Las
manifestaciones populares descritas por el embajador Morrison en
todas las ciudades y pueblos que él visitó en noviembre de 1961,
exigiendo libertad y que no se levantaran las sanciones hasta que se fueran los Trujillos, ocurrían en días y semanas
en que había represión, paleros, presos, disparos contra las
multitudes, desaparecidos. Es decir, esas manifestaciones masivas en
casi todo el país no podían ser un falso montaje controlado por
grupos de intereses ya que eran demasiado masivas, temerarias y sus
reacciones y las expresiones eran espontáneas. Con sus
movilizaciones masivas el pueblo no tenia otra opción que ponerse a
la altura de las circunstancias históricas que talvez no retornarían
en muchas décadas. Sabían que esta era tal vez la única
oportunidad de romper sus cadenas antes de que el régimen superara
su aislamiento económico/político y estaban dispuestos a arriesgar
sus vidas para ponerle fin a los 31 años del trujillato. El
embajador Morrison, a pesar de haber sido en el pasado un
simpatizante del régimen y amigo del dictador y su hijo, al viajar
por el territorio nacional en noviembre y conocer la realidad, nunca
puso en duda que las numerosas manifestaciones masivas que él
presenció en su recorrido por el país fuesen auténticas
expresiones inevitables de un pueblo radicalmente oprimido y
explotado, ansioso por liberarse.
Como
dijimos, Morrison había tenido una larga y cordial relación con los
Trujillos, hasta amistosa. Inclusive, cuando se reunían, Ramfis se dirigía al
diplomático por su apodo (“Chep”). A pesar de su posición
conservadora y su anti-castrismo, el embajador Morrison tuvo la
honestidad de reconocer la realidad irrebatible que vivió en esos
días en cuanto al deseo imperioso del pueblo dominicano de que todos
los Trujillos se fueran cuanto antes. Cuando al final de su recorrido
se reunió con Ramfis, le comunicó personalmente, sin rodeos, esa
voluntad nacional que el palpó en todo el territorio, sin pensar en
cómo esa cruda sinceridad afectaría su relación con el hijo del
dictador. Leamos algunas de las observaciones del embajador Morrison:
EL LEGADO DE TRUJILLO
Por Delesseps S. Morrison
Embajador americano ante la OEA
Miembro de la delegación de la OEA en RD en noviembre, 1961
“Cuando salí y seguí mis actividades fue sólo para encontrar más sentimientos antitrujillistas.
“Por todas partes era lo mismo. En la ciudad portuaria, Puerto Plata, en el norte, en San Cristóbal, San Pedro, La Vega, Constanza, hasta en La Romana, en el corazón de la deprimida zona de la caña de azúcar: “Nos quedaremos sin comida, viviremos en la pobreza, si eso significa que podemos salir de los Trujillos.” En Constanza el secretario local nos recibió en su casa, un poco más grande que una choza. Bebimos limonada bastante caliente y tuvimos que espantar millares de moscas pequeñas y aguijoneantes. El hecho de que el partido fuera la UCN, el PRD o el 14 de Junio, no importaba. Estaban en desacuerdo sobre las personalidades y sus demandas políticas diferían, pero la aspiración común se concentraba en la frase “Fuera los Trujillos”. Eso comprendía a toda la familia Trujillo.
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“Era distinto a lo que yo había esperado. Yo había esperado que los Trujillos fueran extremadamente impopulares en muchos sectores, pero yo no estaba preparado para la casi ola universal de odio
NAVIDAD CON LIBERTAD
“Cada vez que salíamos la población de la ciudad parecía estar esperándonos afuera, cantando “Libertad, Libertad” y soplando cuernos como una señal para decirles a los demás que se podía. Al principio la gente temía hablarnos.
“Cada bienvenida era más emocionante. Pense que habíamos calado en la tónica de la gente. En esas multitudes excitadas que aparecían, las palabras eran de advertencia: “No escuchen al gobierno [Ramfis-Balaguer]. Tan pronto ustedes se vayan ellos estarán en nuestras espaldas. Los paleros todavía están en la calle manteniendo el sistema. Ayúdennos! Ayúdennos!”
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“Habiamos visto niños mendigando. Niños de tres, cuatro y cinco años de edad, frotándose las manos en el estómago, tendiendo la mano mendigando por monedas, con las caras delgadas penosamente encogidas. Habíamos caminado por ruinosos barrios de gente miserable. Esos barrios de América Latina que resultan inolvidables. Habíamos visto gente que había sufrido años de maltrato. Y con todo, sabiendo que todo esto podía cambiar mediante una recomendación que podíamos formular, todavía odiaban tanto a los Trujillos, con tanta amargura, que preferían continuar en este calvario antes que arriesgarse a mantener el régimen.
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“Era distinto a lo que yo había esperado. Yo había esperado que los Trujillos fueran extremadamente impopulares en muchos sectores, pero yo no estaba preparado para la casi ola universal de odio.
“Cuando reanudamos nuestra caminata, unos centenares se apartaron de la multitud y se unieron a nosotros, gritando: “No nos dejen, hay gente inocente que esta siendo encarcelada.” Casi tuvimos que luchar para seguir nuestro camino. Mientras tanto me di cuenta de que había un rumor de aviones. Miré hacia arriba. Era un escuadrón de cazas de la Fuerza Aérea Dominicana. Venían bajo. Pasaron peligrosamente cerca de nuestras cabezas. Estaban atronando a la multitud. La gente comenzó a gritar y a correr en todas direcciones. Salazar exclamó: “Pero esto es estúpido. ¿No saben ellos que esta gente sólo discrepa?” Después de pasar una vez los aviones siguieron volando, pero el desfile continuó y la multitud nos acompañó hasta las mismas puertas de la catedral, antes de alejarse saludándonos con sus pañuelos.”
El legado de Trujillo
Por Delesseps S. Morrison
Revista Ahora! - Pags. 6, 8, 9
!8 de diciembre de 1972
Les recomendamos leer el arículo completo en la revista Ahora.
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