jueves, 4 de abril de 2013

El talento teatral de Trujillo

Sobre el talento teatral de Trujillo

Decidimos incluir aquí estos párrafos del libro Trujillo y sus mujeres (1991) del periodista e historiador Ramón Alberto Ferreras porque resumen acertadamente las apreciaciones sobre las dotes teatrales de Trujillo hechas por Joaquín Balaguer y Álvarez Pina, dos funcionarios que conocieron a Trujillo muy de cerca, a su lado casi cotidianamente, por más de tres décadas (ver sus comentarios más arriba). Creemos que  describen con precisión el instinto natural de Trujillo por la simulación, su capacidad de desempeñar con gran naturalidad el papel que la situación requiriera, hasta con rios de lágrimas, especialmente cuando deseaba proyectar ante amigos y familiares total inocencia en relación a los asesinatos que él ordenaba. Nos viene a la mente la ocasión en que Trujillo teatralmente se arrodilló solemnemente frente a su mentor, el presidente Horacio Vázquez, y le juró total lealtad en momentos en que ya estaba completa la trama que estaba montando con los opositores de Vázquez para tumbar el gobierno. 

Algunos crédulos e incautos se han dejado convencer de la inocencia de Trujillo en el caso Mirabal, basándose  en los testimonios de dos personas (una empleada doméstica de Trujillo y un niño de nueve años, hijo de un general de las FFAA) quienes estaban presente cuando Trujillo leyó la noticia de que las Mirabal se habían “accidentado” y quienes presenciaron la reacción de disgusto y desesperación de Trujillo, sin sospechar de las bien pulidas habilidades teatreras del Jefe, quien las usaba constantemente como parte de su cínico arsenal psicológico para influir en la mente de otros y camuflar la realidad. A continuación varios párrafos del libro:

 “Una fuente de poder, una fuente inherente tanto a la sicología de Trujillo como a la tradición hispanoamericana, radicaba en su enorme instinto dramático. El teatro como tal no le gustaba. Ni aún en los últimos años en que su residencia oficial contaba con un cine-teatro privado, se entretuvo viendo películas, quizá porque no sentía realmente interés por cosas que no podía experimentar, influir, ni dominar personalmente. Sí, en cambio, era gran amante del teatro cuando era él el primer actor, y su  régimen fue teatral hasta un grado que no cuenta quizá con otro precedente.

[Párrafo irrelevante omitido para ahorrar espacio]

Todas las formas del disimulo le eran connaturales. Una de sus máximas de gobierno a la que se ajustó en todo momento, era la de que “Quien no sabe disimular no sabe reinar”.

“Podía derramar lágrimas verdaderas si esas lágrimas venían a cuento, aún cuando todos los presentes supieran que él era la causa del suceso que provocaba congoja. ¿Era necesario que un enemigo fuese asesinado? En tal caso, Trujillo era el primero en presentarse en el enlutado hogar llevando condolencias, donaciones y la promesa de que se haría justicia. Otras veces hacía llamar a la viuda, que se presentaba en el Palacio Nacional vestida de negro. Trujillo la recibía cortés y ceremonioso y hablaba con la apariencia de completa sinceridad, como lo hizo en el caso de la muerte de un hombre llamado Torres, en 1937:

La he mandado a llamar para decirle tres cosas.  Primero que los enemigos del Gobierno están esparciendo la noticia de que su esposo fue asesinado por razones políticas, y eso no es verdad porque su esposo era uno de mis mejores amigos.  Tengo aquí todas las cartas que me escribió –y se las mostró para que ellas las viese-. Siempre tuve a su esposo en alta estima. Segundo, he ordenado efectuar una completa y exhaustiva investigación y los culpables serán castigados ejemplarmente.  Por último, quiero saber si puedo serle útil en algo."

Cuando la viuda se retiraba le daba un sobre que en la mayoría de los casos contenía de cinco a diez mil pesos de regalo.

[Este protocolo fúnebre de tres pasos del Jefe hacia la familia de las víctimas suyas era un ritual conocido de memoria por los dominicanos: Primero, el pésame expresado solemnemente, segúndo, la promesa de que se haría justicia pronta y segura y tercero, alguna compensación monetaria como prueba de sus nobles sentimientos, entiéndase, soborno para que se tranquilice.]

“Transcurridos unos pocos años desde su ascenso al poder, se iniciaría y se daría curso a prolijas actuaciones judiciales cuya causa sólo vagamente tenía relación con los hechos reales. ¿La reputación de una mujer había sido mancillada por una carta vengativa que Trujillo hiciera insertar en el Foro Público? Él era el primero en inquirir, indignado, si no sería posible averiguar quién era el autor de tan vil misiva. O decía, acaloradamente: “Esto es una vergüenza; debieron de medir más sus palabras”.

“Este gusto por la charada estaba relacionado, en esencia, con su instinto del secreto y de la reacción inesperada, cosas éstas que también minaban la moral pública y sostenían la estrutura del poder. Aún en los últimos años, bajo el impulso exacerbado de la agitación nerviosa y la declinación mental, esa cualidad se ejercía tan ampliamente y de manera tan perfeccionada que la ficción se entremezclaba con la realidad en forma parecida a como ocurría en un sueño fantasmagórico”. 

TRUJILLO Y SUS MUJERES
Autor: Ramón Alberto Ferreras
Págs. 143-144
Editora del Nordeste, sexta edición (1991) 

Reiterando todo lo anterior, José del Castillo Pichardo (cuya familia conocía a los Trujillos de cerca) empieza su artículo titulado “El macabro teatro de Trujillo” (2008) con estas muy acertadas palabras:

"Uno de los rasgos peculiares del perfil de Trujillo fue la teatralidad. Actor nato, simulaba los más diversos estados de humor, a conveniencia de cada situación y propósito. Halagaba a una dama a conquistar, a un Jefe de Estado extranjero o a los militares del Pentágono, con una jovialidad envidiable, prodigando todo tipo de atenciones. Infundía respeto y temor entre los subalternos, exhibiendo una férrea disciplina, reforzada con rostro adusto y severidad gestual. Aterrorizaba como sólo él sabía hacerlo, aún a servidores de lealtad probada como Joaquín Balaguer, a quien, en las postrimerías de su dictadura -al coincidir en el ascensor del Palacio Nacional- le miró fríamente y le dijo: "Balaguer, yo sólo creo en esto", al tiempo que se pasaba el índice derecho por el cuello, a modo de filosa navaja amenazante.

"Aparte de histrión, Trujillo fue guionista consumado, asignando roles para sus dramas o sainetes, escogiendo cuidadosamente a sus actores, voluntarios o forzados. Montaba la escena, sin descuidar detalles y dirigía la obra, buscando impactar a su "blanco de público", como diría hoy un mercadólogo".

El macabro teatro de Trujillo
30 de agosto, 2008
www.diariolibre.com.do 

Por su parte, en su libro La Era en los días del fin (2006), Rafael Chaljub Mejía observa en la pág. 109:

“Entre la ridícula y desacostumbrada cantidad de medallas, títulos y condecoraciones  con que halagaron el egoísmo sin límites a Trujillo, al inefable Generalísimo y a sus cortesanos se les olvidó inventar la única que debió concederle al déspota, un Óscar como actor. Pocos personajes del poder en nuestra historia habían exhibido tanta disposición para el teatro político como la que demostró Rafael Trujillo desde el comienzo mismo de su violenta y tormentosa carrera”. 

A su vez, el abogado y político Mario Read Vittini en su libro Trujillo de cerca (2007), nos advierte lo mismo. Mario Read Vittini era de San Cristóbal y su familia tenía antiguos lazos de amistad con los Trujillos. Los sancristobalenses señalan que Read Vittini acostumbraba ir a la Hacienda Fundación con gran regularidad y él mismo nos cuenta que conocía a Trujillo de cerca personalmente. Durante el régimen fue diputado y ministro gracias a los lazos de amistad entre su familia y Trujillo. Hacia el final de la Era, Mario Read Vittini se viró contra el régimen y ayudó a fundar el 1J4. Finalmente tuvo que asilarse en una embajada para ponerse a salvo. No hemos tenido acceso al libro donde describe las dotes teatrales de Trujillo, pero en un discurso que hizo en 2006 en San Cristóbal reitera lo que escribió en su libro sobre esta gran habilidad de Trujillo. El autor del artículo que estuvo presente en la reunión, José Pimentel Muñoz, cita textualmente o parafrasea (no queda claro) lo que dijo Read Vittini sobre Trujillo con las siguientes palabras:

Era un actor consumado, un histrión de pies a cabeza. Era de todo. Era guionista, era tramoyista, era armador de la obra, era director y era el principal actor, como si fuera el protagonista de la obra. Y lo hacía magistralmente. Tenía un concepto tan claro de lo que hacía. (Resulta imposible descartar la figura de Trujillo, hoy.com.do, 2006)

Es por todo lo anterior que defender la inocencia de Trujillo en el caso Mirabal aduciendo la indignación e irritación que el tirano mostró con tanto dramatismo cuando recibió la noticia del "accidente" es un argumento estéril y completamente espurio en el caso de un simulador magistral como Trujillo. 

Observen, además, que los tres libros y los dos artículos fueron publicados años antes de que se publicara el libro de Angelita (2010) con su nueva versión, por lo que podemos afirmar que estos comentarios sobre el histrionismo de Trujillo no fueron escritos en reacción a la versión de Angelita y su hijo.

Al finalizar esta larga lectura y artículos complementarios sobre el caso de las hermanas Mirabal, los lectores se preguntarán cómo es posible que le dediquemos tantas cuartillas a los casos Awad Canaan y las hermanas Mirabal cuando los Trujillos han fijado su posición sobre dichos casos mediante breves y sencillas declaraciones y unos cuantos párrafos escritos, si bien recurriendo a varios recursos propagandísticos siempre usados por los demagogos consumados para crear mayor impacto: la repetición, el dramatismo y la falsa indignación.

Nuestra respuesta es recordarles a los lectores que las entelequias, para lograr cabalmente la decepción que buscan, a menudo presentan los hechos en forma somera o simplificada y que para llegar a la realidad, la cual casi siempre es compleja, hay que escarbar a través de todas los velos de distracción para poder empezar a desmenuzar los hechos. Mark Twain lo dijo en forma más sencilla en estas palabras que le atribuyen al perspicaz escritor: “Mientras la verdad se pone las medias, la mentira le habrá dado media vuelta al mundo”.


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