domingo, 3 de marzo de 2013

Intrigas de Rafael L. Trujillo


 INTRIGAS DE RAFAEL L. TRUJILLO

El tirano siempre se valió de intrigas hasta alcanzar la presidencia de la república

Por Chichi de Jesús Reyes
Almomento.net

A mediados de 1923  el mayor Cesar Lora era el comandante de la fortaleza San Luis, en Santiago. El apuesto militar era una especie de ídolo místico seductor.

En una época de su vida estaba enamorado de una  encantadora señora de la sociedad santiaguera, esposa del  teniente  Sanabia, dentista adscrito al cuerpo medico de la Policía Nacional.

El Capitán Rafael L. Trujillo, que siempre estaba al tanto de todo, máxime cuando se trataba de  intrigas, empezó a  divulgar al oficial-dentista algunos indicios de lo que estaba pasando.

Cuando Sanabia descubrió el lugar de los encuentros clandestinos de la pareja,  el futuro dictador informó claramente al burlado marido lo que estaba sucediendo.

Una noche el teniente Sanabia se encaminó al puente que cruza el río Yaque  (hoy Hermanos Patiño), y revólver  en manos se deslizó por un sendero que pasa debajo del  puente y descargó su arma sobre su esposa y el mayor Lora.  

El Presidente de la República, don Juan Bautista Vicini, por recomendación de  los marines yanquis, ascendió a Trujillo al rango de Mayor y lo nombró comandante de la fortaleza San Luis en sustitución del desafortunado Mayor Lora.

En ese periodo el Ejercito dominicano hacia también las veces de Policía Nacional, y su jefe era el coronel Buenaventura Cabral Báez, y en su condición de Jefe de la  poderosa Fortaleza San Luis,  Trujillo era automáticamente el segundo en la línea de mando.

Cabral era un oficial honesto, aunque no se distinguía por su eficiencia. A raíz de su ascenso a la Presidencia, en 1924, Horacio Vásquez estaba muy preocupado por la incapacidad de Cabral. Se dió cuenta que la moral de sus hombres empezaba a dar señales de desintegración y decidió sustituirlo por el teniente coronel Manuel de Jesús García, como jefe de la organización.

García era el segundo en mando en la Fortaleza Ozama, en Santo Domingo.

El  Vásquez habló con el ministro de Interior, el Lic. Angel Morales, y le dijo: “Morales, hable con el coronel García.Comuníquele que se hará cargo de la comandancia; pero pídale que guarde todo esto en secreto. No queremos que Cabral se entere de todo esto a través suyo”. 

Morales tuvo una larga y tendida conversación con García, y le adelantó que “en los próximos días Cabral será destituido del cargo, y que el Presidente le nombraría a él sucesor, como segundo en línea”. El Ministro le reiteró que mantuviese la cosa en secreto.

Ya en vísperas de ser nombrado comandante de la Policía Nacional Dominicana, García titubeó y, aparentemente, entendió que “era mucho cargo para un teniente coronel”. García celebró la noticia emborrachándose, y por supuesto, hablando más de la cuenta. 

Y al día siguiente, un miembro de la policía se presentó al despacho del Ministro Morales para informar acerca del comportamiento de su superior. Más tarde Morales sabría que el informante, un joven oficial, habría sido enviado a su oficina por Rafael L. Trujillo. El vicepresidente Don Federico Velázquez, semanas después, recibiría una comunicación que le estremeció. 

La misiva estaba firmada por el coronel Cabral, quien le juraba lealtad hasta la muerte al vicepresidente, que era lo mismo que decir: ”si usted quiere emprender una revolución, yo estaré de su parte y en contra del Presidente Vásquez”. Se inició una investigación y se descubrió que la carta era falsa y que la  treta era obra de Trujillo.

Si nunca se hubiera descubierto, Cabral hubiera perdido su puesto y el hombre que se beneficiaria directamente seria el comandante de San Luis, el mayor Trujillo, y más que García había caído en desgracia.

En ese momento salió a relucir  que el mismo Trujillo se había dedicado un tiempo antes a la falsificación. Pero aparentemente, nadie lo recordó y el futuro dictador, sonriente y comedido, siguió en el anonimato al tiempo que se dió por concluida la supuesta investigación ordenada en su oportunidad.

El gobierno de Vásquez recibía con frecuencia informes acerca de la desintegración moral de la Policía, y aprovechando tal situación, Trujillo mantenía ocupado a sus hombres preparando informes para la superioridad. 

En junio de 1925 el Presidente  dió instrucciones al Ministro de Interior de reemplazar a Cabral y nombrar a Trujillo en el cargo de  Jefe de la Policía.

De inmediato Trujillo emprendió iniciativas ante el Congreso para que se cambiara el nombre de Policía Nacional, impuesto por los marines, por el de Ejercito Dominicano, lo que logró en 1927, lo mismo que su ascenso a General.

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