miércoles, 2 de enero de 2013

1930: Las atrocidades cometidas por esbirros de Trujillo

Las atrocidades cometidas por esbirros de Trujillo agrupados en pandilla “La  42”

El grupo operaba antes de que el “jefe” llegara al poder y fue un avance de lo que viviría el país
Escrito por: Chichí de Jesús Reyes
24 de mayo, 2011
Hoy.com.do

Con este simbólico nombre,  La 42,  se identificaba la pandilla de  vándalos reclutados por Trujillo  con licencia para amenazar, atropellar e incluso matar a todo aquel que se opusiera a las pretensiones del futuro dictador.
Dependía directamente de Trujillo y solo de él recibía órdenes. Ningún funcionario, civil o militar,  por alta que fuere su investidura,  podía intervenir en las acciones del grupo de forajidos.
El grupo de sicarios lo comandaba  Miguel Angel Paulino, señor de horca y cuchillo, que gozaba del aprecio y el respaldo del jefe del Ejército y próximo Presidente de  la República.
El comercio capitalino sufrió lo indecible de manos del cuerpo paramilitar, cuyos miembros comían, vestían y tomaban mercancías y bebidas sin hacer efectivo el pago de las mismas; por el contrario, exigían  soborno para la protección de las propiedades, siempre y cuando los dueños no despertaran sospecha de rechazo a Trujillo.
La misión de la pandilla era esencialmente política, de represión brutal contra los opositores a las pretensiones de su  mentor y jefe. Las armas las suministraba el Ejército, y la plana mayor, con Paulino al frente, se movilizaba en  vehículos  desprovistos de identificación, pero ostentando en su frente y en la parte posterior del automóvil chapas  mal dibujadas, con el temible inscripción  “La 42”.
Días antes de las elecciones del 16 de  mayo de 1930 la Alianza Nacional Progresista  había denunciado ante la Corte de Primera Instancia  de El Seibo la ilegalidad del nombramiento de un miembro de una mesa electoral de la localidad.
El caso fue llevado en apelación  ante la Corte de Apelación de Santo Domingo, que debía fallar   48 horas después. Momentos antes del fallo el local del tribunal  fue invadido violentamente por elementos fuertemente armados, pertenecientes a  la banda.
La pandilla amenazó de muerte a los jueces si el fallo era contrario a los intereses de Trujillo.  
La lectura de la sentencia fue aplazada, pero el grupo de sicarios aparentemente no había completado la tarea que se le había encomendado. Volvieron en la noche y tumbaron la puerta del juzgado, saquearon y destruyeron todos los ajuares tratando de localizar  el expediente del caso.
Mientras sucedía esto, Trujillo y el presidente interino, Jacinto Peynado,  presenciaban alegremente desde una de las casas de la vecindad la obra de  los sujetos.
El 18 de mayo, la casa del presidente de la Corte de Apelación fue saqueada tratando de localizarlo, pero el funcionario logró escapar por el techo de la vivienda. Mientras se trataba de apresar al magistrado,  Francisco A. Hernández, otros socios de la banda, acompañados de efectivos del Ejército,  arrestaban en su residencia de la calle El Conde  a don Federico Velásquez, candidato presidencial de la Alianza y exvice del Presidente Vásquez. Ante el incremento de las persecuciones,  otros  jueces de la Corte, y el líder horacista, Pelegrín  Castillo, se refugiaron en la residencia del licenciado Julio Ortega Frier, en el sector de Gazcue, luego  de la negativa de la Legación Americana de recibirlos en su sede.
Otro  de los jueces, el respetado  Carlos Gatón Richiez,  tuvo que disfrazarse de mujer para burlar la  vigilancia de la pandilla trujillista.
Ante la imposibilidad de escapar  la persecución, desamparados y en constante peligro de muerte; amenazados y atropellados y vejados sus esposas e hijos, los  magistrados  decidieron entregar toda la documentación del caso al Procurador General de la República. licenciado Ramón O. Lovatón. Además de  Hernández y Gatón Richez, la Corte de alzada la integraban los magistrados  Marino Emilio Cáceres, Esteban S. Mesa, y G. Soñé Nolasco, quienes a pesar de los  vejámenes resistieron los dicterios de Trujillo y sus hombres.
El nombre de La 42 procedía de la Compañía de Infantería de la marina  norteamericana que desembarcó en suelo  patrio en    1916, cuyos miembros atropellaron salvajemente a los dominicanos que se opusieron a la ocupación.
Con frecuencia el grupo de delincuentes organizaba jocheos y comilonas a los que  asistían Trujillo, el Presidente Peynado y el licenciado Rafael Estrella Ureña, así como altos funcionarios públicos, acompañados de mujeres  seleccionadas que bailaban y cantaban hasta altas horas de la noche. El cuartel general de la pandilla estaba en la  casa del Padre Andrickson, conocida después de los ‘60 como ensanche Cucaracha, en la calle  Jacinto de la Concha, después de la México, de    Villa Francisca, donde ahora funciona la Pastoral Juvenil. 82 años se cumplen ahora, en mayo, ¡de la aparición de este sicariato político!...   
Origen del nombre
El nombre de La 42 sobrevino de la Compañía de Infantería de la marina  norteamericana que desembarcó en suelo patrio en de 1916, cuyos miembros atropellaron salvajemente a los dominicanos que se opusieron a la ocupación.  Con frecuencia el grupo de delincuentes organizaba jocheos y comilonas a los que  asistía Trujillo, el Presidente Peynado y el Lic. Rafael Estrella Ureña, así como altos funcionarios públicos, acompañados de mujeres seleccionadas que bailaban y cantaban hasta altas horas de la noche.
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