domingo, 1 de julio de 2018

Nuevas Entradas

NUEVAS ENTRADAS - Varios


En esta página colocamos cada semana los nuevos posts que en los próximos tres meses vamos incluyendo en las diferentes secciones de este portal y los posts que ya no caben en muchas de las secciones repletas (en las que el programa de Blogger ya no permite más textos ni imágenes). Por tanto, les sugerimos a los interesados que busquen cada semana en esta sección NUEVAS ENTRADAS la información o datos más recientes que vayamos encontrando en nuestras investigaciones. Incluiremos en esta sección también información y datos ya incluidos en diversas secciones de este portal, los cuales consideramos que, por su importancia, merecen ser reproducidos y releídos.

Entre los artículos latinoamericanos en la lista predominan los de El Tiempo de Colombia y La Nación de Costa Rica sencillamente porque sólo esos dos periódicos hispanoamericanos han colocado sus antiguos archivos en la red. 










EXTRACTO:


"Los delatores que recogían las informaciones estaban infiltrados como fantasmas en la administración pública, en la sociedad, en la familia, en colegios y universidades, en hoteles y restaurantes, en colectividades, en logias masónicas, en cooperativas y en asociaciones deportivas. Además, el castigo que podía acarrear una muestra de descontento o una palabra discordante no era proporcional a la falta sino a la persona y a veces caía sobre quienes inocentemente la rodeaban y, según el caso, tenía características horrendas.

Esta situación trajo como consecuencia el terror: todos desconfiaban de todos. La crítica confidencial al Estado, aún entre amigos, se consideraba como anzuelo para pescar opiniones. Lógicamente, en todas partes, en una fiesta, reunión, paseo, en la playa o en el partido de fútbol, la gente aprovechaba toda ocasión para demostrar su adhesión al gobierno y su admiración por el Generalísimo, para que fuera escuchado por el informante omnipresente. Como en el transcurso de breves minutos cualquiera podía pasar de la opulencia a la mendicidad, frente a las entradas de las haciendas, atravesando el camino, se extendían invariablemente telas con grandes letreros, como las que nosotros acostumbramos para los bazares de caridad con la inscripción 'Dios y Trujillo'".

La pequeñez de una "gran" dictadura
Gral. Julio Londoño
El Tiempo – 30 de mayo, 1967
Págs. 4 y 9

Nota: El general Londoño Paredes fue embajador plenipotenciario de Colombia en Ciudad Trujillo por 2 años antes de que Colomgia rompiera relaciones diplomáticas con RD en 1960.  

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José Trujillo Valdéz y algunos de sus hijos mayores, como cuentan numerosos biógrafos de Trujillo y su familia, incurrían en el abigeo (robo de reses), actividad que el padre ejercia paralelamente a su trabajo normal. Además, don José era un hombre bebedor y mujeriego. En octubre de 1898, el padre del futuro Perínclito fue enjuiciado y sentenciado por homicidio (Ver Gaceta Oficial Núm.1322 del 23 de diciembre de 1899), sentencia confirmada por la Suprema Corte de Justicia, presidida entonces por el Lic. César Nicolás Pensón. Don José no cumplió la sentencia porque se escapó a Cuba huyendo de las autoridades. Años después, cuando su hijo ya ostentaba todo el poder, don José fue nombrado diputado vitalicio, aunque sólo pudo cumplir 5 años de su prometedora carrera política porque la Divina Providencia (u otra entidad más siniestra) lo reclamó para siempre.




EL ENTIERRO DEL PADRE DEL PERINCLITO


Las tumbas de los Trujillo
Franklin Gutierrez (lee de su libro)
Transcripción de parte de la presentación del autor


(19:13) El padre de Trujillo, que murió siendo diputado, era un cuatrero, un ladrón, antes de su hijo ser Presidente, Habia estado muchas veces por ladrón. El propio Trujillo estuvo preso por ladrón siendo adolescente.

(19:45) Voy a darles una idea de lo que era la dictadura en apenas 5 años de establecida, en 1935, cuando muere el padre de Trujillo.

[Extracto del libro leído por el autor]

(19:59) José Trujillo Valdez era, según los lisonjeros del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina y de los periodistas que cubrieron la noticia de su deceso “tronco noble y fecundo,” “ciudadano de acrisoladas virtudes”, “connotado estadista”, “recia encina que brindó todos sus frutos a la sociedad a cambio de nada” y “varón de gloriosa estirpe española”. Con esa ristra de bonanza a su favor era comprensible que su partida física del mundo terrenal destrozara y aturdiera al pueblo dominicano.

Frente a tal desgracia,” dice la prensa del momento, “y asumiendo como suyo el estado emocional pesaroso de sus conciudadanos, las autoridades educativas, militares, diplomáticas y nacionales tomaron medidas que, desde sus perspectivas humanas, aliviarían el dolor que tan infausta y repentina muerte había causado a la nación”. Es el modo en que se expresaba la prensa.

A pocas horas del fallecimiento, el Congreso Nacional hizo pública una resolución mediante la cual el país entraba en duelo por tres días: martes 10, miércoles 11 y jueves 12 de junio de 1935. Todas las actividades comerciales, civiles y oficiales fueron suspendidas. Hasta las pulperías y los ventorrillos cerraron sus puertas y las emergencias de los hospitales públicos fueron suspendidas. Con su muerte, ocurrida el 10 de junio de 1935, el diputado al Congreso Nacional y por añadidura Hijo Adoptivo de Santo Domingo y de otras 15 provincias del país. José Trujillo Valdez, don Pepe o Pepito como solían llamarlo su relacionados, se convirtió en el primer miembro importante de la familia Trujillo en fallecer luego del ascenso al poder del tirano.

El cortejo fúnebre que lo llevó a su morada final partió a las nueve de la mañana del 11 de junio de la Mansión Presidencial, el palacio de gobierno, se errumbó por la calle Doctor Báez, se desplazó por la Avenida Bolívar, tomó la calle Palo Hincado y penetró a la histórica calle El Conde la cual fue recorrida de extremo a extremo. Allí fue sepultado, nada más y nada menos que en la Capilla Sacramento de los Inmortales, ahí en la Catedral Primada de América, en esa catedral, en la Capilla de los Inmortales, fue sepultado allí en un acto presidido por el Vice Presidente de la República Jacinto Peynado.

La conducción de los cortejos fúnebres y de todos los actos, la procesión para llevar el cadáver, estuvo compuesta de la siguiente forma: número uno, en la parte delantera, el Ejército Nacional, seguido por el clero; en tercera posición, el féretro; en cuarta posición, la Presidencia en el Duelo presidida por ejecutivos, Vice Presidente de la República, miembros del gabinete, el Presidente de la Cámara Legislativa y por el Presidente de la Suprema Corte de Justicia. En quinto lugar iban los miembros del Poder Legislativo. En sexto lugar, los miembros del Poder Judicial; en séptimo lugar, el cuerpo diplomático acreditado en el país; en octavo lugar, el cuerpo consular, en noveno, el Consejo del Distrito Nacional (que es lo que se llama hoy “ayuntamiento’), en décimo lugar, la plana mayor del Ejército Nacional con todos los oficiales de alto rango y, por último, una representación oficial todas las provincias del país. Ese fue en el desfile.

Y así llegaron entonces a la Catedral. Pero eso no es nada: a la mañana siguiente del sepelio, Virgilio Álvarez Pina, entonces Presidente del Gobierno del Distrito Nacional, consejo administrativo, escribió una resolución mediante la cual la Avenida Duarte pasaría a llamarse José Trujillo Valdez. Los integrantes del Consejo aprobaron la propuesta unánimemente y la enviaron al Congreso Nacional, la cual fue aprobada tres días después y al día siguiente la Avenida Duarte del Padre de la Patria fue removido y colocado el de José Trujillo Valdez, así se llamaría la calle.

Al cuarto día del deceso, Andrés Julio Espinal, de la cofradía trujillista y posteriormente Gobernador de San Cristóbal en 1949, conmovido por lo que él calificó como de “terrible desgracia”, remitió una correspondencia Miguel A. Roca, Presidente de la Cámara de Diputados, solicitando lo siguiente: que la honorable Cámara de Diputados dicte una resolución en virtud de la cual el asiento que él ocupaba allí quedará vacío hasta tanto se construyera un busto que perpetuara su presencia en la sala del Congreso.

Y no les voy a seguir leyendo más. Ustedes se imaginarán: calles, avenidas, parques, escuelas, todo pasó a llamarse José Trujillo Valdez, a partir de ese momento.

José Trujillo Valdez fue enterrado en esa catedral por una orden papal: el papa Pío VI ordenó el enterramiento de él ahí por una solicitud hecha por Trujillo. En esa capilla, donde hay tres ex presidentes de la república, el connotado escritor Manuel de Jesús Galván y el poeta romántico más importante del país, José Joaquín Pérez, ahí fue enterrado el señor José Trujillo Valdez, Cuando ajustician a Trujillo, un mes después de la salida final de la familia Trujillo, exactamente el 18 de diciembre de 1961, los restos fueron movido de allí, se los llevaron. Un solo periódico, La Nación, un periódico dominicano, sacó una nota de unas 4 ó 5 líneas diciendo que habían removido los restos de allí y la pregunta que se hacía el periodista es ¿a dónde lo llevaron?

(fin de la transcripción)

Presentación de llibre: ‘Las tumbas de los Trujillo’, de Franklin Gutiérrez
 
 
 

 
 
 




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ANGELITA NACIO EN PARIS, FRANCIA


Esto era algo ampliamente conocido en la Era, algo que los Trujillos no trataban de disimular, del todo. Maria Martinez viajo a Paris con el exclusivo proposito de que su hija naciera en Francia. Un "anchor baby"?




 



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LA FAMILIA TEJADA - Heroismo ante el acoso y el terror

(Cinco miembros de la familia que no fueron desaparecidos gracias al 30 de mayo)

EXTRACTOS

(A propósito del 50 aniversario del asesinato de las Hermanas Mirabal)

Por Argelia Tejada Yangüela (hermana de la heroína de la resistencia Dulce Tejada e hija del abierto opositor a la dictadura, el Dr. Antonio Tejada Guzmán )

Los apresamientos se hacían en la oscuridad, mucho antes de que amaneciera.  Se trataba más bien de desapariciones de personas porque el régimen negaba los apresamientos.   Mi padre no fue arrestado en ese momento y emprendió la búsqueda de cuatro miembros de la familia por diferentes cárceles del país: sus hijos Dulce y Miguel, su nuero Niño Álvarez y su sobrino Jorge Antonio, hijo de su hermano en el exilio.   En una ocasión le mostraron armas y le dijeron que no buscara más.

El primer día que nos permitieron visitar nuestros familiares en la cárcel de La Victoria, esperamos muchas horas en fila junto a cientos de familiares ansiosos de ver por primera vez a sus seres queridos.  Recuerdo la impresión de ver a Niño y Miguel, demacrados, pálidos y sin carne para disimular sus huesos, pero sonrientes y alegres de vernos.  Examiné la espalda de Miguel con manchas oscuras  producidas por cigarrillos y heridas de quemaduras de corrientes eléctricas infectadas.  Dormían  desnudos en el piso y los curaban en fila usando el mismo algodón[2]. 

Primero, quiero reafirmar la declaración de Dulce de que fabricábamos bombas en su habitación. Efectivamente, por temporadas me mudé a su casa para poder ayudar a Niño en su confección durante horas nocturnas.  Además, agoté los relojes de bolsillos del comercio Francomacorisano, pues por mi corta edad no levantaba sospechas; por la misma razón, buscaba en mi bicicleta las cajas metálicas de polvo facial llenas de pólvora extraídas de fuegos artificiales chinos (montantes) que personas de confianza  sacaban para entregarnos la pólvora.[3] 

Las bombas se manufacturaron para tener un medio de defensa frente a las fuerzas terroristas de Trujillo.  Podían ser de utilidad en el momento de la insurrección, pero sobretodo, eran las únicas armas que podíamos fabricar.  Su objetivo no era herir personas civiles, y nadie resultó herido.  Una estrategia de no-violencia no hubiera resultado, pues el tirano hubiera ametrallado a la población.  Segundo, quiero contribuir a aclarar cierta confusión referente a las torturas que sufrieron las mujeres.  Los que quedamos fuera de la cárcel en mi familia nos sostuvimos con alimentos líquidos, pues la imaginación y la certeza de que los presos y presas estaban siendo torturadas nos aterrorizaba.  Cuando Dulce fue liberada, antes de que nos permitieran visitar al resto de familiares y amigos presos,  lo primero que quise saber fue sobre las torturas a las mujeres, vulnerables más que los hombres a ser sexualmente abusadas.  

Dulce me comentó en 1960 que la única mujer desnudada y torturada en la silla eléctrica fue nuestra querida Tomasina (Sina) Cabral.  Ella fue la primera mujer encarcelada y contra ella los gerentes del terror arremetieron.  Queriéndola humillar, la pasearon desnuda por el pasillo donde las celdas repletas de presos políticos desnudos la pudieran ver.  Éstos, convirtieron su humillación en gloria, gritando su nombre con  aplausos y tomando valor de la valentía de esta heroína.  Los demás detalles ella los relata en su entrevista con periodistas del Listín Diario.

El día 25 de noviembre de 1960 los agentes del SIM lograron asesinar a las Hermanas Mirabel cuando éstas regresaban de visitar a Manolo y Leandro en la cárcel de Puerto Plata.  El chofer Rufino de la Cruz también fue asesinado.  Él tuvo el valor de acompañar a las Mirabal en momentos en que muchos no se hubiesen arriesgado.  Angelita Trujillo intentó limpiar a su padre de éste crimen en el libro recientemente presentado.  En vez de pedir disculpas por éste y los demás crímenes de su padre, pretendió atribuirlo a terceros.  Las personas con conocimientos vividos durante la tiranía sabemos que el SIM obedecía directamente al déspota y que nadie tomaba acción sin órdenes de Trujillo.  

La muerte de las hermanas Mirabal marcó una etapa nueva y angustiante.  Un manto de tristeza nos cubrió por mucho tiempo.  Si Trujillo fue capaz de arriesgarse internacionalmente con este crimen, sabíamos que era capaz de todo.  Muchas esperanzas murieron y no se veía una salida.  Mi hermano Miguel tenía un plan de enfrentar armado a los agentes del SIM cuando lo volvieran a buscar.  Dijo que no se entregaría para ser torturado de nuevo.  El miedo volvió a nacer en lo que parecía un gobierno dirigido por una persona que había perdido el razonamiento.  Todo se espera de una fiera.  Se sentía más que nunca la inseguridad de los presos.  No se vislumbraba una salida y no se esperaba que militares tomaran acción para ajusticiar a Trujillo.

En mayo de 1961 nos llegó el rumor de que en SFM iban a quemar viviendas.  Nuestra casa era de madera, con paredes dobles como se usaban en la época.  Mientras dormíamos, Miguel nos despertó con las palabras, “¡Papá, fueeeego!”.  Su habitación colindaba con la galería del frente.  Los agentes del SIM abrieron un hoyo en la pared de afuera y rociaron el interior de las paredes con gasolina para que el fuego se esparciera por dentro.  Yo dormía en la habitación de atrás.  Cuando desperté el fuego había avanzado y podían verse las llamas entre el cielo raso y el techo, con la macilla de las uniones derretidas.  

Papá nos orientó para que nos vistiésemos y no sacáramos nada de la casa.  Cuando salimos, me sorprendió ver que la calzada del otro lado de la calle estaba llena de vecinos y personas de los alrededores, la mayoría en ropa de cama. 

Alguien me gritó para que usara el teléfono de la clínica para llamar a los bomberos.  Pero esto no tenía sentido.  Los bomberos no contradecían a agentes del SIM.  La gente del pueblo siguió llegando.  Mientras esperábamos que la casa se derritiera en llamas, un grupo de personas fue al cuartel de los bomberos y trajo el vehículo para apagar el fuego, sin bomberos visibles.  Otro grupo impedía que la guardia cerrara el hidrante de agua.   ¡Qué Pueblo!  

Al día siguiente se conmemoraba el día de las madres.  Fuimos a donde nuestra abuela paterna de Salcedo.  Al regresar encontramos que la Señora La Oz, acompañada de otras personas, habían limpiado la casa, lavado las sábanas y tendido las camas.  Pequeños detalles que significan tanto en momentos difíciles.  Pero la alegría de haber salido ilesos y de ver la solidaridad del pueblo no nos duró mucho. Agentes del SIM  se llevaron a papá preso acusándolo de incendiario

Esta vez lo llevaron a la fortaleza de SFM, y para nuestra sorpresa, al día siguiente lo desfilaron entre guardias con fusiles por la calle San Francisco, desde la Fortaleza hasta el edificio donde funcionaba el Juzgado de Paz, frente al Parque Duarte.  La gente en la concurrida calle no podía creer el espectáculo y muchos gritaban pidiendo que lo soltaran.  Papá había sido Director del hospital de SFM y desde 1942 tenía una clínica privada donde atendía a los que pagaban y los que no podían pagar y respondía a los  pacientes fuera de horario y en días festivos.   En otras palabras, su persecución abierta en el pueblo que él había servido fue una insensatez política del régimen.  Personas se apresuraron a llevarnos la noticia de que lo trasladaban para juzgarlo. 

Trujillo envió la orden de condena de 20 años de prisión al Juez Antonio de Jesús Pichardo.  Por primera vez en la historia dominicana un juez desobedeció una orden de Trujillo y liberó a mi padre.   El Juez no era su  amigo.  Su acto fue un ejemplo de integridad y valentía que de Trujillo no haber sido ajusticiado en los próximos días le hubiera costado la vida.  Llegamos en el momento que el juez lo absolvía.  Pudimos palpar el momento de dignidad y alegría en la sala del juzgado de paz.  El contraste con el juicio de 1960 en Santo Domingo no pudo ser mayor.  

Dulce me pidió antes de ser apresada que si moría quería que yo criara a sus dos niños.  Compromiso que asumí  con tristeza, consciente del riesgo que la rodeaba, pero agradecida porque yo era solamente una adolescente y los niños tenían muchos tíos y tías casados y con familia. 

La manifestación anti-Trujillista más provocativa que organizamos fue el peregrinaje a la ermita de la Virgen del Perpetuo Socorro, localizada en las faldas de la Loma Quita Espuela.  No conté el número de participantes, pero sentía que el grupo podía alcanzar las cien personas o más.  El peregrinaje por la carretera a la ermita iba acompañado por militares a ambos lados de la carretera.  Con la Iglesia ya visible, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, gritamos: ¡Abajo Trujillo!  ¡Abajo Trujillo! 

Entramos  a la Iglesia sin que fuésemos agredidos y sintiéndonos que formábamos parte de un movimiento liberador más allá de nuestra frontera.  Al día siguiente incendiaron la Iglesia.  Varias de nosotras regresamos al lugar y encontramos algunos pedazos de madera chamuscados en medio de la ceniza donde antes estaba la capilla. 

El 31 de mayo de 1961 agentes del SIM volvieron a tocar a nuestra puerta a eso de las 2:00 de la madrugada preguntando por el Dr. Tejada.  El llamado nos aterrorizó.  Estábamos convencidas de que buscaban a papá para matarlo en represalia por la libertad recibida contra la orden de Trujillo.  Movimos un mueble pesado de madera contra la puerta del frente para impedir que los agentes del SIM entraran.  Dulce me pidió que gritáramos a todo pulmón para que la gente se enterara.  Repetíamos ¡Pueblo despierta! ¡Mira como se llevan a tus hijos a escondidas!

Mientras tanto, mi madre acusaba a los agentes del SIM desde la ventana.  Dimos tiempo para que papá, que tenía 61 años y era diabético, se vistiese y preparase.  Los agentes rompieron los vidrios de colores que adornaban los lados de la puerta y nos amenazaron con sus armas.  Papá saltó para salir por la ventana.

Una hora más tarde los agentes del SIM regresaron tres veces para llevarse a Miguel, Dulce y Jorge Antonio, uno a la vez.  Me sentí más tranquila pensando que no intentaban asesinar a mi padre, sino que se trataba de una redada más amplia.  Pero, mamá se convirtió en mi preocupación principal.  La angustia le provocó un ataque de adrenalina y perdió el control físico de sus movimientos. 

El Doctor Amadeo Sturla Richetti se vio forzado a esperar afuera junto a los agentes del SIM hasta que la última persona buscada saliera.  Ya los rayos del sol iluminaban el día cuando pudo atender a mi madre y darle morfina para dormirla.  Yo pensaba que ya no se recuperaría.  Cuando Cosme llamó de Santo Domingo con la noticia de la muerte de Trujillo no pude alegrarme.  “Muy tarde para mí”, le contesté.  Me tranquilicé a las 4:00 de la tarde cuando mamá despertó en estado normal.  

Al día siguiente celebramos el ajusticiamiento de Trujillo en la cárcel de SFM.  Solamente mi madre y yo no fuimos apresadas.  En la cárcel me enteré de la amplia redada de personas que nunca antes habían sido perseguidas.  Los militares que valientemente ajusticiaron a Trujillo probablemente evitaron a tiempo que mataran al juez Antonio de Jesús Pichardo, a mi padre, y a todas las personas que aún permanecían encarceladas.  Esto así porque la  búsqueda de los militares que mataron a Trujillo se convirtió en prioritaria y las personas recientemente apresadas fueron liberadas unos días después. Niño, que desde Enero de 1960 estuvo preso, fue liberado el día 17 de junio de 1961, semanas después del ajusticiamiento de Trujillo.  Imagino que todos los demás fueron libertados en esa fecha, pero lo desconozco. 

Las persecuciones a nuestra familia continuaron con el gobierno interino de Joaquín Balaguer.  Éste ordenó el exilio de mi padre mientras se encontraba recién operado en la clínica Abel González en Santo Domingo.  El Dr. González se negó a entregarlo y amenazó a Balaguer con promover la primera huelga general de médicos y enfermeras en el país.  Papá salió de la clínica al aeropuerto a los 15 días de su cirugía. Viajó a Puerto Rico a reunirse con su hermano exilado que no había visto en 14 años.

Pueden leer este relato completo de  Argelia Tejada Yangüela en:

http://argeliatejada.blogspot.com/2010/11/proposito-del-50-aniversario-del.html#!/2010/11/proposito-del-50-aniversario-del.html 

NOTA: Este intento de quemar esa casa no fue una excepción. El militante antitrujillista Ramón Antonio Veras (Negro) en su libro De la calle a los estrados por justicia y libertad (Pág. 32) menciona que dos de las humildes viviendas de los adolescentes antitrujillistas en Santiago fueron rociadas con gasolina con la intención de quemarlas aunque por alguna razón no llegaron a hacerlo. Esto se debió muy posiblemente al disimulado desacato de la orden a última hora por algún militar que tuvo peso de conciencia, lo que a veces ocurría. Otra de las humildes vivienda, la de la familia Erickson, fue asaltada y destruidos sus ajuares. Los lectores pueden descargar gratis este libro del Negro Veras en pdf en el portal del Archivo General de la Nación. 

Un caso similar también es el del cura Luis Federico Henríquez, “quien tuvo un conflicto con Trujillo en los años 30 porque cuando propusieron cambiarle el nombre a la ciudad de Santo Domingo por la de la Ciudad Trujillo, él que era diputado en el Congreso Nacional, se opuso tajantemente, tras considerarlo un atropello más a la población."

Por esas palabras Trujillo mandó a quemar su casa, la que no llegaron a quemar (posiblemente también por la reticencia de los mismos esbirros a acatar ciertas órdenes), pero le lanzaron piedras a las ventanas y rompieron los cristales. Solo quemaron parte de la escalera de madera. Ver artículo en el Listín Diario de Wendy Santana: La Iglesia le dio fuerzas a la población.

Lo mismo ocurrió con el padre Tomás F. O’Reilly cuando Trujillo le declaró guerra a la Iglesia debido a la carta pastoral firmada por todos los obispos y leída publicamente mediante la cual la Iglesia denunciaba los crímenes y los atropellos del régimen: “Turbas de bandidos, organizadas por sicarios del régimen, vociferaban palabras obscenas en la puerta de la residencia de O’Reilly, llegando al extremo de tratar de incendiarla.” (Ver artículo Después de la carta pastoral, de Chichi de Jesús Reyes.)

No era inusual que cuando tenían la oportunidad, como en estas situaciones confusas con turbas en que era más difícil identificar a los que incumplieron las órdenes, que los propios esbirros a veces se recataban y sólo cumplían las órdenes a medias, especialmente cuando la víctima era un religioso o una mujer.

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El Sisal de Azua, campo de exterminio de antitrujillistas (I)

Santiago Estrella Veloz
Historiador
Eldiariolibre.com.do

Sisal o agave, llamada cabuya en La Española.La historia de El Sisal de Azua, uno de los campos de concentración más terribles que existió en el país, no puede escribirse si no se menciona al General José María Alcántara. Ese campo para recluir prisioneros políticos adversarios de Trujillo se llamaba así porque en 1950 al dictador se le ocurrió establecer su propia plantación de sisal o agave, planta llamada cabuya por los aborígenes de La Española. Es originaria de Yucatán, México, y su fibra es utilizada para fabricar cuerdas, sacos, lonas y otros productos similares. El agave azul es materia prima para la bebida llamada tequila mexicana.
En aquella época, los sacos para empacar el azúcar, arroz, café y cacao que se producía en la República Dominicana eran comprados principalmente en México. Cuando los precios se dispararon, Trujillo decidió cultivar su propio sisal y establecer una fábrica de sacos y cordelería. Total, la industria del azúcar era de su exclusiva propiedad y de sus familiares más cercanos que eran propietarios de acciones, negocio compartido en menor grado con algunos inversionistas norteamericanos
Con el propósito de instalar la fábrica de sacos y cordelería, se creó la Dirección de Fomento y Cultivo del Sisal, en Pueblo Viejo de Azua. Las edificaciones y sus dependencias fueron inauguradas el 25 de octubre de 1952. Las obras inauguradas consistían en 20 edificaciones de madera para alojar el personal dirigente, a los empleados y obreros, y para uso de talleres, almacenes y garajes de la empresa, todas las cuales disponían de cinco molinos de viento con sus respectivos pozos tubulares para proporcionar agua, además de contar con energía eléctrica y una red telefónica a dos vías, de 17 kilómetros, conectada con la central de teléfono interurbano de Azua, y varios caminos carreteros interiores, además de la vía principal.
En un discurso, el representante de la secretaría de Agricultura, agrónomo Juan Pablo Duarte, homónimo del Padre de la Patria, dijo que las obras de El Sisal tendían "al bienestar colectivo, como todas aquellas que construye el superior Gobierno en esta civilista Era de Trujillo"
Es evidente que el orador ignoraba que El Sisal se convertiría en un campo de concentración y, aunque lo sospechara, era impensable que se atreviera a decirlo.
Los trabajos formales para dar paso a la plantación se iniciaron en El Rosario, de Azua, cuando en mayo de 1950 llegaron allí múltiples equipos pesados, que de inmediato comenzaron a tumbar árboles y eliminar todo escollo existente para acondicionar los terrenos. Los bulbos de sisal fueron llevados en furgones, pues basta solo con decir que la extensión a sembrar era de alrededor de 120 kilómetros cuadrados. Los trabajos de preparación de tierras hasta que comenzó la cosecha de sisal duraron nada más y nada menos que dos años.
Como era natural, no había tantos trabajadores para trabajar en esa finca tan extensa. Entonces fue que comenzó el reclutamiento forzado de hombres, no importa en cuál sitio del país. El Ejército asumió esa tarea. Cientos de infelices que eran detenidos por las patrullas en pueblos y caminos, eran obligados a montarse en camiones para ser trasladados a El Sisal, no importaba que tuvieran sus documentos al día. No se les permitía siquiera avisar a los familiares, lo que provocaba incertidumbre y miedo en los hogares.
Pero también a El Sisal fueron llevados numerosos presos políticos, que fueron sacados de las cárceles La Victoria y La 40. Eran sencillamente presos, y como se decía en épocas pasadas "el preso no es gente". En El Sisal, los prisioneros eran forzados a trabajar de sol a sol, sin agua y prácticamente sin comida, pues la que cocinaban los militares no alcanzaba para tanta gente.
En El Sisal, uno de los militares más crueles fue el coronel José María Alcántara, designado por Trujillo como comandante, autor de numerosos crímenes. Sustituyó al general Arturo R. Espaillat, mejor conocido como "Navajita" o "La Gillette", en referencia a su crueldad, aunque curiosamente no ha sido mencionado como asesino de presos en El Sisal. Uno de los principales ayudantes de Alcántara era el coronel Edigen Nin, descrito por los presos como "un hombre sin compasión", que se regocijaba con el sufrimiento de los demás y al que se le atribuyeron numerosos crímenes.
Alcántara había sido trasladado allí con un rango inmediatamente inferior al de teniente coronel porque en una ocasión intentó matar a un general con el que tuvo una discusión. Según versiones, no logró su objetivo por la rápida intervención de otros militares.
Una de las tantas historias recogidas entre ex prisioneros de El Sisal da cuenta de que, en una ocasión, un preso estaba inmóvil porque se encontraba enfermo. Alcántara preguntó por qué el hombre no estaba en El Sisal, a lo que un ayudante le dijo que tenía la cara hinchada debido a la infección de una muela. Alcántara llamó al preso y le exigió que abriera la boca. Cuando el infeliz así lo hizo, Alcántara sacó rápidamente su pistola y le dio un balazo en plena boca. Los sesos y la sangre del preso salpicaron el uniforme del coronel, quien sin mediar palabras abandonó el lugar para cambiarse de ropa y continuar con su tarea.
En otra ocasión, a ocho prisioneros que intentaron escapar se les obligó a agruparse, tras de lo cual Alcántara dio la orden a unos guardias para que los ametrallaran.
Los cadáveres fueron colgados de una viga con dos soportes en los extremos, como "escarmiento" para los demás presos, que tenían que durante un par de días tuvieron que pasar por debajo de los muertos presionados por los militares, para que presenciaran la macabra escena.
Es difícil de creer, pero otra historia refiere que en una ocasión, después de reunir a los presos preguntar cuáles estaban enfermos, unos 80 levantaron la mano, supuestamente para ser llevados a un hospital. Alcántara mandó a construir un gran hoyo, para lo cual tuvo que ser utilizada una pala mecánica. Ordenó alinear a los hombres a orillas del hoyo y entonces hizo una señal al teniente Ramón Castillo, hombre de su confianza, quien a su vez dio la orden de "!fuego!" a los guardias que le acompañaban, que dispararon sus ametralladoras hasta agotar los tiros. Otros presos dejados con vida para que taparan el hoyo después de la masacre, también fueron fusilados.
Un método de tortura para castigar a algunos prisioneros consistía en amarrarlos en el interior de una caseta, donde se les estampaba un hierro caliente en el pecho con la inscripción El Sisal, como si se tratara de animales. Era una práctica parecida a la utilizada por los nazis contra los prisioneros judíos, que eran marcados con un número con hierros al rojo vivo. En ocasiones esto se hacía en El Sisal simultáneamente con otros prisioneros, para que los alaridos fuesen más claramente escuchados por sus compañeros y así aumentara su miedo.
Este hombre sanguinario, Alcántara, nació el 5 de abril de 1908 en el paraje Sabana Mula, de San Juan de la Maguana, hijo de José Ramón Alcántara y María Regla Contreras. En su juventud, Alcántara trabajó como vendedor de pan, hasta que un buen día, tras una discusión con Manuel, su hermano mayor, le hirió con un cuchillo y se fue de la casa, a donde regresó tiempo después vestido de militar. En esa calidad estuvo de puesto en muchos pueblos, tanto en el Este como en el Suroeste, pero fue en Pedro Santana donde Alcántara asesinó más gentes, entre ellos centenares de haitianos. El método era ahorcarlos en una Ceiba, conocida luego como "la Ceiba de Alcántara".
El coronel Alcántara, siendo capitán, participó también en el asesinato de Porfirio Ernesto Ramírez Alcántara, alias Prim, hermano del exiliado Miguel Ángel Ramírez Alcántara, quien llegó a ser general durante la guerra librada en Costa Rica por José Figueres.
Prim y otras ocho personas fueron emboscadas en la carretera Sánchez, en el lugar llamado El Número, de Nizao. Esa operación estuvo dirigida por el general Federico Fiallo y tuvo lugar el 1 de junio de 1950. En la misma participaron también el capitán José Demetrio Almonte Mayer, el ex capitán Augusto María Ferrando, el teniente José de la Cruz y el sargento Alejandro Méndez, de la Policía, además de un raso no identificado.
A El Sisal fueron llevados numerosos presos políticos, que fueron sacados de las cárceles La Victoria y La 40. Eran sencillamente presos, y como se decía en épocas pasadas "el preso no es gente".
En El Sisal, eran forzados a trabajar de sol a sol, sin agua y prácticamente sin comida, pues la que cocinaban los militares no alcanzaba para tanta gente.
Fuentes consultadas: El Caribe, 26 de octubre de 1952; Listín Diario, 7 de julio de 1967: periódicos nacionales, 15 de septiembre, 1970; Entrevistas del autor con algunos militares retirados; Archivo General de la Nación.
(Continuará)

Para más detalles, pueden leer el libro El sisal, esclavitud y muerte en la Era de Trujillo
de Rafael Cuello.
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CRIMINALES CUBANOS (Al servicio de Trujillo)
Diario Libre
13 de febrero, 2010

Extractos

Una mañana de septiembre de 1957, en la propia ciudad de Santiago, el chofer y los pasajeros de un ómnibus interurbano procedente del Castillo del Morro, vieron salir a un joven de las malezas aledañas a la carretera. Caminaba tambaleándose como un beodo y con las manos se sujetaba el vientre. Por una enorme herida de cuchillo, la sangre salía inconteniblemente. Era José Ramón Guillén, de dieciséis años. Había sido arrestado por un carro patrullero y conducido ante el coronel José María, quien en el curso del interrogatorio, con gesto displicente, extrajo de su cintura una bayoneta y aparentó limpiarse las uñas.En rápido y consumado ademán de matarife, hundió el filoso cuchillo en el bajo vientre del joven Guillén, abriéndole la cavidad abdominal. Sus propios hombres no pudieron disimular una exclamación de horror. Salas Cañizares requirió una hoja de papel, secó la sangre de la bayoneta, y se volvió hacia uno de sus secuaces. ¡Llévense a ese y bótenlo por ahí!  

El escritor cubano, de Radio Progreso José Buajasán Marrawi (4) afirma que "en las investigaciones e interrogatorios llevados a cabo en República Dominicana por el siniestro jefe del Servicio de Inteligencia Militar dominicano "SIM", Johnny Abbes García, participaban viejos torturadores de la policía batistiana y este trabajo se coordinaba con el ex coronel Esteban Ventura Novo, radicado en Miami, y con el archicriminal Julio Laurent, antiguo jefe Servicio de Inteligencia Naval (SIN), con quien -según relatara Abbes García- lo sorprendió el triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959 mientras esperaban el advenimiento del nuevo año, en el Cabaret Tropicana en La Habana. 

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