domingo, 30 de octubre de 2016

Fotografía anatómica de un tirano del Caribe

Fotografía anatómica de un tirano en el Caribe

Enrique Caminero
www.perspectivaciudadana.com

(Enrique Caminero, dominicano residente en Francia, es activista por los derechos humanos. Perspectiva Ciudadana agradece al autor esta colaboración.)

A las nuevas generaciones que han surgido en los cuarenta y dos años que han transcurrido después del 30 de mayo de 1961.

Si algunas de estas siniestras características las encuentras en el mundo actual de la política dominicana, no te sorprendas, el trujillismo no desapareció con el tirano, continuó con Balaguer y anda por ahí con distintos ropajes.

Con la llegada de Rafael Leonidas Trujillo Molina al poder se resquebró el lugar central que ocupaba la familia en la vida dominicana. Ni las guerras intestinas (las montoneras) ni la influencia norteamericana con la ocupación de 1916 a 1924, habían logrado agrietar la unidad monolítica de ese núcleo, conflictivo a veces, pero forjado por la tradición. Una de las consecuencias de esta intervención de los marines es la entrada de Trujillo en la vida de los dominicanos.

El personaje Rafael Trujillo, presentaba un aspecto de "galán de cine" más que de militar. A cada momento posaba, no solo frente a una cámara fotográfica, sino frente a los demàs, en reuniones como en actos públicos y privados. Al aire misterioso y desconcertante que rodeaba a Trujillo se la sumaba su reputación de aventurero y codicioso, se sabía cómo había obtenido sus galones, persiguiendo a los nacionalistas, asesinando a quienes defendían la soberanía frente al invasor yankee. De ahí en adelante, ganó los ascensos por medio del crimen, la intriga y el complot contra sus compañeros de armas.

Su figura imponente es el resultado de leyendas inventadas por él, forjadas a través de retratos y fotografías, en la que él, aparece pulcro e impasible, siempre serio más bien severo, apenas un esbozo de sonrisa enigmática, que denotaba lo falso y solapado que escondía su persona. El allante y la mentira con Trujillo se instituyó. Trujillo hizo del cuidado de su imagen una obsesión psíquica. La manera "del buen vestir" significaba vestirse como él, aparecía como un símbolo de "respeto" y persona ilustre".

Estos elementos perfilaron su carácter histriónico, logrando en su persona una simbiosis perfecta de la crueldad y la simulaciòn, intercalado por la seducción. La manera como Trujillo ejerció el poder sirvió de detonante del mal absoluto y al ejercicio de un poder absoluto ligado a su paranoia. El totalitarismo aldeano que ejerció Trujillo en la República dominicana se encuentra también en otros dictadores paranoicos que ha sufrido la humanidad, como los que surgieron en los países Europeos de la llamada civilización occidental.

La mentira se utilizaba para ocultar algo, ese algo que resultó ser el cinismo, la burla, la manera impía de gobernar; Trujillo se protegía y, ayudado por sus subvencionados, intelectuales y lacayos, se difundía la mentira, de tal forma que durante los 31 años de dictadura la palabra gobernar fue y acabó siendo sinónimo de mentir.

Casi siempre se hacía acompañar por una corte de aduladores e incondicionales. 

Dentro de los personajes que existían para la persuasión y la dominación, estaba el "Consejero y Control", quien sin dejar de ser enérgico, fingía una “paternal protección”, siempre ofreciendo servicios o prestando favores. Otros mecanismos de "persuasión" eran las palizas callejeras o los anónimos de correos mediante el "foro público".

La adulonería, el lambonismo y el lacayismo cortesano sirvieron de andamiaje para la edificación del cuerpo de caliesaje que se extendió por todo lo largo y ancho de la República. A sus títulos de "Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva", supo impregnarles un sentido práctico, al conventirse en el " Padrino ideal " de todos los matrimonios y bautizos, lo que significaba una deuda con él de parte de la familia "agraciada" que muchas de las veces se volvían desgraciadas si no aceptaban las órdenes o caprichos del tirano. Las imposiciones de bautizos multitudinarios y los matrimonios colectivos de parejas de uniones consensuales se hacían con el objetivo de que Trujillo se convirtiera en "padrino y compadre cristiano" y completar así su intromisión y presencia en miles de hogares dominicanos.

Los dependientes del régimen, civiles y militares, estaban sujetos al "permiso trujillista" previo a contraer nunpcias, si el arbitrario "No" gubernamental era la respuesta a la demanda del permiso, los amorosos se veían obligados a obedecer y a separarse.
Muchas mujeres eran tratadas de forma humillante lo que hace recordar los "derechos de pernada" feudales, que de manera sistemática, morbosa y viciosa se imponía, hasta el punto de obligar a centenares de familias a adoptar una vida social marginada para sus jóvenes adolescentes y evitar así que fueran víctimas de los "requerimientos de los tributarios" destinados al acopio de jovencitas para complacer los caprichos de la decadente sexualidad del sátrapa, como de sus familiares y adláteres. A pesar de todo, fueron muchas las damas que desafiaron en una u otra forma tales acosos, asumiendo las consecuencias políticas y económicas que tal actitud conllevaba.

Los días patrios y las fiestas nacionales eran utilizados por el dictador para su beneficio. La obligación que tenía la clase media y pobre de pintar las fachadas de sus casas a como diera lugar resultaba ser una forma de vender la pintura de los comercios e industrias que Trujillo usufructaba. Los retratos del tirano, sus discursos, dedicatorias , asistencias a mitines, con pase de lista, eran vendidos, convirtiéndose en una obligación, como las chapas, palabra que se remplazaba por placas, pues chapa o chapita le llamaron a él desde sus años mozos. Éstas venían con frases laudatorias para decorar las paredes de los hogares dominicanos. La omisión o el olvido de cualquiera de estos detalles podía ser la diferencia entre la ya triste vida cotidiana y un inspirado vuelco del destino hacia el abismo de la incertidumbre, el desempleo, la presión, la coacción y la muerte. La miseria y la pobreza del menesteroso se veía como un delito común y todo y todo aquel que no tenía alguna prestancia, apariencia u oportuno padrino era apresado por “vago” y arbitriaramente recluido en algunos de los campos de trabajo forzado en calidad de esclavo, como en el sisal en Azua y los de arroz en Nagua.

En su propensión a “coleccionar” tierras del Estado y haciendas de particulares de las cuales se apoderaba por medio de la compra abusiva, extorsión y asesinatos. Una de sus aficiones favoritas consitía en apropiarse del ganado del prójimo, haciéndose dueño a como diera lugar.

En tanto su afán de engrandecimiento fatuo lo llevaba al extremo, era cada vez más extraño. Emulando talvez a Calígula, tristemente celebre por sus "excentricidades" de nombrar cónsul del Imperio Romano a su caballo favorito. En una de sus facetas omnímodas Trujillo condenó a la inactividad a la yegua Dicayagua por el "delito" de haber ganado varias carreras por encima de los potros de las cuadras de él y de sus familiares. Al propietario de Dicayagua se le fustigó a través del "Foro Público" y fue obligado a cederle al déspota la yegua de marras, la cual fue retirada del hipódromo “Perla Antillana” como castigo por no perder ante los ejemplares de pura sangre favoritos de Trujillo.

El control a que estaba sometida la ciudadanía se notaba en la limitación que tenía ésta para trasladarse por los lugares donde circulaba Trujillo, prohibiendo a veces el paso al público. La libertad de tránsito no solo era prohibida sino que podía convertirse en un riesgo pues en todas las carreteras el chequeo personal era sistemático.

Los obstáculos para obtener un permiso, patentes y pasaportes estaban sujetos a la conducta del incumbente, vista a través de la radiografía trujillista. Se impuso el "Servicio Militar Obligatorio" punitivo para los "desafectos", la cédula personal de identidad, la indispensable inscripción en el "Partido Dominicano", la "palmita", constituyeron el vademécum triple.

Durante las elecciones de 1947, la oposición llamó a un boicot en plena lucha legal contra el régimen. Cuando Trujillo ilegalizó tales actividades, la oposición quedó atrapada por las circunstancias pues al no votar, las cédulas de identidad personal de una gran mayoría no tenían el sello reglamentario que se le ponía a tal documento, bajo la agravante que al abstención electoral del ciudadano era considerada como desafección política y se utilizaba como control, pudiendo obstaculizar todas la actividades cívicas del ciudadano.

Las sorpresas que deparaba la dictadura cuando la oposición presentaba resistencia iban desde el destierro, la cárcel, la eliminación física por medio de la tortura o encontrar la muerte en supuestos accidentes. Ante la certidumbre del régimen de tener que afrontar un desafio armado, el déspota arreciaba la presión sobre la atribulada ciudadania demandando un mayor coeficiente de adulonería. Inmerso en su deidificación, en un eterno peregrinar por los pueblos del país, se hacía agasajar en interminables desfiles, ofrendas y homenajes al tiempo que aumentaba el cuerpo del servicio de delatores (calieses). 
Proyectándolo como una sostificada organización de inteligencia, el SIM bajo la direción de Johnny Abbes García, creó un gran impacto psicológico que caló en una población ya presa del terror, manteniendo una extensa flotilla de carros Volkswagen (cepillos) que rondaban las calles, especialmente en la sombras de la noche, a baja velocidad. El ruido de  sus motores era motivo de desasociego y angustia; a esto se le sumaban los consejos como amenazas veladas, por correo.

La angustia diaria del ciudadano activo era endémica, pues su suerte y las de sus familiares y asociados dependía, en determinado momento, del capricho , del chisme de un pusilánime, de una interpretación antojadiza, o de una visita, o un saludo de personas venidas en desgracia política, de acuerdo a la estrujada escala moral de una sociedad macerada por la extorsión, la denuncia o el crimen, abnegada por el terror sin límites de las acechanzas. Todo el mundo estaba expuesto a los vejámenes, sin excluir a los funcionarios, colaboradores, adulones, incondicionales, civiles y militares.

El despertar de cada día no brindaba sosiego relativo hasta que se comprobaba que no estaba involucrado directa o indirectamente en ninguno de los pasquines publicados en la prensa oficial. La ominosa sección titulada «Foro Público», llegó a ser un verdadero azote para la humillación del aludido de turno. Este juguete de Trujillo y sus adláteres se constituyó en un virtual paredón para la fama y la tranquilidad de la familia dominicana mediante el cual, valiéndose de la calumnia y amenazas firmadas con seudónimos, el ente oficialista acusaba y vejaba al ciudadano.

No obstante, como si esto fuera poco, existió también la exigencia del llamado "Certificado de Vida y Costumbres", capaz de coartar de manera terminante todas las vías y actividades indispensables para el diario sobrevivir, viajar, estudiar, coseguir empleo. Sin él no se podía  aspirar a nada. Con ese certificado negativo el poseedor estaba advertido de que tenía que vivir desenvolviéndose sobre el filo de la navaja.

Las exigencias imperativas de la “Era” se veían en la más elemental actividad. Así, en los recreos o en los desfiles escolares, como en la "Normal", al terminar había que gritar bien alto ¡rompan fila y viva el Jefe!

Las dos caracteristicas que más tipifican el régimen despótico de Rafael Trujillo son :
1) Hacer creer que todo el mundo era trujillista, que el pueblo en pleno lo apoyaba y le servía espontaneamente. Para esto no escatimó medios. Se ofrecían empleos y prebendas, pero también se inducía a que se expresara pública y privadamente la disposición de aceptar favores. Con esto quiso el tirano lograr que la masa de la ciudadanía en general se sintiera comprometida con su "gobierno de paz y progreso", dejando como corolario que cualquier disidente era enemigo de la "paz y la patria".

2) Basado en la premisa anterior, logró durante los últimos dos tercios de su régimen, crear dentro del ambiente insular la sensación de un cerco del cual nadie se podía escapar, no porque la maquinaria fuera tan eficiente, sino por la falta de escrúpulos de la misma. Para lograr sus propósitos, apelaba a los más bajos chantajes y amenazas sin limitaciones, haciendo gravitar sobre la traquilidad de los familiares de los perseguidos su alegada mala conducta, convirtiéndolos en “parias” que afectaban y complicaban en igual grado de desafección a todo aquel que les acogiera o les ayudara o escondiera. Dentro de esta especie de jaula invisible cayeron muchos de los conspiradores y perseguidos, resultando ser presa fácil de su ejército de calieses, de la mas baja ralea, cuya misión era la de intimidar y secuestrar a sindicados enemigos de la dictadura para ponerlos a disposición de los brutales y toscos torturadores de las cárceles de La 40 de El 9 y de San Isidro.
Bajo el umbral de esas sombras tenebrosas se arropaba toda actividad de relación económica, social y hasta las relaciones familiares de las dominicanas y dominicanos durante los 31 años del régimen tiránico de Rafael Leonidas Trujillo que sufrió la República Dominicana en el siglo pasado.
Las palabras subrayadas son propias del vocabulario trujillista y otras indican lugares de sufrimientos y muerte para los dominicanos.

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