TESTIMONIOS DE LAS TORTURAS EN “LA ERA DE TRUJILLO”
Los que se asilaron en la Embajada de Argentina:
Testimonio de María Magdalena Escobar, hija del embajador argentino en RD en 1960, Dr. Enrique Escobar Cello
Recuerdos de mi vida II
Pueden leer mas en: http://chinaescobar2.blogspot.com/
(José Frank, como otros, entró corriendo a la embajada bajo una lluvia de balas.)
“Muchas veces, antes de que los mataran, les cortaban los dedos, las manos o los brazos. A algunos les cortaban la garganta. A otros les abusaron otras partes del cuerpo.” Declaró que vio cómo a otros les destrozaron la cabeza golpeándolos con la culata del rifle, que en algunos casos los decapitaban. Dijo que a él lo habían sometido a choques eléctricos con una aguja eléctrica y en una silla eléctrica. “El SIM me colgó de los pies y me dejó colgando durante una o dos horas y esto lo repetían.” Tuvieron que llevarlo al hospital por malnutrición.
Primeras declaraciones del mayor cubano Delio Gómez Ochoa a la prensa internacional después de ser liberado el 9 junio, 1961.
Los lectores pueden leer el artículo completo del Miami News: Trujilloland Invader Tells of Tortures (10 de junio, 1961, pags. 1 y 3) en: https://news.google.com/newspapers?nid=2206&dat=19610610&id=qUYyAAAAIBAJ&sjid=POkFAAAAIBAJ&pg=2565,4957420&hl=en
Detenida el 20 de enero, 1960 por el SIM:
Ing. Tomasina Cabral Mejía (Movimiento 14 de Junio)
No le di una sola lágrima a la tiranía (Artículo de Wendy Santana en el Listín Diario)
El que me fue a buscar fueron esos De la Rosa, esa gente que mataron a las Mirabal. Yo no sabia la existencia de la 40. “Aquí llevamos el paquete” [refiriéndose a Joaquín].
Cuando el paquete llegó, fue a patada limpia. Recuerdo que un día me sacaron a interrogar y me dieron una pescozada [punetazo] tan grande que iba directamente al filo de un escritorio. Y uno que estaba ahí me dio una patada que me zumbó por allá. Y dijo uno que estaba ahí: “No, todavía no tenemos orden de matarlo”.
“La comida en solitaria era una sopa. El coronel compraba una cabeza de vaca en la Victoria. La machacaban y la tiraban a hervir, era eso lo que daban. Todo el mundo se encontraba con ojos, con dientes, con pedazos, con pelo…”
Ver entrevista en: Víctimas de la Era de Trujillo: Archivo General de la Nación
Mientras que en otra cárcel a otro catorcista:
Los esbirros lo torturaron con saña hasta que desfalleció hinchado por los golpes, las vértebras quebradas, los dientes rotos, pies, manos y espaldas desfigurados, la lengua lacerada. También nos habla de la nauseabunda “comida” que recibían en la cárcel:
También ver las declaraciones de José Hungría en:
https://www.youtube.com/watch?v=Igmrn0sThec
Joven miembro de la familia Perozo:
Testimonio de Juan Perozo, cuyo padre y madre fueron asesinados por la dictadura. Es miembro de la familia Perozo en que muchos miembros murieron por su oposición a la dictadura.
Entrevista televisada en El Informe de Alicia Ortega:
“Cuando nos llevaron a la Victoria por primera vez, desnudos, éramos cuatro, nos pusieronen en celdas individuales. Cuando un guardia con un chucho, [me decía] “entre ahí, entre ahí”, en una celda. Cuando me fui a poner el pantalón corto estaba lleno de materia fecal, fresca. Lo que me vino a la mente fue que el dueño de ese pantalón lo habían matado. "Póngaselo, póngaselo", me habló duro y me amenazó, "póngaselo".
Tuve que ponérmelo, con la caca fresca. A los quince días con la caca que yo encontré y con la caca mía, esa era mi almohada. Así pasamos los años presos.
Nos (les) Jalaban las uñas a sangre viva. Cuando nos daban una pela a cada uno, había una ….. bajita uno... con las manos ensangrentadas, ponían a los presos a correr, en cada pilar de esos habían un verdugo de esos con un chucho y cada vez que pasaba era cuatro fuetazos que recibían.
Había una señora de aquí Santiago que estaba presa con nosotros en la Victoria, desnuda delante de todos nosotros, y le decían “todos esos que están ahí, le van a pasar por encima”. En esa época tenía casi sesenta años. ¿Y por qué la metieron presa? Porque los muchachos de los colegios se metían a la casa de ella, en la 16 de agosto con Mella, una casa grande, ella les daba albergue... La llevaron a La 40 y si no habla, cogieron un alicate…cogieron un alicate, le exprimieron un seno a ella, a esa señora era de apellido Cordero. Usted se imagina…eso es grande. Lo que nosotros vimos en la 40, eso no tiene historia, ese hecho es grande.
Cuando mataron a Trujillo, había un cabo que era el que repartía los medicamentos y nos dijo “mataron al Jefe”.
Radhamés Trujillo...Radhamés Trujillo (decía) “pónganse de espalda!”, erán ráfagas de ametralladora, ráfagas de ametralladora, ametrallando a los presos políticos, No sé como no nos mataron a nosotros… Bueno, yo no quisiera llorar porque son muchos los recuerdos que tengo, muchos los recuerdos que tengo”.
Youtube –Trujillo, el dictador dominicano, 3ra parte
Entrevista realizada por Alicia Ortega a Juan Perozo (El Informe)
Ver entrevista en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=9JcAX_19oW0
NOTA: Han logrado eliminar el video en YouTube de esta entrevista a Juan Perozo, un importate testigo de esta masacre del 31 de mayo, 1961. Suponemos que como se trata de una masacre cometida directamente por un Trujillo (Radhamés), se ocuparon de borrar esta evidencia directa. Les urgimos a los lectores interesados que apelen al medio que publicó la entrevista en YouTube para que la coloquen ahí de nuevo, al alcance del pueblo dominicano.
El ametrallamiento en masa de los presos políticos por Radhamés lo informó la prensa internacional en esos mismos días de junio, 1961. Para más detalles sobre estos informes de la masacre, ver sección CRÍMENES I.
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Trujillo y el 30 de Mayo (En honor a la verdad) - Testimonio
Miguel Angel Bissié
https://www.scribd.com/doc/301759704/Trujillo-y-El-30-de-Mayo (libro gratis)
La categoría de "presos políticos" incluía no solo a los que habían sido detenidos por actividades en contra del régimen (sea desde adentro o desde el exterior), por criticar al régimen, por una ligera sospecha o denuncia (falsa o verdadera), de ser un antitrujillista o comunista, sino también los que habían sido detenidos por rehusarse a venderle tierras, reses o el negocio a un Trujillo (los que tuvieron la suerte o mala suerte de no ser eliminados de inmediato) o a entregarle una hija o esposa y los que habían sido detenidos por motivos pueriles tales como por hacer un breve comentario malinterpretado, por ser un simple empleado de un antitrujillista, etc.
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- Revelan crímenes de Ramfis y Radhamés
- Reafirman Radhamés participo en torturas
- Un día en La 40
- La depravación sin límites en la "Era Gloriosa" (antropofagia)
- La horrorosa cárcel de Nigua
- Más detalles sobre las torturas en La 40
- Las sillas eléctricas y "El pulpo"
- Casa de Tortura de la 40
- Extracto: Complot Develado
- “Vida” en la cárcel durante el régimen de Trujillo
- Centros de tortura al lado este del Río Ozama
- “Pechito iba todas las noches a torturar a los presos...
- La megalomanía de Rafael Trujillo
- Un libro sobre la psiquiatría en RD
- Presentan pruebas de las torturas en el trujillismo
- El 7 de marzo: Una fecha para recordar
- Los huesos cuentan su historia
- Se torturaba desde los inicios de la dictadura
- Prefirieron la rebeldía a disfrutar de privilegios
- En las garras del terror
El veterano periodista Reginaldo Atanay, del antiguo periódico La Nación (propiedad de El Jefe), hombre que se movía en círculos trujillistas y viejo amigo de la hija favorita del Perínclito, Angelita Trujillo, al referirse al torturador y asesino de La 40, Luis José León Estévez, resume con la frase era, el muerto, como lo pintan la opinión que compartió Angelita en la intimidad de varios allegados sobre su primer esposo, la cual confirmaba la reputación del coronel León Estévez como un ser infrahumano. Y punto y seguido, el veterano periodista Atanay pasa a hacer en el artículo la siguiente revelación sobre el fallecido Radhamés Trujillo, hijo menor de El Jefe:
...Era, el muerto, como lo pintan. Como su cuñado, el desaparecido Radhamés Trujillo Martínez. Una vez, publicamos un artículo en un periódico de Nueva York, contando que Radhamés Trujillo iba a la cámara de torturas que inventó Johnny Abbes García, a “disfrutar” la práctica de tortura a adversarios del régimen de Trujillo. Supimos que entonces, Radhamés le dijo a Angelita, que desmintiera lo que nosotros habíamos publicado.
“Yo no tengo que desmentir nada, pues lo que dice Atanay, es verdad”, le dijo ella.
(Fin de la cita, sin más comentarios)
Las siguientes declaraciones fueron hechas por el Dr. Manuel Durán Barrera, quien recibió y curó a tres de los ajusticiadores de Trujillo la noche del 30 de mayo, 1961 (a Roberto Pastoriza, Amado Garcia Guerrero e Imbert Barrera). Horas después, Durán Barrera fue detenido y torturado. En prisión padeció y presenció los macabros hechos descritos a continuación, los que describió después de ser liberado tras la salida de Ramfis del pais. Pocos años después, fue embajador de nuestro pais en España.
A continuación transcribimos íntegramente el artículo del veterano y reconocido periodista Antonio Espinal publicado por la revista Ahora, sin omisiones.
REVELAN CRÍMENES DE RAMFIS Y RADHAMÉS
Revista AHORA, No. 687
Ya han pasado más de quince años del ajusticiamiento del dictador, pero hay muchos de los crímenes cometidos por él y sus seguidores que no son conocidos o al menos van conociéndose al devenir del tiempo.
Uno de esos tétricos y espeluznantes relatos lo hace un médico dominicano que relata cómo fue torturado por Ramfis y Radhamés Trujillo, así como por el jefe del Servicio Secreto.
“En la noche del 1 de junio de 1961 (tras el atentado contra Trujillo) tres hombres heridos llamaron a la puerta de mi casa. Los vendé sin hacerles ninguna pregunta.
“Una vez que hubieron abandonado mi casa, yo mismo fui detenido y llevado a presencia del jefe del Servicio Secreto. Allí se me informó que había ayudado a los autores del atentado contra Trujillo.
“Querían saber de mí, a dónde habían ido aquellas tres personas. Como no pude responder a sus preguntas, porque no lo sabía, fui torturado.
“Me arrancaron las uñas de los dedos de los pies con unos alicates. Después me introdujeron palillos de dientes entre las uñas de los dedos de las manos y me ataron a una especie de silla eléctrica. Me sometieron a unas descargas de corriente que paralizaron todo mi organismo.
“Seguidamente me obligaron a abrir las piernas y un hombre negro me azotó con una fusta las partes más sensibles hasta hacerme sangrar. Todas las torturas fueron presenciadas por Ramfis Trujillo, que reía y animaba a mis verdugos.
“Un poco más tarde llegó también su hermano Radhamés, en compañía de un grupo de mujeres bastante jóvenes. Todos estaban borrachos. Radhamés tomó unos periódicos y los arrolló haciendo de ellos una especie de antorcha que encendió y pegó a mi cuerpo. Esto lo hizo varias veces conmigo y con otros detenidos.
“Después Radhamés hizo que nos volvieran a encerrar en la celda llena de detenidos, todos desnudos, y ordenó que echaran sobre nosotros varios cubos llenos de hormigas. Por el agujero de la cerradura estuvo contemplando como los insectos nos atormentaban con sus picaduras".
El relato del médico figura en el capítulo titulado “La escandalosa vida salvaje de Trujillo. El filibustero de Santo Domingo” que escribiera el famoso periodista alemán Bernt Ruland en su obra “Las compañeras de los dictadores”.
Si bien esa parte de la narración del doctor Barrera es horripilante que se preparen los lectores para recibir una impresión más fuerte, con lo que hizo Luis León Estévez, el yerno de Trujillo.
“En mi presencia y mediante un rápido tajo con un cuchillo (Luis León Estévez) abrió el vientre de uno de los prisioneros y mientras la víctima gritaba de dolor, metió ambas manos por la herida y le sacó los intestinos…”
Y más adelante el médico declara bajo juramento, refiriéndose a Ramfis Trujillo:
“Baez que estaba hambriento se lo comió todo. Cuando el prisionero hubo terminado su comida, Ramfis hizo que le presentaran la cabeza de su hijo y le dijo:
“…Esa carne que tanto te ha gustado es la del cuerpo de tu hijo”. Como consecuencia de esa escena Miguel Báez sufrió un ataque cardíaco del cual falleció".
Estos relatos son un pequeño granito de arena comparados con los tantos y tantos crímenes cometidos por los Trujillos durante los ensangrentados 31 años que los dominicanos tuvieron que soportarlos. Y todavía se habla de revivir aquellos negros tiempos.
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NOTA: El connotado abogado, doctor Vincho Castillo, al ser entrevistado sobre el libro de Angelita, se refiere a este espeluznante caso de Miguel Baez Díaz. La autora del artículo, Margarita Canahuate, resume las declaraciones de Vincho Castillo:
"Báez Díaz fue objeto de torturas horribles, aseguró Vincho Castillo. Terminaron por hacerle comer la carne de su hijo muerto. Se la dieron como alimento y cuando terminó se lo hicieron saber. También dicen que esto le produjo la muerte”.
Nota: La revista más importante y prestigiosa de Alemania, Der Spiegel, en su edición del 17 de marzo de 1963 se refiere a esta espeluznante tortura a que sometieron a Miguel Baez Diaz dándole de comer la carne de su hijo. También menciona las otras torturas que Ramfis y Radhamés cometieron en esas sesiones de tortura. Otras publicaciones (Die Zeit de Alemania) e historiadores también se han referido a este macabro martirio que sufrió Miguel Baez Díaz antes de morir.
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UN DÍA EN LA 40
Y así sucedió: lentamente fue apretando el tortol o "torniquete asfixiante" (que consistía en "un pedazo de madera que aprisionaba el cuello del detenido"), y al prisionero le "saltaban sus ojos en los que las cuencas acentuaban la claridad del iris; parecía que se saldrían de sus órbitas. El periodista apretaba y apretaba más el "tortol", al conjuro de las exhortaciones perversas de los torturadores...". Luego, el Ing. Guzmán "fue obligado a recoger el cadáver de (Eugenio) Perdomo para llevarlo al baúl de un carro", que, además, era propiedad de un conspirador antitrujillista que había sido fusilado en La 40.
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“Un día Ramfis entró a nuestra celda y empezó a preguntarle a Miguel Baez, uno de los presos que estaba convertido en un auténtico esqueleto, por su estado de salud. Hizo que le trajesen un plato de arroz con carne.
“Baez que estaba hambriento se lo comió todo. Cuando el prisionero hubo terminado su comida, Ramfis hizo que le presentaran la cabeza de su hijo y le dijo:
“…Esa carne que tanto te ha gustado es la del cuerpo de tu hijo”. Como consecuencia de esa escena Miguel Báez sufrió un ataque cardíaco del cual falleció".
Estos relatos son un pequeño granito de arena comparados con los tantos y tantos crímenes cometidos por los Trujillos durante los ensangrentados 31 años que los dominicanos tuvieron que soportarlos. Y todavía se habla de revivir aquellos negros tiempos.
(Hasta aquí el artículo de la revista ¡Ahora!.)
El conocido abogado, doctor Vincho Castillo, al ser entrevistado sobre el libro de Angelita, se refiere a este espeluznante caso de Miguel Baez Díaz. La autora del artículo, Margarita Canahuate, resume las declaraciones de Vincho Castillo:
"Báez Díaz fue objeto de torturas horribles, aseguró Vincho Castillo. Terminaron por hacerle comer la carne de su hijo muerto. Se la dieron como alimento y cuando terminó se lo hicieron saber. También dicen que esto le produjo la muerte”.
Nota: La revista más importante y prestigiosa de Alemania, Der Spiegel, en su edición del 17 de marzo de 1963 se refiere a esta espeluznante tortura a que sometieron a Miguel Baez Diaz. dándole de comer la carne de su hijo. También menciona las otras torturas que Ramfis y Radhamés cometieron en esas sesiones de tortura. Otras publicaciones (Die Zeit de Alemania) e investigadores también se han referido a este macabro martirio que sufrió Miguel Baez Díaz antes de morir, entre éstos el Ing. José Israel Cuello: "Eso llegó al paroxismo cuando el 30 de mayo en que pusieron a un hombre a comerse las nalgas de su hijo, guisada." (Revista 110, 9 de enero, 2018, Min: 28, Seg: 29 - https://www.youtube.com/watch?v=AkrZiPZPy4k). El caso del funcionario Miguel Baez Díaz ha sido el caso de antropofagia más comentado en la literatura porque ocurrió meses antes de la caída del régimen y los testigos (otros presos) que sobrevivieron pudieron salir del país y rendir su testimonio.
Tal como el caso de la joven que fue violada en masa por un grupo encabezado por uno de los Trujillos, las propias víctimas, testigos y denunciantes se resisten a externar actos tan depravados como la antropofagia porque sienten que con el acto de describirlos se degradan a sí mismos y al medio ambiente. Es por eso que los que han oído testimonios de testigos directos de las violaciones, etc. han callado y hoy, lamentablemente, encontramos muy pocos ejemplos de estas torturas espeluznantes.
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LA HORROROSA CÁRCEL DE NIGUA
Historiador
En la cárcel de Nigua, en las cercanías de San Cristóbal, a unos 30 kilómetros al sudoeste de Santo Domingo, los presos eran obligados a realizar trabajos de chapeo y construcción de caminos, aunque se tratara de intelectuales, abogados, médicos, periodistas o gentes que nunca le habían puesto la mano a un machete. Todos soportaban chinches, cucarachas y ratones en las celdas casi a oscuras, separadas por un buen espacio, que ocupaban un semicírculo en cuyo centro había un edificio circular que servía como oficinas para interrogatorios.
Las raciones de comida consistían en agua de chocolate, un plátano verde y pan duro y viejo, incluso con lama, a menudo con una fetidez que revolvía el estómago. Los presos estaban obligados a comerla, pues de otro modo morirían por inanición. Los que enfermaban de paludismo debido a los mosquitos no recibían tratamiento médico alguno.
Las heridas de los golpes, culatazos y del "cantaclaro"-un látigo confeccionado a base de alambres-se tornaban blanquecinas con el salitre del mar Caribe cercano, por el lado sur, pero además por los gusanos que les caían. La atención médica era nula, de modo que los presos tenían que curarse las heridas por los métodos más inverosímiles, como por ejemplo tapándoselas con lodo.
Simplemente, aquellos condenados a tan triste suerte eran dejados morir, cuando no es que perecían fusilados en un sitio vecino llamado Camunguí, cerca de una plantación de arroz propiedad de Trujillo, en cuyos predios los cadáveres eran sepultados sin señal alguna que algún día permitiese identificarlos. Órdenes para fusilar presos fueron dadas en Nigua por el general Federico Fiallo y el coronel Joaquín Cocco, asistidos por esbirros de la talla de José Leger, Dominicano Alvarez, capitán José Pimentel y un soldado al que solo se le conocía por el apodo de Pelo Fino, cruel hasta la saciedad. En alusión a la cárcel de Nigua, el asesinado escritor español José Almoina dice:
"Es algo que tiene para los dominicanos un perfil siniestro, que hace estremecer a la gente. Se dijo durante mucho tiempo que era preferible tener cien niguas en un pie y no un pie en Nigua. La situación de este campo de concentrados políticos, entre arenales que se torrefactan al sol implacable del trópico y se humedecen por la acción del mar próximo, es algo horroroso. En estos inhóspitos médanos los presos estaban obligados a trabajar de sol a sol y, vejación satánica, a contemplar los fusilamientos de sus propios compañeros. Por Nigua han desfilado miles de dominicanos y allí han muerto fusilados, o incapaces de soportar más trabajos, centenares de ellos"
En los inicios de la década de 1930 en Nigua estuvieron presos, entre otras personas, Miguingo Rodríguez, Juan Isidro Jiménes Grullón, su padre José Manuel Jiménes, Juan Bosch, Ramón Vila Piola, Ildefonso Colón, Eduardo Vicioso, José Selig Hernández, Rigoberto Cerda, Félix Ceballos, Daniel Ariza, Polín Franco, Felipe Blanco, Ellobín Cruz, Luís Heriberto Valdez, Manuel Borbón, Pablo Estrella, Andrés García, Juan Isidro Rodríguez, Luís Valdez, Chichí Patiño, Rafael (Fello) Felipe, Vitaliano Pimentel, Amadeo Barletta, Luís María Helú, Sergio Manuel Ildefonso (Caporí), Enrique (Quique) Veras, Cholo Cantizano, doctor Francisco Augusto Lora, el cubano Juan Bautista Davis, José (Chichí) Montes de Oca, el ex capitán del Ejército Aníbal Vallejo, el árabe José Najul, Plácido Arturo Piña, y hasta una hermana de Enrique Blanco, aquel legendario guardia desertor que fue tenazmente perseguido por sus compañeros, a quienes burlaba con facilidad porque conocía los montes, hasta que finalmente fue muerto, no sin antes dejar tras de sí una estela de heroísmo al enfrentar con buen éxito a los guardias de Trujillo, hasta ser loado en canciones populares y leyendas inverosímiles sobre sus hazañas.
Los sicarios de Trujillo trataban de presionar a la mujer, llamada Carmen, para que admitiera su participación en la muerte de un guardia. Ella siempre mantuvo su alegato de inocencia, pero aún así fue internada en Nigua, hasta que finalmente un día supuestamente la pusieron en libertad, cuando la realidad es que la mataron, sin respetar siquiera que se trataba de una mujer.
En fin, Nigua era un sitio donde fueron internados centenares de dominicanos que sufrieron horrendas torturas, incluso la muerte, por oponerse al dictador más sanguinario que jamás haya existido en la República Dominicana.
Los carceleros siempre utilizaban garrotes para golpear y a veces causar la muerte a aquellos presos que se quejaban por el duro trabajo o se desmayaban en plena faena, debido al agotamiento físico o las enfermedades. Hubo algunos, como Ellobín Cruz y Luís María Helú, que perdieron la razón debido a las torturas de que fueron víctimas.
La disentería y el paludismo eran las más comunes, pero también la tuberculosis y las enfermedades de la piel por la suciedad imperante. Los presos tenían que dormir en el piso de cemento, en un estrecho espacio donde no era posible moverse mucho. Los que conseguían algún camastro con una vieja colchoneta tenían que enfrentarse a millares de chinches o soportar el vaho sanguinolento dejado por presos que durmieron en ellas después de ser rudamente golpeados o heridos.
En otras ocasiones, las torturas consistían en aplicarles en los testículos un rústico aparato llamado "tortor", consistente en dos trozos de madera atados con una cuerda que, al irse apretando, causaba dolores y gritos espantosos a quien recibía el castigo. Se aplicaba también en el cuello, para causar la muerte por ahorcamiento.
Las confesiones también eran arrancadas obligando por la fuerza a un preso a ingerir grandes cantidades de agua. Entre dos soldados, al preso amarrado le abrían la boca y con un embudo le llenaban de agua, hasta que el infeliz no podía más. Muchos confesaron mentiras e implicaron inocentes, fruto de la desesperación, con el fin de evitar el suplicio, herencia directa de métodos aplicados en el Este por la soldadesca norteamericana durante la intervención militar de 1916.
En aquella época las víctimas eran patriotas que enfrentaban a los violadores de la soberanía nacional, llamados despectivamente "gavilleros" por los yankis, con el propósito de justificar su persecución, apresamiento o fusilamiento.
En las cárceles de La 40 y el 9, ambas en Santo Domingo, se usaban más "modernamente" picanas eléctricas aplicadas en los testículos y otras partes sensibles del cuerpo, como los oídos o el ano.
Los prisioneros eran mantenidos desnudos y esposados. Otra forma de tortura era la silla eléctrica, que consistía en una silla forrada de cobre conectada al sistema eléctrico. Mediante un control, los torturadores aplicaban la corriente aumentado su intensidad, hasta que la víctima confesaba o moría. Casi siempre el asiento de cobre de la silla era mojado para que fuese mejor conductor de electricidad.
Hubo casos en que el pelo de la cabeza del torturado quedó completamente chamuscado, a tal punto que botaba humo. Terminada la tortura, el cadáver era desatado de la silla y tirado al suelo, donde un esbirro le golpeaba con un garrote en la parte anterior del cuello, popularmente conocida como gaznate. Un infeliz orate que servía en La 40 era el encargado de lavar la sangre, lo cual hacía con una escoba y una cubeta de agua, con carcajadas guturales estúpidas, casi siempre solicitando a los esbirros que le regalaran la camisa o el pantalón dejados por el difunto.
Es asombroso conocer que al comandante cubano Delio Gómez Ochoa, que vino en la expedición contra Trujillo el 14 de Junio de 1959, le encendieron astillas de cuaba en las uñas de los pies como parte de las torturas a que fue sometido, que incluyeron extraerle algunas muelas con un alicate, sin anestesia alguna, pero además le ataron a una cuerda colgante de un helicóptero, que lo sumergía repetidas veces en las aguas del Mar Caribe mientras la ciudad dormía. El propósito era que se lo comieran los tiburones, aunque afortunadamente tal cosa no sucedió.(11)
Era común que los cadáveres de los presos asesinados fueran llevados a la incineradora de basura de la calle antiguamente llamada Braulio Alvarez, cerca de donde está hoy el puente Juan Bosch, o lanzados al mar Caribe, casi siempre por los lados de la Caleta o Boca Chica. Hasta donde sabemos, hubo el caso de uno que fue lanzado a la misma puerta de donde vivía su familia.
Ese mismo año, Castro Santana lució el rango de mayor de la Fuerza Aérea Dominicana, que combatía a los patriotas que luchaban por reponer a Juan Bosch como presidente constitucional de la República, víctima de un Golpe de Estado militar el 25 de septiembre de 1963. Castro Santana murió años después en un accidente de tránsito en el que también pereció una hija suya, en el ensanche Los Mina, al este de la ciudad. Fue padrino de bodas del autor de este libro, el 18 de octubre de 1964.
También pueden leer más sobre las torturas, explotación y asesinatos en la cárcel de Nigua en el excelente libro Una gestapo en el Caribe por Juan Isidro Jiménes-Grullón. Los lectores pueden leer gran parte de este libro gratuitamente en Google Books.
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MÁS DETALLES SOBRE LAS TORTURAS EN LA 40
http://www.youtube.com/watch?v=ISkJvaq5CLI
“En La 40 fueron puestos en práctica varios tipos de tortura, tales como los azotes con un látigo preparado con el pene disecado de un toro al que se incrustaban alambres en la punta con el propósito de que produjeran heridas al ser propinados los latigazos a las víctimas.
Se utlizaba la famosa picana, instrumento que consiste en una especie de linterna de aproximadamente un pie o más que lleva en uno de sus extremos un dispositivo con corriente eléctrica suficiente para generar varios voltios y hasta producir quemaduras a una persona o a un animal.
También se les daban bofetadas con ambas manos sobre las orejas para provocar sordera a la víctima, suprimirle la estabilidad y lanzarlo al suelo.
Otro método singular de tortura aplicado en La 40 fue la inmersión de la cabeza de la víctima en una pileta llena de agua o cualquier otro recipiente análogo, dejándolo el tiempo suficiente para interrogarla luego de haberse recuperado de la semiasfixia.
El Dr. Blanco Fernandez también precisa que una de las torturas más salvajes aplicadas en aquella época fue la de llevar a la víctima al polígono que forma la torre existente en aquel recinto carcelario y, después de azotarlo con el látigo, echarle dos perros amaestrados en esos menesteres a que la mordieran por todas partes, especialmente en sus órganos genitales.
A menudo los torturadores visitaban las celdas en horas de la noche, abrían los candados, tiraban las puertas de hierro, llamaban a alguien en tono imperativo, amenazando con fusilamiento y enfin realizaban todo tipo de excesos violentos que pudieran mantener en vela a los que allí se encontraban encerrados.
Otro método era el de abrir las puertas, armas en manos amenazando a los detenidos con quitarles la vida para resarcir sus diversiones a la……turista.
Además de las torturas que consistían en la extracción de dientes y uñas de las manos con instrumentos mecánicos no aptos para ser usados en seres humanos, como sucedía con el famoso alicate, algunas veces hasta oxidado. Este tipo de cirugía a sangre fría producía en la persona torturada un dolor desesperante.
Algo digno de mencionar, agrega Blanco Fernandez en su libro, es el hecho de que mientras aplicaban aquellos métodos inhumanos y degradanes, se daban a la tarea de burlarse de sus víctimas y convertir esos hechos ignominiosos en una diversión de mal gusto acusando a los torturados de poca hombría, de cobardes y de incapaces de luchar contra Trujillo.
Blanco Ferdandez recuerda las torturas de las que fue víctima el Dr. Miguel Márques Fernández, Miguelito, a quien después de azotarlo con el látigo, le sacaron las uñas de varios dedos de las manos en forma despiada para que confesara quienes eran las personas implicadas.
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CÁPSULA
El dictador Trujillo le había concedido muchos millones de dólares al Coronel Johnny Abbes, jefe del SIM, para que expandiera y modernizara los servicios de espionaje y los recursos de tortura . El despiadado Coronel Abbes siempre contó con el decidido apoyo de su jefe Trujillo, sin reservas, en sus esfuerzos por intensificar el grado de terror con que se castigaba a las víctimas que caían en las mazmorras del régimen.
Como parte de este proyecto, el Coronel Abbes viajó a Nueva York en busca de una silla eléctrica usada del Departamento de Correcciones de esa ciudad. Cuando le dijeron que la silla no fallaba y que mataba en forma instantánea, Johnny Abbes perdió interés en comprarla puesto que a él le interesaba la silla como instrumento de tortura.
Finalmente, un técnico del SIM entrenado en Inglaterra, Guillermo Rivas Díaz, y otros fabricaron una silla para propósitos de tortura: La famosa silla eléctrica de La 40. Según las declaraciones de Rivas Díaz en una extensa entrevista, Trujillo fue quien dio la orden directamente de que se construyera la silla eléctria (Ver Boletín No. 135 del AGN, (págs. 153-187). Esta silla contaba con un reóstato (dispositivo que cambia el flujo de la corriente) a control remoto de tal forma que podían descargarle fuertes shocks eléctricos hasta el punto de achicharrarles los cabellos y partes de la piel sin matar a los prisioneros. Esto les permitía torturar al prisionero con descargas eléctricas repetidas veces, día tras día, hasta que decidieran eliminar a la victima de una vez por todas. Sin embargo, algunos prisioneros no aguantaron los altos voltajes y murieron en la silla desde la primera o segunda sesión. La silla estaba forrada con una placa de cobre (un excelente conductor de electricidad) en el asiento, el respaldar y los brazos. Algunos prisioneros cuentan cómo compañeros suyos eran tirados en sus celdas después de una fuerte sesión de tortura en la silla eléctrica. Veían como sus cuerpos se sacudían involuntariamente y emanaban humo por la cabeza (suponemos de los cabellos quemados).
No pasó mucho tiempo cuando el hijo del dictador Ramfis se interesó e hizo que le fabricaran otra silla eléctrica para su centro de torturas en la casa del km. 9. El ex Jefe del SIM, Víctor Alicinio Peña Rivera, informa en su libro, Trujillo: La herencia del caudillo (pág. 34):"La silla eléctrica construida en los talleres técnicos de la Aviación, aventajaba en eficiencia a la que existía en la cárcel de la Cuarenta. Fue instalada en la casa de torturas del Nueve, bajo dirección de oficiales de la Aviación."
En la misma entrevista que mencionamos más arriba (ver Boletín No. 135 del AGN, Una monstruosidad...), el catorcista José Hungría Sánchez, torturado en La 40, afirma que también había otra silla eléctrica en La 40, hecha completamente de metal, de un color gris, como de tubo galvanizado. Por el voltaje del electrochoque y por ser de metal, ésta la usaban para finalmente ejecutar a los prisioneros, no para torturarlos. José Hungría, quien en las sesiones de tortura que había padecido ya estaba familiarizado con la silla de madera forrada con planchas de cobre para torturas, cuenta cuando vio por primera vez la de metal para ejecuciones: “El Villar comienza a sacarme confesiones, o a tratar de sacarme confesiones, y cuando no lo logra, dice estas palabras: Mira, buen hijo e la gran puta, tú priva de guapo, evita que te siente en esa, en la silla de metal que estaba como a pie y pico. Y la mandó a guardar, diciéndole a quien le dio la orden Ve, llévate y guarda eso, que se nos quedó anoche, después de terminar de trabajar. José Hungría, quien estuvo en La 40 más de cuatro meses, contó en esa entrevista que las ejecuciones programadas las hacían exclusivamente a determinadas horas de la noche (la llamaban los presos "la hora cero") y esa noche habian eliminado a 2-3 presos antes de que lo llevaran a él en la madrugada a la cámara de tortura para interrogarlo. Fue cuando vio la otra silla, la gris. Son pocos los que pueden contar sobre la silla de metal porque los que la conocieron no vivieron para contarlo. José Hungría la conoció de casualidad sencillamente porque se les quedó afuera mientras a él lo interrogaban.
Al cabo de algún tiempo Johnny Abbes perdió el entusiasmo por su silla eléctrica de diseño especial. Abbes estaba obsesionado con la idea del “control” total de sus víctimas. Decía que había que controlar por completo toda la personalidad del prisionero para que éste perdiera su sentido de sí mismo. Fue así como apareció “El pulpo”.
El llamado “pulpo” era un generador de electrochoques con ocho terminales al final de ocho largos tentáculos forrados de hule. Cuando le aplicaban “el pulpo”, relata el antiguo procurador de RD, Antonio García Vásques (quien investigó los crímenes de Johnny Abbes después de la caída de la dictadura), no le adherían los tentáculos superiores simplemente al cuero cabelludo de la víctima, “sino que se los conectaban directamente al cerebro por medio de pequeñitos electrodos de cobre que les atornillaban directamente a los huesos del cráneo. Las otras terminales se las enganchaban a los ojos o a los testículos. Era la forma más inhumana de aplicarle corriente eléctrica a un ser humano. Les destrozaba el mismísimo sistema nervioso”.
Es de suponerse que "el pulpo" lo usaban cuando ya habian decidido eliminar a un preso para premiarlo con un último, intensamente doloroso y refinado suplicio en lugar de ser simplemente ejecutado puesto que con el sistema nervioso casi destruido, es decir, convertidos practicamente en un vegetal, no quedaba otra cosa que terminar de matarlos.
Otras fuentes nos hablan de "El Pulpo":
También pueden encontrar otra referencia a este instrumento diabólico de La 40, El Pulpo, en la pág. 878 (columna 1) de la Encyclopedia of U.S. - Latin American Relations (Sage Publications, 2012) cuando los autores lo describen con el fin de ofrecer uno de los peores ejemplos del sadismo que había alcanzado la dictadura trujillista.
Resumen:
La silla eléctrica la usaban tanto para dar choques como para electrocutar lentamente. Los sobrevivientes de la 40 sabían que la muerte era lenta porque los altoparlantes transmitían los gritos de las víctimas en las celdas. Otro instrumento era El Pulpo, un aparato eléctrico de múltiples brazos que se lo adherían al cráneo de la víctima con pequeños tornillos. Usaban extractores de uñas, una picana para electrocular los genitales, martillos de hule, látigos de cuero con puntas en nudos y tijeras para castrar, así como un cuello de hule que si lo apretaban lo suficiente, podía cercenarle la cabeza a la víctima.
A veces el propio dictador participaba en los procedimientos. Por ejemplo, el sargento Carlos Nolasco, quien había participado en un complot, comenta que una noche Trujillo llegó al Nueve donde se encontraban 8 de los militares complotados ya presos y ordenó que los quemaran vivos.
En cuanto al destino de los cuerpos, los investigadores creen que fueron lanzados a los tibures o metidos en una incineradora que quedaba cerca de la base de San Isidro. Muy pocos se los devolvían a los familiares.
República
Dominicana: Cámaras de terror
TIME Magazine
13 de
abril de 1962
Para más detalles, ver también:
Extracto:
In 1957 Colonel Abbes visited New York to purchase, among other things, a used electric chair from the Department of Corrections. "It is absolutely dependable and almost instantaneous," he was told. Abbes said no, thank you: what good was an instant electric chair? He ultimately acquired one built to his own specifications. Equipped with a rheostat, it enabled the controller at the switch to torment
the man or (as frequently as Abbes could arrange it) a woman strapped in the chair with easier or harsher jolts of lectricity for hours on end before setting the switch for execution.
The walls of the SIM's interrogation rooms were thickened with soundproofing foam plastic. "No, no," Abbes said, "that's not the way to control suspects." Ultimately, as any perfectionist must, Col. Abbes built his own torture towers. The elaborate interrogation centers situated in compounds surrounded by tall concrete walls were known as "La Cuarenta" (located on Fortieth Street) and "Kilometro Nueve" or "La Nueve"— named after the road marker which indicated, roughly six miles outside Santo Domingo, the perimeter of San Isidro Airbase, commanded by Trujillo's older son, Ramfis. The "variable-pitch" electric chair was installed at La Cuarenta in a bare-walled interrogation room which was not merely void of soundproofing; it had an internal amplifier hook-up so that the screaming, lungeing, moaning, vomiting and pleading of the tortured could be utilized to keep prisoners awake in the cellblocks below.
In time, Johnny Abbes lost interest in his custom-built chair. His investigative principle was "control." "One must dominate the prisoner's personality completely," he would tell subordinates. Pursuant to this policy, arrested victims were sometimes tortured pitilessly beyond the point of submission and confession: the goal was total abjection. To attain it, Johnny Abbes devised a more efficient instrument than the chair: the "Octopus," the dreaded El Pulpo.
"El Pulpo" was a specially-built electroshock generator with not two but eight terminals at the end of long, black, rubber-coated tentacles. "When it was applied in earnest," says former Dominican Attorney General Antonio Garcia Vasques, who investigated the crimes of Johnny Abbes after the Trujillo regime's fall, "the top tentacles of El Pulpo were not attached to the victim's skin; they were connected to the brain by means of tiny copper electrodes screwed directly into the cranial bone. The other couplings were clipped to the eyes or testicles of the prisoner. It was the most inhuman way to apply electric current to living creatures. It shattered their very nervous systems."
At Kilometer Nine, one of the torture chambers consisted of a water tank stocked with huge, voracious leeches. Another was called "La Clinica." Here Lt. Clodoveo Ortiz— the master torturers were as well known in Santo Domingo as were Burke and Hare or Leather Apron in England made his "clients" talk with the aid of thin, flexible, electrified copper probes inserted into the genital and/or anal passages, producing electrical dis charges not unlike miniature bolts of lightning across the body's most sensitive tissues.
If, during late 1958 and early 1959, the Dominican Republic degenerated into an enormous abattoir, the torture centers erected by Col. Abbes were its grinders. First hundreds, then thousands were driven into the inferno by innumerable, scurrying Volkswagens newly purchased for the SIM under Trujillo's multimillion-dollar expansion program. Master of it all, epicene, sexually deviant, assertively sadistic, mysterious, ubiquitous, corrupt, tireless, diabolically cunning, was the second most powerful man in the Dominican Republic — Colonel Abbes.
(Fin del extracto)
How
the CIA Blew Away Trujillo
Andrew
St. George
Swank,
October, 1975
El catorcista Julio Escoto Santana recuerda sus días en La Cuarenta
“La harina la traían en una lata de aceite de maní que en esa época era muy en boga porque Trujillo había puesto la fábrica. Entonces habían dos latas en la solitaria. Una lata llena de agua oxidada, que no sabíamos de donde la traían, y la otra vacía. Cuando llega una carretilla, viene con líquido que era la harina, le pusimos ‘la rubia’ porque eran tan, no sé ni qué decirte, que si te daban golpe en La 40, y tú demolido y desmayado que hasta la esfinter se soltaba, vamos a decirlo, se abría, te echaban agua de sal dizque pa que no te infectaras y aquí a la sopa le echaban bija y por eso le pusimos ‘la rubia’ porque venía amarilla de la bija que le echaban dizque por los golpes que nos habían dado para que no tuviéramos turberculosis no se qué, un disparate. A esa sopa le echaban ojos de buey o de vaca, no sé lo que era, para saberlo, verlo tú ahí.
Hasta que un día aparecieron sendas cucarachas que parecían dos yolas queriéndose ir rumbo a Puerto Rico así nadando. Entonces, dime tú. Éramos 20 presos desnudos, desbaratados, habían unos que ya tenían hasta gusanos de los golpes que les habían dado y se les infectaron porque no te daban ninguna asepsia, ninguna medicina.
Silla eléctrica, mañana, tarde y noche. Y entonces en esa situación, cuando nos sacáron de la solitaria de la Victoria al pasillo B, ya ahí teníamos un camarote porque en la solitaria no había ni inodoro ni lavamanos, esa era otra cosa, en el suelo durmiendo, ni colchón.
Entonces, yo como siempre he sido trasnochador en la vida civil y carcelaria, por la madrugada es que ellos acostumbran a hacer sus trueques y sus cosas, y sus bagabunderías, y sus traslados, de La 40 hacia la Victoria los traían pegaditos así por el patio y uno veía, en la madrugada, a quién es que llevan, o de allá para acá, de la Victoria para La 40.
Entonces ya yo tenía ahí varios meses preso, tres meses, no veía a mi familia, no veía a mis hijas chiquiticas de dos años y la otra de meses. A mi padre que no quiso irme a ver porque, imagínate, decía él si yo te veo con todos esos palos que te han dao y toda esa cosa, yo voy a hablar muchísimo disparate y voy a caer preso.”
Más adelante se refiere al día en que lo soltaron:
“Entonces dime tú, ese día fue un día de júbilo porque uno, cuando veía todas esas cosas que ocurrían en La 40 y que te tiraban un muerto y te apeaban de la silla eléctrica a tí, un muerto ahí y tú tenías que cargarlo y volvían y subían a otro, la gente no se da cuenta de lo que fue eso, tú me entiendes, y nosotros creo que debemos luchar por todos los medios, yo, por lo menos, no soy guapo, pero yo ya no puedo echar para atrás.” (Minuto 8:30)
Huchi Lora le recuerda al público: “Yo quiero decirles a todos que como conseuencia de las torturas que sufrió en La 40 donde les daba palizas con varas de bambú en el espinazo, Julio Escoto, la última operación que le hicieron fue el año pasado, es decir, más de medio siglo después, todavía le están haciendo operaciones en la columna vertebral.” (Minuto 9:07)
JE: “El cirujano, después de que tomó la radiografía, me preguntó muy alarmado, dice ‘Escoto, ¿tú te caíste, tú te has dado algún golpe en la columna?’ Entonces, yo le dije, no doctor, yo no me he caído. Entonces le conté brevemente, y dice ‘pero eso está ahí todo desbaratado’, un médico en Miami.”
Entrevista
Dr. Julio Escoto, Luchador por la libertad durante la dictadura
Miinuto
2:32
Entrevistado
por Huchi Lora (Programa: El Día)
Publicado
en YouTube por: El Día RD
https://www.youtube.com/watch?v=TFCxjSHOR30
Segunda entrevista:
Entrevista a Julio Escoto Santana, militante catorcista
Entrevistado por Esperanza Ceballos de Univisión Noticias (41)
Julio Escoto fue detenido en enero de 1960 por militar en el Movimiento 1J4.
Sus declaraciones sobre las torturas:
JE: “Me sacaron de la casa a trompada y a patada. Empezaron las torturas, y eso era mañana, tarde y noche… Y ahí sufrimos bárbaramente y vimos cosas horribles. Te hacían una operacion que ellos denominaron “el cenicero”, que era cuando nosotros pasábamos al lado de uno de ellos, con el cigarrillo, nos lo pegaban en la espalda.”
EC: ¿Usted fue llevado a la silla eléctrica?
JE: “Todos los días. Cuando le ponían el voltaje subido, te hacía así en el estómago, aaahhhh!, y no era porque tú quisieras estar de cómico sino por la fuerza de la electricidad… Alambre eléctrico, la cabeza inmersa en una batea grande de agua, para confesar. La espalda mía era un cascarón porque después de los golpes que te daban, entonces te echaban agua salada dizque para que no te infectaras.”
EC: ¿Con todas estas torturas que usted sufrió, pensó que en algún momento no iba a sobrevivir?
JE: “Varias veces. Sobre todo cuando veíamos que de la silla eléctrica bajaban a un compañero muerto… Tú veías que te sacaban a ti pero por ahí mismo paseaban con un muerto en la oscuridad, tú ni sabías quien era, tú dices, bueno, me tocó a mí hoy.”
https://www.facebook.com/univisionnoticias/videos/10156846514474796
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Revista 110 - Ecoportaldominicano.com
Y así, centenares de hombres, mujeres y niños penetraron a ese suplicio para no reaparecer jamás. Miles de ciudadanos caminaron por sus pasillos rumbo a las celdas y a las torturas que se aplicaban más allá de la última puerta, situada al final de un tétrico corredor de muerte por donde la tiranía trujillista hacía transitar a sus víctimas, hasta el camino final: la muerte, llamada Maru-Maur por sus inquilinos en referencia a una novela de moda en la época.
La cárcel de la 40, algo que solo puede concebir la ficción novelística más desgarradora, fue un antro de torturas que en República Dominicana que operó bajo la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo, a partir de 1955, manejado por gente a la que la castración política y moral le definiría como "pobres diablos". Allí convergía y se sintetizaba el trabajo del vasto esqueleto represivo dirigido por Johnny Abbes García –el temido jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM)-, quien tenía su escritorio en la principal caseta destinada a la tortura.
"Pobres diablos"
Era un trabajo que iniciaba por la labor de un cuerpo de soplones pertenecientes a todas las escalas sociales, a quienes les competía informar de cualquier movimiento raro. De inmediato, entraban en acción los responsables de verificar, en el terreno, la situación informada. Detectada la naturaleza "conspirativa", se daba paso a los equipos de "esbirros" montados en pequeños Volkswagen (carritos cepillos), con dotación de armas cortas y largas, cuya especialidad era robarse a la persona denunciada.
Al menos así lo relata el doctor Rafael Valera Benítez, en su obra "Complot Develado", quien describe que esa tarea era desarrollada en horas de la madrugada mediante una operación relámpago en los domicilios o algún sitio discreto, después de que la víctima era seguida con toda parsimonia.
Y cuando la actuación discreta era la regla recomendada, no excluía el asalto violento. Esos equipos patrullaban todo el país, región por región, a base de un cuadro de personal con turnos rotativos, y cada carrito era dotado de un transmisor que remitía a la estación central situada en la 40.
De esa forma, el ruido de los motores de los "cepillos", había convertido la presencia de los pequeños carritos en un esmerado ritual terrorífico que hacía cundir el pánico por doquier. Una vez en el palacio de los suplicios, el cautivo era fichado, se dilucidaban las implicaciones políticas y si procedía o no una acción represiva.
Por supuesto que, según los relatos de Valera Benítez - quien estuvo recluido en la cámara de torturas-, ese tipo de evaluadores jurídicos no tenían nada que ver con los soplones que se trasladaban al terreno de los hechos después de una confidencia, lo que no significaba que esos abogados no pusieran su granito de arena en la labor de extracción de confesiones, "y se unían al coro de torturadores haciendo uso de bastones eléctricos dotados de pilas de alto voltaje que se aplicaban en las partes vitales del prisionero desnudo y esposado ante sus verdugos".
Los diversos medios de transmisión de mensajes y el manejo de sofisticados aparatos para la transmisión y recepción de los mismos, formaban parte del personal que motorizaba esa fábrica del crimen.
Un infierno sin treguas
Por la secuencia que tenía el origen y desarrollo de la represión, cada prisionero tenía su escena preparada cuando ingresaba a la 40, mientras en toda la prisión, no cesaba la tortura del más diverso modo, en medio de un "frenesí bestial", en el que se entremezclaban, torturadores y hombres desnudos y esposados dando alaridos y revolcándose como "gallinas decapitadas", según narra el citado autor.
"Es indescriptible el impacto que produce en el ánimo más aplomado, contemplar a un hombre indefenso y desnudo, vuelto una masa de carne lacerada y convertido en una especie de cebra bípeda con todo el cuerpo cubierto de surcos negros y sanguinolentos causados por pelas de más de 200 azotes, que se aplicaban con foetes, gruesos alambres y tubos de material plástico".
Qué decir de los alaridos provocados por la aplicación de corriente eléctrica, con su efecto quemante en todo el sistema nervioso, o la escena, en especial dramática, de un hombre desnudo y amarrado a una poltrona recubierta de láminas de cobre: "la víctima se retorcía al recibir las descargas eléctricas y las contracciones de su cuerpo que se sucedían entre aullidos de dolor para producir una visión realmente insoportable".
Torturadores profesionales
Hurgar en los relatos es como para entruñar el rostro del más sosegado. Es que mientras ese espectáculo espeluznante seguía su ritual, el coro de torturadores, en medio de las pausas, vertía toda suerte de chistes y sarcasmos con respecto a las víctimas, mayorías adversas políticamente al régimen de Trujillo, en tanto practicaban la diversión de apagar cigarrillos, de manera continua, en los cuerpos de los maniatados en la silla.
"Cuando alguien perdía el conocimiento, como consecuencia de las pelas aplicadas en un cuadrilátero denominado "El Coliseo" por dos o tres esbirros a la vez, sobre el cuerpo despellejado y en carne viva del cautivo, era derramada una lata de agua de sal, o se le sentaba en la silla para reanimarlo con descargas eléctricas".
La imaginación no tenía límites al momento de poner en práctica las más aberrantes formas de torturas. Por ejemplo, según los relatos, la enceguecedora luz que emanaba de un potente foco, quemaba el cerebro de los interrogados, aun cuando intentaban mantener los ojos cerrados.
Noches de terror
Ese "Coliseo", testigo de tantas penurias, también fue escenario para hacer entrar en acción a perros amaestrados que eran azuzados contra el cautivo, siempre desnudo y esposado, que sufría un ataque intermitente con pausas de 30 segundos a un minuto, lapso en el cual, se reanudaba el asediante interrogatorio para darle paso a una nueva acometida de los canes.
"Los perros, como verdaderos seres humanos, obedecían de manera automática tanto la orden de atacar, como la de suspender el ataque. Aquello era un sistema de tortura física y sicológica. Eso no es todo, la aplicación de los tubos eléctricos en las partes vitales era cosa común".
Había un grupo de sicarios comandados por Abbes García, que de manera particular llevaba la voz cantante en las sesiones de tortura. Según los relatos, ellos eran el entonces mayor de la Aviación Militar Dominicana, Tavito Balcarce, y el sargento de la policía Juan Reyes (Juan Mi Sangre), así como el general Tunti Sánchez y el no menos nefasto Rodríguez Villeta, quienes jugaron un papel protagónico en esa tarea.
Alternaba el ultraje el ex mayor de la Aviación Militar llamado César Báez y Báez, casado con un miembro de la familia Trujillo, y Cándido Torres, subjefe de la represión.
Nombres, hay muchos. Solo se mencionan algunos que sobrevivieron a esa barbarie y salvajismo. Entre éstos: Marcos Pérez Collado, Lisandro Antonio Macarrulla Reyes, Rafael Valera Benítez, Alfredo Parra Beato, René del Risco Bermúdez, José Daniel Ariza Cabral y el profesor Antonio Cuello, por citar algunos.
Sin embargo, como apunta Valera Benítez, todos los torturadores mencionados, han gozado, unos en el país y otros en el extranjero, de la más placentera impunidad, llegando en ocasiones a ocupar importantes puestos en la administración gubernamental de otros tiempos.
Es decir, que los procedimientos e investigaciones realizadas fueron sepultados, ignorados o revocados por los Abbes García, y políticos y personas de toga y birrete que campean a todo lo largo y ancho de la isla lacerada.
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COMPLOT DEVELADO
No es poco el impacto que produce en el ánimo más aplomado contemplar a un hombre indefenso y desnudo, vuelto una masa de carne lacerada y convertido en una especie de cebra bípeda con todo el cuerpo cubierto de surcos negros y sanguinolentos causados por pelas de más de doscientos azotes que se aplicaban con fuertes gruesos alambres y tubos de material plástico.
Cuando alguien perdía el conocimiento, como consecuencia de las pelas aplicadas en un cuadrilátero denominado El Coliseo, por dos o tres esbirros a la vez, sobre el cuerpo despellejado, sanguinolento y en carme viva del cautivo, era derramada una lata de agua de sal o se le sentaba en La Silla para reanimarlo con descargas eléctricas. Por otra parte, un potente foco producía una luz enceguecedora, aun en el caso en que se cerraran los ojos. El Coliseo también era usado para hacer entrar en acción a dos perros amaestrados que eran azuzados contra el cautivo –siempre desnudo y esposado– que sufría un ataque intermitente con pausas de 30 segundos a un minuto, lapso en el cual se reanudaba el asediante interrogatorio para darle paso a una nueva acometida de los canes.
Los perros, como verdaderos seres humanos, obedecían de manera automática, tanto la orden de atacar como la de suspender el ataque. Aquello era un sistema de tortura física y psicológica: los perros, aún cuando suspendían por orden de esbirros el ataque, permanecían prácticamente encima de la víctima gruñendo y en espera de la nueva señal para acometer otra vez. La aplicación de los tubos eléctricos en las partes vitales era cosa común, pero lo más, terrible de todo aquel catálogo infernal no estuvo constituido, precisamente, por la cuota de tormento que cada quien recibía.
En fin de cuentas, llega un momento en que el dolor físico, intensificado gradualmente, lo sumerge a uno en una nebulosa, en una especie de duermevela en la que la mente llega a ponerse en blanco y sobreviene el desmayo y se produce una extraña insensibilidad. Todavía más insufrible que el propio castigo recibido es la contemplación o percepción auditiva del tormento que soportan los otros”.
Por el Lic. José Alejandro Brito
josebritoh@gmail.com
http://pedro-paradigma.blogspot.com
El Archivo General de la Nación con el proyecto “Voces sobre el Régimen de Trujillo” que está realizando el Área de Fuentes Orales, documenta las vivencias de los protagonistas de la dictadura de Trujillo con testimonios orales. En esta oportunidad narrados por víctimas de la persecución y torturas que sobrevivieron a dicho régimen.
A partir del ascenso de Rafael Leonidas Trujillo Molina a la presidencia de la República, en agosto de 1930, según los historiadores consultados, el pueblo dominicano padeció uno de los regímenes más agresivos, de los conocidos en el continente americano en el siglo XX. Durante las tres décadas que duró, no se permitían grupos, asociaciones o clases sociales libres del control de la tiranía. La represión se expresaba en el empleo del terror sin límites, la cárcel, el exilio forzado y, en muchos casos, la muerte. Trujillo lograba controlar física e ideológicamente no sólo a sus adversarios, sino también a sus propios colaboradores.
AGN - Archivo General de la Nación
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EXTRACTO
José Sanchez
Al cruzar el puente Ramfis hoy Juan Pablo Duarte se llegaba directo al ensanche Ozama, urbanización construida para los Militares de cierto nivel de la guardia dominicana. Por este trayecto encontraban la Carretera Mella, la cual era la única vía de acceso para llegar al Este del país y desde el kilometro 5 ½ de la Mella, teníamos a discreción a tan solo 250 metros de distancia una casona en principio de dos niveles dedicada al Servicio de Inteligencia Militar.
Según cuenta don Marcelo Fabián, hasta hace poco sacaron de ahí la silla eléctrica utilizada para electrocutar a los comunistas y conspiradores del régimen de Trujillo, existen unas fosas profundas con más de 60 pies de profundidad como las que hay en la base aérea de San Isidro y las fuerzas armadas y como las que se encuentran en embellecimiento, con la diferencia de que en el fondo están provistas de puyas para fulminar a quien pudiere quedar vivo después de ser lanzado; mas al fondo encontraran una especie de cárcel todavía que aunque está pintada se pueden ver rastros de sangre y se siente una sensación de pánico y horror al entrar en cada uno de esos espacios sangrientos e inhumanos, cuentan que muchos hombres fueron llevados ahí y nunca más se supo de ellos, entré una vez y la verdad no quise volver sentir ese miedo. Había un cepo usado para sacar las uñas, pegar metal caliente en el cuerpo hasta el desmayo de las víctimas, para mi ese lugar es realmente tenebroso, creo que hasta quienes no saben lo que pasó podría sentir una extraña sensación que no puedo explicar. Esa época o era como le llaman nos dejó marcados para siempre.
En las instalaciones de Embellecimiento y Ornato se dice que hubo centros de torturas así como en San Isidro en las Fuerzas Armadas.
Santo Domingo Este tiene muchas historias de la dictadura. Quedan algunos vestigios interesantes.La Hacienda Leda forma parte de esos recuerdos del paso del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina. En el kilometro 22 de la misma carretera Mella encontraran una de las casas que construía Trujillo para tener encuentros amorosos, también para no dejar huellas de los asesinatos y persecuciones de hombres y mujeres contrarios a la política abusiva y degradante del JEFE.
Pechito iba todas las noches a torturar a los presos a La 40
elcaribe.com.do
10 de Mayo, 2010
“La mentira solamente se destruye con la verdad, la verdad la tenemos los sobrevivientes que sufrimos este holocausto, no es pasando factura, ni por estar privando en guapo, pero la verdad tiene que decirse”, es el clamor de Julio Escoto, quien afirma que fue torturado en la cárcel de La 40 por el ex esposo de Angelita Trujillo, coronel Luis José León Estévez –Pechito-, quien se suicidó de un tiro el viernes en la noche.
Explica que fue objeto de torturas de parte de “Pechito” y de otros hombres del tirano en más de una ocasión cuando estuvo preso durante ocho meses en la referida cárcel. Explicó que lo apresaron el 18 de enero del 1960 por pertenecer el movimiento 14 de Junio -1J4-.
EXTRACTO
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(Más sobre las víctimas de la cárcel de Nigua)
Un libro sobre la psiquiatría en República Dominicana
Romero Rosario enfoca situaciones políticas, sociales, humanas del acontecer de esa rama, tras veintiséis años de búsquedas en archivos, ruinas, hospitales, fortalezas, cárceles en las que las torturas enloquecían a prisioneros cuerdos o manicomios en los que se internaba como locos a personalidades en su sano juicio por sus posiciones políticas, como ocurrió en Nigua desde la ocupación norteamericana de 1916, cuando fue ingresado allí el capitán de navío Fred Nerkle, que se mató de un disparo en la cabeza. “Este fue el primer suicidio que ocurrió en la cárcel de Nigua, y a él seguirían otros “suicidios”. Después Trujillo utilizó la cárcel para alojar presos políticos y personas no gratas a su régimen, por lo que la llamaron “Campo de Concentración de Nigua”.
Cita a todos los conjurados del frustrado complot contra el déspota, en 1934, que fueron llevados presos a aquel lugar. “Unos y otros veían cómo torturaban a sus compañeros y cómo se consumía su vida día a día, en medio de oprobios infrahumanos. Por ejemplo, Ellubín Cruz y Luis Helú se volvieron locos y murieron después de tormentos espantosos. Daniel Ariza sucumbió tras torturas que le convirtieron en un “cadáver vivo”, al que se obligaba a seguir trabajando con pico, pala, azadón y pesados instrumentos, mientras que su cuerpo se rendía bajo el golpeo sistemático de sus vigilantes. Estos le golpeaban dos o tres veces al día hasta hacerle perder el sentido”, refiere. Añade que cuando falleció “parecía un deshecho humano, con sólo la piel y los huesos. El médico legista Rodolfo Román, quien según Romero era “un profesional muy hábil en provocar abortos criminales”, certificó que Daniel Ariza había muerto de arteriosclerosis”.
El doctor Lino Romero cita también el martirio a que fueron sometidos en Nigua Rigoberto Cerda, al que un día, moribundo, le pusieron en libertad pero poco tiempo después el cadáver apareció degollado, y “Félix Ceballos, que recibió palizas descomunales de manos del teniente José Álvarez y del coronel Rafael Pérez, este último jefe de los ayudantes del tirano. En el recinto carcelario, sufrió inmensas fiebres palúdicas, contrajo tuberculosis y murió desangrándose durante un episodio de hemoptisis”. Otros antitrujillistas torturados en Nigua, en la relación de Romero, son Manuel y Bernardo Bermúdez, Tomás Ceballos, Alfonso Colón, Chicha Montes de Oca, algunos de los cuales fueron ahorcados tras las torturas.
En la interesante obra hay un capítulo dedicado a otros presos políticos recluidos en pabellones del manicomio, con un revelador historial de su personalidad y de su paso por ese centro, como Juan Bosch, que según Romero “nunca olvidó los días de reclusión en el manicomio y por eso, meses antes de enfermar gravemente, se trasladó a Nigua y sembró un árbol frente al pabellón donde estuvo preso”.
De Manuel Antonio Patín Maceo, literato y pedagogo, de quien asegura que fue tutor de Ramfis Trujillo, narra: “Por alguna razón cayó en desdicha con el régimen y fue puesto en solitaria. Sin embargo, algunos médicos se conmovieron con su caso, le sacaron de la solitaria y le ingresaron en un pabellón. Esto fue denunciado por un miembro del personal de Salud Pública quien ordenó que le inyectaran trementina en los muslos. Esto prácticamente lo destruyó física y emocionalmente. Los familiares constataron a algunos de sus amigos en el gobierno que sabían que él había sido tutor de Ramfis. Finalmente fue dado de alta”.
Incluye, además, a Juan Isidro Jimenes Grullón, Francisco Augusto Lora, Víctor Garrido. De José Augusto Puig escribe: “Excelente médico internista, oriundo de Puerto Plata y enemigo del régimen de Trujillo. Militares trujillistas se presentaron a su consultorio, le secuestraron y le trajeron a la capital, donde le dieron una fuerte golpiza. Frente a un cabaret le dejaron por muerto pero milagrosamente sobrevivió. Al día siguiente, al encontrarle vivo le hicieron preso y lo llevaron a la cárcel Nigua. Pasó largo tiempo sin que los familiares supieran su paradero”.
Un caso insólito narrado por el fino escritor que es el del abogado petromacorisano Machito Canto, de quien se dice “se hizo pasar por loco y para demostrarlo comió sus propias heces fecales. Desde ese día le dejaron tranquilo y era tratado en el hospital como un enfermo mental más. Así se libró de las torturas a que era sometido anteriormente”.
También pueden leer más sobre las torturas, explotación y asesinatos en la cárcel de Nigua en el excelente libro Una gestapo en el Caribe por Juan Isidro Jiménes-Grullón. Los lectores pueden leer gran parte de este libro gratuitamente en Google Books.
Les recomendamos leer también en la sección TORTURAS el artículo titulado La horrorosa cárcel de Nigua.
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EXTRACTO
Recuerdos de un panfletero de Santiago:
El 7 de marzo de 1961: Una fecha para recordar
José Arturo Rosario
hoy.com.do
5 de marzo, 2011
Un día se presenta sorpresivamente al aula donde me encontraba mi hermano mayor Pepe. En el extremo superior derecho de la pizarra se veía la fecha en que estábamos: 7 de marzo del 1961. Mi hermano pidió permiso a la profesora y en un aparte me susurró: “se llevaron preso a Dingo la gente del Servicio de Inteligencia Militar”. Esta noticia me estremeció porque en ese instante tenía los bolsillos llenos de panfletos. Un pensamiento cruzó mi mente y fue el de deshacerme de tan mortal evidencia; pero no me dio tiempo a reaccionar con rapidez pues al instante el aula estaba ocupada por los esbirros del SIM.
Cuando me llevaron frente a Nivar Seijas encontré a Dingo sangrando profusamente y con el rostro algo desfigurado. Luego trajeron a Moncho Canto y al hermano de Dingo, Gabriel Antonio.
Nos mantuvieron en la fortaleza petromacorisana, llamada Méjico, hasta las 5 P.M. cuando llegó desde Santo Domingo el coronel Figueroa Carrión que se encargaría de llevarnos al servicio de inteligencia en la capital.
Entramos al despacho de Johnny Abbes García a las 7:00 P.M. Enseguida este preguntó a Figueroa Carrión cuáles eran los más comprometidos, señalándonos a Dingo y a mí. Su orden fue “llévenlos a la 5 x 8 y dénles un coliseo de película”.
Nos llevaron a la cárcel de La Cuarenta en una furgoneta con un rótulo que decía “Servicio Panamericano de Educación”. Después de tomarnos los datos personales, nos condujeron al salón de tortura donde había una silla de madera forrada de cobre. Un hombre desnudo sentado en ella, había perdido el control de su esfínter y evacuado por efecto de las torturas. Primero sentaron a Dingo, que casi enloqueció por efecto de la corriente recibida. Al día siguiente llevaron a La Cuarenta a Manuel Martínez, quien nos había prestado una yola para confeccionar los panfletos navegando en el Río Higuamo para no comprometer a nuestras casas familiares en la conspiración.
Esos torturadores eran bestias que disfrutaban en hacer su trabajo, como si la naturaleza los hubiera diseñado para eso.
En la celda había un solo inodoro lleno de excrementos, por lo cual continuamente teníamos que hacer nuestras necesidades en la misma lata en que nos traían de comer.
Después de un mes, una noche nos trasladaron al penal de La Victoria, nos alojaron en celdas solitarias donde habían otros presos confinados, los cuales al saber que habíamos llegado desde La Cuarenta, nos preguntaban cómo habíamos dejado aquel infierno. Entre ellos estaba un muchacho de San Pedro, Hugo Soñé. Me preguntó por su familia. Él era uno de los presos incomunicados, pues en cualquier momento lo retornaban a La Cuarenta o a la Isla Beata en el litoral Sur. Una mañana nos trasladaron al Palacio de Justicia de Ciudad Nueva donde en una pantomima de juicio nos condenaron por “propaganda subversiva en contra del régimen legalmente constituido”.
Cuando nos llevaron de vuelta a La Victoria nos alojaron en un enorme pabellón donde había cientos de presos políticos. A mí me habían condenado a un año y 300 pesos de multa. En el momento me sentí feliz, pues era muy joven y consideré que un año pasaba rápido. Pero me enteré de que a Pepito Bosch Gaviño también lo habían condenado a un año y 300 pesos de multa, que él de inmediato pagó. Al momento de yo llegar ya tenía 5 años preso, y cada vez que le preguntaba al coronel Horacio Frías que cuándo lo iban a soltar, le respondía que el día en que su hermano Juan Bosch volviera al país. Es decir que yo tampoco tenía esperanza de salir de allí.
Recuerdo que éramos tan jóvenes, que cuando llegamos al pabellón escuchamos al prisionero Moncho Imbert Rainieri, decir “¡coño, ya Trujillo los está sacando de la cuna!”. Allí conocí a hombres a los que Trujillo no había concedido amnistía, como a otros, y que eran miembros del Movimiento 14 de Junio, como José Fernández Caminero, Amiro Pérez Mera, Cristóbal Gómez Yangüela, Che Espaillat, Jose A. Sánchez Sanlley “Papito”, asesinado junto a Segundo Imbert Barrera pocos días después del ajusticiamiento de Trujillo. Recuerdo la mañana en que se los llevó Horacio Frías y jamás supimos de ellos. También a los hermanos Sánchez Córdoba, Miguel Lama Mitre y a los hermanos Estévez. A Manolo Tavárez lo conocí a los pocos días de muerto Trujillo, que lo llevaron a La Victoria. No volví a verlo allí.
Yo fui panfletero en San Pedro de Macorís con apenas 15 años; jamás había escrito sobre este papel que jugué por la Patria y que me provocó tanto dolor a mí y a mi madre, la cual durante mi encierro en La Cuarenta iba casi cada día a donde Jhonny Abbes García quien solía decirle que ella había perdido el juicio, pues él nunca me había visto en su vida.
Alguien dijo que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Por eso admiro el glorioso pueblo de Santiago, por haber erigido un monumento en honor a esos panfleteros, que ofrendaron sus vidas.
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EXTRACTO
Los huesos cuentan su historia
Este extracto es de un articulo publicado por el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana titulado sencillamente Expedicion de Constanza, Maimon y Estero Hondo.
Unos 28 años después se logra obtener el permiso para rescatar del seno de la tierra las osamentas de los héroes que habían sido fusilados y lanzados en fosas comunes en el patio del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), en San Isidro. Mediante el decreto 15437, emitido en abril de 1987, y siendo Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas el general Antonio Imbert Barrera -uno de los que ajusticiaron al tirano-, se inician las labores de búsqueda y excavaciones arqueológicas, llevadas a cabo a lo largo de un período de dos meses.
El personal de campo estuvo dirigido por los antropólogos Dr. Fernando Luna Calderón y Clenis Tavárez María, quienes laboraban en el área de la arqueología forense del Museo del Hombre Dominicano. Contaron con la asistencia de miembros de la Dirección General de Entrenamiento Militar del Ejército, así como con la presencia de miembros de la Fundación y varios de los expedicionarios sobrevivientes, aportando informaciones para alcanzar su identificación.
De los 84 patriotas que se dice fueron fusilados en el CEFA, se lograron rescatar del interior de 14 fosas comunes unos 67, siendo apenas identificados 26 expedicionarios, 12 que habían desembarcado por Constanza y 14 por las playas de Maimón y Estero Hondo.
Los restos fueron sometidos a un proceso de limpieza y restauración, ya que se encontraban muy deteriorados por impactos de bala y objetos contundentes. "Hubo muertes por fractura de cráneo, con objetos como madera o culata de fusil, y muchos otros con el "tiro de gracia". Cuatro esqueletos no presentaban cabezas, lo que indica que fueron cercenados antes del enterramiento. Dos esqueletos mostraron evidencias de haber sido ahorcados, uno con una tira de goma y el otro con una correa, encontradas alrededor de sus cuellos.
Posiblemente, otros dos fueron asfixiados, aplastándoles el tórax, hasta juntar ambos hombros e igualmente sus caderas. Varios mostraron cortes de extremidades superiores e inferiores. Un gran número murió con las manos atadas con soga a sus espaldas, esposas y hasta alambres de púas en ambas extremidades".
Casi todas estas osamentas correspondían a expedicionarios que habían sido traídos aún con vida, torturados durante su cautiverio y fusilados, encontrando en sus restos numerosos proyectiles de fusiles Maüser. Las excavaciones mostraron que sus cuerpos estaban apiñados unos sobre otros, al ser lanzados en las fosas. Se logró rescatar parte de sus vestimentas, ropa interior, medias, botones, hebillas, así como anillos y en uno de los casos una medalla de la Virgen del Cobre, Patrona de Cuba.
Se torturaba desde los inicios de la dictadura
Extracto de Una satrapía en el Caribe de José Almoina:
Nota: Para poder luchar contra las fuerzas leales a los caudillos del Cibao y poder realizar ese exterminio de cientos de campesinos en esa región, así como el despojo masivo de fincas en los primeros 2-3 años de la dictadura, el despiadado General Estrella, ostentando el cargo de Comisionado Especial para el Cibao, tenía que contar con cientos de soldados, armamento y numerosos pertrechos militares. Precisamente por eso, es imposible que Estrella realizara esas masacres y despojos por su propia cuenta puesto que Trujillo, un megalómano que se mantenia informado y que controlaba todos los detalles, jamás hubiera tolerado ni una semana semejante amenaza a su propio poder, amenaza derivada de la peligrosa combinación de autonomía y poderío militar. El Gral. Estrella pudo ostentar ese poderío militar en los primeros 2-3 años y aplicarlo despiadadamente porque no representaba una amenaza contra Trujillo ya que en esos primeros años se mantuvo militarmente leal a Trujillo y obedecía sus órdenes. Precisamente, años después, en octubre de 1940, Trujillo apresó a Estrella y a un grupo porque cuando Trujillo estuvo gravemente enfermo de antrax, Estrella empezó a tomar medidas con el propósito de asumir el poder político a nivel nacional. Una vez superada la enfermedad, el general y el grupo fueron apresados y condenados a 20 años de prisión. Sin embargo, la razón que Trujillo dio publicamente, con el fin de desprestigiar a Estrella y proyectarse a sí mismo como un gobernante noble y justo, fue que lo apresó porque Estrella les había robado tierras a los campesinos y había matado a varias personalidades, como si las directrices no las hubiera dado el propio Trujillo y como si éste no hubiera sido el que se quedó con la gran mayoría de esas tierras robadas por el Gral. Estrella y sus hombres. Prueba de que realmente no lo apresó por ningún tipo de escrúpulo moral es que al año siguiente, después de que Estrella le devolviera el dinero "robado" y las propiedades de arroz y tabaco robadas, Trujillo lo perdonó y el sanguinario general no tuvo que cumplir los 20 años de trabajos públicos. Algunos le llaman a eso 'extorsión'.
Pueden descargar gratis el valioso libro Una satrapía en el Caribe en el portal del AGN, un legado histórico por el cual José Almoina pagó con su vida tras meses y años de persecusión.
También puede leer más sobre las torturas en la primera etapa de la dictadura (cárcel de Nigua) en el libro Una gestapo en América del Dr. Juan Isidro Jiménez Grullón, entre otros libros, quien estuvo preso en esa cárcel.
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"“Era él, como Supremo Elector, el que manejaba los hilos de la farsa (electoral). Imponía su férrea voluntad que, inmersa en las tinieblas de una honda inconsciencia moral, no vacilaba ante nada ni ante nadie en su afán de eternizarse en el poder. Nada lo detenía para lograr sus propósitos. El espíritu público estaba anonadado. Todo lo que pudiera significar dignidad o decoro personal estaba abolido. En dramático enfrentamiento con la Iglesia Católica, buscaba humillar y doblegar a ésta, para satisfacer sus ambiciones desmedidas y complacer su propio ego.”
Moca y el 30 de mayo de 1961
Alberto Rincón
Por la memoria de los mártires del 30 de Mayo
EN LAS GARRAS DEL TERROR
Tomás Báez Díaz
Todavía en esa fecha, mi hermano Miguel Ángel era compañero de celda y cuando su turno le llegó,que fue de los primeros, estuve a punto de enloquecer. Lo que oía y lo que presumía, lo sentía en carne propia. Me ponía las manos en los oídos. Rezaba. Me desesperaba.Todos los compañeros reaccionaban de modo parecido.Cuando la electricidad y los golpes no eran suficientes,recurrían al fuego y en medio de las torturas, sentíamos el olor a papel u otros combustibles. La segunda vez que mi hermano regresaba lo trajo Virgilio García Trujillo, quien,utilizando vergajos y pedazos de gruesas gomas, lo martirizaba. El espectáculo que ofreció frente a nuestra celda,la insania, el instinto criminal, el ensañamiento, debe ser recordado por todas las generaciones dominicanas, como ejemplo vivo de lo que representaba y representa la familia Trujillo, estigmatizada hasta la eternidad. Cuando tiraron el cuerpo exánime de mi hermano, todos fuimos a recogerlo. Apoyó su cabeza en mis piernas y se quejaba de grandes dolores y terrible ardor en la nuca. Nos turnábamos para echarle aire con la boca, única forma en que parecía que se aliviaba. Tenía una sed incontenible. Alguien pidió agua; hacía más de veinte horas que no bebíamos. Apareció un alma buena y ordenó que la sirvieran,casi en actitud de protesta, porque se compadeció del miserable estado en que estábamos. Después escuchamos que volvían a abrir la puerta del pasillo que conducía al sector en donde estábamos. Nueva expectativa. ¿Vendrán a nuestra celda? Sí, ya abren el enorme candado y dicen:Tomás Báez Díaz. Me levanto en actitud de resignación y cuatro bestias me conducen a la Cámara de Torturas. Allí están Virgilio García Trujillo, Clodoveo Ortiz, Eladio Ramírez Suero y seis u ocho verdugos más. Virgilio García Trujillo, desde el escritorio, conduce las torturas y los interrogatorios. Me hacen sentar en la “Silla Eléctrica” y comienzan a interrogarme.
Recuerdo las recomendaciones de mi hermano, que el único medio de preservar la vida es mantener la inocencia y a ella me agarré como a mi única áncora de salvación. Mantuve rabiosamente mi inocencia. Insulté airadamente al general Virgilio García Trujillo. Pronuncié las frases más soeces, exasperado por las torturas, y como reacción a esta actitud mía, utilizaron varios métodos para arrancarme una confesión de culpabilidad. Me aplicaron el sistema de“ablandamiento”, consistente en dar golpes en el cráneo con un pedazo de gruesa goma de corta dimensión. Operación que comenzaba con la aplicación de golpes casi tenues, aumentándolos gradualmente hasta llegar a la violencia, acompañándolos con frases que el verdugo pronunciaba con desesperante cinismo. Finalmente quedaba inconsciente y cuando reaccionaba, comenzaban nuevamente los interrogatorios. Luego abandonaron el sistema de ablandamiento y usando otro pedazo de goma grueso, pero más largo, me golpearon en la cara y en lanuca. Creo que al primer golpe en este sitio quedé otra vez inconsciente. Cuando reaccioné no veía con el ojo derecho. En ese momento oí que Eladio Ramírez Suerole proponía a Virgilio García Trujillo traer el interrogatorio que me hicieron en “La Cuarenta” y pensé que su propósito era poner en evidencia que yo me había enterado del complot antes del ajusticiamiento de Trujillo. Luego me enteré, cuando tuve oportunidad de leerlo en San Isidro, que habían omitido una parte del mismo. Ese día obtuve un triunfo con la muerte, porque en unos comentarios que hizo Virgilio García Trujillo, insinuó que yo no estaba enterado del complot. Cuando oí esto, tuve un relativo regocijo. No obstante ello, fui llevado a la celda por 4 verdugos, aplicándome golpes con vergajos, durante todo el trayecto. Cuando me lanzaron a la celda me recogieron mis compañeros y me coloqué en una rara postura en cuya forma sentía menos los dolores que experimentaba en todo el cuerpo y mi pobre hermano me suplicaba que no permaneciera así, porque daba la impresión de que me encontraba en peores condiciones de lo que quizás estuviera. Tan preocupado se mostró que lo complací, abandonando una postura que me era más cómoda.
Más tarde, como a las 6 p.m., trajeron algo para que comiéramos, no habíamos comido en todo el día anterior y creo que ingerimos algunos bocados. Estos mendrugos que nos tiraron no evitó que continuaran las torturas hasta prolongadas horas de la madrugada. Todo el día y toda la noche oímos el mismo fatídico y enloquecedor aquelarre, el mismo maldito golpeteo de los cerrojos de las puertas de hierro de los pasillos y de las celdas que las abrían y las cerraban, los mismos gritos, casi aullidos, quejidos y ayes. Y en avanzadas horas de la madrugada notamos algo raro. Los verdugos cantaban y silbaban en una forma peculiar, algo así como lo hacen algunos muchachos y hombres que creen en fantasmas. Indudablemente tenían miedo. El miedo de la Leyenda Negra. El miedo del perro al que enseñaron a matar indios y llegó un día que se aterrorizó de su propia obra. Por fin, aquella noche cesaron las torturas físicas y comenzaron las mentales: ahora abrían con violencia las puertas de las celdas y nos llamaban groseramente; nos poníamos de pie y habiendo satisfecho su propósito volvían a cerrar las puertas y se retira- ban. En algunas ocasiones se llevaban a uno de los compañeros y no volvían a traerlo. En estos casos pensábamos que lo habían asesinado, pero no todos tuvieronese triste destino, porque luego comprobamos que a algunos los llevaron a otras celdas.Así transcurría el tiempo y una de las tantas mañanas trágicas, al abrir el carcelero la puerta de la celda, lo hizo llevando un pañuelo que le cubría la nariz. Ya despedíamos mal olor. Sin duda que la falta de baño, las heridas sin haber sido curadas, las necesidades fisiológicas en la misma celda y la promiscuidad, habían creado un ambiente insoportable para ellos, pues, nosotros, o teníamos embotado el sentido del olfato o estábamos acostumbrados al ambiente que nos rodeaba.
[Párrafos omitidos para ahorrar espacio]
Logrado esto, lo introdujeron en la celda y me informó después de un rato que Ramfis y Radhamés habían regresado. Que ellos y sus secuaces lo llevaron a él y a Modesto Díaz al fondo del patio, los interrogaron brutalmente, los amenazaron que los fusilarían si no declaraban y habiéndose negado a hacerlo, hicieron reiterados simulacros de fusilamientos, aplazando este propósito para torturarlos en una forma que ya mi mente aguijoneada y deshecha por estos recuerdos, se niega a repetir.Desde que inicié esta desagradable y tétrica narración,se ha agudizado mi insomnio. El tratamiento que me recomendó el médico ya no es efectivo. Casi todas las noches logro dormirme a las tres o cuatro de la mañana. Esnecesario que termine esta tarea cuanto antes, porque cuan-do escribo determinados episodios, siento ligero alivio ypienso que descargado mi cerebro de todas aquellasescenas, tan terriblemente impresas en él, quizás un telóncubra ese pasado sombrío y tenebroso.Se sucedían los días y las noches y continuaban implacablemente los macabros alaridos de las torturas. Uno de nuestros compañeros, un joven profesional, presentó violentamente los síntomas de locura. Al principio pensamos que sus raras ideas eran malas apreciaciones nuestras, pero con desesperación comprobamos la triste realidad de que estaba loco. Esta desgracia no nos sorprendió,porque era la reacción natural al terror que nos envolvía y ella aumentó nuestros sinsabores, por lo que significaba y porque constantemente debíamos intervenir para que no continuara hablando muchos temas inconvenientes.Una mañana procuraron a mi hijo Bolívar y cuando lo regresaron a la celda, me dijo que lo había recibido una persona que probablemente pertenecía a la “OEA”, por su aspecto y por los modales y decencia con que lo había tratado. Luego me condujeron ante él.
Nota: Su hermano, Miguel Angel Báez Díaz, no sobrevivió a las torturas. Lean más arriba sobre los macabros hechos que le provocaron la muerte en Revelan crímenes de Ramfis y Radhamés.
Pueden acceder al libro en este link: https://www.scribd.com/doc/301759674/En-Las-Garras-Del-Terror
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