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EL
TRUJILLISMO 50 AÑOS DESPUÉS
La
sociedad cambió más que en toda su historia anterior
Por Dra. Rosario Espinal
Socióloga
Hoy.com.do
24 de mayo, 2011
En
unos días se cumplen 50 años del asesinato del dictador Rafael L. Trujillo y la
ocasión es propicia para recordar cuánto ha cambiado la República Dominicana en
este período, y reflexionar sobre lo que persiste.
El país cuenta con un empresariado diverso, una clase
media amplia y pujante, un segmento significativo de la población dominicana ha
emigrado al exterior, otros han migrado de Haití a la República Dominicana, hay
libertades civiles, elecciones competitivas, un sistema de partidos bastante
estable, y muchas organizaciones sociales. La mayoría de la población vive en
las ciudades y está altamente integrada al mundo exterior a través de los
medios de comunicación, la migración y el turismo.
Podríamos decir que en los últimos 50 años, la sociedad
dominicana cambió más que en toda su historia anterior. La población creció
más, la economía creció más, los servicios públicos se ampliaron y se produjo
un importante proceso de movilidad social.
Aunque algunos nostálgicos del trujillismo resalten los
supuestos beneficios de aquella época dictatorial, probablemente muy pocos
dominicanos quisieran vivir hoy en un régimen atroz como el de aquella época.
Pero ojo, hay graves problemas en la sociedad dominicana
que llevan a muchos a desear la vuelta de un “jefe”. La delincuencia y la
sensación de desorden en el Estado y la sociedad son los factores que motivan
tales deseos.
En la época de Trujillo, con una sociedad pequeña y un
Estado altamente represivo, era fácil controlar la delincuencia de quienes no
eran parte del régimen. El crimen era prerrogativa del gobierno que robaba y
mataba impunemente. El resto de la sociedad era severamente castigada si
violaba las normas. Las violaciones eran exclusividad del dictador, y la
población se acostumbró a aguantar muchas barbaridades sumida en el miedo y el
silencio.
Para el Estado ejercer un poder dictatorial, necesitaba
orden. Un orden impuesto, no consultado, ni dialogado. La disidencia era
reprimida y sancionada.
La democracia actual, por el contrario, corre el riesgo
de proyectar una sensación de desorden porque no logra consensuar un orden
institucional participativo y más transparente.
En la República Dominicana actual, los partidos políticos
representan electoralmente a la ciudadanía, pero no políticamente, porque ni
los partidos ni el Estado están interesados en consensuar las políticas
públicas que la población desea y espera.
En el sistema de democracia clientelista imperante, el
desorden administrativo es funcional a la acumulación de capital de los políticos
y el empresariado.
Eso genera vacíos de representación política que los
partidos suplen con más clientelismo y corrupción para forjar alianzas y apoyos
políticos. Como el sistema es muy excluyente, a pesar de sus ribetes
democráticos, se generan grandes insatisfacciones ante las demandas
insatisfechas de la sociedad.
En la Era de Trujillo, los únicos beneficiarios de la
política eran el dictador y sus allegados. El resto de la población era
oprimida o subordinada, y su único camino era la obediencia. Estar fuera de
ella significaba encontrar la cárcel, la muerte o el exilio.
En los últimos 30 años, la rotación de los partidos
políticos en el poder ha permitido equilibrar el sistema de democracia
clientelar, pero no fortalecer una democracia institucional.
En encuesta tras encuesta, la sociedad dominicana dice
que prefiere la democracia a otro tipo de gobierno, pero se queja del desorden
que impera y muestra cierta añoranza por la mano dura. Esto no debe
interpretarse como nostalgia por el trujillismo, sino como un deseo de que la
democracia dominicana sea más institucional, más justa y más transparente.
¿Podrá la República Dominicana finiquitar el legado
nefasto del trujillismo en los próximos 50 años?
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Moya
Pons: “Todo ha crecido en el país”
Hector
Linares
El
Caribe
Diciembre
27, 2014
En
las últimas cinco décadas el tamaño de la economía dominicana se
ha multiplicado por al menos 60 veces, con un elevado componente de
diversificación que ya ningún producto es tan dominante como lo fue
el azúcar.
La data y el juicio los ofrece el historiador Frank Moya
Pons en su libro “El Gran Cambio”, en el cual analiza la
transformación social y económica de la República Dominicana en el
período comprendido entre 1963 y 2013.
Recuerda que en el 1961 el
país se enfrentaba a la realidad de tener una población de 3.0
millones de habitantes, con un 70% residiendo en el campo, más de un
25% analfabetos, y pueblos y ciudades que comenzaban a recibir
oleadas masivas de familias campesinas que huían de los campos y
llegaban a construir favelas en las márgenes de los pueblos y
ciudades.
“Esto era el reflejo de una agricultura que mostraba
signos de estancamiento, pues la producción era más el resultado de
la apertura y colonización de tierras nuevas que de la modernización
de las técnicas de cultivo”, explica .
Moya Pons enfatiza en su
obra que en los últimos 50 años la economía dominicana dejó de
ser una economía exportadora de productos primarios para convertirse
en una economía “muy diversificada”, sin ningún renglón
dominante como lo fue el azúcar, producto que dice en el 1961
representaba el 60% de los ingresos de divisas del país.
“Hoy el
azúcar representa apenas el seis por ciento del valor de las
exportaciones nacionales”, narra. La obra del historiador está
basada en estadísticas cuyo último año de referencia es el
2013.
Detalla que las cifras de crecimiento de la economía nacional
“son tan altas que aun deflactándolas muestran un agigantamiento
de la base productiva nacional que nadie podía imaginar cuarenta
años atrás”. “Por ejemplo”, cita, “en 1060 el producto
interno bruto real del país era de apenas 790 millones de dólares.
Hoy, en el año 2013, es superior a los 48,000 millones de dólares,
sesenta veces mayor que a la muerte de Trujillo”.Moya
Pons resalta
que otros países del mundo también han crecido significativamente
en el curso de los últimos cincuenta años, pero el crecimiento
dominicano ha sido uno de los más altos de América Latina durante
varias décadas, y que gracias a ello la República Dominicana, “que
en 1960 tenía el producto por habitante más bajo del continente,
subió en el 2005 por encima de otros nueve países (Jamaica,
Ecuador, Paraguay, El Salvador, Cuba, Honduras, Nicaragua y Haití).
El
autor cita, de muchos indicadores que “se pueden utilizar para
mostrar ese crecimiento”, el presupuesto nacional, que en 1961 fue
de 184.7 millones de pesos, equivalentes a 184 millones de dólares,
en tanto que el presupuesto nacional del año 2013 “es sesenta y
cinco veces mayor: 516,000 millones de pesos, equivalentes a más de
1|2,000 millones de dólares”.
“Si al final de la Era de Trujillo
el Estado dominicano gastaba 61 dólares por cada ciudadano, hoy
gasta 1,200 dólares, esto es, 20 veces más”, puntualiza.
Moya Pons
enfatiza que el crecimiento económico dominicano del último medio
siglo también “puede apreciarse en los indicadores de producción
de ciertos renglones industriales y agrícolas, como el cemento, la
cerveza, el ron, los cigarros y cigarrillos, los aceites comestibles,
el jabón, el chocolate, el café, la sal, el arroz, los plátanos,
los bananos, los frijoles y las raíces comestibles, entre otros.
“En
algunos casos la producción se ha multiplicado muchas veces, como ha
ocurrido con el arroz que, luego de la llamada revolución verde,
experimentó un salto de más de diez veces, gracias a la apertura de
nuevas tierras irrigadas por nuevos canales de riego, a la
introducción de nuevas variedades y semillas, y a mejores métodos
de control de plagas y manejo de postcosecha”, dice el afamado
investigador.
Agrega que la producción de cerezas, “otro producto
indicativo, se ha multiplicado cuarenta y cinco veces; la de cemento,
más de cien veces; la de aceites comestibles, sesenta veces; la de
ron, más de doce veces; la de carne de pollo, de casi nada a más de
7.5 quintales anuales, y casi lo mismo puede decirse de la mayoría
de los productos de consumo masivo”.
Sostiene que el crecimiento
económico ha sido motorizado por la aplicación de políticas
destinadas a desarrollar la infraestructura productiva del país.
“Entre 1966 y 1978, por ejemplo, el Estado dominicano hizo mucho
énfasis en un programa de austeridad fiscal y manejo ortodoxo de la
política monetaria, que le permitió realizar algunos ahorros para
desarrollar numerosas obras públicas destinadas a estimular la
producción”, indica el historiador en su obra.
Asegura, asimismo,
que “el Estado fomentó la industrialización de sustitución de
importaciones, construyó presas, numerosos acueductos rurales y
canales de riego”, y abrió cientos de nuevos caminos vecinales
para facilitar la salida de productos agropecuarios.
“Construyó
carreteras, aeropuertos, edificios públicos, calles y bulevares en
las principales ciudades del país. Protegió la inversión
extranjera en el sector minero y el turismo. Acentuó los programas
de reforma agraria y colonización de nuevas tierras que fueron
incorporadas a la producción. Promovió, asimismo, la apertura de
zonas francas para exportar. Y estimuló la emigración de
dominicanos hacia el extranjero para quitarle presión demográfica a
los recursos económicos”.
De acuerdo con el historiador Moya Pons,
el crecimiento económico dominicano “se expresa en todos los
indicadores. Todo ha crecido en el país: creció la población y,
por ende, el número de viviendas. Crecieron los centros urbanos y ,
en consecuencia, las demandas de servicios públicos. Esas demandas
han sido atendidas desigualmente y ello ha llevado la existencia de
grandes desequilibrios entre las zonas urbanas y las rurales, así
como entre regiones, pueblos y ciudades”.
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Las insuficiencias de nuestra democracia y la
reivindicación del trujillismo, y sus responsables
Por Aquiles Julián
“Desde
aquí podremos transmitir a todas las generaciones todo el sacrificio, toda la
heroicidad de quienes lucharon para que en la República Dominicana exista
libertad, democracia, independencia y justicia social”.
Leonel Fernández
Presidente constitucional de la Rep. Dominicana
Acto inauguración Museo de
la Resistencia.
Un artero movimiento en pinzas, desde un supuesto
radicalismo de boca e izquierdismo trasnochado, en el fondo trujillismo
vergonzante, como veremos; y por el otro, desde la desvergonzada reivindicación
del nefasto régimen que encabeza la hija del tirano y su pareja, se pone en
evidencia, para echar lodo y calumniar a los héroes del 30 de Mayo con motivo
del quincuagésimo aniversario de la única acción heroica que logró su meta en
todo el siglo XX dominicano.
¿Cuál es el propósito velado de toda la estrategia?
Lograr instalar en el país una “fundación cultural” que sirva para estructurar
un partido político trujillista y postular a Luis José Ramfis Domínguez
Trujillo, alias “Ramfito”, su hijo, como candidato, aprovechando la ignorancia,
confusión, desinformación y carencias formativas de la población, y reiniciar
la tiranía, capitalizando cierta tendencia antidemocrática y pro gobiernos
autoritarios que prevalece en América Latina.
Así, tanto los trujillistas como los falsos “radicales
izquierdizantes” echan pestes de nuestra maltrecha democracia, de sus lacras,
insuficiencias, permisividades, impunidades y limitaciones. Lo que no dicen es
que si nuestra pobre democracia es tal, no se debe a los héroes del 30 de Mayo,
sino a ellos, a los trujillistas que recuperaron el control del poder en 1966 y
a los sectores supuestamente liberales y de izquierdas que se aliaron con ellos
en 1961 y 1964-65, y que empezaron a denostar la democracia como régimen de
gobierno y a vindicar la dictadura, enalteciéndola como el tipo de gobierno
mejor para este país. ¿Qué gran diferencia tendría el apellido que le pongan a
la dictadura? ¡Era dictadura! Sea trujillista, del “proletariado” o con
“respaldo popular”.
Ante los actos de este quincuagésimo aniversario de la
gesta heroica que nos libró del malhechor ensorbecido, han emprendido una
renovada alianza antipatriótica, antinacional y desvergonzada, para elevar el
nivel de ruido y confusión, de manera que la conciencia ingenua del dominicano
sea sorprendida por falsedades que arrojen dudas y provoquen desconfianza sobre
su historia reciente, doren y magnifiquen la tiranía mostrándola como un
“tiempo mejor” donde sólo los que se oponían a Trujillo sufrían las
consecuencias de enfrentar al poder, pero en la que el pueblo dominicano
“progresó” y “vivía mejor” (mentiras de un descaro total), y provoquen
suspicacias y recelos sobre la conducta y la acción viril de los héroes del 30
de Mayo, a los que se intenta desacreditar por todos los medios posibles.
¿POR QUÉ TIENE TANTAS LIMITACIONES NUESTRA DEMOCRACIA?
¿A qué se debe que, 50 años después de la muerte de
Trujillo, nuestra democracia tenga tantos rasgos autoritarios, prevalezca tanta
concentración de poder en el Ejecutivo, las instituciones sean más formales que
reales, la Constitución siga siendo “un pedazo de papel”, la impunidad y la
corrupción permanezcan intocadas, y la justicia sea un mercado en que jueces y
fiscales se lucran de manera descarada y el dinero opere como el real código
penal o civil, y no las leyes?
Tanto trujillistas como estos seudo radicales izquierdófilos
(y reales trujillistas vergonzantes), suelen echar pestes de nuestra endeble
democracia, a la que acusan de todos los males y todas las maldades habidas y
por haber. Y tras toda esa campaña contra nuestros magros avances se esconde un
propósito que los une: desacreditar la democracia para enaltecer… ¡la
dictadura!
Ciertamente, tenemos muchas insuficiencias, lacras y
deformaciones. Ahora, pregúntese, ¿debido a qué? ¿Quiénes son los responsables
de que no hayamos avanzado? ¡Oh, pues los trujillistas y los sectores
supuestamente liberales y de izquierdas que se aliaron a ellos! Son los reales
responsables del mamotreto de democracia que todavía exhibimos y lo crearon
para poder desacreditarlo a gusto y provocar que la náusea que ciertas prácticas
deleznables que todavía se cometen con total impunidad y descaro lleven a los
cándidos dominicanos, que son la mayoría, a darle espacio a la reinstauración
de la tiranía.
Desde el equivocado pacto de Juan Bosch y Balaguer en el
Waldorf Astoria de Nueva York en 1961 por el cual el PRD recibiría el apoyo de
los remanentes del Partido Dominicano, único partido que existía totalmente
estructurado en el país, a cambio de impunidad (política de “borrón y cuenta
nueva”), los sectores que se han presentado una y otra vez como liberales y
prodemocracia y de tendencia izquierdizante, han en realidad legitimado y
servido al peor de los enemigos de este país: el trujillismo.
A los dirigentes y miembros del Partido Dominicano se les
informó, comunidad por comunidad, que serían perseguidos, desconsiderados,
humillados, arrestados y despojados si la Unión Cívica Dominicana, entidad que
agrupaba a las fuerzas sociales que habían descabezado la dictadura ganaba las
elecciones del 1962, primeras elecciones libres en nuestro país, tras 31 años
de dictadura.
Ese hecho, la alianza entre Bosch y Balaguer en 1961,
produjo una aberración: que la muerte de Trujillo no trajera aparejada la desaparición
del trujillismo.
Los trujillistas se inscribieron en masa en el PRD,
entelequia que existía sólo de manera formal en el exilio, pues su negación a
participar en la gesta de Constanza, Maimón y Estero Hondo lo había aislado y
desacreditado. Eso explica por qué un partido que eran una siglas sin
militancia (¿pregúntese cuántos perredeístas arribaron al país, fuera de Ángel
Miolán, Ramón Castillo, Nicolás y Lucy de Silfa y Juan Bosch, y verá que el
llamado PRD no era más que una entelequia que no llenaba un cuarto? ¿Cómo
entonces ganó las elecciones de diciembre del 1962? ¡Oh, y con los votos del
Partido Dominicano y los trujillistas! ¿No lo sabía usted? Pues entérese), al
proponer la errónea táctica (útil a corto plazo, inmoral y dañina a largo plazo,
como demostró ser) del “Borrón y cuenta nueva” que amnistiaba al trujillismo y
a los trujillistas, se impuso electoralmente.
Calieses, esbirros, personeros de los que hostigaron a la
Iglesia Católica a finales de la dictadura (lo que explica las reservas que la
jerarquía católica tuvo frente al PRD y no el “consevadurismo” como han querido
pintarlo), ex empleados de Johnny Abbes García en Radio Caribe como Euclides
Gutiérrez Félix, ex diputados y senadores trujillistas, ex alcaldes y figuras
del trujillismo local como los Sánchez Barets de Cotuí, hijos y parientes de
connotados trujillistas como Ivelisse Prats Ramírez, la hija del esbirro
Francisco Prats, entraron por montones a blanquear con el “cloro
revolucionario” del PRD su pasado de colaboración activa con el régimen
depuesto.
Al legitimar el trujillismo y exonerarlo de culpas, y
limitar el trujillismo a Trujillo, sosteniendo que muerto Trujillo el
trujillismo había acabado, se le dio un respiro a las estructuras políticas y
sociales que servían de sostén al régimen que terminó por ser mortal para
nuestra incipiente democracia. De ahí sus insuficiencias y la permanencia de
prácticas y añagazas trujillistas que perviven 50 años después de muerto el
tirano.
LA ALIANZA PARA DESACREDITAR LA DEMOCRACIA
¿Qué hicieron posteriormente los sectores formalmente de
izquierda y los sectores supuestamente liberales? La emprendieron contra la
democracia como modelo político y social, desacreditándola ferozmente y
promoviendo como lo que debía ser la aspiración de este país que se instaurara…
¡una dictadura!
Se predicó por ciudades y campos que la democracia no
servía, que no funcionaba, que no era lo que los dominicanos tenían que
valorar, defender y perfeccionar. Se vindicó el gobierno de fuerza, el
aplastamiento de toda disidencia o discrepancia, el imponerse a las malas, por
la fuerza, el culto al fusil (porque “el poder viene del fusil” como se voceaba
en la UASD y en los liceos públicos), y se llamó a los dominicanos a
reinstaurar en el país una dictadura a la que se le daba apellido: “del
proletariado”, “con respaldo popular”, “revolucionaria”, “de nuevo tipo”, etc.
Y en eso, de nuevo, coincidieron con los intereses estratégicos de los
trujillistas.
¿Cómo podía mejorar nuestra democracia si se le
descartaba como modelo? ¿Quién la iba a defender si todas las fuerzas
existentes en el país con cierta significación la menospreciaban y la
consideraban inútil o innecesaria, considerando que lo que el país precisaba
era instalar de nuevo una dictadura?
Ese fue el pecado en que todos incurrimos. Y el que nos
hace responsables a todos los que sobrevivimos estos últimos 50 años de
existencia republicana de que el trujillismo perviva como una amenaza para el
país.
Y ahora mismo, disfrazado como radicalismo
izquierdizante, enumerando las lacras y deficiencias que lastran nuestra
democracia más formal que real, vemos cómo siguen en un ejercicio de
trujillismo vergonzante haciendo causa común con los desembozados partidarios
de reinstalar en el país el régimen de terror y oprobio del que el valor
temerario y la determinación heroica de los héroes del 30 de Mayo nos libró.
¿USTED CREE QUE LA VERDAD DE LA GUERRA DE ABRIL SE
CONOCE?
Voy a aventurar ahora una hipótesis que sospecho tiene
fuertes posibilidades de ser verdad y que es probable que permanezca
conveniente en la sombra: la real razón de que una buena parte de los militares
que hoy pasan por “constitucionalistas” y “partidarios del retorno al poder de
Juan Bosch” al poder se involucraran en la conspiración contra el “triunvirato”
en 1964.
La revuelta militar y la guerra civil desatada en abril
de 1965 ha sido mitificada y manipulada a conveniencia tanto por el PRD y las
“izquierdas” a un grado tal que han escamoteado y estafado a este país la
verdad de ese hecho histórico.
Se sabe que hubo un sector militar, encabezado por el
coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, que hizo el compromiso de retornar al
poder a Bosch. Y que hubo otro grupo, el llamado Grupo de San Cristóbal uno de
cuyos líderes lo era el coronel Neit Rafael Nivar Seijas, partidario de la
deposición del Triunvirato y la convocatoria a elecciones libres, pues tenía
compromisos políticos con la candidatura del Dr. Joaquín Balaguer. Y aquí va mi
hipótesis: hubo un tercer sector militar, que respondía a las órdenes de Ramfis
Trujillo, comprometido en un plan inicuo de restaurar la dictadura trujillista
y traer de nuevo al país al hijo mayor del dictador. Este sector se encubrió
bajo el ropaje conveniente de los otros dos, pero tenía su agenda oculta. Y en
particular creo que a este sector es que pertenecían Francis Caamaño (que
partidario de Bosch no era en nada), Manuel Ramón Montes Arache (que cumplió
para Ramfis una tarea inmunda: mandar a asesinar al héroe nacional Ángel Severo
Cabral en 1965), Hernando Ramírez y otros.
Lavados por el “cloro revolucionario” del PRD y las
izquierdas, estos militares trujillistas en forma alguna, llevados al nivel de
“héroes nacionales”, no van a clarificar su posible papel en pro de la
restauración del trujillismo en aquella conjura. Sin embargo, ¿podía Francis
Caamaño ser partidario del retorno de Bosch al poder, cuando pidió en 1963 que
“le dejaran al Ovejo para él tirarlo al mar”? El incidente en que Bosch dijo
que él nunca se sentaría a la mesa a cenar con el hijo de Fausto Caamaño y en
que Caamaño, irritado, pidió que le entregaran a Bosch para tirarlo por la
borda de la goleta en que lo extrañaban del país estaba lo suficientemente
fresco como para que Francis Caamaño cambiara sus simpatías y pusiera en riesgo
su rango militar y su familia. Él tenía que tener otras motivaciones: su
trujillismo (fue ayudante militar de Trujillo, un puesto altamente comprometer
y era hijo del único secretario de las fuerzas armadas que no fue miembro de la
familia Trujillo en los 31 años de la Era infame), tiene mayor posibilidad de
ser. De una posición mimada, como hijo de Fausto Caamaño, ahora estaba en
malas. El retorno de Ramfis aprovechando la destitución del Triunvirato sí
podía motivarlo.
La conducta de Montes Arache revela claramente cuál era
su compromiso. No sólo su pasado: fue de los implicados del atentado terrorista
contra Rómulo Betancourt; tras el final de la guerra de abril fue la eminencia
gris tras la turba que asaltó la residencia de la familia Cabral en Ciudad
Nueva y el sufragante de los autores del asesinato del héroe del 30 de Mayo
Ángel Severo Cabral, cumpliendo un pedido de Ramfis Trujillo de que se diera
muerte a todos los que complotaron para matar a su padre.
Y posteriormente, estuvo implicado en la conjura que se
montó para dar un golpe de estado (¿revolucionario?) a Joaquín Balaguer y
reponer en el poder a Ramfis Trujillo, complot en que muchos militares
“constitucionalistas” hicieron causa común con militares que lucharon en el
bando del “gobierno de reconstrucción nacional”. Sólo el conveniente accidente
en que perdió la vida Ramfis Trujillo (y que tengo la sospecha de que fue
provocado, pues no es verdad que a los norteamericanos, avisados como estaban
de la conjura, iban a permitir que un grupo de nostálgicos de la tiranía
armaran otro rebú y desestabilizaran el país, sobre todo sabiendo, como sabían,
las actitudes antinorteamericanas de Ramfis), hizo a Montes Arache desistir de
su intención. Y la foto del supuesto “constitucionalista” en el sepelio de su
líder real, Ramfis Trujillo, está ahí, para que nadie se llame a engaño.
Y por último, la carta de Hernando Ramírez a Ramfis
Trujillo que aparece publicada en el libro de los archivos de Ramfis Trujillo
entregados a Rodríguez Demorizi que editó el historiador y economista Bernardo
Vega, deja bien claro que el cabecilla de la conjura militar no era un
partidario del retorno de Bosch al poder sino un servil instrumento de las
aspiraciones de recuperar el poder que exhibió poco después Ramfis Trujillo,
animado por sus partidarios en las fuerzas armadas que le instaban a ello.
Ahí está mi hipótesis y algunos de los hechos en que se
fundamenta. ¿Podrá ser probada? Lo dudo. Hay demasiados intereses envueltos. He
públicamente y en persona reclamado a mi amigo, el poeta y político Tony Raful,
que tiene una serie de datos sobre la conjura para dar un golpe de estado
(¿revolucionario?) a Balaguer y reponer a Ramfis Trujillo, que los haga
público. Pero eso, sin dudas, le crearía más de una dificultad en el PRD,
partido que vive de mitos y mentiras. Así que creo que todo permanecerá
convenientemente callado. Así es que se construye la “historia a la carta” que
padecemos los dominicanos.
¿DÓNDE ESTOS RADICALES ANTIDEMOCRÁTICOS REVELAN SU
TRUJILLISMO REAL?
Ya establecí que la prueba ácida, lo que deslinda a
trujillistas vergonzantes o a las claras, de los que sostenemos en algo la
bandera de la democracia y el honor legados por los héroes del 30 de Mayo es,
precisamente, su valoración de la única acción histórica exitosa de carácter
patriótico, la más importante y significativa, del siglo XX dominicano y de sus
ejecutores.
Ramfis, Angelita y los Trujillo no sólo han pretendido
eliminar físicamente a los que se conjuraron para eliminar a Trujillo (y el
atentado contra el general Antonio Imbert Barrera en 1967 es, junto al
asesinato de Ángel Severo Cabral, “Plutarco”, demostraciones de este plan
criminal), también y, sobre todo, han urdido una estrategia de desinformación,
calumnias, incriminaciones, acusaciones y una sórdida malla de infamias para
enlodar sus figuras, retorcer sus motivaciones, empañar su acción y deslustrar
su heroísmo.
Y a ese plan antinacional y antipatriótico se suman una
serie de personajillos sin mérito ni moral, que atacan desde “el radicalismo
izquierdizante” a los héroes del 30 de Mayo, en una operación de pinzas para
hacer el ruido suficiente como para que el ejemplo de ellos en este
quincuagésimo aniversario de la gesta heroica no prenda en la conciencia y el
corazón de los dominicanos.
Todavía es todavía, y algunos implicados en la trama
contra Trujillo prefieren mantener el anonimato, sabedores de que los Trujillo
mantienen sectores incluso en las mismas Fuerzas Armadas del presente que
sueñan con su retorno. ¿Acaso el presidente anterior no levantó a Angelita y a
su esposo el impedimento de entrada y no le hizo una fiesta en la Base Aérea de
San Isidro en que la orquesta de la aviación le tocaba a la hija del tirano los
temas musicales trujillistas, violando el entonces presidente de forma
descarada la ley 58-80, la Constitución de la República, ese pedazo de papel
que una y otra vez ultrajó con sus prácticas autoritarias, y afrentando a
tantas víctimas de los crímenes de la Era infame? Y no dudemos que los Trujillo
aspiren a que una posible vuelta de “Papá” les premie con la derogación de la
ley 58-80 y les dé carta blanca para sus planes de operar como partido político
organizado en el país.
Sumarse de forma alegre a la campaña sucia contra los
héroes del 30 de Mayo, haciendo causa común con Angelita Trujillo y su banda
los desenmascara.
No sólo amplifican mentiras y calumnias contra los héroes
del 30 de Mayo, también amplifican el mito del “período de mayor esplendor que
jamás haya conocido la historia de la república”, ¿juicio valorativo basado en
qué? ¡En el libelo trujillista de Angelita!
Cuando estudié Programación Neuro-Lingüística, PNL, una
de las cosas que aprendí fue que ese tipo de juicio partía de la eliminación
del referente comparativo, así que es conveniente desafiarlo: ¿período de mayor
esplendor con respecto a cuál otro? Se trata de un mito mal disimulado, basado
en que la mayoría de los dominicanos ni siquiera han conocido aquellos tiempos
infames y cualquier mentira dicha puede pasar por verdad.
No es contra el pasado ni contra el futuro contra el cual
debemos contrastar ese período, sino contra el mismo período en un país muy
similar al nuestro, así que escojo a la Cuba precastrista. Y ahí se muestra,
sin dudas, el formidable retroceso que significó el trujillismo para el país.
Mientras Cuba desarrollaba un empresariado nacional, aquí
se descabezó toda posibilidad de tener uno. Mientras Cuba desarrollaba
instituciones modernas, aquí se creaban mamotretos formales sin contenido, pues
la voluntad omnipotente del tirano y su familia era la única institución, la
única ley y el único derecho real. Mientras Cuba desarrolló una clase media
pujante, aquí Trujillo y sus secuaces acogotaban al país.
El gusto por el fascismo y su parafernalia que es típica
de los partidarios del totalitarismo, sea estalinista o pronazi, hace que los
desfiles, los monumentos y edificaciones, los obeliscos y aquellas industrias
montadas sobre el monopolio y leyes que les fabricaban un mercado por la fuerza
al tirano (por ejemplo, montar una fábrica de pintura y lanzar una ley que
obligaba so penalización de no hacerlo, a pintar el frente de las viviendas),
sean vistos como pruebas de progreso. ¿En qué el obelisco o el Monumento a la
Paz es prueba de progreso? ¿En qué lo es la Feria de la Paz y Confraternidad del
Mundo Libre, aquella teatralización en que el tirano quiso halagar a su hija
haciéndola sentir una Isabel II cualquiera, luego de su retorno de la
coronación de la reina británica?
La total carencia de criterio de qué es lo que significa
el desarrollo y el progreso de un país hace que se repita la atroz mentira del
progreso bajo Trujillo. ¿Qué hubo obras públicas? ¿Oh, y acaso este no era el
corral del tirano, su finca, su propiedad? ¿Qué pretendían, que en 31 años no
hicieran ni una letrina?
A 50 AÑOS DE LA GESTA HEROICA UNA AMENAZA Y UNA TAREA
PENDIENTE
Que todavía haya actores implicados en la trama del 30 de
Mayo que prefieran el anonimato, como hizo ver el Dr. Eduardo Díaz, presidente
de la Fundación 30 de Mayo en el conversatorio que se realizó en FUNGLODE el
pasado jueves 26 de mayo, con la presencia del Señor Presidente de la
República, no deja de alertarnos de los peligros que todavía persisten para
nuestra frágil democracia.
El retorno de los servidores de Trujillo al poder en
1966, con el triunfo de Joaquín Balaguer, al que financiaron significó una
involución del proceso democrático, una mediatización que caricaturizó la
democracia naciente y la lastró con las viejas prácticas antidemocráticas de la
tiranía.
No menos daño recibió la democracia de los errores
cometidos por el principal líder de oposición, el escritor Juan Bosch, quien
inició una feroz campaña contra la democracia y las elecciones, tildadas de
“mataderos”, proclamando que el país lo que necesitaba era ¡una dictadura “con
respaldo popular”! Ya supongo la risotada que tal disparate le provocó al
entonces presidente Balaguer: ¡Juan Bosch promoviendo una dictadura en un país
que recién se había librado de una bien larga, de 31 terribles años de
duración!
Las izquierdas marxanas, por otro lado, denunciaban a la
democracia y abjuraban de ella, proclamando la inutilidad de las elecciones
(“¡Los electoreros son traidores!”), y promoviendo que este país lo que
necesitaba era ¡una dictadura “del proletariado”!
La pervivencia de prácticas y esquemas culturales y
políticos trujillistas hace que nos quede la tarea pendiente de liquidar el
trujillismo de una vez por toda.
Hemos fracasado, quienes sobrevivimos a los héroes del 30
de Mayo en esa impostergable tarea, en esa responsabilidad que nos legaron. El
mismísimo presidente de la República actual decía anoche, en el acto de
inauguración del Museo de la Resistencia en la Arzobispo Nouel, evento al que
tuve la cortesía de ser invitado por la Federación de Fundaciones Patrióticas a
instancia de mi querido amigo Nelson Báez, hijo del héroe del 30 de Mayo Miguel
Ángel Báez Díaz, que “todavía existen carencias que ameritan cambios y
reformas” (Listín Diario, lunes 30 de mayo del 2011, Pág. 4A).
La alianza que en los hechos muestran los supuestos
“radicales antisistema” con las huestes del trujillismo que encabeza Angelita
Trujillo indica claramente que la amenaza del trujillismo es una realidad de la
que no debemos descuidarnos.
Hay que educar a nuestra población, hay que asumir la
responsabilidad de perfeccionar y profundizar nuestra democracia,
destrujillizarla; hay que responsabilizarse del legado recibido y sellado con
su sangre generosa y sus vidas, de los héroes del 30 de Mayo.
Y hay que cerrarle el paso al trujillismo, se declare de
forma desembozada o nos llegue de manera taimada y vergonzante, disfrazado de
crítica radical y “antisistema”.
Porque, como dijo el presidente Fernández anoche, tenemos
actuar, los buenos dominicanos, para que se eleve y concretice “la sensibilidad
y el compromiso para que jamás se repita en la República Dominicana la tiranía,
la opresión y la dictadura”, y yo añado ni trujillista, ni del “proletariado”,
ni “con respaldo popular” o cualquier otro apellido con el que quiera
disfrazarse.
Publicado por EL BLOG DE AQUILES JULIÁN
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Trujillo,
despotismo y pobreza
(Parte 2 de 2)
Ing. Ramón Alburquerque
Dajabon.digital.com
Algo fundamental al analizar los 31 años de esta
oprobiosa era, son los mitos propagandísticos de los supuestos logros del
régimen.
Lo
cierto es que, un período tan largo, no obstante lo oprobioso que fuera,
siempre permite la compilación de resultados que maquillados podrían
presentarse como dignos de un Gobierno interesado en el bienestar de su gente.
Así se ocultó muchas veces su condición inhumana y despótica.
Es preciso desmontar esos mitos propagandísticos, que aún
hoy pregonan defensores de la tiranía. Porque si algo aprendió bien Trujillo fue la
capacidad infinita de mentir de Adolf Hitler y su ministro de información: “una
mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
Los
mitos de grandes logros, realizaciones económicas excepcionales, eliminación de
la deuda externa, los excelentes servicios de salud, cambios maravillosos en el
sector educativo, acciones casi épicas en el sector agrícola, poderío naval y
aéreo, viviendas casi regaladas para la clase media, pobres y desvalidos, van
mas allá de toda imaginación.
Estas
falsas hazañas son repetidas por áulicos, neo trujillistas, y ultraderechista
que laboran a diario para mantenerse en el poder, minando la esperanza del país
de vivir bajo un sistema democrático.
Es lamentable que los más eficaces promotores del difunto
tirano, los saqueos, abusos, manipulaciones, indolencias, la criminalidad
rampante, inseguridad ciudadana y territorial, la concentración cesárea de
poderes en manos del PLD, la impunidad de funcionarios considerados corruptos
no solo por todas las encuestas, sino también por entidades como el Foro
Económico Mundial, Latinobarómetro, Transparencia Internacional, y otros.
Para
ilustrar, resultan reveladores LOS INDICADORES SOCIALES DEL PAÍS EN TIEMPOS DEL
TIRANO TRUJILLO, publicados por las NACIONES UNIDAS, en sus informes periódicos
por países de la época:
En
1960 morían 160 de cada mil niños nacidos vivos antes de cumplir el primer año
de edad.
El 51% de la capacidad industrial instalada era propiedad
de Trujillo y sus familiares y allegados, la cual fue financiada con los fondos
públicos en forma descarada y dolosa.
La
esperanza de vida era solo de 47 años.
El
30% de los trabajadores agrícolas del país, que “laboraban” para el Estado o
para miembros de la familia Trujillo, no recibían salario alguno, a manera de
esclavitud total.
El
salario mínimo era descomunal bajo, aunque nominalmente aún para una época
donde el dinero valía. La gente que trabajaba sobrevivía en una perversa
miseria.
En
1960, la población era de 3 millones y hoy de 10 millones, lo que significa que
ahora somos tres veces mas, sin embargo, la economía de hoy es aproximadamente
12 veces la del 1960.
En efecto, las condiciones de supervivencia eran tan
desastrosas que el 70% de las familias de las zonas rurales no disfruta de agua
potable, ni electricidad, tenían muy pocas escuelas, apenas un pésimo sistema
de salud, insuficiente sistema vial y un altísimo desempleo, etc.
Los
indicadores institucionales se explican mejor, destacando la ausencia total de
libertad, donde las órdenes de Trujillo y sus allegados estaban por encima de
las leyes, el miedo y el terror lo cubrían todo, y las empresas del Jefe tenían
prioridad ante los asuntos de Estado.
En los hogares dominicanos, pobres y ricos, nunca falta
la tarja: EN ESTA CASA TRUJILLO ES EL JEFE, y casi al final del régimen, se
llegó al colmo mediante otra tarja más breve pero mas penetrante: DIOS Y TRUJILLO.
NUNCA
SE CREO LA COMISIÓN DE LA VERDAD. Lo lamentable es que tras el ajusticiamiento
del Tirano nunca se creó en RD una COMISIÓN DE LA VERDAD para ventilar los
robos y crímenes individuales y colectivos.
Se
ajustició al Tirano, pero NO su filosofía, NI su ideología, NI tampoco su
sistema de Gobierno esencialmente despótico. Nunca se destrujillizó la
sociedad. Los líderes principales fueron precisamente quienes impidieron, que
se hiciera. El profesor Juan Bosch, se subito, propuso el “borrón y cuenta
nueva”; y por la otra, Balaguer pasó a encarnar el neotrujillismo. Los líderes
menores hicieron mucho menos.
Los únicos criminales y torturadores enjuiciados fueron
los asesinos de las hermanas Mirabal, pero un año y medio después, fueron
liberados para siempre.
La
sociedad nunca recibió las ejemplares lecciones que dejan los juicios
históricos, con su descarnado realismo y revelaciones de crueldad, que al
elevar su dramatismo con una publicidad nacional y constante, sirven de escuela
de horror para limpiar las conciencias. Estas actuaciones forjan las
conciencias ciudadanas.
Alemania
vivió con el fanatismo hitleriano, una historia desgarrante, incluso espantosa
y vergonzante, de intensa crueldad e impresionante manipulación de la
información pública. Sin embargo, no cabe dudas que los grandes juicios de
Nuremberg y siguientes conmovieron el alma de ésta creativa nación.
Es cierto, “los juicios del siglo” en Alemania fueron
iniciativa de “las naciones aliadas”, realizados en la ciudad de Nuremberg
entre el 20/11/1945 y 1/10/1946, donde se sancionaron a dirigentes,
funcionarios y colaboradores del régimen nacionalsocialista del III Reich de
Adolf Hitler.
Está claro, el proceso no hubiera sido igual, si “las
naciones aliadas” no hubieran intervenido apoyando e imponiendo los reclamos de
justicia. No
obstante, estamos seguros que la Alemania de HOY no fuera ejemplo de
transparencia, ni estuviera dirigida por administraciones calificadas,
eficientes y respetuosas de los derechos humanos y la institucionalidad del
estado. Este duro examen de conciencia valió la pena.
En cambio, aquí en RD, miles personajes y/o sus
descendientes de aquel pasado horroroso, siguieron descollando en el Estado, y
fueron y son cabezas de poderes públicos.
Somos
de opinión que a pesar de los 53 años transcurridos, aún HAY TIEMPO PARA LA
JUSTICIA.
La pobreza que cunde y domina la sociedad dominicana es
producto de esa historia de abusos, injusticias e impunidad, llevada a cabo por
los grupos hegemónicos del poder, que la han dominado a través de la historia
sin interrupción alguna.
Por eso, nos permitimos titular este humilde trabajo:
Trujillo, despotismo y pobreza.
http://dajabondigital.com/index.php?option=com_content&view=article&id=6913:trujillo-despotismo-y-pobreza-&catid=41:opinion&Itemid=58
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Nota: Lo que convenientemente no anotaban los alabanceros del Perínclito cuando se desbordaban describiendo su "atractivo físico", según ellos irresistible para las mujeres, era el hecho de que Trujillo no salía a la calle sin pasar primero por las manos de una maquillista, quien le colocaba una crema que le dejaba la tez blanca y un tanto rojiza. Además, y especialmente para las fotos, no faltaba el tenue delineador de ojos, highlights y sombras, el disimulado color rosa en los labios, además del obligado desrizado del cabello, todo para crear la ilusión de que se estaba ante un atractivo aristócrata europeo insertado en el Caribe.
Pueden leer el artículo completo en el siguiente link:
http://issuu.com/diariolibre/docs/revista_rumbo_61
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La
Era de Trujillo: una tiranía bailable
Escrito
por: Nairobi Valdéz
Hoy.com.do
Las tres décadas de Rafael Leónidas Trujillo Molina
estuvieron marcadas por el baile y es que, según numerosos escritos, el
merengue fue uno de los géneros musicales preferidos por el dictador, el cual
no era un simple gusto, sino también una estrategia para llegar a la clase
más humilde y campesina de la sociedad dominicana.
Además, a juicio de José Tomás Lora Leiter, sociólogo y
maestro de la Universidad Católica Santo Domingo (UCSD), para esto último,
Trujillo instauró un sistema basado en la identificación y exaltación de su
figura, así como la eliminación total de cualquier manifestación artística que
fuera en contra o discrepara con su régimen dictatorial.
La historiadora Celsa Albert afirma de manera categórica
que el largo período de los 31 años fue un dinámico proceso de
“trujillización” que contaminó y perturbó la sociedad dominicana incidiendo en
la educación y la cultura. Donde el culto al jefe, la mentira, la incoherencia,
el racismo, la discriminación, la xenofobia y la egolatría impregnaron y permearon
la producción cultural y educativa; no solo lo considerado popular debido a
las disposiciones y el autoritarismo que pautaron la superestructura.
“Estos haceres cotidianos e inusuales van a rendir
homenaje a su persona desde los distintos ambientes y situaciones en que se
desenvuelve el ser humano y la sociedad de manera individual y colectiva,
dejando desprovisto de un posible apoyo solidario a quienes lo adversaron”,
explica la historiadora.
Concepciones egocéntricas. Fueron numerosas las
manifestaciones que exaltaban y endiosaban la figura del dictador: la
colocación de una foto suya en cada hogar e instituciones dominicanas, poner su
nombre a las comunidades del país, así como también asignar el nombre de sus
familiares a instituciones de carácter cultural y educativo.
Asimismo muestra de su egocentrismo era la frase que
constantemente expresaba el tirano: “Dios gobierna en los cielos y El Jefe
en la tierra”.
Cultura racista. Andrés L. Mateo, en su libro “Mitos y
cultura en la era de Trujillo”, asegura que el racismo del opresor era tan
fuerte que cada mañana era embardunado su cuerpo con talco y maquillado su
rostro para ocultar el negro del color de su piel, a esto le agrega que el
déspota usaba prendas de vestir que cubrían su cuerpo en totalidad y solo
divisaban las manos.
Además, el escritor afirma que en la era de Trujillo las
personas de color, eran llamadas indias, morenas, a los mulatos se les decía
“lavaito”, situación que ha permanecido hasta hoy, cuando en la cédula de
identidad y electoral a cualquier dominicano se le pone color de piel indio, en
vez de mulato o negro.
Una fe en Cristo superflua. Como parte de una cultura
religiosa singularizada en la persona de Trujillo, la creencia en Cristo era
superflua, generalmente sin base doctrinal. En lo religioso tanto como en lo
social predominaba una práctica ritual, vacía, artificial, simulada; una moral
pública temerosa del dictador, de la iglesia y del qué dirán, pero no
internalizada bajo un proceso de aprendizaje sistemático, racional y vivencial
de la fe y la doctrina, explica el periodista Rafael Acevedo.
El arte como forma de control. Desde antes de la
dictadura de Trujillo existían cantantes y bailarines, pero la actividad
artística toma mayor auge con la fundación de La Voz Dominicana, (hoy
Corporación Estatal de Radio y Televisión, CERTV) propiedad en ese entonces del
general José Arismendi Trujillo Molina (Petán), hermano de Trujillo, quien
había iniciado su incursión como empresario radiofónico en Bonao, donde fundó
años antes La Voz del Yuna.
La radio televisora, única en esa época, fue la
plataforma para que muchos artistas pudieran explotar su creatividad, en ésta
se formaron escuelas de canto y baile. La Orquesta San José de la cual fue
miembro el legendario Joseíto Mateo, La Angelita, entre otras, donde se le daba
participación al artista dominicano.
Pero, ¿qué se escondía tras el telón? Detrás de la risa,
las prendas de vestir, el maquillaje, la güira, la tambora y otros elementos
que daban espacio al espectáculo, se escondía la parte más oscuras de las
vidas de las mujeres, que con la ilusión de ser artistas caían en las manos de
los Trujillo.
Según el periodista Arismendi Vásquez, Petán tenía un
grupo de “escuchas” que se encargaban de reclutar hermosas adolescentes con
aptitudes para el canto y al baile, algunas de las que tenían la oportunidad de
ser aceptadas por “el protector del artista dominicano” eran invitadas por éste
a su despacho, donde las recibía con lencerías íntimas, luego las seducía con
palabras bonitas y las violaba.
Vásquez agrega que Petán hizo construir una
edificación para que residieran sus bailarinas favoritas, unas 30
aproximadamente con edades comprendidas entre 12 y 20 años, las cuales
disfrutaban de buena comida, dormitorios y el confort que adornaba la
edificación.
Desde la lujosa residencia el general Petán
observaba a través de unos binoculares, cada uno de los movimientos de su
harén, cuyas integrantes servían noche por noche para darle placer sexual,
sostiene Vásquez.
Importantización del merengue. Paradójicamente, y en esto
coinciden muchos historiadores, la Era de Trujillo marcó un precedente en la
importantización del merengue, que antes era rechazado por la burguesía
dominicana y no podía ser tocado en salones frecuentados por la clase alta. Algunos
dicen que el tirano lo usaba como una forma de castigo para las élites que se
habían negado a aceptarlo anteriormente.
Sin dudas, estas acciones fueron determinantes para que
el merengue fuera reconocido como insignia de los dominicanos.
Para el maestro Rafael Solano la Era de Trujillo se
resume, desde el inicio hasta el final, en una antología de merengues
compuestos para rendirle loas, ya que en cada uno de estos, se decía lo que el
déspota hacía.
Cabe destacar algunos de los artistas y merengues que se
hicieron famosos en la época, como Joseíto Mateo, voz principal de la Súper
Orquesta San José, con las canciones: “Entre hermanos”, “Trujillo y Franco”.
Además, Rafael Martínez, con “Najayo”, “Salve San
Cristóbal”, “La miseria” y “Seguiré a caballo”, entre otros temas.
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Trujillo
murió, pero ¿vive su legado en la sociedad dominicana?
Escrito por Cristal Acevedo
Hoy.com.do
En cualquier sociedad, los gobernantes pueden marcar
pautas para el manejo del Estado y sus simientes perdurar a lo largo del
tiempo, sobre todo cuando un mandatario se mantiene en el poder, uno o dos
períodos. Pero, ¿qué sucede cuando un “gobierno” se extiende por más de tres
décadas, como sucedió con el de Rafael Leónidas Trujillo Molina, electo para el
período constitucional 1930-1934?
Para 1930 la República Dominicana había sobrevivido a la
primera intervención militar norteamericana, la cual se produjo en 1916 y se
prolongó hasta 1924, cuando fue elegido presidente Horacio Vásquez, quien
precedió en el gobierno al dictador Trujillo Molina, joven militar oriundo de
San Cristóbal que se mantuvo en el poder hasta el 30 de mayo de 1961, cuando
fue ajusticiado.
Un gobierno de 30 años produjo una sociedad
marcada por la ideología y los valores políticos de Trujillo Molina, quien
reestructuró el Estado para que sirviera fundamentalmente a su interés personal,
señala el historiador Alejandro Paulino.
“Único jefe y salvador” y el presidencialismo. Explica
que Trujillo quería lograr que cada dominicano viera en su nombre y persona,
la única figura con capacidad para resolver los problemas del pueblo,
consiguiendo que con esa proyección de
“único jefe y salvador”, se concentrara en los dominicanos la idea de
que solo el Presidente es el responsable de resolver los problemas del país.
“Esto se manifiesta en la falta de institucionalidad
que ha vivido el país en los últimos 52 años. Por eso todos los reclamos, por
más mínimos que sean, la gente siempre trata de exigirle al Presidente la
solución”, dice Paulino.
Clientelismo político. El historiador sostiene que
junto a la falta de institucionalidad todavía pervive la manera en que el
aparato del Estado se vincula a los
partidos políticos y citó el hecho de que durante la dictadura, el Partido
Dominicano, creado por Trujillo, tenía tanta preponderancia que si no se
pertenecía a esa organización política, las posibilidades de ascender a puestos
claves en la administración pública eran limitadas.
Esto último sigue siendo una práctica que se evidencia en
casos de personas que, solo por pertenecer a uno de los partidos
mayoritarios actuales, durante “sus gobiernos” ocupan distintos cargos en
entidades estatales, avalados por la recomendación de amigos “políticos”,
compañeros de partido.
“Creo que eso es lo que expresa que todavía, después de
décadas, una parte importante de la población pone su esperanza en su
militancia y en el triunfo de tal o cual partido”, enfatiza Paulino.
El trujillismo se encarnó en Balaguer. Otro elemento que
destaca el historiador es que todavía la sociedad dominicana no se ha podido
liberar del lastre de lo que significó la dictadura de Trujillo y eso tiene
mucho que ver con la permanencia en el poder, por más de 22 años del Partido
Reformista Social Cristiano (PRSC) y su principal dirigente, Joaquín Balaguer.
Puntualiza que la permanencia de Balaguer en el poder
significó el liderazgo trujillista encarnado en la figura del orador preferido
del tirano.
“Fue Balaguer quien proclamó en el panegírico leído
ante el féretro de Trujillo, que él y su grupo se comprometían a no dejar morir
el trujillismo, para que trascendiera, aun después de muerto y mientras ellos estuvieran vivos, y creo que lo
lograron”, resalta.
¿Legado positivo? Paulino cree que se puede entender
que un gobierno que se prolongó por décadas -refiriéndose a la dictadura de
Trujillo- debió dejar algún legado positivo para los dominicanos. Pero los
daños fueron tantos que lo eclipsaron.
“Tal vez las construcciones de obras públicas se pueden
señalar como tales, pero el daño ideológico, político, ético y moral fue tan
grande, que entonces esas obras se empequeñecen y pierden valor”, afirma.
La Constitución y las leyes: solo formulismos. En cuanto
a la aplicación de las leyes y el respeto a la Constitución durante la Era de
Trujillo, Paulino retoma a Balaguer, quien se refirió en una ocasión al
valor de la Carta Magna, diciendo que era un “pedazo de papel”. Un elemento
sumamente dañino, heredado del trujillismo, y el que dice está referido a la
falta de aplicación de las leyes y la Constitución, debido a que aunque las
leyes existen para organizar la vida social y económica, Trujillo sólo las
aplicaba en la medida en que le interesaba.
“Por esa razón, los dominicanos aprendieron que las
leyes y la Constitución eran formulismos y que los gobernantes hacían con ella
lo que les viniera en ganas”, señala.
Paulino, quien es subdirector del Archivo General de la
Nación (AGN), considera que los gobiernos
de Balaguer fueron una prolongación de la dictadura y asegura que, de hecho, el
Partido Reformista tenía en su estructura a los más destacados beneficiarios
del trujillato.
“Para mi Balaguer es el gran responsable de lo que
significó la permanencia del trujillismo en la política y en la ideología de
los dominicanos”, manifiesta.
Herencias de la tiranía. Acerca de los aspectos de la
dictadura que existen en la sociedad dominicana, Paulino precisa que el
autoritarismo, la impunidad, la permanencia de una estructura y programa
escolar, la militarización de la Policía, las relaciones entre el Estado y el
partido, el Concordato con la Iglesia Católica, la promoción permanente del
funcionario a todos los niveles, son algunas de las cosas que heredó la sociedad
dominicana de la tiranía.
“De modo que hasta para hacer una cloaca se coloca la
imagen de un síndico para anunciar que él es quien construye la insignificante
obra”, sostiene.
Pero en adición a esto, el historiador, cree que lo
que más daño sigue haciendo al país es que los gobernantes toman decisiones por
encima de lo que dice la ley y la Constitución, lo que se resume en la falta de
institucionalidad que impera en la República Dominicana.
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El escritor Eduardo Galeano sobre Trujillo en El Siglo del Viento:
En el año 6 de la Era de Trujillo se corrige el nombre de la capital de la República Dominicana. Santo Domingo, así bautizada por sus fundadores, pasa a llamarse Ciudad Trujillo. También el puerto se llama ahora Trujillo y Trujillo se llaman muchos pueblos y plazas y mercados y avenidas. Desde Ciudad Trujillo, el generalísimo Rafael Leónidas Trujillo hace llegar al generalísimo Francisco Franco su más fervorosa adhesión. Trujillo, incansable azote de rojos y de herejes, ha nacido, como Anastasio Somoza, de la ocupación militar norteamericana. Su natural modestia no le impide aceptar que su nombre figure en las placas de todos los automóviles y su efigie en todos los sellos de correo. No se ha opuesto a que se otorgue a su hijo Ramfis, de tres años de edad, el grado de coronel, por tratarse de un acto de estricta justicia. Su sentido de la responsabilidad lo obliga a designar personalmente ministros y porteros, obispos y reinas de belleza. Para estimular el espíritu de empresa, Trujillo otorga a Trujillo el monopolio de la sal, el tabaco, el aceite, el cemento, la harina y los fósforos. En defensa de la salud pública, Trujillo clausura los comercios que no venden carne de los mataderos de Trujillo o leche de sus tambos; y por razones de seguridad pública hace obligatorias las pólizas que Trujillo vende. Apretando con mano firme el timón del progreso, Trujillo exonera de impuestos a las empresas de Trujillo y proporciona riego y caminos a sus tierras y clientes a sus fábricas. Por orden de Trujillo, dueño de la fábrica de zapatos, marcha preso quien osa pisar descalzo las calles de cualquier pueblo o ciudad. Tiene voz de pito el todopoderoso, pero él no discute nunca. En la cena alza la copa y brinda con el gobernador o diputado que después del café irá a parar al cementerio. Cuando una tierra le interesa, no la compra: la ocupa. Cuando una mujer le gusta, no la seduce: la señala.
En
el año 31 de la Era de Trujillo [...] con mano desdeñosa tacha algunos nombres,
hombres y mujeres que no amanecerán, mientras los torturadores arrancan nuevos
nombres a los presos que aúllan en la fortaleza de Ozama. Las listas inspiran a
Trujillo tristes reflexiones. A la cabeza de los conspiradores figuran el
embajador de los Estados Unidos y el arzobispo primado de las Indias, que hasta
ayer nomás compartían su gobierno. El Imperio y la Iglesia reniegan ahora del
hijo tan fiel, que se ha vuelto impresentable a los ojos del mundo, y escupen
su mano pródiga. Mucho duele tamaña ingratitud al autor del desarrollo
capitalista de la República Dominicana. Y sin embargo, entre todas las
condecoraciones que le cuelgan del pecho y la barriga y las paredes, Trujillo
sigue prefiriendo la Gran Cruz de la Orden de San Gregorio Magno, que le otorgó
el Vaticano, y la medallita que hace muchos años recompensó sus servicios a la
Infantería de Marina de los Estados Unidos. Hasta la muerte será Centinela de
Occidente, a pesar de todos los pesares, el hombre que ha sido oficialmente
llamado Benefactor de la Patria, Salvador de la Patria, Padre de la Patria,
Restaurador de la Independencia Financiera, Campeón de la Paz Mundial,
Protector de la Cultura, Primer Anticomunista de las Américas, Líder Egregio,
Ilustrísimo y Generalísimo.
El
difuntísimo deja en herencia todo un país, además de nueve mil seiscientas
corbatas, dos mil trajes, trescientos cincuenta uniformes y seiscientos pares
de zapatos en sus armarios de Santo Domingo y quinientos treinta millones de
dólares en sus cuentas privadas de Suiza. Rafael Leónidas Trujillo ha caído en
emboscada, acribillado en su automóvil. Su hijo Ramfis, vuela desde París para
hacerse cargo del legado, el entierro y la venganza.
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Con el correr de los años,
por medio de una especie de condicionamiento pavloviano, basado en
recompensas (dinero e influencia) y castigos (miseria, tortura o muerte), los
artistas, poetas, trovadores y alabanceros de la corte trujillista
habían calibrado los amplísimos parámetros narcisistas del Jefe y
ya estaban condicionados, al igual que la salivación de los perros
de Pavlov, a expresar sólo lo que no les era arriesgado y todo lo que
era conveniente para evitar fatales infortunios y poder congraciarse
plenamente con el Benefactor. Aunque sospechamos que en la concepción
inicial de cualquier obra alabancera, ya sea un discurso, un cuadro o un libro,
el Perínclito probablemente les hacía saber sus deseos concretos y
sus expectativas, tampoco nos sorprendería que en las obras que partían del propio Palacio ya no tuviera que mediar
palabra entre el Generalísimo y el artista de la corte para que la
obra captara la descomunal visión de sí mismo que tenía el
desbordado y enfermizo ego del Generalísimo. En el caso de este
cuadro sin embargo, debido a lo detallado que es el contenido de la
obra y a la obvia intención de dejar una memoria trascendental para
la posteridad, sospechamos que el Benefactor tuvo mucho que ver con
la selección de los símbolos y los temas que íban a flanquear a su triunfal figura.

UN
CUADRO A LA ALTURA DEL ILUSTRÍSIMO
Por Eva Abreu
Si
uno no conociera la idolatría grotesca a la que podían llegar los
cortesanos adulones durante el trujillato, al ver por primera vez
esta pintura napoleónica creada ya en pleno Siglo XX, uno pensaría de inmediato
que se trata sin duda de una obra satírica abarrotada de símbolos mitificadores con el propósito de ridiculizar el culto
enfermizo y lascivo que endiosaba al déspota dominicano.
Pero
no se engañen, lectores, no es ninguna broma del pintor: Se trata de
un auténtico adefesio de la Era Gloriosa, típico del vulgar culto
que veneraba al Generalísimo, aparentemente creado por un
deslumbrado pintor trujillista o un bien remunerado oportunista.
Para
hacerle honor al laborioso esfuerzo del artista, vale la pena digerir
lentamente esta obra creada con el propósito de dejar un testimonio visual de la
grandeza del Ilustrísimo en todo su esplendor.
En este lienzo vemos al legendario Perínclito de San
Cristóbal en la plenitud de su magnificencia, rodeado de diversas
imágenes mitificadoras, vestido para la ocasión en uno de sus
aristocráticos trajes de Generalísimo. Sin embargo, esta vez, porta
un traje algo coqueto, un tanto ceñido, insinuando el cuerpo
agraciado de un esbelto torero que seduce tanto al género femenino
como al masculino (lean las revelaciones de Almoina). Coronado por
uno de sus numerosos y carísimos bicornios emplumados,
confeccionados a la medida en Europa y que dejaban muy mal parado al
sencillo bicornio burgués del mismísimo Emperador Bonaparte,
nuestro insigne Benefactor proyecta una apacible mirada
puesta en el horizonte, como percibiendo visiones en el más allá
que los humildes mortales no pueden adivinar. Esta vez, el
Generalísimo de Todos los Ejércitos (Tierra, Aire y Mar) exhibe una
leve sonrisa bonachona que podría convencernos de su inocencia…
pero no se fíen, dominicanos.
En contraste, su postura erguida pretende
reflejar la disciplina militar que, supuestamente, gobierna a su
espíritu y sus instintos. No puede faltar la espada o el bastón de
mando (no se sabe cual de los dos, pero da igual), acompañado por
los blancos guantes de seda o de fina piel, símbolos de fuerza
implacable y a la vez de gentil nobleza, sostenidos ambos en una sola
mano.
Como
pueden ver, Temis, la diosa de la Justicia, tiene que estar colocada
por debajo del esclarecido líder. Se quitó la venda de la
imparcialidad para mirar con asombro y gratitud, siempre desde abajo, hacia el
sabio rostro del Benefactor, como si estuviera a la espera de que de
sus labios brotara algún esclarecedor postulado hasta ahora
desconocido por la antigua tradición normativa que ella representa.
Esta posición jerárquica, con la diosa de la justicia relegada a un
plano inferior, no deja dudas de que en el reino tropical en que
señoreaban los Trujillos, la Justicia, a pesar de su evolución
milenaria desde la época de los sabios griegos, jamás se atrevería
a cuestionar el exótico entendimiento del Derecho que tenía el
avispado Perínclito caribeño. Recordamos con cierta trepidación
como nuestro clarividente benefactor estuvo siempre listo para
aplicar los castigos y las penas con una premura e intensidad
impetuosa, sustentado unicamente en su inmanente lucidez sobre lo que él entendía como justicia, sin la necesidad de recurrir a tribunales ni a magistrados.
El
Sol, a pesar de ser el “Astro Rey” en su función simbólica,
acompaña humildemente a la antigua Justicia en ese segundo plano,
subordinados ambos a la prístina figura del Generalísimo. Mientras
que en los cuadros épicos se colocaba al Astro Rey alumbrando al
personaje heroico desde su justo lugar, desde las alturas del
firmamento, esto en el universo trujillista hubiera sido un
sacrilegio peligroso de parte del pintor. El astro central de
nuestro sistema solar ha sido destituido de su encumbrado rol
consagrador y ha quedado reducido a la función técnica que
desempeña una ordinaria lámpara reflectora al pie de un escenario
teatral.
Naturalmente,
los tres padres de la Patria -Duarte, Sánchez y Mella- son apenas
satélites que rodean la estrella central, como accesorios retrotraídos de la historia con el fin de ratificar con
su presencia la grandeza histórica del ilustre Benemérito. Inevitablemente,
tuvieron que emblanquecer a nuestro pardo prócer Sánchez -por completo- hasta convertirlo
en un pálido anglosajón. Hacerlo trigueño o de tez oliva no bastaba, al igual que con los otros dos padres de
la patria. Y para no dejar dudas, los tres exhiben el cariz y
los rasgos anatómicos típicos de un patricio confederado del Sur
racista de Estados Unidos, pues resultaría muy atrevido que en una
obra creada para la posteridad, plena de imperecederos símbolos
universales, pudiera caber cualquier rastro de negritud en la
cercanía del empolvado y emblanquecido Benefactor de la Patria.
Además, si se fijan, podrán percibir una incipiente aura de gloria
que se proyecta desde la blanca faz del Perínclito.
Nuestro
pabellón nacional quedó despojado de su centro, el hermoso escudo
dominicano, no vaya a ser que su detallado atractivo acapare
demasiada atención y le robe cámara a la figura central de la obra.
No olvidemos aquella frase del Generalísimo cuando “aceptó” la
candidatura presidencial de su partido para las elecciones de 1934 como único
candidato en esos comicios: “Las miradas de todos los dominicanos se volvieron hacia
mí” o, por lo menos, así lo percibía su fértil imaginación.
Detrás
de la excelsa efigie del Generalísimo, se vislumbra la obra
portentosa de Trujillo El Hacedor, del verbo hecho carne, obra
simbolizada por la fábrica, el tractor, la rueda dentada, la espiga
de trigo, recordándonos que “Él lo hizo todo” por lo que debemos mantener al Jefe eternamente plasmado en nuestra memoria.
Por
encima del prodigioso rey-héroe se expande el obligado listón que
corona su gloria con “las cinco estrellas del Jefe”, sostenido
por dos devotas palomas blancas. La paloma blanca es símbolo en
Occidente de todo lo que es paz, amor, pureza, armonía, en fin, el
símbolo bíblico de las bendiciones del Espíritu Santo con todos
sus carismas. Cuando empezó su magisterio, Cristo fue reconocido
públicamente por primera vez como el hijo amado por una sola paloma
blanca, pero en el caso de nuestro Jefe Amado, una segunda paloma
tuvo que venir a socorrer a la primera para ayudar en la noble tarea
de cubrir de gloria al redentor de nuestra colorida y sincopada
república caribeña.
Sorprende
que para completar el cuadro no haya aparecido un par de ángeles por
una esquina del lienzo con el fin de montar guardia sobre el
trascendental evento: La Anunciación de la grandeza humana y la
esencia cuasi divina del Excelentísimo Benefactor, evento captado en
el lienzo para ser exhibido ante las futuras generaciones. Hasta
sorprende que sus pies tengan que tocar el suelo para sostenerse.
A
pesar de que la reveladora escritura en el pliego dorado (abajo a la
derecha) ya no es legible, la composición visual no deja lugar a
dudas: El espectador se encuentra ante un ser providencial, un
emisario ungido, señalado para que cumpliera un designio
trascendental en nuestra isla tropical y posiblemente allende nuestras fronteras, quien, en el plano terrenal, ha sabido moldear la materia
para provecho de los seres menos dotados.
Ante
el desbordante despliegue de grandeza que nos presenta
esta pintura, no debe extrañarnos que a los seres impresionables y a
las almas sencillas se les humedezca la vista y se les inunde el
corazón de nostalgia por una "era gloriosa" que no conocieron, era que en la realidad libre de ditirambos trujillistas fue de terror, sangre, robo, explotación y humillación. A pesar de ese brutal y denigrante régimen que sufrimos, a más de un fervoroso
y trasnochado trujillista parado frente a semejante cuadro se les habrá deslizado de esos labios siempre
prestos a adular, el vulgar y trillado “¡Que viva el Jefe carajo!”
Nota
de la autora: Si este artículo esta repleto de empalagosas banalidades, de
las típicas expresiones relamidas y ostentosas del trujillismo y de
los machacados títulos rimbombantes que portaba el Excelentísimo,
esto no es defecto de la autora sino de la obra pretensiosa y desbordante que le ha tocado describir, la cual pretende consagrar a quien en su mejor época le llamaron “Trujillo El Grande”. Como dicen popularmente, el frío no está en las cobijas.
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Trujillo: El Absolutismo resucitado
14 abril 2014
Vanguardiadelpueblo.do
La tradición caudillísta del liderazgo político en la
República Dominicana, no pudo ser superada después de la invasión
norteamericana, todo lo contrario, las elecciones del 1924 devolvieron al poder
a Horacio Vazquez, uno de los líderes de la política tradicional de principios
de siglo.
Ademas Vazquez fue
presentado por la Alianza Nacional Progresista, que es el resultado de la unión
de las fuerzas del nuevo presidente y de otro caudillo, Federico Velazquez,
quienes entran en contradicción desde que asumen el gobierno.
Velazquez acusa a Vazquez de incumplir sus promesas en el
reparto de los cargos públicos, y también desde las filas “horacistas”, se
promueve la llamada “prolongación”, que consistió en abrir un debate sobre la
duración del mandato.
El Presidente Vazquez, a pesar de sus serios quebrantos
de salud, actúa como el caudillo conservador que era, y apoya la modificación
constitucional retroactiva, poniendo como fecha límite de su presidencia el 16
de agosto de 1930.
Hay que hacer notar, que en los primeros 30 años del
pasado siglo, el gobierno de Horacio Vazquez fue el mas garantista, en cuanto a
la protección del derecho a disentir y respeto a la libertades públicas.
Ahora, en vez de profundizar en un sistema político
institucionalizado, los sectores mas conservadores de la sociedad dominicana se
expresaron con todas su fuerzas promoviendo al Jefe del Ejercito, Rafael
Trujillo, como su candidato, después de la crisis que se produjo con la llamada
“Revolución mas hermosa de América”, encabezada por Rafael Estrella Ureña y que
dio al traste con el gobierno de Horacio Vazquez.
Trujillo fue el candidato de una Confederación de
Partidos, encabezada por la Coalición Patriótica de Ciudadanos, el Partido
Obrero, el Partido Republicano y el Partido Nacionalista.
La dupla Trujillo-Estrella Ureña, gana las elecciones
realizadas el 16 de mayo de 1930, como resultado del terror impuesto por una
banda armada bautizada como “La 42”, quienes dirigidos por Miguel Paulino,
atacaban a tiros cualquier manifestación contraria a Trujillo, incluyendo
varios atentados realizados a los candidatos opositores: Velazquez y Morales.
En una nota emitida por la Legación de los Estados Unidos
en el país, donde se describe el ambiente preelectoral de la época se dice lo
siguiente: “los últimos quince días se han caracterizado por un verdadero
estado de terror que desataron los seguidores de Trujillo a través del país. De
todas partes llegan a la legación reportes fidedignos de actos de violencia y
de desacato a la ley. En muchos casos han tomado parte destacados oficiales y
hombres del ejército”.
El resultado de esas elecciones sería el reflejo de lo
que ocurriría en los próximos 30 años; la candidatura de Trujillo ganó con el
98% por ciento de los votos, fue proclamada su presidencia en una Asamblea
Nacional con un quórum mínimo y en medio de un ambiente insurrecciónal en casi
todo el territorio nacional.
La dictadura de Trujillo significó la consolidación de un
poder omnímodo, conservador, absolutista, unípersonal y la preeminencia de un
tipo de conservadurismo cuasi monárquico que había sido derrotado en Europa en
el siglo XIX.
Antes que un avance de las ideas liberales puestas en
boga en algunos países de América Latina, al inicio de la década de los 30, la
República Dominicana inauguraba un régimen que tenía todas las características
de una corte absolutista del siglo XVIII.
Los regímenes absolutistas se caracterizaban por
concentrar todos los poderes en el rey, quien por derecho divino, tomaba todas
las decisiones echando a un lado la soberanía popular y entregándola
enteramente al dictador, en el caso nuestro, Trujillo era el monarca.
La existencia de cortesanos era también un detalle que
constituía la fisonomía de los gobiernos absolutos, los acompañantes del rey o
dictador, luchaban por agradar al gobernante creando soluciones a problemas
como forma de ganarse o mantener sus favores, así como manteniendo un concierto
de loas y adjetivos grandilocuentes, para resaltar la sapiencia de quien
encabezaba y encarnaba al estado.
Quizás el título de uno de los libros de Balaguer:
“Memorias de un Cortesano en la Era de Trujillo”, sea la descripción mas exacta
de como veía uno de los integrantes de la cortesanía, como se desenvolvía desde
dentro, el entorno del dictador.
La bendición eclesiástica, con participación de la
iglesia como parte del estado, era otra de las características de los regímenes
absolutistas monárquicos.
El gobernante lo era por derecho divino, los sacerdotes
formaban parte de la corte, lo que ocurrió durante la mayor parte del régimen de
Trujillo, cuando la Iglesia apoyó sus acciones e incluso el dictador viajó al
Vaticano, donde firmó el Concordato en el año 1954 durante el papado de Pio
XII.
Desde el punto de vista económico, la dictadura también
fue un calco del absolutismo.
La actividad económica giraba en torno a Trujillo, quien
se agenció para si mismo los negocios del estado, uniendo los intereses del
país con los suyos propios, se podría decir que la República Dominicana era de
propiedad exclusiva del dictador y sus allegados.
Sin dudas el gobierno de Trujillo, dictador y caudillo,
trajo como consecuencia el atraso en el el desarrollo de la clase de
propietarios con mentalidad burguesa que es necesaria para la existencia de
regímenes de corte democrático.
A la salida de la dictadura la sociedad dominicana era
atrasada y conservadora, con dos generaciones educadas y adoctrinadas, desde la
escuela, en ser sumisas al régimen existente.
Las fuerzas armadas, por su parte, fueron formadas
alrededor de la personalidad de Trujillo, para defender sus intereses y con
enseñanzas propias de los regímenes tiránicos.
A pesar de la potencia de fuego de que fueron provistas,
República Dominicana tenía en ese entonces el ejercito mas poderoso de
Centroamérica y el Caribe, la mayoría de los oficiales debían su ascenso a su
sumisión a los deseos del dictador.
Este era el panorama del país en el año 1960, una
sociedad altamente conservadora y con temor a los cambios, pues no existía la
conciencia en la mayoría de sus habitantes de los deberes y derechos inherentes
a una democracia organizada.
La muerte del dictador sorprendió a todos, incluso a los
mismos que lo ejecutaron, en lo que es hoy la autopista 30 de mayo.
No había tradición de partidos políticos, existía el
sistema de partido único, y los dirigentes de la institución política que se
haría cargo del poder, el Partido Revolucionario Dominicano, llegaron meses
después al territorio nacional, totalmente desconectados de la realidad en que
se vivía en el país.
Esta sociedad profundamente conservadora y caudillista,
con mas del 70% de su población viviendo en el campo, con alta tasa de
analfabetismo, sin tradición de actuar en democrácia, sin ningún tipo de
instituciones que dieran soporte al sistema dictatorial de gobierno que debía
sustituir, es la que vota por la opción mas liberal en las elecciones del 20 de
diciembre de 1962.
http://vanguardiadelpueblo.do/2014/04/14/trujillo-el-absolutismo-resusitado/
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Extracto
TRUJILLO, UN REALISTA CINICO
Anatomia de un dictador
Gral. Arturo Espaillat
Ediciones de Cultura Popular
Barcelona, 1967, pag. 41-42
«Trujillo era un realista cínico. Sabía que los oficiales del Ejército y los aristócratas eran potencialmente peligrosos. Tarde o temprano, se unirían para derrocarle. Y así Trujillo se propuso magnetizar a las masas que le proporcionaban una fuerza humana frente a los oficiales y aristócratas.
Una de las técnicas que empleó fue el bautismo: el bautismo y billetes de cien dólares. Trujillo se convirtió en el padrino de bautizo de decenas de miles de niños. Y los padres de cada niño recibían un centenar de dólares. Así Trujillo también cosechó un dividendo: en Hispanoamérica está considerado como una cosa indigna el conspirar contra tu compadre, el padrino de tu hijo.
Había que procurar que se creyera en estos bautismos. Mujeres andrajosamente vestidas de las clases más humildes entraban a torrentes por la puerta bien guardada del Palacio Nacional y se alineaban fuera de la capilla del palacio. El Viejo manipulaba el procedimiento sobre una base de producción masiva. Solía sonreír brevemente a cada madre e hijo, musitaba unas pocas palabras, y, después lo mismo al siguiente. La barahúnda era terrible y la atmósfera dentro de la capilla sofocante. Pero la cosa duraba horas y horas, día tras día. Que nadie diga que Trujillo no trabajó duro para ser un dictador.
Y la cosa funcionó. Las masas permanecieron leales a Trujillo hasta el final. Cuando fue enterrado, decenas de millares de compungidos campesinos bajaron de las colinas para asistir al funeral. Sí, os guste o no, el hombre era popular entre las masas. Ningún miembro de las clases educadas se atrevió jamás a intentar una revolución popular. Ningún coronel se atrevió jamás a ordenar a sus tropas que marcharan contra el Palacio Nacional. Sus mismos hombres lo habrían descuartizado. Esa fue la razón por la cual los hombres que finalmente asesinaron a Trujillo pertenecían todos a las esferas más altas de la sociedad dominicana […]» [2] .
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Celebremos el 50 aniversario de la caída de “chapita”
Ayer leí un comentario en Facebook que proponía ver las luces de la dictadura trujillista. Siempre me pareció que en los libros de texto se expone muy claramente la totalidad de los factores de análisis de este oscuro período. Esto, en franco desequilibrio con los abordajes a otros períodos de gobierno que a juzgar por los libros de historia fueron solo puntos negativos. Pero la intención tras el pedido, no pretende conocer los datos, sino abrir un debate sobre esas supuestas bonanzas. El comentario pretendía presentar el régimen trujillista como una realidad fruto de la necesidad de concentrar el poder que estaba disperso en caudillajes regionales. A Trujillo daba el mérito de ser el primero en la historia dominicana en hacer esto (lo cual es falso,
porque fue durante el gobierno de Mon Cáceres que se logró el poder central y la estructura estatal en nuestro país). Aquí dejo mi respuesta, mi posición, sobre el particular: El mito de que en la dictadura de Trujillo el país era un paraíso es el fruto, entre otros factores, de la ignorancia legada por este mismo proceso y su continuación sangrienta (los 12 años de Balaguer). La supuesta bonanza económica era hija de la coyuntura regional (crisis y guerra mundiales hacían una buena combinación -incluso Haití logró pagar su deuda externa al mismo tiempo que nosotros-) y los frutos de la misma iban a parar al accionista mayoritario de TODAS las empresas dominicanas (estatales y privadas): Rafael L. Trujillo. La necesidad de institucionalizar no abre espacio ni justifica las atrocidades cometidas por un psicótico delincuente desde su juventud. Trujillo no concentró el poder para construir una república, no desarrolló el Estado. Constituyó un monopolio particular en el cual su voluntad era la ley. Cabe señalar que, a pesar de la insistente tesis de que el actual estado de cosas ofrece razones para justificar el trujillismo, es verificable que Trujillo logra el poder gracias a la acumulación dolosa de capitales. La martillada corrupción de hoy, es hija de la de ayer. Ahí están los hechos. Ahí están los muertos, los desaparecidos, los torturados, las mujeres violadas. Ahí está el supuesto orden de una sociedad envilecida hasta el desgarro. De una sociedad acostumbrada a la dádiva temerosa. De una sociedad instrumentalizada. ¿Acaso no era Trujillo la nacionalización de esos caudillos montoneros que, a través del delito, reclamaban su tajada? Trujillo no es la superación de la montonera, es su instauración y su institucionalización. Y con ello, la instalación de la cultura del despojo y el abuso que antes fue práctica aislada y sus serviles intelectuales afianzaron en nuestra psiquis. Quien propone ver las luces de un una noche que duró 31 años no tiene madre. Porque en la época no había una sola mujer o adolescente fuera del peligro de ser ultrajada por el dictador. O peor, de ser servida a este por la degradación de sus padres o cónyuges. Quien propone ver las luces de esa sombra alargada que fue el trujillato es un cínico. No hay espacio para evaluaciones 'objetivas' cuando la vida humana y todo lo que ella supone penden de la voluntad de una sola persona. Más si esta persona es un delincuente (violador, asesino y ladrón). El falso positivo del horror trujillista lo desmiente el mismo trujillismo. Que necesitó del control, eliminación o neutralización sistematizada de todo tipo de ejercicio libre para permanecer 31 años en el poder. Utilizar la corrupción de la actualidad como punta de lanza para justificar o defender la dictadura de Trujillo es ignorancia.
¿Acaso no es la herencia autoritaria que perpetuó la dictadura (y a la que esta dio sentido) la que sostiene el abuso de poder, la prevaricación y el dolo del presente? Cuando una persona propone evaluar aspectos positivos de gobiernos dictatoriales, promueve un modelo político. Y ese modelo político convierte la vida humana en un accesorio. Quien llama a evaluar, sin considerar el peso de lo que representa un régimen sangriento y abusivo, promueve el todo indignante que representa dicho período histórico. Yo les dejo estas ideas y la propuesta de ir a mirar de cerca las verdades históricas de este y otros períodos tenebrosos el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana, en la Ciudad Colonial.