De ahí de arriba del puente, de arriba de ese puente, ahí se largaban,
principalmente hasta una muchacha joven, me recuerdo yo que tenía unos cabellos.
Esa la encontramos nosotros allá en la boca del río, que nosotros los buscábamos...
Pero por eso era que te decía, yo te decía a ti, que yo muchas veces tenía que salir huyendo porque otros crímenes…..nosotros pescábamos y éramos de los que delatábamos: “¡Encontramos a uno ahogado!”

Y una vez vino un capitán, nos dice “bueno, ustedes están medio jodones,” a mí y a mi compadre …. , que éramos primos hermanos, que vivíamos aquí, pescábamos en bote.

Capitán: “¡Ustedes están medio jodones porque ustedes están encontrando a demasiados ahogados!” [amenaza]

No sabía, bueno, ...ahogado. Los sacábamos… “¡Sáquenlo, eso, vayan, llévenlo!”.
Los enterrábamos a la orilla, ahí abajo de esos escambrones, hacíamos hoyos y los
enterrábamos ahí.

PLC: ¿Ustedes mismos?

LAA: Sí, se enterró muchas veces.

PLC: ¿Y ninguna autoridad venía a darle…?

LAA: Sí, venían ahí, daban [inaudible]……. por eso estaban todos ahí, “¡eh sí, son ahogados!”

LAA: Hubo uno de esos que sacamos nosotros, me recuerdo yo, y ese fue un capitán que yo creo que era de Villa Duarte que lo….. que sé yo que, que tenía le amarraron la camisa, la cosa por aquí, así lo amarraron, y entonces cuando nosotros dijimos: “Coño, pero que sé yo que…

[Autoridad] “No hombre, no le hagan caso, que ese debió de haber sido un chulo de sos que se ahogo por alguna mujer o algo así.”



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Presos politicos asesinados en la carcel de Nigua en 1932 (14 victimas):


Estas dos masacres (total de 14 muertos) en la cárcel ocurridas en los pocos días de que al preso cubano Max Enríquez lo metieran en Nigua, llegaron a conocerse gracias a que el preso cubano pudo salir con vida hacia su país y se lo informó a su embajador. Nos debemos preguntar a cuántos mataban casi a diario, numerosos casos que nunca se llegaron a conocer porque no hubo un extranjero que los presenciara y tuviera la suerte de salir con vida hacia su país y así poder contárselo a su embajador, como en el caso de Max.

Noten que el proceso de apropiación de tierras por parte de Virgilio Trujillo (nombrado por su hermano como Secretario del Interior y Policía), usando estos métodos violentos, empezó casi desde el inicio de la dictadura: 1932. Virgilio siempre fue conocido en el país por usar su influencia política para extorsionar y acrecentar sus propiedades, al igual que casi todos sus hermanos.



Citamos al periódico norteamericano:

Nombró a su hermano, Virgilio, como jefe del ejército. Una de las jugadas de Virgilio era lanzar a ciudadanos ricos en la oscura cárcel de Nigua y mantenerlos ahí hasta que firmaran cediéndole sus propiedades. En un informe secreto de octubre 19, 1932, Enrique Loynaz del Castillo, embajador de Cuba en Santo Domingo, contó sobre la detención de un ciudadano cubano, Max Enriquez Ureña, a quien lo tiraron en la cárcel de Nigua para realizar trabajo pesado, acusado falsamente de haber complotado. Mientras Max estaba cumpliendo prisión de trabajo duro, El embajador Loynaz informó: 'Obedeciendo la orden de su patrón, los carceleros les quitaron la vida a ocho prisioneros en medio de la oscura soledad. Otra noche, cinco prisioneros políticos fueron sacados a patadas al patio central y fueron asesinados a 30 yardas de la celda de Max.'

En un esfuerzo por aterrorizar a Max para que firmara cediendo su propiedad, otra noche llamaron a seis prisioneros por su nombre diciéndoles que los iban a fusilar, luego los devolvían a las celdas. Otra noche les ordenaron a gritos a los prisioneros a que cavaran seis fosas de sepultura en frente de la celda de Max." Señala que otro ciudadano cubano, Fello Vidal, se encuentra en prisión hasta que entregue sus propiedades.

En otro informe fechado el 25 de octubre, 1932, el embajador cubano informa que un ciudadano inglés, James Palmer, quien valía aproximadamente $1 millón (hoy unos US$17.4 millones), murió de repente. Los herederos del señor Palmer le encargaron al Sr. Harper (gerente de una empresa en RD) a que liquidara sus propiedades, lo cual hizo de una manera legítima. Luego, la temible compañía “La 42” le echó la culpa de la muerte de Palmer a un rico ciudadano cubano, Elmudesi, quien les había comprado las propiedades a los herederos de Palmer por medios legales, transacción que fue sancionada tanto por las cortes británicas como por las dominicanas. Pero los Trujillos amenazaron con meter a Elmudesi en prisión por asesinato si no firmaba y entregaba las propiedades. Ya habían metido en prisión a Sanchez Cabral, abogado de Elmudesi, por defenderlo. Al final, a base de presiones y amenazas, las cuales obligaron al propio embajador cubano a huir a Haití, Trujillo y su hermano Virgilio se dividieron la mayoría de las propiedades.

El artículo informa que al insaciable Virgilio le sucedió en el cargo de ministro su hermano Aníbal Trujillo, un "antiguo cuatrero" quien incurrió en los mismos abusos. Este también se retiró como ministro ya rico en propiedades, cediéndole el cargo de Ministro de Guerra a otro hermano, Héctor Trujillo.

Recomendamos que lean en su totalidad, por favor, este extenso y detallado reportaje de 2 páginas y media (Peculiar People) sobre la violencia y corrupción de la dictadura trujillista publicado en 1938. El siguiente link los llevará a la tercera página del artículo (Pag.15). Tendrán que retroceder varias páginas hasta llegar a la pág. 10. Vale la pena leerlo, especialmente porque refleja la opinión internacional sobre el tirano ya desde 1938.

https://news.google.com/newspapers?nid=1368&dat=19380730&id=0INSAAAAIBAJ&sjid=Pw0EAAAAIBAJ&pg=7337,4844880&hl=en

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Desiderio Arias se rebela

Parte del Manifiesto al País publicado el 10 de junio, 1931 por el caudillo Desiderio Arias, a un año de la toma de posesión del tirano. Después de hacer un recuento de los asesinatos y masacres más conocidos cometidos por los esbirros del presidente "electo" Trujillo en el recién inaugurado estado de terror, Desiderio Arias explica por qué le retiró su apoyo a Trujillo, abandonó su curul y decidió volver a Mao como opositor al régimen:

Por todas estas gravísimas cosas, yo me confieso culpable de esta situación, toda vez que irreflexivamente favorecí la candidatura del general Trujillo. Mas yo deseo hacer constar que me engañé aquella vez por tener la creencia de que un hombre joven como él estaría enamorado de la gloria personal y del bien del pueblo y de la Patria y podía merecer todo por una obra de gobierno digna de la época y propicia del momento histórico que vivía la República. Tuve fe, repito, en el orgullo que pone la juventud que no se ha corrompido y creí que el general Trujillo hubiera sido capaz de hacer del país una verdadera nación organizada en donde el derecho, la justicia, el amor, la cordialidad y el respeto a la vida y a la propiedad constituyeran el patrimonio de la sociedad y de la patria”.

A los pocos días del manifiesto, el 13 de junio, 1931, un contingente de 132 hombres (muchos eran soldados vestidos de civil y presos criminales), salió de la fortaleza San Luis de Santiago con destino a Mao. Estos serían luego reforzados con contingentes militares. La campaña contra el popular caudillo Desiderio Arias y sus hombres había empezado.

Como era de esperarse, Mario E. Guerra, el periodista que le dio forma final al manifiesto de Desiderio Arias y que tuvo la audacia de publicarlo, fue detenido y cuando tuvo la suerte de que lo liberaran, se asiló en la legación de Haití para no quedar "accidentado". El embajador de Haití tuvo el valor de darle asilo y sacarlo del país, pero años después, Guerra regresó acogiéndose a una "amnistía" de Trujillo y poco después fue eliminado por el régimen. Por cierto, el Manifiesto de Arias en realidad fue publicado en Santiago, pero decía que fue publicado por una impresora haitiana, Imp. Citadelle, Cap. Haitien, porque ya para 1931 era demasiado peligroso atribuirle un documento crítico del gobierno a una impresora dominicana. 

Antes de su rompimiento definitivo con el régimen, hubo un par de reuniones entre Arias y Trujillo en que el segundo, supuestamente, buscaba hacer las paces con el caudillo liniero. A continuación reproducimos dos párrafos de un articulo de Juan José Ayuso sobre esta última reunión en la cual Desiderio Arias selló el rompimiento: 

De acuerdo a lo relatado por el señor Máximo Ares García (Pasito) miembro del Partido Liberal, luego del encuentro Arias-Trujillo, logró entrevistarse con Arias, en la residencia de Salomón Haddab en Mao, para indagar sobre los resultados de la entrevista y el guerrillero liniero le reiteró los términos con los cuales se habían dirigido a Trujillo. Y son los siguientes:

Yo no soy su enemigo. Me brindé a darle colaboración a su gobierno, pensando que su gobierno iba a seguir la tradición de respeto hacia la ciudadanía que la República Dominicana había consagrado durante muchos años, pero en su gobierno se están cometiendo una serie de crímenes y yo no puedo permitir que mi nombre se involucre en los crímenes y atropellos que se están cometiendo… Esa es la circunstancia que me mantienen un poco alejado de usted… Yo no retornaré a la capital de la República”.

Sobre las circustancias en que asesinaron a Desiderio Arias, los lectores pueden leer, entre muchos otros, el artículo Como asesinaron a Desiderio Arias, de Manuel Rodríguez Bonilla en respuesta a los comentarios de Euclides Gutiérrez (diputado trujillista e hijo de un militar trujillista). Este es el link: https://bonoc.wordpress.com/2013/08/18/como-asesinaron-a-desiderio-arias/

La forma minuciosa en que Trujillo tramó la eliminación de Desiderio Arias demuestra el método bien calculado y maquiavélico con que operaba el Benefactor a la hora de matar a las personas de relevancia. Otros artículos comentan sobre las familias campesinas que mataron por ser remotamente sospechosas de apoyar o de simpatizar con Desiderio Arias.

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Traducción:

Políticamente, el Benefactor procedió con fría crueldad a liquidar a sus enemigos. Un cálculo autenticado por numerosos testigos fidedignos e informes del Foreign Policy Association es que entre 3,000 y 5,000 fueron asesinados. Las detenciones y ejecuciones han disminuido pero todavía continúan -tal como lo expresó un miembro del cuerpo diplomático extranjero en Ciudad Trujillo, “en forma muy callada”.

God and Trujillo
George Kent
The Inter-american, V, pág. 16
Marzo, 1946





ASESINATOS DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL RÉGIMEN

Según Albert C. Hicks (Blood in the streets: The life and rule Trujillo - 1946) “durante el período inmediatamente después de las elecciones, desde el verano de 1930 hasta octubre, 1931, por lo menos mil dominicanos que estaban en la lista negra de Trujillo fueron asesinados. Otros miles cayeron prisioneros y fueron torturados”.

Cuenta Germán Ornés en su libro Trujillo, el pequeño Cesar del Caribe que “Los opositores sacados a la fuerza de sus hogares eran lanzados en celdas infestadas de bichos en la prisión de Nigua, una prisión llena de malaria cerca de la capital. Por medio de cateos ilegales, rapto y asesinato, la banda 42 aterrorizó a la población. Toda una generación de líderes democráticos dominicanos fueron eliminados, toda oposición erradicada y cualquier pequeña llama de impulso político fue aplastada."

"Para quedar ahogado en el baño de sangre, un individuo no tenía que ser persona activa en la política. Era razón suficiente tener a un pariente cercano que lo estuviera. El Dr. Gerardo Ellis Cambiaso, un oponente activo del régimen, buscó refugio fuera del país para evitar la persecución, pero dejó atrás en la República Dominicana a su hijo Gerardo Ellis Guerra, un estudiante de secundaria sin ningún tipo de afiliación polítca. Una tarde, mientras caminaba con su novia por la calle principal de Santiago, el joven fue herido mortalmente en una balacera que se desató."

"Familias enteres (los Perozos, los Bencosmes, los Patiños, los Vallejos) perdieron a la mayoría de los hombres durante estas primeras purgas o en los años que siguieron poco después”. 

[Los lectores pueden descargar gratis por completo este interesante libro (versión en inglés) Trujillo, Little Caesar of the Caribbean publicado en 1958 desde el exilio por Germán E. Ornés, ex director del periódico El Caribe en: www.latinamericanstudies.org/book/Trujillo_Little_Caesar.pdf
 
A continuación reproducimos buena parte del valioso libro De Lilís a Trujillo escrito por Luis F. Mejía después de marchar al exilio en 1944. Luis F. Mejia fue abogado, catedrático, diputado por 6 años (1924-1930), historiador y activista antitrujillista en el exilio. Los asesinatos mencionados en este texto ocurrieron todos entre 1930 y casi 1944.

En este largo texto que reproducimos a continuación, no subrayamos los asesinatos y atropellos mencionados como lo hacemos en otros artículos o libros en este portal porque son tan numerosas las víctimas que menciona el autor que habría que subrayar casi todo el texto.

A través de nuestras investigaciones después de leer este texto, hemos quedado altamente impresionados por la veracidad de este copioso compendio de víctimas (hasta la fecha de su publicación, 1944) puesto que en dichas investigaciones nuestras hemos encontrado segundas y terceras fuentes que confirman casi TODOS LOS ASESINATOS mencionados por nombre en este libro (decimos "casi" simplemente porque no hemos tenido tiempo de investigarlos a todos). Sin embargo, no incluimos esas segundas referencias porque, como verán, son tantos los asesinatos citados en este texto que abarrotaríamos esta sección (ya en sí colmada de información) con duplicación de nombres y datos y sus respectivas referencias. Sin embargo, para los que tengan dudas, los invitamos a investigar los nombres de cada una de las víctimas mencionadas por Luis Mejia en la Internet, seguros de que encontrarán que otros historiadores se refieren a dichas víctimas. No hay que olvidar que la población de RD segun el censo de 1930 era de poco más de 1 millón de personas y que entre 1945 y 1950 era de poco más de 2 millones de personas en que la clase media y alta dominicana eran pequeñísimas. Hablar con los dominicanos de esos años dejaba la impresión de que todas las familias se conocían directa o indirectamente. El que escribe lo sabe por experiencia propia por las conversaciones con nuestros padres y abuelos.

Hacemos estas observaciones porque cualquiera que lee el siguiente texto saturado de asesinatos y desapariciones, realmente no lo creería a primera vista, en parte porque Luis Mejia a menudo sólo nos presenta una lista de victimas sin darnos detalles de la situación, pero principalmente porque la gran cantidad de asesinatos se cometieron por causas caprichosas o injustas y por la forma expedita y fría con que les quitaban la vida, lo que hace que los relatos parezcan sacados de la imaginación de un mitómano morboso. Ciertamente el reino de terror del Trujillato fue tan alucinante que la realidad resultaba ser mucho más increíble que la ficción.

EXTRACTO: De Lilís a Trujillo (Luis F. Mejía, 1944):

“Trujillo brindó plenas garantías al general Alberto Larancuent. Al ponerlo en libertad en septiembre de 1930 lo recibió cordialmente en su despacho. Un abrazo selló la despedida. En la noche de ese día, invitado Larancuent a una entrevista en el Parque Colón, cuando aguardaba a quien iba a proponerle un negocio, se apagó la luz, cuya llave se halla en el Cuerpo de Policía. En seguida un encapotado lo hirió de gravedad. Murió horas después en el Hospital.

El general Cipriano Bencosme andaba fugitivo por los campos del Cibao a fines de 1930. Se le persiguió implacablemente. Centenares de personas, entre ellas familias enteras, fueron fusiladas, por razón de haberlo escondido o de no dar informes sobre su paradero. Descubierta por una traición la casa donde dormía, un pelotón de soldados le dio muerte. Lo sepultaron allí mismo. Trujillo, al recibir la noticia, ordenó desenterrar el cadáver y exhibirlo tirado sobre la acera de una calle de Moca. Un jefe rifeño habría hecho otro tanto. ¿Pero habría ido, días después, como lo hizo el Generalísimo, a darle el pésame a la desolada viuda de la víctima? Visita de pésame recibida mansamente, porque la pobre señora tenía varios hijos por quienes temer.

Desiderio Arias reconoció el error de sumarse a la cuartelada de febrero del 30. El gastado guerrillero quería hacer algo en reparación de sus faltas; pero como carecía de los medios necesarios, aceptó las garantías de Trujillo, en una entrevista en que pudo darle muerte, de lo que se abstuvo por cumplir su palabra empeñada. Vuelto a perseguir y vendido por un falso amigo, le quitaron la vida en la manigua. Su cabeza fue llevada en un macuto al Generalísimo por el oficial que lo ametralló, quien obtuvo, como recompensa, un ascenso militar. También la viuda de Desiderio recibió la macabra visita de pésame del victimario.

El procedimiento favorito del Generalísimo es matar de sorpresa. En ese caso ejecutan sus órdenes un desconocido individualmente o un grupo de desconocidos que tripulan un automóvil, llamado por el pueblo La Lechuza o el Carrito de la muerte. Así asesinaron,  en una calle céntrica de Santiago, al estudiante de veinte años, Gerardo Ellis Guerra, cuando paseaba con su novia. Así dieron muerte al general José Brache, anciano de setenta años, a la salida de un cine; a Eligio Esteves, agricultor mocano; a Armando de los Santos, cuando regresó de Caracas; al general Tancredo Saviñón, en la Noche Buena de 1938, a Tuti Grullón, a Arturo Vallejo, a Mateo Aguilera, a Victoriano Almánzar, a Tito Amarante, a Quintino Bencosme, a Julio Alberto García, a Andrés Infante, a Benito Labrador, a Eugenio Lithgow, a Luis Ricardo, a Ramón Silverio Sandoval, a Ramón Silverio Gómez, a Juan Steffani, a Camin Suro y a centenares de ciudadanos, cuyo único delito consistió en estar señalados como enemigos del régimen, por haberlo exteriorizado imprudentemente. Pero el procedimiento no tardó en caer en el descrédito. Los desconocidos fueron pronto bien conocidos.

Cuando El carrito de la muerte hacía su aparición, por lo regular al anochecer, en un pueblo del interior, sus habitantes se ocultaban y las puertas de las casas eran cerradas con presteza. A veces, si un sólo individuo perpetraba el asesinato, personas del pueblo lo perseguían y al capturarlo entregábanlo a la justicia. Entonces el sacrificador era sacrificado en la prisión, o se le aplicaba la ley de fuga, para asegurar su silencio. Esa muerte la recibieron el Aruñao, asesino del general José Brache, por haber herido también a la esposa de un americano, y el sargento de la Policía Municipal Sindulfo Benavides Minaya, quien dio muerte, sacándolo de la cárcel de San Pedro de Macorís, a Colón Piris, joven estudiante puertorriqueño, de diez y seis años. Al enterarse del fin de su hijo, la madre de Piris se fue a Puerto Rico. Desde allí dirigióse a la Cancillería americana en reclamo de justicia. En San Juan hubo manifestaciones públicas para protestar contra el crimen. El Cónsul dominicano tuvo que solicitar protección de la policía. El Generalísimo hizo callar para siempre al matador, gracias a la ley de fuga, y a la reclamante la indemnizó con esplendidez.

El Carro de la muerte fue sustituido después por el moderno paseo, menos espectacular. Dos cubanos, famosos miembros de la porra machadista, uno llamado José García, entraron al servicio de Trujillo. Cuando recibían orden de matar a una persona lo invitaban u obligaban a montarse en su automóvil. Salían de excursión a las afueras de la ciudad, Santiago o la capital casi siempre, y después de cumplir su misión arrojaban el cadáver por algún barranco. Jesús Ma. Patiño, Nicolás Cantizano y Carlos Russo, jóvenes estudiantes santiagueros, Rigoberto Cerda, Plácido Morel, Julio Pou Pérez, Alfonso E. Perozo, y un gran número de personas más, perecieron en esa forma. Sus cadáveres fueron hallados putrefactos algunos días después de su desaparición. Al fin Trujillo se cansó de los cubanos y les aplicó sus propios métodos.

Sin embargo, el paseo siguió y sigue de moda. Afortunada ha sido la suerte de quienes así recibieron la muerte, pues los acusados de haber participado en alguna conspiración han tenido más cruel y trágico fin. Wenceslao Guerrero quiso librar a Santo Domingo de su verdugo, lo cual no pasó de proyecto. Denunciado, fue reducido a prisión. Sometido a las más crueles torturas, sufrió la fractura de las piernas y los brazos. Después lo fusilaron en el Aguacatico, a orillas del Ozama, con varios coacusados más, igualmente atormentados. El general venezolano Arévalo Cedeño, preso por Trujillo en 1932, lo asistió y consoló en un calabozo de la Torre del Homenaje, la noche anterior a la ejecución.

El Generalísimo suele dar grandes muestras de valor. Así, en abril de 1934, con el pretexto de estar conspirando, fueron reducidos a prisión los doctores Ramón de Lara, Miguel A. Pardo y Félix Raymond; los licenciados Abigaíl Delmonte, Bienvenido García Gautier y Ramón Valdez Pimentel, y los señores Juan Sedes, Carlos Álvarez Ruiz, Ramón Pimentel, Salomón Dauhajre, Agustín García Navas y Mayía Acta. Se les puso el traje rayado de los presidiarios. Pocas horas después fueron llevados, con excepción de los doctores Lara y Pardo, a las oficinas del alto comando del Ejército, donde se les colocó en fila, rodeados de soldados armados. En seguida se presentó ante ellos el Epónimo, con un bastón en la mano y un seño iracundo en el rostro, y les dijo: “He venido a conocer a los asesinos que me quieren matar, ustedes son unos hijos de… ¡Sálgame ahora! A mi me sobra lo que a ustedes les falta”. En seguida les fue pegando por la cara con el bastón a uno por uno, diciéndoles toda clase de insultos. Cuando llegó ante el licenciado García Gautier le dijo –Y a ti, viejito, no te pego por respeto al Santo Sepulcro. García Gautier, aficionado a títulos y condecoraciones, es caballero del Santo Sepulcro, investidura que recibió en la Catedral de Santo Domingo con gran solemnidad. Eso lo salvó de aquel ultraje. [Suponemos que influyó fuertemente el hecho de que representantes de Trujillo ya estaban agenciando la concesión de esta investidura del Santo Sepulcro la cual, efectivamente, obtuvo el Perínclito meses después en 1935.]

En el 1934, y a principios de 1935, se descubrieron dos conspiraciones. Una en Santiago, formada por jóvenes profesionales, profesores y estudiantes, aliados con algunos veteranos de las guerras civiles, empleados de comercio y obreros. Entre los primeros se contaban los doctores Juan Isidro Jimenes Grullón y Francisco J. Castellanos, el profesor Ángel Miolán, Ramón Vila Piola, y los estudiantes, Nicanor Saleta, hermanos Liz, Rafael Veras, Jesús Ma. Patiño, Guaroa Félix Pepín, Carlos Cantizano, Luis M. Helú, Ramón Valverde M., José Rafael López, Sergio Ildefonso (a) Kaporit, Rafael O. Moscoso, Chichi Valera y otros más.

La mayoría, menores de veinte años, eran alumnos de la Escuela Normal de Santiago. El segundo grupo lo constituían, entre otros, el general Daniel Ariza, Rigoberto Cerda, Ramón E. Michel, Germán Martínez Reyna, Tomás Ceballos, Francisco Montes de Oca, Andrés García, Plácido A. Pina y José Najul. La conspiración fracasó en su propósito de atentar contra la vida del Generalísimo, sin llegar a un principio de ejecución. Varios adolescentes colocaron algunas bombas, de manufactura criolla, en determinados sitios; no hubo desgracias personales. Presos los más señalados y torturados, Vila Piola habló. Por sus delaciones prendieron a todos los comprometidos, con excepción del doctor Castellanos y de Miolán, que pudieron salir antes para el extranjero. Al general Daniel Ariza le rompieron, con una vara de hierro, varias costillas; después pereció bajo el tormento del fuego. Francisco Montes de Oca apareció ahorcado en su celda. Los demás fueron juzgados, cuarenta y cuatro en total, y condenados a diversas penas, desde cinco hasta treinta años de trabajos públicos. Vestidos con el traje barreado de los criminales y bajo el látigo de inmisericordes capataces trabajaron en las carreteras. Sin embargo, Trujillo quiso ser magnánimo,–a él no le agrada tener presos– y los indultó un año después. Ya en libertad, los desconocidos dieron muerte a Rigoberto Cerda, a Chichi Valera, a Jesús Patiño y a Tomás Ceballos. Agustín Castro y Luis Ma. Helú perdieron la razón, debido a las torturas morales y materiales que sufrieron. Helú murió de tuberculosis. Fulvio Liz Cruz y Félix María Ceballos, el primero de 14 años y el último de 18 años, no resistieron el tormento, el hambre y el paludismo del Presidio de Nigua, se tuberculizaron también en la prisión y murieron a poco de salir de ella. Ese proceso fue instruido por Manuel A. González R., quien lo publicó en dos volúmenes, para hacer galas le su celo en velar por la vida del Generalísimo, cuyo panegírico hizo con emocionadas palabras el defensor de oficio de los acusados, al reconocerlos culpables. Terminaba así: “Por esas razones. Honorable Magistrado, inspirándoos en la magnífica obra de nobleza y de perdón del Primer Magistrado, el Generalísimo Rafael L. Trujillo Molina, quien tiene la bondad inmanente de los grandes hombres y la férrea voluntad de los grandes jefes, por vuestra reconocida disposición de Juez imparcial, concluimos diendo”…etcétera.

La otra conspiración tuvo efecto en la capital a fines de 1934. Acusados de tomar parte en ella fueron reducidos a prisión el doctor Ramón de Lara, el ingeniero Juan de la C. Alfonseca, el doctor Báez Ledesma, los licenciados Eduardo Vicioso, Abigaíl Delmonte y Fremio Soler, y Oscar Michelena, Amadeo Barletta, Carlos Franceschini, José Selig Hernández, Pupito Ellis Sánchez, Emilio Andújar, Dionisio Caballero, Federico Cordero Díaz, Rafael Reinoso, Delfín Ramírez, Negro Frías, Vitaliano Pimentel, José Peña, Juan J. Caballero y varios más. Todos sufrieron las mayores torturas. Con un haz de cables de luz eléctrica, atado a un palo, que llaman canta claro, se les azotó, colgados del techo y atados por las manos, hasta dejarlos sin conocimiento. Fueron juzgados y condenados a veinte años de trabajos públicos. También trajeados de presidiarios picaron piedras en las carreteras.

Empleábaseles en los más ruines oficios dentro del Presidio de Nigua, donde sufrieron de paludismo pernicioso, endémico en aquella región, Vitaliano Pimentel, Rafael Reinoso, José Peña y un hermano del asesinado general Larancuent murieron en la prisión; unos sucumbieron a palos, otros ejecutados después de torturados. Dionisio Caballero fue puesto magnánimamente en libertad. Poco tiempo después le dieron el paseo en Baní. Por un perro, que llevaba en la boca un pedazo de su cuerpo, se descubrieron sus restos, ya casi devorados por otros canes callejeros. El Gobierno italiano reclamó la libertad de Amadeo Barletta, su cónsul honorario, preso por haber establecido una fábrica de cigarrillos que competía con la Compañía Anónima Tabacalera, de la cual Trujillo tiene más del 50% de las acciones. El Generalísimo se negó a ponerlo en libertad. Lo presionaba diariamente con toda clase de amenazas para obligarlo a declararse culpable, pero lo soltó por gestiones del Gobierno americano. Destituyóse al Secretario de Relaciones Exteriores Logroño, con el fin de atribuirle la culpabilidad del incidente. Oscar Michelena pudo obtener su libertad, debido a su amistad con Sumner Welles. En la prensa de Puerto Rico, en un impresionante relato: “Cárceles de Trujillo” narró las espantosas torturas que le infligieron y cómo lo azotaron con el cantaclaro hasta dejarlo sin conocimiento. Los demás, al cabo de dos años de presidio, fueron libertados. El doctor Lara, el licenciado Vicioso y el ingeniero Alfonseca pudieron salir al exterior. Sus compañeros, menos afortunados, o se han hecho partidarios del Generalísimo y viven entonando loas en su honor, o arrastran una vida miserable, deseosos de pasar inadvertidos, de ser olvidados, para que no se les envié de paseo o vaya a visitarlos uno de los desconocidos, entre los cuales se cuenta un joven simpático y distinguido, Capitán del Ejército y excelente tirador, de apellido Oliva, quien entre sus piezas cobradas, cuenta a Rafael H. Hutarte, joven idealista, cazado en una calle de la capital.

Pero los adversarios y enemigos del Generalísimo no pueden experimentar una sensación de seguridad, ni en el exilio, aunque se hallen en la ciudad más grande de los poderosos Estados Unidos de América. Allí también hay desconocidos. Los licenciados Ángel Morales y Sergio Bencosme vivían en Nueva York, desde 1930. Un domingo en la noche del mes de abril de 1935 se encontraba Bencosme, hijo del asesinado general Cipriano Bencosme, en la pensión donde se hospedaban. Morales había salido, así como los demás pensionistas. Tocaron el timbre de la puerta. La patrona abrió. Entró un sujeto de tipo latino, como dicen en Estados Unidos, y pistola en mano la hizo retroceder hasta encerrarla en la cocina. A los gritos de ella salió Bencosme, a medio afeitar, y tropezó con el desconocido, quien le ordenó, apuntándole con su pistola, levantar las manos. –¿Dónde está el doctor Morales? –No sé, contestóle él. –¿Quién es Bencosme? –Yo soy, volvió a responderle. Le ordenó que se volviera de espalda y le disparó a mansalva, hiriéndolo de gravedad. Después huyó por las escaleras. Bencosme falleció al cabo de dos días. Abiertas las investigaciones judiciales, el Gran Jurado de Nueva York acusó de asesinato en primer grado a Luis Fuentes Rubirosa, dominicano, primo hermano del entonces yerno del Generalísimo, Porfirio Rubirosa, quien había estado en Nueva York en esos días. Fuentes Rubirosa salió por aeroplano, para Santo Domingo, inmediatamente después de cumplir su cometido. Se le hizo oficial del Ejército, antes de ser acusado como autor del crimen. Cuando se solicitó su extradición lo ocultaron. Todo hace presumir que ha corrido la misma suerte del Aruñao y de Sindulfo Benavides Minaya. Un coautor, cuyo testimonio puede comprometer en el mañana al Generalísimo no tenía derecho a estar vivo.

En el Ejército había hombres a quienes los crímenes ordenados por Trujillo, con sangre fría pasmosa, terminaron por hacer su posición insufrible. Se sentían responsables a causa de su pasividad. Uno de ellos, el coronel Leoncio Blanco tramó una conspiración. Entre los comprometidos se contaban el capitán Aníbal Vallejo, del cuerpo de Aviación, el general Vásquez Rivera, jefe del Ejército durante corto tiempo y separado del cargo por haber impedido un atropello de Petán Trujillo, hermano del Generalísimo. El Comandante de un barco del Gobierno, invitado a tomar parte en ella, los denunció. Reducidos a prisión, se les torturó sin piedad, como de costumbre. Al coronel Blanco lo ahorcaron en su celda. A otros comprometidos se les ejecutó silenciosamente. Sobre Vallejo recayó una condena de veinte años de presidio. Dos años más tarde recibió el indulto. Lo nombraron Inspector de Carreteras y en la frontera halló la muerte. Su cadáver fue arrojado en territorio de Haití. La prensa le atribuyó el asesinato a los haitianos. A Vásquez Rivera lo pusieron en libertad, por falta absoluta de pruebas. Se le envió de Cónsul a Burdeos, donde vivió unos años. Destituido del cargo, cometió el error de volver a Santo Domingo. Cuando el viaje del Generalísimo a Europa lo acusaron de conspirar nuevamente y lo prendieron. Aquél, al regresar, ordenó su muerte. Lo envenenaron en la cárcel y fusilaron a todos sus hermanos y a otros oficiales. También el Mayor Luis Silverio se suicidó en la prisión, a principios de 1940. Silverio era jefe de la Fortaleza San Luis en mayo y junio de 1930. Cuando José Estrella solicitó presidiarios expertos para la expedición a San José de las Matas contra los Martínez Reyna, él se negó a entregarlos sin consultar a Trujillo, quien le dijo por el teléfono: “obedezca las órdenes del general Estrella”. Ante lo horrible del crimen, le asaltaron después remordimientos. Desde entonces se condujo con benignidad. Esa conducta lo hizo sospechoso y motivó su expulsión del Ejército. Estuvo exiliado en Cuba, pero acosado por el hambre solicitó garantías. A fines de 1939 lo prendieron. El día de año nuevo de 1940 apareció muerto en su celda. Oficiales de menor graduación, sargentos, cabos y soldados rasos, han sido ejecutados silenciosamente en diversas ocasiones. Son muertos anónimos, cuyos nombres no llegan al exterior, sino el simple informe de que se acaba de realizar una purga.

En octubre de 1937 se efectuó uno de los crímenes más espantosos, no puede emplearse otro calificativo, de la Era de Trujillo. Se trata de una hecatombe semejante a aquellas que en honor de su dios Huichilobos realizaban los aztecas en sus grandes solemnidades religiosas. Ante las quejas de frecuentes robos de ganado en la frontera, que le presentaron, en medio de una fiesta, Isabel Mayer y otros hacendados de Monte Cristi, Trujillo ordenó la matanza de todos los haitianos radicados en territorio dominicano. Una semana duró el degüello. Quince mil, entre hombres, mujeres y niños, fueron sacrificados. En Moca se prendieron alrededor de ochocientos. Hacíaseles levantar el brazo izquierdo y los verdugos le hundían la bayoneta en el corazón. Los niños de pecho, cogidos por los piececitos, eran lanzados contra los árboles. En el Santo Cerro, Provincia de La Vega, en un zanjón, enterraron seiscientos haitianos. Casi todos fueron ejecutados con machetes, puñales y bayonetas. Se les obligaba, antes de sacrificarlos, a cavar sus propias fosas. Cuando las víctimas salían corriendo eran cazadas como fieras. Muchas familias dominicanas escondieron sus sirvientes y cocineras haitianas para salvarlas. Los ingenios azucareros del Este y la Compañía Yuquera, propietaria de haciendas en San Francisco de Macorís y Santiago, se negaron a entregar sus peones y obtuvieron permiso de enviarlos en camiones a Haití. Pero en otros lugares del Cibao se recogieron los haitianos, mediante la oferta de enviarlos a su país. Muchos confiaron en esas promesas y salieron de los sitios donde se ocultaban para presentarse a las autoridades. Cuando había un número suficiente partían los camiones repletos de familias. Al llegar a un sitio apropiado sus guardianes los sacaban a golpes, hacíanles abrir sus fosas y los degollaban a todos, como si se tratara de ganado. Hubo soldados que enloquecieron más tarde al recordar constantemente los ayes desesperados de las víctimas, algunas de las cuales pedían la muerte para ellos, pero el perdón para sus mujeres y sus hijitos.

Las órdenes del Generalísimo eran inflexibles; no había derecho a compasión, porque era una forma de traicionarle. En Santo Domingo ha existido un respeto tradicional por los extranjeros, quienes gozaron siempre de más garantías que los dominicanos. Nuestros Gobiernos sentían una especie de santo temor, ante ellos. No querían provocar conflictos internacionales, especialmente si eran ciudadanos americanos. Trujillo ha roto esa norma. Se ha burlado descaradamente del Presidente Roosevelt y del Secretario Cordell Hull, gracias a la política de buen vecino, porque sabe que, por una ilógica interpretación, el buen vecino no es el pueblo dominicano, sino él. Arregló el asesinato de Colón Piris con cincuenta mil dólares. La matanza de los haitianos parecía un asunto más difícil. En Haití hubo grandes manifestaciones públicas para pedir justicia. Aparecieron en la prensa fotografías de niños con machetazos en la cabeza. Obispos franceses, que ejercían su ministerio en aquel país, publicaron testimonios acusadores. En Washington, el Gobierno sintió la necesidad de tomar una actitud decidida. Parecía como si la sangre de los quince mil haitianos hubiera agotado la paciencia de la Cancillería americana. El representante Hamilton Fish calificó a Trujillo de bebedor de sangre y pidió, en el Congreso americano, el retiro del reconocimiento de su Gobierno. Una esperanza comenzó a brillar para los dominicanos; pero fue sólo una ilusión desvanecida. Los diplomáticos y el Nuncio de su Santidad actuaron a título de mediadores, con eficiencia y rapidez. El oro del Generalísimo hizo el resto. El Gobierno haitiano convino en recibir setecientos cincuenta mil dólares. Trujillo dio en efectivo doscientos mil. Se atribuyó a los exiliados el haber inventado la patraña de la matanza para calumniar al Generalísimo, pues se trataba de un simple incidente fronterizo contra cuatreros haitianos. Por haber protestado contra aquel crimen fuimos declarados traidores a la patria. Hamilton Fish aceptó una invitación para ir a Santo Domingo. Lo agasajaron espléndidamente. Cuando regresó, declaró su admiración por nuestro Generalísimo, iniciador, según dijo, de una Edad de Oro en la República Dominicana. Restablecióse la calma. –Señores, aquí no ha pasado nada, pudo afirmar sonriente nuestro Héroe. Según se publicó en el Washington Post y en numerosos periódicos americanos, en sus números de principios de agosto de 1942, con motivo de una investigación realizada sobre las actuaciones apaciguadoras del representante Hamilton Fish, opositor a la erogación de créditos de guerra y predicador de la neutralidad, se pudo comprobar que éste recibió, entonces, en un cheque de “The National City Bank of New York”, la cantidad de veinte y cinco mil dólares del Generalísimo Trujillo. ¿Cuánto le cuesta a la República Dominicana conservar en el mando a su Benefactor?

En el 1934 se le dio en Barahona, un paseo, del que no regresó, al profesor puertorriqueño Miranda. Los herederos fueron indemnizados. Pero todavía Trujillo no contaba entre sus víctimas un blanco, rubio, de ojos azules, nacido en Norteamérica. No tardó en presentarse la ocasión de demostrar que él se atrevía a todo. El Reverendo Barnett, pastor de una Capilla Episcopal en Santo Domingo, había enviado informes a periódicos americanos sobre los asesinatos de haitianos. Interceptada la correspondencia, una tarde Trujillo lo invitó a visitarlo en su Hacienda “Fundación”, a treinta kilómetros de la capital. Allí lo increpó en términos violentos por su intromisión en asuntos que no le atañían, pero el Reverendo no se intimidó –confiaba sin duda en su nacionalidad– y le contestó con firmeza. Le dieron muerte a tiros inmediatamente. El cadáver, llevado a la casa donde habitaba la víctima con la única compañía de un sirviente negro de las antillas inglesas, fue colocado, previa preparación del escenario, en forma de simular un asesinato por robo. El sirviente fue preso y procesado, pero su Ministro intervino en su favor e hizo responsable al Gobierno dominicano por si aparecía suicidado y lo soltaron. Entonces un puertorriqueño se confesó culpable. Su familia protestó desde Puerto Rico y también lo libertaron. Al chofer que llevó al rubio Reverendo a “Fundación” lo mataron los desconocidos. Trujillo sigue mandando. ¡Cuán agradable es la política del buen vecino!

Si quisiera narrar cómo han perecido, una por una, las cuatro mil víctimas dominicanas de la Era de Trujillo, necesitaría escribir un libro entero y no un capítulo. He descrito los casos más notables con el objeto de señalar los métodos utilizados para sembrar el terror. Santana, Báez y Lilís, en sus épocas de mando, en el siglo pasado, no ejecutaron más de quinientas personas, mucho menos. Los muertos en las guerras civiles de 1899 a 1916 tampoco alcanzaron a aquella cifra. Si la República Dominicana ha disfrutado durante la Era de Trujillo de una paz absoluta, ¿a cuántos habrían ascendido los eliminados de ocurrir un levantamiento? Pero en verdad hubo uno, que olvidaba. El del cabo Enrique Blanco. Este individuo había servido en el Ejército. Su buena puntería lo hizo acreedor de una medalla de tirador. Más tarde lo expulsaron del cuerpo y lo persiguieron. Se refugió en los montes. Estuvo un año prófugo, sin formar grupo. Se movilizaron tropas para capturarlo. Al llegar las patrullas a un bohío, donde hubiese estado oculto, mataban a cuantos los habitaban. Así murieron, como en el caso del general Bencosme, centenares de campesinos, pero los soldados temían encontrarlo; su rifle no fallaba jamás. Por último, cuando se le terminaron los pertrechos lo rodearon e iba a ser capturado: se suicidó. ¡La paz quedó restablecida!

¿Cómo ha podido Rafael Leónidas Trujillo realizar tantos y tan monstruosos crímenes sin que el pueblo dominicano, presto a combatir en otros tiempos a los gobernantes tiránicos, no se haya levantado para derribarle? Un cúmulo de circunstancias lo han favorecido. Desde el Gobierno del general Vásquez, él se ocupó en formar un Ejército suyo. No se requería instrucción alguna para ser oficial; bastaba mostrarse adicto a su persona, mientras se le servía de chófer o de asistente. Todo lo debían a él y todo lo esperaban de él. Directamente intervenía en la designación de cabos y sargentos. De ellos sacaba la oficialidad más tarde. Se opuso, con el general Vásquez, a la admisión en el cuerpo de cadetes de individuos que no fueran sargentos y puso obstáculos a la fundación de una Academia Militar, pues oficiales de carrera, no seleccionados por él, no le convenía... 

(Aquí detenemos el texto.)
Como nuestra intención con este texto fue sólo cubrir los primeros crímenes de la dictadura y como, además, ya es muy extensa la cita de este valioso libro, concluimos aquí el texto del libro De Lilí a Trujillo de Luis F. Mejía.

Para leer es resto de esta importante obra sobre los crímenes de la dictadura, pueden descargar el libro completo gratis en el portal del Banco de Reservas del Gobierno Dominicano

Debemos señalar que este libro solo cubre la historia hasta 1944, año en que fue publicado, por lo que excluye el resto de la historia criminal de la dictadura, especialmente sus últimos años en que el régimen entró en crisis y trató de aferrarse al poder incrementando el terror y la persecusión. Además, algo importante: Hasta donde hemos podido detectar sin poder asegurarlo por completo, este libro sólo se refiere a los crimenes de los años treintas, es decir, la pirmera década de la dictadura.
Para descargar gratis el libro completo puede hacerlo en:

www.banreservas.com.do/.../De%20Lilís%20a%20Trujillo.pdf
También les aconsejamos descargar gratis en pdf el libro Movimientos de oposición a Trujillo en la década de 1930-1939 por Emilio Cordero Michel: http://clio.academiahistoria.org.do/trabajos/clio178/Clio_2009_No_178-08.pdf
 
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EXTRACTO
EL COMPLOT DE LOS SARGENTOS
MÁS DE 50 CONJURADOS FUERON ASESINADOS
Extracto de: Movimientos conspirativos y el papel del exilio en la lucha antitrujillista
Por Francis Pou García
Págs. 176-177

“Otra manifestación de resistencia entre las filas de las fuerzas armadas trujillistas, se organizó una década después –desde finales de 1958 hasta después del desembarco de los expedicionarios de Junio de 1959– que se llamó Complot de los Sargentos, por el rango militar de sus integrantes que formaban parte de la Aviación Militar Dominicana. Sus principales cabecillas eran los sargentos Rafael Román Vargas, Ulises Jáquez Bencosme, Dalmiro Adames Moquete y Víctor Manuel Espinosa.

“Eran jóvenes veintiañeros graduados en técnicas y mecánica de aviación en la Escuela de las Américas, con sede en Panamá. Se desconoce el número exacto de sus integrantes, aunque se estima en unos cincuenta los que fueron asesinados por orden de Ramfis Trujillo, después de haber sido delatados por Alejandro Vásquez y enviados a las cámaras de torturas de la cárcel de El Nueve.

“Bernardo Vega. “Aboga por recordar a militares víctimas de Trujillo”. El Caribe. Santo Domingo, 17 de junio de 2003. En este artículo periodístico ofrece una lista de cincuenta y tres uniformados de la Base Aérea de San Isidro, que según informes de la embajada norteamericana fueron asesinados en 1959 por la dictadura. Emilio Herasme Peña ha realizado un magnífico video donde recoge numerosas informaciones, situando como fecha de la develación de esta conspiración en la segunda quincena del mes de agosto de 1959, momentos en que ya estaban siendo torturados y fusilados muchos de los héroes y mártires de Constanza, Maimón y Estero Hondo, en la propia Base Aérea de San Isidro, donde sus cuerpos fueron enterrados en fosas comunes.

 
“Se les ha atribuido el dificultar el éxito de la acción aérea que se desplegó frente al ejército de liberación que había llegado por Maimón y Estero Hondo, teniendo la marina que intervenir para hacer blanco en las lanchas de desembarco. Esta arriesgada acción de estos militares permitiría que una cantidad mucho mayor a los que cayeron a orillas de las playas pudieran penetrar tierra adentro. Chaljub Mejía, Rafael.”

Los siguientes son 36 de los 56 sargentos del escuadrón de mantenimiento detenidos, torturados en las cárceles El 9 y La Victoria y luego asesinados:

Ulises Jacques Bencosme
Manuel Vargas Román
Pasito Espinosa
Ramón Soriano
Morla Guzmán
Ortiz Terrero
Dalmiro Adames Moquete
Rafael Román Vargas (de Neiba)
Ángel Miro Santana (de Neiba)
Eladio Santana (de Mao)
Yique Santana (de Mao, hermano)
Oscar Emigdio de Oleo Montero
Federico D'Oleo Montero?
Victor Manuel Espinosa
Sijo Delmonte y Consuegra
Sánchez Suero
Juan María Goris
Raymundo Cuevas Sena
Dalmiro Oneil
Rafael Reyes y Reyes (de Tamayo)
Amable Reyes (de Tamayo)
Juan Tomás García Mota
Juan Bautista Mendez
Miguel Cabreja hijo
Fausto Gil Castillo Cabreja
Ruddy Balina
Romeo Román 
Mackay Rodriguez
Luis Noble Contreras
Pablo Noble Contreras (hermano)
El cabo Boché Pichardo
El sargento Tejeda
El raso Ortiz
Fausto Maceo
Carela Mota
José A. Guzmán


Sobrevivientes:

Teniente Guarionex
Sargento mayor Freddy Tobar
Segundo teniente Nico
Luis Rojas Durán

También leer:


Los sargentos, revista Ahora, No. 30, pag. 9 (Biblioteca FUNGLODE)

La Conjura de los Sargentos: El caso de Raymundo Cuevas Sena y Dalmiro Oneil Adames Moquete

Por: Alex Ferreras
http://www.neibard.com/alexcon.asp

http://unojotacuatro.blogspot.com

EL COMPLOT OLVIDADO: LA CONSPIRACIÓN DE LOS SARGENTOS, por Emilio Herasme Peña. En este libro, al cual no tenemos acceso, el autor presenta la lista completa de los 50 y tantos sargentos asesinados.



También ver artículo: Recuerdan crímenes horripilantes cometidos por régimen de Trujillo – II
http://historiayeducacion05.blogspot.com/2014/06/recuerdan-crimenes-horripilantes_28.html

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Para más detalles sobre el caso Galíndez en que se discuten otros crímenes relacionados, aparte de los que este artículo revela, así como comentarios sobre las últimas revelaciones sobre este caso, ver sección OTROS CRIMENES.

El asesinato de Galíndez provocó otros crímenes
Por Tony Pina
www.elcaribe.com.do


Uno a uno, del estilo el bajo mundo de la mafia siciliana, el régimen trujillista eliminó en un período de seis meses a todos los implicados en el secuestro y desaparición del exiliado vasco Jesús de Galíndez.

Ocho personas, al menos, murieron en extrañas circunstancias acaecidas en el país o en el extranjero. El objetivo de estas muertes, a veces encubiertas de tránsito o de suicidios, era borrar todo vestigio o evidencia que comprometiera la culpabilidad de la dictadura en el caso Galíndez.

La primera víctima de los asesinatos en serie que se sucedieron fue Robert Smith, un  empleado del aeropuerto de Long Island, quien fue la persona que el FBI estableció que abasteció de combustible el avión donde  fue transportado Galíndez a Monte Cristi. La sola condición de testigo de ese episodio le habría valido la muerte, pero Smith supo algo más para no escapar a su infortunio: vio en la cabina del avión a un hombre, aparentemente dormido, que emanaba un raro olor. (1)

El ciudadano vasco Félix Hernández, alias El Cojo, amigo de Galíndez y también espía de Trujillo, murió asesinado luego de retornar desde Venezuela. Sin embargo, la Policía, en una nota entregada al periódico El Caribe, consignó: “que Hernández había fallecido en un accidente de tránsito”. Empero, su cadáver no fue mostrado, ni tampoco se le entregó a sus familiares o allegados.

Días después, pero en el mismo mes de agosto y simulando otro “accidente de tránsito”, la ciudadana vasca Gloria Viera, concubina de El Cojo, murió “cuando conducía su automóvil por la autopista Duarte, en las inmediaciones de Villa Altagracia”.

El cadáver fue encontrado  en el interior del auto, frente al asiento del conductor, “a pesar de que la mujer nunca le puso la mano al guía de un vehículo ”. (2).

Los dos españoles fueron vinculados como las personas que se presentaron al apartamento de Galíndez la noche que éste fue secuestrado.

Los crímenes en serie  no terminaron ahí. El médico Miguel Rivera, quien drogó a la víctima antes de montarla en la aeronave, se “suicidio” con cianuro en su residencia de Santo Domingo. La noche antes, el galeno la pasó en vilo. “No pude dormir anoche”, recordó su esposa que le dijo su cónyuge.
Salvador Cobian Parra, coronel cubano que Trujillo designó en 1956 como jefe del Servicio de Inteligencia, un organismo de creación anterior al SIM, fue asesinado a tiros en su despacho en circunstancias que aún se ignoran, pero el caso apareció como un suicidio.

A Cobian Parra se le vinculó, al igual que al general Arturo Espaillat, alias Navajita, entre  quienes ejecutaron el secuestro y posterior asesinato de Galíndez.

El cadáver del piloto Gerald Lester Murphy fue hallado en unos acantilados del mar Caribe, el 3 de diciembre de 1956, en un hecho que al principio quiso encubrirse como accidente de tránsito, aunque posteriormente la autopsia determinó que el cuerpo presentaba cuatro tiros de pistola.

El día de su desgracia,  el norteamericano tenía previsto abandonar el país para contraer matrimonio en Estados Unidos.
Después del secuestro de Galíndez, Lester Murphy, piloto de la Compañía Dominicana de Aviación (CDA), viajó a La Habana,  donde jugó  casino en el hotel Copabana y desde allí voló a Miami, en donde adquirió un carro marca Oldmosbile por 2,350 dólares.

Esa y otras evidencias localizadas por el FBI consignan que Murphy recibió alrededor de 30 mil dólares como pago por su participación en el caso.

Debido a las presiones de familiares de la víctima y de congresistas norteamericanos, el gobierno de Eisenhower radicalizó las acusaciones contra Trujillo, quien reaccionó incriminando al piloto Octavio de la Maza de la muerte de Murphy,  presentado el caso ante la prensa como “una riña”.


Para cerrar el caso y bloquear las investigaciones, la dictadura actuó con torpeza: ordenó la muerte de Octavio de la Maza en una cárcel del Palacio de la Policía Nacional, en un hecho que fue presentado a la opinión pública como un “suicidio, pues la víctima se ahorcó con un mosquitero encontrado en su celda”. (3)

Muertos todos los que de una manera u otra participaron en el secuestro y asesinato de Galíndez, Trujillo replicó los ataques de la prensa norteamericana.

No obstante, ni el propio Ramfis, amigo de Octavio, se creyó la farsa.

Cinco años después, el tirano pagaría caro la muerte del hermano de Antonio de la Maza, el más decidido de los conjurados que acabaron con su vida la noche del 30 de 1961.

Bibliografía

Textos consultados


1) Trujillo, la trágica aventura del poder personal, páginas 267 y 349, Robert Crassweller.
2) Escritos de Galíndez, publicación del Archivo General de la Nación (AGN), páginas 45 y 87.
3) Trujillo, una dictadura sin ejemplo, Juan Bosch, páginas 140, 145 y 256.


NOTA: También pueden leer varios comentarios en la sección CRÍMENES II (El ritual de las muertes por "accidente") sobre el caso Galíndez en que se revelan aún otros asesinatos relacionados a la desaparición del profesor Galíndez no incluidos en este articulo.
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Cincuenta años después el espíritu de Almoina vive
José Almoina, quien fuera secretario particular del dictador Rafael Leonidas Trujillo, despierta interés a cincuenta años de su asesinato por el contenido de su obra
Escrito por: José Pimentel Muñoz
Elnacional.com.do

Cincuenta años se han cumplido  de la muerte a tiros en Ciudad  México de José Almoina Mateos, quien residió en Santo Domingo entre 1939 y 1947, período en el cual sirvió como maestro de Ramfis Trujillo y secretario particular de su padre, el dictador Rafael L. Trujillo Molina.
Según múltiples evidencias –algunas surgidas recientemente- Almoina Mateos,  nacido en España,  fue ultimado por orden de Trujillo por dos sicarios cubanos que fueron capturados, enjuiciados y encarcelados en México. 
El atentado ocurrió en  la mañana del 4 de mayo de 1960 y el fallecimiento se produjo al día siguiente en un hospital en donde hicieron esfuerzos por salvarle la vida.
El hecho causó  una conmoción en México y trascendió a todo el continente, incriminándose desde el principio al régimen trujillista.

En el cincuenta aniversario del suceso, el intelectual cubano Salvador Morales Pérez –autor de una fatigosa investigación que culminó el año pasado con el interesante libro  "Almoina, un exiliado gallego contra la dictadura trujillista",  está satisfecho del interés surgido en los últimos tiempos hacia la figura  del personaje, nacido en Lugo, Galicia.

Investigaciones
Muestra del interés es que el miércoles último, Morales Pérez disertó acerca de Almoina en la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Madrid, ocasión en la que donó ejemplares de su libro y se desató un debate sobre los intentos que siempre se han hecho para ocultar los crímenes de los gobiernos totalitarios.
“En España hay en estos momentos una controversia sobre los muertos del franquismo, porque al igual que en la República Dominicana los verdugos de la dictadura no fueron encausados”, dice  Morales Pérez, actual profesor-investigador en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, de Morelia, México.

Aunque no se acaban de abrir nuevos archivos en torno al caso de Almoina, Morales Pérez destaca que “lo novedoso está por venir por el interés levantado por mi obra y la del periodista gallego Xurxo Martínez Crespo, desconocido aún en Dominicana”.  (Este último es autor de una biografía sobre Almoina titulada “Exilio. Dominicana. México”.

Morales Pérez apunta que Fernando Muñiz Albiac, profesor jubilado del Instituto de Educación Secundaria León Felipe, de Zamora, España, tiene casi listo un libro sobre Almoina que trata del período anterior a su exilio, que comenzó en 1939, tras la guerra civil española. “Traerá novedades, sin lugar a dudas”, pronostica Morales.

Observa  que en Lugo, España, conoció recientemente al profesor Claudio Rodríguez Fer, quien está muy interesado en la obra literaria que dejó Almoina, particularmente en sus escritos acerca de autores gallegos. Revela que también ha conocido a Isabel Gómez Rivas, “joven universitaria que anda destapando a este gallego desconocido en su propia tierra”.

“Como se puede ver,  el proceso de recuperación está en marcha, pese a los obstáculos y los escollos  presentados por los que no quieren que estos episodios y personajes revuelvan el remanso de gobernanza actual”, destaca.

La motivación 

A un año de su libro y cincuenta del crimen, de varias cosas está convencido Morales Pérez. 
Primero, de que el  informe confidencial que sobre la política dominicana produjo Almoina en septiembre de 1947 (al poco tiempo de irse de Santo Domingo), destinado a gobiernos de distintos países americanos, fue el principal motivo de su asesinato.
A su entender, las  denuncias de Almoina en ese informe “entorpecieron las intrigas políticas de Trujillo para sentar su influencia en el área de modo terminante”.
 En su libro "Almoina, un exiliado gallego contra la dictadura trujillista",  publica íntegramente -por primera vez en una obra formal- lo que se titula “Informe confidencial que sobre la política dominicana produce el licenciado José Almoina Mateos, ex secretario particular del Presidente Trujillo". 

Almoina cometió el error de calzar con su nombre el "Informe confidencial" dirigido a los gobiernos de la cuenca del Caribe, en el que lanzó duras críticas a Trujillo, atribuyéndole serios planes intervencionistas en los asuntos internos de otros países. 

En el voluminoso informe, analizó -entre otras muchas cosas- las condiciones personales de Trujillo y le atribuyó ser "un enfermo mental". Llegó al extremo de imputarle degeneración sexual y práctica homosexual. 

Morales Pérez está seguro de que aunque el documento de Almoina fue manejado con mucha discreción, llegó rápidamente a las manos de Trujillo. Cuenta cómo él (Morales Pérez)  encontró en años recientes copias de la pieza en archivos de la cancillería venezolana y localizó referencias del mismo en Cuba. 

Además, hace una serie de explicaciones encaminadas a demostrar la trascendencia regional que tuvo ese documento a nivel diplomático y gubernamental y de la manera en que Trujillo se enteró del mismo.  

Almoina se ausentó del país a principios de 1947 alegando estar enfermo de tuberculosis y se radicó en México, donde tuvo una activa vida intelectual y produjo el "Informe confidencial" en septiembre de ese mismo año.  

Morales Pérez dice que “de la semilla del Informe confidencial germinó la idea de un libro de combate frontal contra el régimen de Trujillo, aunque escudado en el seudónimo de Gregorio R. Bustamente, el cual decidió titular  “Una satrapía en el Caribe. Historia puntual de la mala vida del déspota  Rafael Leonidas Trujillo”.
Tan solo un año y medio después de su “informe confidencial”,  terminaba con el libro, el cual –a juicio de Morales Pérez- fue “una bomba de acusaciones contra Trujillo” y   la segunda causa de su asesinato en 1960. 

La apología 

Pero en 1950 Almoina escribió otro libro, “Yo fui secretario de Trujillo”, atendiendo a peticiones  que a través de emisarios –y por escrito-  le hizo la Primera Dama, María Martínez.  

Morales Pérez  observa que después de la diatriba, con todo el fundamento ideológico y testimonial que la amparó, Almoina pasó a la apología de Trujillo. 

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Sobre el libro:

Crímenes contra la prensa en República Dominicana

Por Raffi Durán
Miembro del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP)
periodistasporlaverdadraffydurancdp.blogspot.com

El recuerdo de los horrendos crímenes cometidos contra más de una veintena de comunicadores durante la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo se mantiene latente a los 49 años del ajusticiamiento del sátapra de San Cristóbal.

Los asesinatos y persecuciones contra periodistas y medios de comunicación que hicieron frente a la cruel dictadura, comenzaron cuando Trujillo se desempeñaba como jefe del Ejército Nacional, siendo la primera víctima mortal el comunicador Virgilio Martínez Reyna, quien junto a su esposa, Altagracia Almánzar, fue degollado el 1 de junio de 1930. A cuatro días de asumir la Presidencia de la República, Trujillo ordenó la eliminación del corresponsal y animador cultural, Emilio Reyes Miranda.

La lista de los muertos, torturados, exiliados y perseguidos siguió extendiéndose con el paso de los días, meses y años. Unos de los casos más relevantes de la época fue el ataque a tiros contra el director del Listín Diario, Arturo Pellerano Sardá, quien en el mismo frente del rotativo fue herido en la pierna izquierda, y en un breve instante, fue acribillado de seis impactos de bala su hermano y secretario-tesorero de la empresa, Rogelio Pellerano Sardá (Colé). Este hecho ocurrido el 19 de noviembre de 1930, doce años más tarde, Trujillo decide cerrar el Listín Diario.

Los crímenes, que tenían como común denominador callar a quienes se oponían al gobierno, apagaron también la vida de los comunicadores Emilio Reyes, César Perozo, Julio Brache Cuello, Wenceslao Guerrero, Juan María Santil Villegas, Mario E. Guerra, Ramón A. Espinal, Diógenes del Orbe y César Augusto Batista.

Durante la tiranía también fueron asesinados Andrés Requena, Luis Escoto Gómez, Jesús de Galíndez, Teófilo Guerrero del Rosario, Freddy Millar, Julio Raúl Durán, Henry Ramírez, Antonio Javier Achécar, César y Alberto Larancuent, Ramón Marrero Aristy y Nelson Peguero, entre otros.

Los que sobrevivían fueron maltratados

Pedro Aníbal Fuente y José Almoina figuran en la lista de los ejecutados, según evidencia el libro “Crímenes contra la prensa”: atentados y censuras en República Dominicana, de la autoría de Oscar López Reyes.

Los que lograron sobrevivir a las persecuciones mortales fueron sometidos a vejámenes y maltratos por parte de verdugos, que por instrucciones del tirano, los humillaron hasta su máxima expresión. Rogelio Pellerano, Ángel María Peña, Rodolfo Coiscou Weber y Juan de Dios M. Delance, son sólo algunos de los que figuran en esa lista.

La caravana de atropellos contra los trabajadores de la prensa se manifestó con cárceles, desaparición y destierros. Emilio Morel, Horacio Ornes Coiscou y René Fiallo fueron condenados a 30 años de prisión por su lucha en contra del régimen trujillista. La lista se alarga con el encarcelamiento de Leovilgilio Urbáez (Pasito), Persio Franco, Félix Servio Ducoudray, José Israel Cuello y René Fiallo.


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EXTRACTO

(El exterminio de 89 miembros del Movimiento Popular Dominicano-MPD en 1960)
"En 1947, como consecuencia de los vientos democráticos que soplaban en el mundo sobre los restos calcinados del nazifacismo, Trujillo se presentó como gobernante democrático que auspiciaba bajo su mando la convivencia de partidos y fuerzas de oposición. Pero Trujillo fue uno de las farsantes más conspicuos que hayan existido, y aquel movimiento de apertura, al cual se acogieron los líderes del exilio, agrupados en el PSP regresando al país, se convirtió en sainete sangriento a los pocos meses, cuando algunos de ellos fueron asesinados como Freddy Valdez y otros apresados, torturados y obligados a buscar asilo en las embajadas latinoamericanas.

"Todavía algunos años después el brazo largo de Trujillo secuestró y desapareció en la Habana al líder obrero Mauricio Báez, uno de los dirigentes del Partido Socialista Popular que desempeñó un papel estelar en la lucha pública de 1947 y quien había eludido la persecución consiguiendo refugio diplomático.

En 1960, bajo el repudio continental a su dictadura obsoleta y bajo el cerco de aislamiento creciente, así como la pérdida de apoyo norteamericano, volvió a ofrecer “garantías” a los exiliados anti trujillistas para que regresaran a la nación y desenvolvieran sus actividades públicas en un clima de seguridad y participación igualitaria.

"La oferta fue aceptada de inmediato por el aguerrido e indoblegable Movimiento Popular Dominicano, cuya tesis fundacional fue sintetizada en la consigna de “Lucha interna o Trujillo siempre”. Las actividades de este grupo fueron bañadas en sangre por Trujillo ante el sorpresivo auge que tomaron sus acciones de masas y sus denuncias públicas contra la tiranía, desapareciendo a 89 jóvenes y sometiendo a bárbaras torturas y escarnios a sus dirigentes principales, Máximo López Molina y Andrés Ramos Peguero."


Artículo:  Valor histórico del 5 de julio de 1961


Por Tony Raful
Listindiario.com
30 de junio. 2009

Nota: Tony Raful es uno de los mas prestigiosos escritores y periodistas dominicanos, destinatario de varios premios nacionales y en el exterior. Siempre muy respetado por sus libros y articulos con base en investigaciones bien documentadas, sus escritos nunca han sido puestos en tela de juicio por otros investigadores. 



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La matanza de haitianos de 1937 es una fatídica deuda
Por Juan Manuel García
Periodista
Almomento.net
10 de octubre, 2012

El 2 de octubre de cada año, desde 1937, deberá de ser una fecha lúgubre para los dominicanos. Y mucho más lúgubre, para los haitianos. Dominicanos y haitianos de todas las generaciones.

Sentado en un diván pueblerino, calzando botas militares, cabalgando sobre la soberbia del dictador que empezaba a afincarse de manera definitiva en su maldad, Rafael Trujillo dio un zapatazo y gritó, sonando el eco de su voz en la madrugada, para que le llamaran al comandante militar de entonces, general Fausto Caamaño. Quería darle una orden, personalmente. La escena se desarrollaba en el Palacio Consistorial de Dajabón, en donde todavía, hoy, resalta la presencia de aquel edificio construido en madera.

Así dio inicio el fatídico suceso, extendiéndose durante cinco o seis meses, y que los dominicanos cargamos como herencia maldita. Como deuda nunca saldada, pese a las marrullas logradas por Trujillo, con los gobernantes haitianos, tan perversos como él mismo, para tasar en dólares cada cabeza haitiana degollada, o apaleada.

Trujillo no pensó en el número que la violencia desatada por su disposición generaría y agrandaría. Pensaba, más bien, en el éxito electoral que aquella inspección fronteriza que encabezaba le otorgaría para afincarse como el jefe total.

La historia no ha podido determinar con precisión la cantidad de haitianos muertos en aquella horrenda cacería de hombres, mujeres y niños que siguió a la orden de Trujillo. “Los años, las manipulaciones y los silencios cómplices hacen aparecer el hecho distorsionado, ignorándose con exactitud sus dimensiones”, expuse en la introducción de mi libro “La Matanza de los Haitianos. Genocidio de Trujillo, 1937”, al darlo a conocer en su primera edición, en 1983.

Ciertamente, a partir de entonces, los haitianos han ido convirtiendo en realidad indetenible, con gradualidad creciente, en una sentencia demoledora, aquel contenido de su Constitución, nunca bien advertido, de que “la isla es una e indivisible”.

Joaquín Balaguer, aquel canciller bisoño a quien tocó lidiar, en 1937, con aquella matanza que él mismo minimizó, rubricando con su firma que sólo se trató de “incidentes fronterizos”, dictó su propia sentencia: “Los haitianos son un pueblo más homogéneo, racialmente”, por lo que acabarán imponiéndose a los dominicanos. Y lo decía, en busca de sepultar, como al final lo logró, la posibilidad de que José Francisco Peña Gómez llegara a la Presidencia de la República. Siempre lo consideró un “haitiano con perspectivas presidenciales, en la República Dominicana”. Cosas que nunca negó el doctor Peña Gómez, ni su ascendencia haitiana ni su legítimo interés en la Presidencia dominicana.

Aunque el periódico Listín Diario y La Opinión, medios de prensa importantes de la época, silenciaron la noticia, el mundo entero y sus autoridades doblegaron la soberbia y osadía de Trujillo. Y lo estigmatizaron como un bárbaro culpable por aquel acontecimiento. El mundo conoció que los muertos fueron 17 mil, según el mismo Balaguer. o, 18 mil, según Frank Moya Pons, y más de 12 mil, para el historiador haitiano Jean Price Mars. Todos los historiadores dominicanos de la época hablan de más de 10 mil haitianos muertos. El acuerdo entre Trujillo y el presidente haitiano Stenio Vincent, el 31 de enero de 1938, no paró la masacre desatada.

Cuando indagué durante meses para mi trabajo periodístico sobre la matanza, encontré muchos obstáculos para realizar el trabajo. En la Secretaría de Relaciones Exteriores había centinelas funcionarios que daban la vida para que no los removieran de sus puestos en el Departamento de Asuntos Haitianos, sólo para que nadie indagara en papeles allí depositados. Algunos de ellos eran parientes de dueños de fincas ubicadas en la localidad de Restauración, fincas que fueron utilizadas como paredón, durante la matanza.

El licenciado Ramón Lugo Lovatón, “historiador”, llegó a confesar en el prólogo de la obra de Carlos Cornielle, sobre el Proceso Histórico Dominico-Haitiano, que si se le hubiese antojado publicar documentos que él poseía, de carácter militar y civil, se hubiese descorrido el velo de muchas verdades poco conocidas. Lugo Lovatón se llevó sus secretos a la tumba. Pero esos papeles andan por ahí.

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Opositores a Trujillo asesinados en la silla eléctrica

Por: Santiago Estrella Velóz
Historiador
Diariolibre.com

Los apologistas de Trujillo, públicos y soterrados, aparentan tener mala memoria. Pero deberían saber que todavía existimos dominicanos que recordamos con horror la tiranía, aunque muchos otros desconozcan los detalles, sea por ignorancia no deseada o porque las nuevas generaciones tengan poca afición a nuestra Historia.

Los trujillistas y sus simpatizantes deberían aguzar la memoria y recordar que durante la tiranía de 31 años que Trujillo encabezó, numerosos opositores fueron virtualmente "achicharrados" en la horrorosa silla eléctrica que funcionó en la cárcel de torturas de La 40, especialmente durante el mes de enero de 1960, tras descubrirse el Movimiento Clandestino 14 de Junio.

Esas torturas eran dirigidas por el tenebroso coronel del Ejército Johnny Abbes García, jefe del temible Servicio de Inteligencia Militar (SIM) ante la presencia de otros torturadores de la talla de Américo Dante Minervino, quien gozaba con azuzar contra los presos desnudos a Diana, su perra pastor alemán; Clodoveo Ortíz, Guillén el Cocinero, Cholo Villeta, el sargento de la policía Juan Reyes (a) Mi Sangre, y otros asesinos e incluso oficiales de la entonces Aviación Militar Dominicana, como el mayor César Báez y Báez, y Candito Torres, subjefe de la represión. Otro torturador era uno apodado Fliche Palma, quien aún vive y reside en Tenares.

Generalmente, los presos eran "ablandados" a palos por un sujeto apodado Chacabano, cuando no sucedía que antes de la paliza los torturaran con una picana eléctrica en los genitales y otras partes sensibles del cuerpo. Los renuentes a complicar a sus compañeros del 14 de Junio fueron los que recibieron el más alto voltaje de la silla eléctrica. Ese fue el caso del abogado Luís Gómez Pérez, uno de los 14 fundadores del Movimiento en Laguna Salada, un municipio de Mao, provincia Valverde, el 10 de enero de 1960. Gómez Pérez, según testimonio de otro preso, insistía en que "nada sabía", ante lo cual Abbes García ordenó atarlo en la silla eléctrica para desde su escritorio accionar la corriente que por poco mata a Gómez Pérez. Todos los 14 miembros fundadores fueron torturados, excepto dos mujeres: Dulce María Tejeda de Álvarez y Minerva Mirabal, la esposa del líder Manolo Tavárez.

Hoy día, del grupo fundador sólo sobreviven Gómez Pérez, doña Dulce y su esposo Luis Antonio Álvarez Pereyra, el ingeniero Leandro Guzmán, el doctor Julio Escoto Santana Efraín (Gurún) Dotel Recio, quien se mantiene en bajo perfil en su natal ciudad de Barahona. Otro caso parecido fue el de Paquín Noriega Objío, a quien en La 40 apodaron El Oso, por tener su pecho y brazos velludos, que se incendiaron de tanta corriente que le aplicaron sus torturadores. En la actualidad vive en San Francisco de Macorís.

La existencia pública de la silla eléctrica de La 40 no vino a conocerse sino tras la caída de la tiranía, al publicarse la dramática foto del ex sargento de la Marina José Messón, quien tras desertar en el exterior se sumó al exilio antitrujillista y regresó al país el 20 de Junio de 1959, al desembarcar por Maimón en la lancha Carmen Elsa, que capitaneó bajo el mando del comandante José Horacio Rodríguez. En esa foto, Messón aparece con los ojos desorbitados de horror ante los corrientazos que recibía. Hay versiones de que Messón fue sacado de La 40 y fusilado por órdenes de Trujillo ante sus ex compañeros de armas, reunidos en formación general en el recinto de la Marina de Guerra situado en la avenida Independencia esquina Abraham Lincoln.


Según una narración de un ex guerrillero catorcista, el periodista Raúl Pérez Peña, la foto de Messón fue tomada por el fotógrafo Pedro Aníbal Fuentes Berg, quien en 1959 laboraba en el diario El Caribe, que Trujillo le había confiscado al periodista Germán E. Ornes por disentir del dictador. Fuentes Berg fue facilitado por el periódico al Consejo Administrativo del Distrito Nacional (luego Ayuntamiento) y desde allí "fue llamado por el Servicio de Inteligencia Militar, SIM, para tomar las fotos de los prisioneros".

Según Pérez Peña, "aficionado a escuchar la emisora Radio Rebelde de la triunfante lucha de Fidel Casto, la sensibilidad humana hizo que Pedro Aníbal (apodado Chichí) comenzara a sacar negativos de la fotografías que tomaba en La 40 y otras ergástulas del SIM, llevándolos a su casa materna en la calle La Guardia, próximo a la Francisco Henríquez y Carvajal, detrás la dulcera Bolonotto. El hermano, Gilberto Fuentes Berg, trabajaba en el aeropuerto de Punta Caucedo, (hoy Las Américas) en la oficina de vuelos de la Compañía Dominicana de Aviación, CDA. Gilberto y Pedro Aníbal Fuertes Berg pasaban a la segunda fase de la operación ya integrados a la resistencia antitrujillista: Enviar las fotografías al extranjero (comenzando por Cuba o Puerto Rico)".

Abbes García, al enterarse de que la foto de Messón y otros torturados se publicaron en el extranjero, ordenó el apresamiento y asesinato de los hermanos Báez Berg, sin que hasta el día de hoy se sepa dónde fueron llevados sus cadáveres. Es probable que también hayan sido sentados en la silla eléctrica y, después de aplicarles mucha corriente, estrangulados con el llamado "tortol", que consistía en una soga atada a un palito al que el torturador daba vueltas hasta que el prisionero moría.

Tomás Alva Edison, inventor norteamericano, fue quien propició la invención de la silla eléctrica, que emplea corriente alterna, desarrollada por Nikola Tesla (Smiljan, 10 de julio de 1856 - Nueva York, 7 de enero de 1943) en lugar de corriente continua -de la que Edison era el impulsor- para así dar mala fama al invento del europeo. Tesla fue un físico, matemático, ingeniero eléctrico y célebre inventor que revolucionó la teoría eléctrica desarrollando las bases para la generación de corriente alterna.

La silla eléctrica empleada en La 40 era de madera, con asiento, antebrazos y espaldar revestidos de cobre, excelente conductor de la electricidad. Se ignora si es cierto que fue construida en el país o si la trajeron de Venezuela, tras la caída en 1958 del dictador Marcos Pérez Jiménes. La idea de utilizarla en el país se atribuye a Abbes García, quizás por sugerencia de otro interrogador de prisioneros de La 40, el alemán Ernesto Scott, quien huyó de Alemania tras el triunfo de los aliados frente al régimen nazi. Naturalmente, esto es una especulación. Scott trabajó como traductor en la Presidencia, al servicio de Trujillo, y en 1960 apareció como miembro del temible Servicio de Inteligencia Militar. Siempre iba muy bien trajeado a interrogar a algunos presos en La 40. Scott, casado con una bella rubia dominicana, era también un excelente pintor y estaba capacitado por una Universidad de Berlín para enseñar nueve idiomas, aparte de que sabía numerosos dialectos. El autor llegó a ver su título en la sala de su casa en la calle Tunti Cáceres casi esquina Felipe Vicini Perdomo, en Villa Consuelo, pues vivía al frente. Tras la caída de la tiranía, "míster Scott"-como se le conocía-guardó prisión en la cárcel de La Victoria.

Como hombre hábil que era, cuando en 1962 conoció a varios revolucionarios que sabía que iban a ser deportados por el Consejo de Estado, les dijo: "Seguramente a ustedes los van a deportar hacia Francia, de manera que yo les enseñaré algo de francés, para que no pasen mucho trabajo". Esto explica por qué, durante el juicio posterior que se le hizo a Scott, muchos "catorcistas" no lo acusaron en reciprocidad al favor hecho a sus compañeros. Scott fue puesto en libertad por el tribunal que lo juzgaba por Asociación de Malhechores. Radio Mil jugó un papel preponderante en su liberación, puesto que su director de Prensa, el periodista y hoy comerciante Víctor Melo Báez, pidió un juicio justo por razones humanitarias, pues era vecino casa con casa y amigo de la esposa de Scott. En 1965, en plena revolución de abril, algunos ex presos de La 40 intentaron asaltar la vivienda donde vivía Scott. Su familia se salvó de la turba porque antes se había "asilado" en el Palacio de la Policía. Naturalmente, ni el señor Scott, ni su familia, ni los trujillistas de ayer y de hoy, jamás sufrieron los rigores de la silla eléctrica. Ventajas de la democracia que siempre obstaculizaron a sangre y fuego.

Fuentes consultadas:

Historia de la silla eléctrica. Internet. Raúl Pérez Peña, artículo publicado en el periódico Hoy, el 31 de Julio de 2009. Conversaciones del autor con Leandro Guzmán, uno de los fundadores del Movimiento Clandestino 14 de Junio y torturado en La 40.

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LOS CRÍMENES DE LA DICTADURA DE TRUJILLO EN MAO

APUNTES HISTÓRICOS
Por Rafael Darío Herrera
Profersor de historia en la UASD y en la PUCMM
Miembro de la Academia Dominicana de la Historia

Publicado en Mao en el corazón


Durante gran parte de la dictadura de Trujillo no se generaron movimientos de oposición, solo al final de la misma surgieron expresiones de repudio. Sin pretender mostrar una relación exhaustiva, veamos los principales crímenes cometidos en la pequeña ciudad de Mao entre 1931 y 1961. Comencemos por el asesinato del caudillo liniero, y a la sazón senador de la República, general Desiderio Arias, el 20 de junio de 1931, quien a pesar de no ser maeño vivió los últimos años de vida aquí y gozaba de una extraordinaria simpatía.

Este hecho estremeció la conciencia colectiva del conglomerado local que rondaba los tres mil habitantes y representó el hecho más relevante ocurrido al principio del régimen, además de marcar el fin del caudillismo en nuestro país. El 24 de septiembre de 1933, cuando vino a inaugurar el puente San Rafael sobre el río Yaque del norte, Trujillo hizo que el Ayuntamiento lo declarara “hijo adoptivo y predilecto de Mao”.

A los pocos días del crimen de Arias asesinaron a otro ciudadano maeño de origen árabe, padre de Milet Haddad, nos referimos a Salomón Haddad, casado con Estaurofina Pichardo, quien junto a Emiliano Torres, y con la mediación del alcalde de Piloto, Maximito Peña, se había entregado a una patrulla comandada por el entonces capitán Mélido Marte, luego de la eliminación de Arias en las lomas de Gurabo.

Los seguidores del general Arias de Mao, tal como lo hicieron muchos opositores en el país, al quedar sin la protección de su líder, pactaron con Trujillo. La mayoría de ellos se reunieron con el déspota en La Mansión de San José de las Matas, a partir de lo cual recibieron un estipendio mensual del Partido Dominicano y se les dotó de armas de fuego para realizar los “servicios” que le encomendaba la dictadura. Pero también muchos otros miembros de familias de alcurnia de Mao se integraron a la dictadura, mientras algunos permanecieron como desafectos.

Pero el miedo se apoderó de la población de Mao, pues en el imaginario colectivo se instaló la creencia del carácter omnisciente de la dictadura, “las paredes oyen”, se decía. El régimen conformó un eficaz aparato de espionaje al que dotó de sofisticados equipos tecnológicos que le permitían escuchar y bloquear señales de radio, principalmente procedentes de estaciones radiales cubanas. El siquiatra Antonio Zaglul, de quien por cierto acaban de publicar sus obras casi completas, tipifica el “estar chivo y bronco” como conductas típicamente paranoicas (perturbación mental fijada en una idea o en un orden de ideas, según la RAE). En Mao son proverbiales los casos de Isidro Corcino en el barrio Los Cambrones y Chencho Santana, quienes desafiaban al régimen y escuchaban la radio del exterior durante la Era.

Pero veamos la relación de los caídos durante el régimen totalitario, además de los ya referidos, como el caso de un antiguo seguidor del general Arias, Victoriano Almánzar, quien entró en contradicciones con Trujillo y cayó abatido en La Yagua, Pueblo Nuevo. Alguien que realizaba labores de topografía en el área pudo observar el crimen. Otra persona asesinada en la calle Mella de Mao, en julio de 1932, fue el fabricante de chocolate Santiago Espaillat Ulloa, hijo de Santiago Espaillat Pérez y la señora María R. Ulloa, madre del también comerciante José Espinal, progenitor de una extensa prole, entre los cuales se encuentran Pachelo, Luis (Casona), Luisito Espinal y otros.

A fines de 1956 la población de Mao quedó estremecida con el asesinato de Francisco L. Madera (Panchito), un verdadero “hidalgo de bragueta” como dicen en España, amigo íntimo del general Arias, miembro de una respetable familia de esta localidad y uno de los hombres más acaudalados de la región del Cibao. Fue un crítico acérrimo de la tiranía quien se apropió de todos sus bienes (tierras, ganado vacuno, porcino, etc.).

A raíz del embadurnamiento con material fecal del busto de Trujillo ubicado en un pasillo de la escuela primaria, denominada entonces “Presidente Trujillo”, se desató en Mao una intensa escalada represiva. La furia de los cuerpos represivos alcanzaba tal nivel que hasta las personas que osaban sentarse en el parque eran apresados. La primera víctima fue un mecánico, Sergio Augusto Luna, nativo de Cercadillo, Santiago Rodríguez, empleado del taller de mecánica de Coti, quien al salir del cine pasó por el patio de la escuela y al siguiente día apareció ahorcado. Su muerte se atribuyó a matones al servicio del régimen que incluso continuaron operando en los Doce Años de Balaguer.

El 7 de noviembre de 1959 los esbirros de la tiranía liquidaron a Eladio Antonio Inoa (Laíto). Se le apresó en su lugar de trabajo, el bar Jimenoa, donde se desempeñaba como sirviente. Su cuerpo amoratado apareció en la carretera Mao Esperanza y su muerte se le atribuyó a un oficial del Ejército Nacional de apellido Taveras. Los sicarios de la tiranía también liquidaron al profesor Pericles Disla, el 28 de noviembre de 1959, quien andaba acompañado de Laíto Taveras, nativo de Hato Nuevo, quien logró eludir a los matones. La muerte del profesor Disla se le imputó a Bisonó Jackson, comandante policial de Mao.

Cuando se produjo la expedición revolucionaria de junio de 1959, dos hijos de Carlos Daniel que realizaban trabajos de carpintería en la zona donde se produjo el desembarco también fueron mandados al otro barrio [liquidados] por el ejército nacional. De igual modo, en Mao fue liquidado el juez Leonte Aguilera, cuyo cadáver apareció a orillas del canal mayor.


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Un lector de ese portal (Mao en el corazon), Manito, recuerda esos últimos años de la dictadura en Mao, recuerdos que reflejan el ambiente en que se vivia:

Por otra parte, algunos aclarandos sobre los asesinatos;el muchacho de la escuela,era ayudante a mecánico de Andrés Liranzo (Coty no tenia taller en esa época) cuyo taller se encontraba en la Maximo Cabral,donde se encontraba una gasolinera administrada por Niño Tió frente al Banco Agricola.

Mi conocido Laíto en ese tiempo era sirviente en el Samoa Bar,ahí lo conocí junto a Pedro Victor Chavez quien tambien lo era. Laito apareció próximo al rio [asesinado]. "Mapa" de mi barrio,jugaba las dos bases, le salvó la vida a Billy Bogaert a cambio de dinero al comunicarle que iban esa noche asesinarlo; los guardias y paleros se dieron cuenta.Esa misma noche rompen la casa de mi tia Mima Santana en la Emilio Arté con Sanchez y en la mañana de ese dia aparece Mapa ahogado en la compuerta del canal mayor con un cordón de botas en su pescuezo. Mi viejo amigo Negro Pichilín era encargado del hoy INDHRI,amigo de mi tia y oigo todo ese caso.

Un señor empleado de la CDE Antonio es salvado por mi madre al abrirle la puerta antes de cruzar el puente del canal de la Duarte,donde lo esperaban para lincharlo. Si hubieron dos muerte relacionados con el embarre del busto,el de Sergio y Pericles ,quien como Profesor lo tomaron de ejemplo para los demás,ya que el caso ocurrió en la escuela. 

Debo dar a conocer,que desde los 10 o 11 años yo estaba ligado al Samoa fui ayudante de sirviente por mi corta edad;o sea ,modestia aparte hice vida callejera primero que uds,de lo cual no me siento orgulloso , pero la necesidad pudo más.

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EXTRACTO

Jefe SIM Peña Rivera dice costumbre era tirar al mar cuerpos de asesinados


Victor Manzueta
8 de agosto, 2009


El ex jefe del Servicio de Inteligencia Militar en Santiago de los Caballeros, el asesino que coordinó y supervisó el cuádruple crimen de las Mirabal y Rufino de la Cruz, Víctor Alicinio Peña Rivera, reveló a Víctor Martínez, que su padre y hermanos “fueron asesinados por el Ejército Nacional, rama militar a la que pertenecían y que la costumbre era tirar los cuerpos al mar para no dejar pistas que pudiesen generar investigaciones futuras con el desenterramiento de víctimas”.

Tras recurrir en sus indagatorias a fiscales, Secretarios de Estado, las Fuerzas Armadas y hasta al Presidente de la República, para la ubicación de las tumbas de su padre el teniente del Ejército Nacional José Manuel Núñez y Núñez, y sus hermanos Wenceslao y Jorge Núñez T, ambos sargentos del mismo cuerpo armado, quienes fueron asesinados tras la muerte del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina, por orden de Ranfis Trujillo Martínez, por estar vinculados al Teniente General José René Román Fernández, Jefe de Estado Mayor de Guerra y Marina, quien era parte de los involucrados en el ajusticiamiento del dictador.

Según José René Román García, hijo de Pupo Román, quien era teniente del Ejército en la ocasión, todos los militares al servicio de su padre, fueron arrestados y encarcelados en la fortaleza Ozama en la Torre del homenaje, dónde él y su hermano Alvaro estuvieron prisioneros también.

José René relata en una entrevista que concediera a este periodista y que fue publicada en la revista Caña Brava en el mes de noviembre de 1999, que al día siguiente los prisioneros fueron sacados uno a uno y de dos en dos y fusilados.

No se sabe dónde enterraron los cuerpos de ese grupo de militares que era de confianza del general Román Fernández, y por ese hecho fueron fusilados por orden de Ranfis Trujillo, quien según su secretario particular César A. Saillant Valverde, estaba ávido de sangre por vengar a su padre.

Para leer el resto de este artículo pueden buscarlo bajo el mismo título en:

www.soldominicano.com
http://unojotacuatro.blogspot.com

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La Piscina: Cementerio Bajo el Mar

José C. Novas
Historiador
Almomento.net

Todo ese alboroto de supuesto progreso y libertad no era más que una cortina de humo, para encubrir el terrorismo oficial y la intimidación que de forma solapada aplicaba el gobierno a la oposición  que se había diseminado por casi todo el país. 

Tenía el tirano reputación de "mano dura" desde se asoció con los invasores de 1916, Trujillo esta vez impuso el crímen desde el oficialismo. Así que ordenó crear el Departamento de Seguridad, cuyos miembros eran conocidos con el nombre de "Calié", expresión originada en el populacho y extraida de la lengua haitiana "patois", que significa delator. Los calieses le dieron gran servicio al dictador, convirtiendose en plaga, causante de martirio y  muertes de miles de dominicanos.

En 1957 el nombre le fue cambiado por Departamento de Seguridad de las Fuerzas Armadas, y su primer ejecutivo fue el general Arturo Espaillat, graduado de la academia militar West Point, entrenado en la Escuela de las Américas y conocido con el mote de Navajita; luego el nombre fue cambiado por el de Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y Espaillat fue sustituido por el general Félix Hermida, quien  al parecer no llenó las expectativas del dictador. A Hermida lo reemplazó en el cargo el coronel Johnny Abbes García, llevaba tiempo en misiones de informante del dictador.

Fue en esta época que se adoptó el código secreto al que llamaron "La Piscina", y significaba que los verdugos debían tirar al mar cadáveres de los que mataban o torturaban, para que fueran devorados por los tiburones. En estas acciones el coronel Johnny Abbes se llevó la medalla del más cruel y despiadado carnicero, pero es justo señalar que el andamio represivo de Trujillo tuvo otros cómplices destacados en Antonio Leyba Pou, Federico Fiallo, David Hart Dottin, Felipe Ciprián, Ludovino Fernández, Fausto Caamaño, Victor Peña Rivera, Ciriaco de la Rosa, Clodoveo Ortiz,  y otros, cuyos desmanes mandaron a cientos de dominicanos a la llamada "Piscina". Con Johnny Abbes se dió prioridad a ese código secreto, que significaba lanzar cadáveres al mar.

La Piscina podía ser cualquir punto en las costas del país, aunque los relatos mas creibles sugieren dos zonas como las preferidas por los agentes del SIM para sus macabros lanzamientos. Confesiones de soldados de la época sugieren que la zona comprendida entre la Feria Ganadera y Manresa y desde Sans Soucí hasta el puesto policial en la autopista Las Americas, eran las preferidas. También se sabe, que cientos de opositores fueron lanzados al mar desde helicópteros que partían desde la base de San Isidro, lo que significa, que sobre Ramfis Trujillo recae una cuota de responsabilidad en el cementerio "La Piscina", en su condición de jefe superior de esa institución.

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La familia Bencosme contra Trujillo

Lecturas por Santiago Estrella Veloz
Historiador
Diariolibre.com
 


Una familia que no permaneció indiferente al drama que se inició en 1930 con la llegada de Trujillo al poder fue la familia Bencosme.

En efecto, el General Cipriano Bencosme fue un digno exponente del patriotismo y del valor, al desafiar abiertamente a Trujillo, alzándose en una guerrilla con unos 500 hombres en su finca de El Mogote, de Moca, poco antes de que el incipiente dictador se juramentara como Presidente.

En 1911, tras la muerte a tiros en Santo Domingo del Presidente Ramón Cáceres, el general Cipriano Bencosme, que ya contaba 47 años, se estrenó en el mundo de las conspiraciones y las revueltas. En 1913 se adhirió a su amigo, el también mocano Horacio Vásquez, bajo cuyo liderazgo participó en la llamada "Revolución de los dos meses" y al año siguiente formó parte de los alzamientos contra el presidente José Bordas Valdez.

Cipriano Bencosme, destacado ya por su arrojo, no permaneció indiferente ante la ocupación militar norteamericana de 1916-1914, pues fue uno de los que planeó una rebelión secreta contra los marines, que no llegó a materializarse debido a que fue traicionado y denunciado, resultando apresado y maltratado físicamente por los interventores.

Su nieto, Cipriano Bencosme García Gautier (a) Cibién, narró (1) que su abuelo "fue apresado y conducido a la fortaleza San Luis, de Santiago, donde pasó dos años".

Bencosme adoptó el camino de la sublevación contra Trujillo Molina, resultando muerto trágicamente a manos de sicarios del régimen el 19 de noviembre de 1930, dentro de una vivienda del paraje El Caimito, en Jamao del Norte, convirtiéndose en uno de los primeros mártires de la democracia dominicana. Tenía 66 años. Había nacido en Moca, en el año 1864, hijo de Donato Bencosme y Doña Enemencia Comprés, dueños de grandes extensiones de tierra. Se dedicó desde temprana edad a las faenas del campo, destacándose por su responsabilidad y amor al trabajo.

En las elecciones de 1924 triunfó el general Horacio Vásquez y en ellas Bencosme fue elegido diputado al Congreso Nacional, desde cuya curul su lealtad fue puesta a prueba en muchas ocasiones, pero jamás resultó quebrantada. En todas las circunstancias acompañó a Horacio Vásquez con postura firme y sin dobleces de ninguna especie. Estuvo a su lado cuando en 1928 patrocinó la extensión del período presidencial a 6 años y también en 1930 cuando intentó reelegirse.

Cuando Trujillo depuso a Horacio Vásquez y se pensaba que habría elecciones más o menos libres, Cipriano Bencosme fue postulado por los grupos horacistas y velazquistas como candidato a diputado por Moca. En esas elecciones, Trujillo, usando el terror y el fraude, se impuso, y fue juramentado como Presidente el 16 de agosto, dando inicio a la época de terror recordada tristemente como la Era de Trujillo.

Los investigadores históricos coinciden en que cuando Cipriano Bencosme se aprestaba a sublevarse contra la naciente dictadura, Trujillo lo sabía, por lo que intentó hacerle desistir de sus planes, valiéndose del presidente provisional Rafael Estrella Ureña, quien era amigo de Bencosme, ofreciéndole garantías de su vida. El propio Trujillo visitó dos veces a Bencosme en su finca, tratando en vano de atraerlo a su bando.

Bencosme, sin embargo, no se dejó engañar por las ofertas del flamante tirano, lo que explica no solamente la negativa a desistir de sus planes, sino incluso la solicitud que hizo a su amigo Estrella Ureña de sumarse a ellos. El viejo guerrillero, sin armas, pero esperanzado en que le serían enviadas desde Puerto Rico por su hijo Sergio, se alzó el 26 de junio en las lomas del Mogote, cercanas a Moca. Las armas nunca llegaron, ni tampoco pudieron conseguirse en el país.

Bencosme, desarmado, y con escasos partidarios, estaba condenado al fracaso. No se daba cuenta de que el país era distinto al que había conocido hasta la llegada de los marines norteamericanos en 1916. El poder militar era monopolio exclusivo del Ejército de Trujillo, quien estaba dispuesto a usarlo sin límites para destruir a todos los que, como Bencosme, osaran desafiarlo. Fue así cómo Trujillo asesinó a Sergio, Donato, Alejandro y Boil, cuatro de sus 27 hijos, así como también a Ramón Camilo Bencosme y al doctor Toribio Bencosme, quien fue torturado hasta la muerte, tras ser capturado junto a varios de los guerrilleros que vinieron en la expedición armada contra Trujillo, el 14 de junio de 1959.

Cipriano Bencosme, sin posibilidades de triunfo, se refugió en una finca localizada en Jamao del Norte, propiedad de Louis D'Orville. Siempre se ha dicho que a los pocos días de ser acogido allí, el propio D'Orville lo delató ante Trujillo. El guerrillero fue avisado de la traición, intentó marcharse apresuradamente, pero el Ejército no tardaría en llegar y, mientras se calzaba apresuradamente las botas, un certero disparo de fusil le atravesó la frente, cayendo herido de muerte. Esto fue el 19 de noviembre de 1930. En noviembre próximo, cuando se cumplirán 79 años de esa muerte, la familia Bencosme planea un gran encuentro en Moca para recordar a Cipriano y demás adversarios de Trujillo.

El cadáver de Cipriano fue inhumado en el mismo lugar donde cayó; dos días después, Trujillo ordenó su exhumación y traslado a Moca, adonde fue llevado en parihuela, como un delincuente. El cuerpo exánime fue exhibido durante dos días frente a la Gobernación Provincial, a modo de escarmiento y advertencia.

En medio del dolor reprimido de los mocanos, el periodista Armando Almánzar Veras preguntó a un nutrido grupo de amigos si no era posible reunir ocho o diez hombres "con cojones bien puestos" para reclamar el cadáver y darle cristiana sepultura.

En efecto, esos hombres aparecieron, entre ellos, Jacobito de Lara, Juan Contín, Julio Sánchez Gil, otro íntimo de Cipriano Bencosme que se armó de valor, recogió el cadáver cuando se dispuso oficialmente su retiro y se procedió a sepultarlo. Almánzar pronunció un encendido panegírico en el que resaltó la valentía de Bencosme y lanzó duros epítetos contra Trujillo. Más tarde, eso le costó la cárcel. Los cronistas de la época relatan que pocos dolientes acudieron al sepelio de Cipriano Bencosme. El temor prevalecía. El autor de esta historia tuvo el privilegio de trabajar bajo el mando de Armando Almánzar, cuando fue Jefe de Redacción del matutino Listín Diario en la década de 1960.

En diciembre de 1930, la oposición organizada había sido prácticamente eliminada, pues sus líderes fueron encarcelados o asesinados, mientras otros se vieron forzados a tomar el camino del exilio, luego de arriesgarse cruzando la frontera con Haití.

 
Con posterioridad a la muerte de Cipriano Bencosme, varios miembros de su familia fueron asesinados, entre ellos Sergio, Toribio y Donato Bencosme.


Donato era un hombre rico, con grandes extensiones de tierras en Villa Trina, El Mogote y Jamao, en Moca, provincia Espaillat. Pese a eso, nunca fue prepotente, sino al contrario: gozaba de enorme popularidad entre los pobres, pero además era un galán conquistador, pues era un hombre sumamente apuesto, con unos ojos intensamente azules que eran el encanto de las mujeres. Sus nietos y biznietos han heredado esa cualidad.

Independientemente de la finca, tenía ocho vehículos y varios secaderos de café, en el sitio llamado Juan López, al nordeste de Moca. Sus queridas, que fueron cinco, vivían en hermosas casas que les construyó Donato en los alrededores del secadero. Ellas compartían animadamente entre sí, sin recelos. La esposa de Donato fue Juana de Arco García León, a quien apodaban Jeannette. Ella respetaba la decisión de su marido de tener varias queridas.

El autor de este libro, cuando tenía diez años, llegó a ver a Donato Bencosme acostado en una pequeña pero pulcra cama bajo una frondosa mata de mangos, con un trago de coñac a su lado, mientras tres mujeres hacían su tarea: una le arreglaba las uñas de los pies, otra las de las manos y la tercera le rascaba suavemente el pelo, todos hablando animadamente, sin que nadie se atreviera a molestarlos.


Yo tenía acceso a las instalaciones del secadero porque Donato era hermano de Octavio Bencosme, esposo de mi tía Lolita Veloz. La acuciosa periodista investigadora de asuntos históricos Ángela Peña publicó una historia (2) sobre Donato Bencosme, en la que consignó:

"Tanto esplendor, tal poder y bien ganada fama despertaron la envidia de Trujillo y su séquito. A ello se agregaba el apellido del poderoso galán: Bencosme, una familia fichada por el régimen que ya tenía dos víctimas y un exiliado planificando una expedición para derribar al déspota: Toribio, al que Donato enviaba aportes para esa empresa. Se comentaba, además, que el hijo de Cipriano juraba que cobraría el daño moral y material causado a la parentela. Todo eso decidió su muerte el 18 de febrero de 1957, a los 49 años de edad". Como ocurría durante la Era de Trujillo, su caso fue presentado como "un accidente".

Donato Bencosme tuvo 32 hijos. Era el propietario de ocho vehículos para los que tenía igual número de conductores y garajes con baño privado y cuarto de música. El de su hermano Sergio Bencosme fue el primer asesinato ordenado por Trujillo en el extranjero.

El doctor Pascasio Toribio Bencosme García, médico, murió en combate en la guerrilla surgida de la expedición armada contra Trujillo el 14 de Junio de 1959. Era natural de Moca y vino por Maimón el 20 de junio como segundo comandante de la lancha Carmen Elsa. Murió en combate tras ser herido de gravedad entre el 20 y 22 de junio. Era residente en Venezuela y abandonó su cómoda posición de médico para venir a cumplir con sus sagrados principios patrios.

La muerte de Sergio Bencosme ocurrió el 28 de abril de 1935. Ese exiliado, antiguo Secretario de Defensa del gobierno de Horacio Vásquez, fue tiroteado en su apartamento de Nueva York al ser confundido con Ángel Morales, otro exiliado enemigo de Trujillo. El crimen lo cometió Luis de la Fuente Rubirosa (Chichí), sobrino de Porfirio Rubirosa, quien escapó a la República Dominicana. Porfirio Rubirosa era un "play boy" que se casó con Flor de Oro, la primera hija de Trujillo. Se casó posteriormente con la afamada actriz de Hollywood, Bárbara Hutton, y con la también actriz Zsa Zsa Gabor mantuvo una tormentosa relación. Finalmente se casó con la francesa Odile Rodin, sin contar las muchas otras que fueron sus amantes.


En vista de que días antes del crimen de Bencosme, Porfirio Rubirosa había viajado a Nueva York, abandonando esta ciudad el día antes del asesinato, se le consideró sospechoso del mismo. El fiscal del distrito de Nueva York solicitó cuestionar a Porfirio Rubirosa, petición que fue denegada, alegando que poseía inmunidad diplomática.


En 1935, el cónsul dominicano en Nueva York era un oscuro abogado y matarife de Trujillo llamado Félix W. Bernardino, quien había coordinado las muertes de varios exiliados, tanto en México como en Cuba, entre ellos el líder obrero Mauricio Báez, secuestrado y asesinado el 15 de marzo de 1950. Trujillo no se conformó con la muerte de Cipriano Bencosme, sino que se apropió de su finca. Un caballo de paso fino propiedad del viejo guerrillero, que le había costado 5,000 dólares en Colombia, fue utilizado para cargar agua como una burla a la familia. La finca le fue devuelta a los Bencosme tras la muerte a tiros de Trujillo el 30 de mayo de 1961.

Hasta el momento de terminar este artículo, que forma parte de un libro, de los 27 hijos procreados por Cipriano Bencosme con diez mujeres, solamente sobreviven el doctor Alcides Bencosme y Cipriano Antonio Bencosme (a) Piche.

Cipriano Bencosme Comprés (1864-18 noviembre 1930): hacendado mocano, guerrillero, general, gobernador de Moca en 1912, se enfrentó a la invasión americana (1916-1924). Terminó oponiéndose él y gran parte de su peonada a Trujillo en 1930, siendo asesinado por los soldados de éste en Jamao. Don Cipriano era hijo de Donato Bencosme y Nemesia Comprés. Casó con su prima hermana Juana Bencosme Jiménez (hija de su tío Hipólito Bencosme). De este noble patriota descienden los Bencosme-Bencosme, Bencosme-Gabriel, Bencosme-Hernández, Bencosme-Guzmán, Bencosme-Ruiz, Bencosme-Rojas, Bencosme-Ureña, Bencosme-Angeles, Bencosme-Lulo, Michel-Bencosme, entre otras familias.

Sergio Bencosme Bencosme (Moca, 1890-1935): hijo del anterior, gran intelectual y ministro durante Horacio Vásquez. Se opuso a Trujillo y se refugió en Nueva York donde fue asesinado frente a la puerta de su apartamento por un esbirro del régimen. Casó con Floralba Ruiz, teniendo entre sus hijos al destacado galeno Sergio Arturo Bencosme Ruiz, quién fue Director del Departamento de Patología de Queen's University, en Kingston, Ontario, Canadá. El Dr. Bencosme Ruiz casó a su vez con su prima hermana Berta Rojas Bencosme, con la que ha tenido cinco hijos, algunos de ellos casados a su vez con primos apellidados Bencosme.

Ramón Donato Bencosme Bencosme (17 de mayo de 1908-17 de febrero de 1957): hijo menor del Gral. Cipriano, hacendado, diplomático, gobernador de la provincia Espaillat. Casó con Juana de Arco (Jeannette) García León el 1de abril de 1931, con la que tuvo 5 hijos, y otros 27 con varias atractivas compueblanas. Por ser desafecto de Trujillo murió en un supuesto "accidente" en La Cumbre de Puerto Plata.

Toribio Bencosme García (Moca, 16 abril 1913-Maimón, 15 de junio de 1959): Sobrino de Cipriano, Doctor en Medicina. Huyendo de Trujillo llega a Venezuela en 1935, donde alcanza gran prestigio profesional. Renuncia a todo y se une como jefe médico de la Expedición del 14 de Junio de 1959 para derrocar la dictadura. Termina ofrendando su vida por la libertad del pueblo dominicano.


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El primer asesinato político de la “Era”       

Trujillo hizo matar a Virgilio Martínez Reyna junto a su esposa embarazada
Por Ángela Peña
29 de mayo del 2009
Hoy.com.do

El asesinato de Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada no sólo fue el primer crimen político de la dictadura de Trujillo sino un acto terrorífico ejecutado con crueldad y saña estremecedora que sacudió la nación por tratarse de un hombre enfermo, retirado ya de la actividad política a pesar de su indiscutible liderazgo y gran carisma.

Sin embargo, el hecho ha sido sepultado. Estos mártires son apenas una breve referencia en textos publicados después del tiranicidio. Otros son los héroes exaltados aun cuando fueron beneficiarios o colaboradores del régimen en algún momento de sus vidas. El próximo 1 de junio se cumplen 79 años de este hecho acaecido en San José de las Matas donde el dirigente del Partido Nacional, culto escritor e inspirado poeta había ido a buscar aire puro para sus pulmones deshechos por una enfermedad irremediable, según unos, o a guardar reposo “por una apendicitis de la que iba a ser intervenido quirúrgicamente”. El 30 de mayo se trasladó desde Santiago, su pueblo natal, a “La Cuesta” donde había construido la residencia que compartía con su cónyuge Altagracia Almánzar, quien esperaba al que sería su primer hijo. El domingo, pasadas las diez de la noche, cuando se había apagado la planta eléctrica que él donó a aquella comunidad, se oyó a un hombre gritar: “¡Virgilio, levántate o te tumbamos la puerta!”.
 “Sonó un disparo cuyo proyectil atravesó la pared del baño, dio en el techo y fue a incrustarse en otra pared. Seguido, golpearon con un machete la puerta que daba al patio, penetrando por ahí tres de los forajidos. Virgilio se sentó en la cama tratando de ponerse los pantalones cuando uno de los criminales se abalanzó sobre él dándole un machetazo en la cara que le seccionó la nariz, los labios y la barbilla. Otro machetazo por el cuello lo degolló, haciéndolo caer de espaldas sobre el lecho. Entonces los revólveres fueron descargados sobre su pecho, produciéndole siete heridas, y por último le infirieron con alevosía varias puñaladas”, narra Piero Espinal Estévez, historiador, médico, educador, basado en crónicas y testimonios de residentes en el lugar.
Agrega que la desesperada esposa se arrojó sobre los criminales, que le hicieron dos disparos a quemarropa, uno de ellos grave por haberle atravesado el hígado. Gritaba pidiendo socorro, relata, y llamó a Emelinda Jáquez, la doméstica, y a algunos amigos, “gritos inútiles que se perdieron en el silencio de la noche. Emelinda oía, pero la prudencia le mandaba permanecer quieta en su caseta para no ser también víctima de la ferocidad “de aquellas bestias hambrientas de sangre”.
Al notar que los asesinos se marcharon corrió a la casa, encendió una lámpara y fue al aposento donde se encontraba el cadáver “convertido en un mar de sangre que empapaba los colchones. Altagracia todavía estaba de pie y Emelinda la ayudó a acostarse en el mismo lecho donde estaba el cadáver de su marido”.
César Tolentino, gobernador de Santiago, informó al Listín Diario a través de un telegrama, que la señora dijo antes de morir que los asesinos estaban tiznados para que no se les conociera. Moradores de San José de las Matas aseguran que los reconoció. Fue trasladada a la clínica “Mercedes”, de Santiago, donde falleció en la madrugada.
La farsa trujillista. “El rumor público señaló desde el principio como autor intelectual del hecho al general José Estrella, tío del Presidente y servil de Trujillo (Rafael Estrella Ureña). Los victimarios eran colaboradores cercanos del general Estrella, siendo los cabecillas dos energúmenos conocidos como Onofre y Pichilín. Las primeras investigaciones judiciales coincidieron con los rumores, cuya acción quedó, desde luego, paralizada con aquel descubrimiento”, afirma Espinal Estévez al igual que Joaquín Balaguer en sus Memorias.
En Listín Diario del 17 de noviembre de 1940 se citan prisioneros en la fortaleza San Luis, acusados del horrendo crimen, no sólo el general Estrella sino, además, al licenciado Rafael Estrella Ureña, Tomás Estrella, Luis Silverio Gómez, Juan Camilo, Quico Arias, Mateo Salcedo, Toño Bania, Onofre Torres, Martín Pérez, Francisco Antonio Veras (Pichilín) y Nicolás Peña. También fue encarcelado, acusado de substracción de documentos en el Palacio de Justicia de Santiago, el licenciado Víctor Castellanos Ortega.
La farsa trujillista duró años. En enero de 1940 supuestamente se suicidó en la cárcel Luis Silverio Gómez, ex oficial del Ejército Nacional y ex diputado al Congreso Nacional. Tomás Estrella, que presuntamente había tomado esa determinación, sobrevivió porque alegadamente se desmayó. En marzo de 1941 se declaró prescrita la acción contra los autores del asesinato y fue ordenada la libertad inmediata de los acusados.
Ya la familia de las víctimas había ofrecido una misa en acción de gracias al Generalísimo, por haber puesto en manos de la justicia a los autores del asesinato, ahora libres, por lo que Estrella Ureña envió una carta de gratitud a Trujillo ratificándole su amistad y poniéndose a su disposición, aun cuando él y los demás involucrados habían sido expulsados del Partido Dominicano por aparecer en la comisión de un crimen.
El cruel asesinato fue noticia por un tiempo, siguiendo el estilo teatral del dictador. José Estrella permaneció influyente y poderoso. Aunque vivió un fugaz momento de desgracia en el que salió a relucir el crimen, ostentó largos años el cargo de “Comisionado Especial del Presidente de la República en las Provincias del Cibao”. En abril de 1962, Virgilio Mainardi Reyna, pariente de las víctimas, presentó formal querella contra el militar y los nombrados Pichilín y Onofre por ante el Procurador General de la República, doctor Antonio García Vásquez.
Probablemente fue la única vez que se levantó una voz para reclamar justicia en este caso. ¿Por qué fueron asesinados Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada? ¿A qué se debe el olvido? ¿Quién era Virgilio Martínez Reyna? HOY viajó a San José de las Matas, visitó el lugar de la desgracia y consultó “materos” que vivieron el suceso para ofrecer sus reacciones en otra entrega.
Familia de valientes: Mainardi Reyna
La intervención del 1916 provocó que toda resistencia fuera perseguida. Cada región tuvo sus rebeldes, como el que encabezó Desiderio Arias en la Línea Noroeste y la Cruzada Patriótica de la profesora Ercilia Pepín y el Dr. Sergio Hernández. A esta última se unió la familia Mainardi Reyna completa, de donde proviene Martínez Reyna.
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EXTRACTO

A continuación reproducimos la segunda parte del siguiente documento (histórico por ser de temprana data), un artículo publicado en 1935 en la Revista Blanca (edición Nro. 315), revista académica de Barcelona, España. Este importante documento histórico resume algunos de los asesinatos exclusivamente políticos (por lo menos, los conocidos) desde la llegada de Trujillo al poder en mayo de 1930 hasta (calculamos) 1933, a más tardar, dado que el artículo fue publicado el 1ro de febrero, 1935, a principios de año y se basa en un informe anterior publicado en la revista Bohemia de Cuba, se supone que en 1934. 

Realizamos una búsqueda electrónica en esta página por nombre y apellido y luego, por apellido solamente, para identificar los nombres repetidos en esta sección. Hemos subrayado y puesto en letra negrita los nombres que NO ESTÁN REPETIDOS en esta página y con un 80-90% de seguridad podemos decir que no están repetidos en las demás secciones dedicadas a los CRÍMENES, ya que también hemos realizado búsquedas electrónicas desde algunas listas (no todas) en esas páginas para encontrar repeticiones. La mayoría de los casos en las otras tres secciones sobre crímenes son en su mayoría sobre los asesinatos en las últimas dos décadas de la dictadura, principalmente los últimos 3-4 años. 

Por otro lado, no hemos podido comparar electrónicamente los nombres con la lista de Albert Hicks más abajo dado que dicha lista es una copia escaneada, no digital, y es imposible realizar búsquedas electrónicas en la misma. Suponemos que la lista de Hicks contendrá algunos nombres repetidos en esta lista de la Revista Blanca.

Naturalmente, los nombres en la lista de esta revista que no están subrayados ni en negritas son nombres repetidos en esta sección y en otras, especialmente en la lista de Luis F. Mejía (De Lilis a Trujillo). 

Si bien este artículo no incluye un inventario tan amplio como el de Luis Mejía, es, como ya dijimos, una fuente muy temprana, prácticamente contemporánea a los primeros dos o tres años en que se cometieron esos asesinatos en serie y en masa. Por tanto, el documento tiene mucho valor histórico. Naturalmente, esta lista no pretende reunir la mayoría de los asesinatos de la dictadura cometidos en esos primeros años puesto que, tal como lo señala el autor al final, la lista se limita a los asesinatos políticos, no incluye a los obreros y campesinos asesinados. De hecho, ni siquiera incluye a todos los asesinatos políticos en esos primeros 2 ó 3  años. Lo sabemos porque están faltando numerosos casos mencionados por Luis F. Mejía más arriba. Pero, repetimos, el principal valor de este documento reside en que es un testimonio muy cercano a los años en que se comentieron los primeros crímenes del régimen de terror.

Este documento, además, refleja la reputación internacional de criminal abominable que dignamente, gracias a su infatigable esfuerzo, Trujillo no tardó en granjearse en los foros internacionales desde los primeros años de su dictadura. En forma puntual y con precisión casi científica el autor describe al dictador de cuerpo entero: “bestia salida de las cloacas políticas”, que “abochorna el género humano”, “hombre enfermo de locura criminal”, “la bestia Quisqueyana”, “el miserable Chapita”, “esa alimaña maldita” sus "bestiales instintos". Sin duda, esa fama excepcional que lo acompañaría toda la vida ya se había consagrado en unos cuantos años en el poder.

Para ahorrar espacio hemos omitido la primera parte de este artículo porque consiste de comentarios sobre las dictaduras en general, los cuales consideramos interesantes y les recomendamos a los lectores leerlos. El único cambio que le hicimos al texto que reproducimos a continuación (aparte de los subrayados y los nombres en negritas) fue separar los párrafos por ciudad para esquematizar los crimenes según cada localidad. Al igual que todos los demás textos reproducidos en este portal, no le hemos cambiado una jota al contenido textual del articulo. Pueden descargar gratis una copia en pdf del original de la revista en Hemeroteca Digital: Revista Blanca (Edición Núm. 315) o una copia en pdf de las dos páginas del articulo en el portal www.cielonaranja.com.

Les recordamos a los lectores que los nombres que están subrayados y en negrita son de las víctimas que no están repetidas en este portal. No hemos tenido la oportunidad de compararlos con la lista de Albert Hicks más abajo.
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La Revista Blanca, año XIII, núm. 315 - 1 de febrero, 1935 - España

PALPITACIONES DE SANTO DOMINGO

Los crímenes de Leónidas Trujillo (alias Chapita) en Santo Domingo

(Págs. 112-113)

Pues bien, retratemos algo de los espeluznantes crímenes, como así lo ofrecimos, sucedidos en Santo Domingo, donde una bestia, salida de las cloacas políticas, abochorna al género humano. Leónidas Trujillo Molina «Chapita», no tiene comparación en bestiales instintos con otro mortal que pueda vivir en este globo terráqueo. He aquí su historia de crímenes:

Después de algunos crímenes, donde perdieron la vida algunos contrincantes políticos de Leónidas Trujillo para poder llegar a la Presidencia de la República, continúa con los siguientes: Ametrallada una manifestación de motoristas en las inmediaciones del Parque Independencia en la cual resultaron numerosos muertos y heridos. El periodista Emilio Reyes, fusilado en Bani a las 6. P.M. por miembros del ejército mientras era conducido desde la capital. El señor Sully Ulloa, ametrallado en uno de los barrios de la ciudad desde un auto con chapa oficial, núm. 203. En ese auto iba un hermano de Trujillo. El señor Alberto Larancuent, asesinado en el Parque Colón mientras departía con algunos amigos sentado en uno de los bancos del paseo. Se perpetró este asesinato en las primeras horas de la noche y se apagaron las luces de la ciudad para que oficiales del ejército cometieran este crimen. El general Laito Guerrero, Félix Ortiz, Juan Peña y otros más, fueron sacados a viva fuerza de la fortaleza Ozama y pasaron por una infame masacre y torturas.

En San Francisco de Macoris, el general Paredes, leader del Partido Nacional, los tres hermanos Pichardo, el Licenciado Domingo O. Borges y su hijo, estudiante de 17 años, fueron alevosamente asesinados por los esbirros de «Chapita». 

Santiago de los Caballeros fué escenario de uno de los crímenes más horripilantes que tiene en su haber ese hombre enfermo de locura criminal, en la persona de Virgilio Martínez Reyna,  ex secretario de Estado y exquisito poeta. Se encontraba enfermo sufriendo un ataque apendicular cuando su hogar fué asaltado por un grupo de facinerosos en el mismo momento que su señora Altagracia Almanzar le pendía bolsas de agua. En su propio lecho fué acribillado a balazos y además herido por varios machetazos; y su esposa, que quiso intervenir, fué muerta también de dos tiros, estando esta señora en meses adelantados de embarazo.El estudiante Ellis Cambiaso, muerto a tiros en la alameda de la Avenida Imbert, mientras paseaba con su prometida y dos hermanas de ésta; fué sacrificado el mismo día de su examen final en el Instituto.

En la Provincia de Espaillat, José Brache, ex secretario de Hacienda, fué asesinado una noche en los momentos que salía del teatro acompañado de su familia. El móvil de este asesinato fué la negociación que le hizo Brache a Trujillo de un préstamo de veinte mil pesos. El general Aquiles Imbert, Carlos Estrella, su hermano Luis y muchos otros, por sus actitudes oposicionistas al Gobierno de Trujillo.

En Puerto Plata, el rico hacendado Pulula Pelegrín. Moreno de la Cruz y más de doscientos campesinos de esa región, fueron inmolados por la tiranía a causa de sus protestas en contra de un Gobierno de latrocinios y crímenes. 

En La Vega, Armando de los Santos, Daniel Tavera, general Félix Colón y otros murieron por la «porra» de Trujillo. 

En Barahona, Moneno Matos, capitán Aquilino Carrasco, profesor Juan N. Miranda, portorriqueño; Reneiro Confesor y otros fueron víctimas de la bestia Quisqueyana. 

En San Pedro de Macoris, Juan Valera y el estudiante portorriqueño Eduardo Colom Piris, cayeron en la jornada de esta provincia. Este último fué asesinado por el oficial del Estado Mayor de Trujillo, Sindulfo Minaya, quién más tarde fué asesinado también para desagraviar a la familia de Colom Piris y al pueblo de Puerto Rico.

En Monte Cristy fueron asesinados el general Manuel Rivas, general Evangelista Peralta, general Boba, Mayía Santil, Rafael Patino y sus dos hijos; estos últimos habían regresado a su suelo por las garantías ofrecidas, cayendo engañados por el miserable «Chapita».

En todos los rincones de la nación han caído más víctimas. El general Desiderio Arias, director del Partido Liberal, cuya cabeza separada del tronco fué llevada desde las inmediaciones de Mao a presencia de Trujillo en la Fortaleza de San Luis para demostrarle que sus órdenes estaban fielmente cumplidas. El general Bencosme, el hacendado sirio Salomón Hadad, los tres hermanos Perozo: César, escritor y publicista, Andrés, abogado y juez de la Corte de Apelación y Faustino, profesor de Enseñanza Pública, fueron fusilados juntamente con un cuñado de estos últimos nombrado Tiberio Santillana. David Vidal Recio, Luis Ricardo, Abigail Montalvo, general Chucho Sosa, Olegario de Vargas, Juan Bonifacio, Mario Mota, Lulio Alberto García y Luis Silverio Sandoval*** fueron acribillados a balazos por negarse a cooperar con Trujillo en sus maquiavélicos y criminales propósitos. Canin Suero, Francisco Reyes, Ramón Pereyra, Alejandro Pérez, Pedro Linares, Amado Santana, Domingo Herrera, Ramón García, Manuel Tolentino, Rafael Veloz y el general Luis Silverio***, gobernador de la Provincia de Samaná, se unen a la interminable lista de los inmolados, que muchos de ellos son oficiales, clases y soldados que se rebelaron contra ese régimen, donde la trujillada siembra el luto y vergüenza en el pueblo dominicano.

Esta lista ha sido recogida de la revista «Bohemia», y el trabajo lo calza la firma del periodista Rafael Eskert. Indiscutiblemente que en esta lista no aparecen los obreros asesinados por sus ideas de libertad, empero, no dudamos conseguirla. Parece que el periodista, dedicado solamente a los asuntos políticos, dejó pasar aquellos crímenes perpetrados en la persona de los trabajadores, pues los inmolados que dejamos anotados, son por movimientos políticos. Pero no obstante, esperamos que nuestra prensa reproduzca esta información, para poner ante la faz del mundo los crímenes de esa alimaña maldita que responde por Leónidas Trujillo y Molina.

Firma: Rosendo Apolcaterra

(Fin del artículo)

Para descargar solo el articulo en pdf y no la revista entera pueden ir a: http://www.cielonaranja.com/trujillo-1935.pdf

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 LA LISTA CHICA DE ALBERT C. HICKS: BLOOD IN THE STREETS

A continuación pueden ver una copia de la lista contenida al final del libro de Albert C. Hicks Blood in the Streets (1946). Hicks señala que hasta el momento de escribir el libro (1944-1945), él calcula que el régimen trujillista había matado, como mínimo, a unos 3,000 dominicanos y a unos 15,000 haitianos. Por lo tanto, esta lista de 134 víctimas, exclusivamente de dominicanos y algunos puertorriqueños, es apenas una muestra del verdadero número de los dominicanos asesinados en la primera mitad del régimen.

Naturalmente, una parte de estos nombres ya han sido mencionados por Luis F. Mejía, Germán Ornés y otros (ver más arriba), pero incluimos esta lista de las víctimas dominicanas porque contiene más nombres y porque representa una fuente más de las víctimas abatidas en la primera etapa de la dictadura. Solo le hemos cambiado el color a la página por motivos de estética. Los subrayados son nuestros.







(Fin de la lista de Hicks)

Otro libro de la década de 1930 escrito para denunciar los crimenes y atropellos del déspota dominicano en su primera etapa es Las fechorías del bandolero Trujillo (1937) del valiente y solidario puertorriqueño Francisco C. Girona. Como todavía no hemos tenido acceso a este libro, no podemos exponer aquí algunas de las fechorías que el autor describe.
 
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