Trujillo
murió, pero ¿vive su legado en la sociedad dominicana?
Escrito por Cristal Acevedo
Hoy.com.do
En cualquier sociedad, los gobernantes pueden marcar
pautas para el manejo del Estado y sus simientes perdurar a lo largo del
tiempo, sobre todo cuando un mandatario se mantiene en el poder, uno o dos
períodos. Pero, ¿qué sucede cuando un “gobierno” se extiende por más de tres
décadas, como sucedió con el de Rafael Leónidas Trujillo Molina, electo para el
período constitucional 1930-1934?
Para 1930 la República Dominicana había sobrevivido a la
primera intervención militar norteamericana, la cual se produjo en 1916 y se
prolongó hasta 1924, cuando fue elegido presidente Horacio Vásquez, quien
precedió en el gobierno al dictador Trujillo Molina, joven militar oriundo de
San Cristóbal que se mantuvo en el poder hasta el 30 de mayo de 1961, cuando
fue ajusticiado.
Un gobierno de 30 años produjo una sociedad
marcada por la ideología y los valores políticos de Trujillo Molina, quien
reestructuró el Estado para que sirviera fundamentalmente a su interés personal,
señala el historiador Alejandro Paulino.
“Único jefe y salvador” y el presidencialismo. Explica
que Trujillo quería lograr que cada dominicano viera en su nombre y persona,
la única figura con capacidad para resolver los problemas del pueblo,
consiguiendo que con esa proyección de
“único jefe y salvador”, se concentrara en los dominicanos la idea de
que solo el Presidente es el responsable de resolver los problemas del país.
“Esto se manifiesta en la falta de institucionalidad
que ha vivido el país en los últimos 52 años. Por eso todos los reclamos, por
más mínimos que sean, la gente siempre trata de exigirle al Presidente la
solución”, dice Paulino.
Clientelismo político. El historiador sostiene que
junto a la falta de institucionalidad todavía pervive la manera en que el
aparato del Estado se vincula a los
partidos políticos y citó el hecho de que durante la dictadura, el Partido
Dominicano, creado por Trujillo, tenía tanta preponderancia que si no se
pertenecía a esa organización política, las posibilidades de ascender a puestos
claves en la administración pública eran limitadas.
Esto último sigue siendo una práctica que se evidencia en
casos de personas que, solo por pertenecer a uno de los partidos
mayoritarios actuales, durante “sus gobiernos” ocupan distintos cargos en
entidades estatales, avalados por la recomendación de amigos “políticos”,
compañeros de partido.
“Creo que eso es lo que expresa que todavía, después de
décadas, una parte importante de la población pone su esperanza en su
militancia y en el triunfo de tal o cual partido”, enfatiza Paulino.
El trujillismo se encarnó en Balaguer. Otro elemento que
destaca el historiador es que todavía la sociedad dominicana no se ha podido
liberar del lastre de lo que significó la dictadura de Trujillo y eso tiene
mucho que ver con la permanencia en el poder, por más de 22 años del Partido
Reformista Social Cristiano (PRSC) y su principal dirigente, Joaquín Balaguer.
Puntualiza que la permanencia de Balaguer en el poder
significó el liderazgo trujillista encarnado en la figura del orador preferido
del tirano.
“Fue Balaguer quien proclamó en el panegírico leído
ante el féretro de Trujillo, que él y su grupo se comprometían a no dejar morir
el trujillismo, para que trascendiera, aun después de muerto y mientras ellos estuvieran vivos, y creo que lo
lograron”, resalta.
¿Legado positivo? Paulino cree que se puede entender
que un gobierno que se prolongó por décadas -refiriéndose a la dictadura de
Trujillo- debió dejar algún legado positivo para los dominicanos. Pero los
daños fueron tantos que lo eclipsaron.
“Tal vez las construcciones de obras públicas se pueden
señalar como tales, pero el daño ideológico, político, ético y moral fue tan
grande, que entonces esas obras se empequeñecen y pierden valor”, afirma.
La Constitución y las leyes: solo formulismos. En cuanto
a la aplicación de las leyes y el respeto a la Constitución durante la Era de
Trujillo, Paulino retoma a Balaguer, quien se refirió en una ocasión al
valor de la Carta Magna, diciendo que era un “pedazo de papel”. Un elemento
sumamente dañino, heredado del trujillismo, y el que dice está referido a la
falta de aplicación de las leyes y la Constitución, debido a que aunque las
leyes existen para organizar la vida social y económica, Trujillo sólo las
aplicaba en la medida en que le interesaba.
“Por esa razón, los dominicanos aprendieron que las
leyes y la Constitución eran formulismos y que los gobernantes hacían con ella
lo que les viniera en ganas”, señala.
Paulino, quien es subdirector del Archivo General de la
Nación (AGN), considera que los gobiernos
de Balaguer fueron una prolongación de la dictadura y asegura que, de hecho, el
Partido Reformista tenía en su estructura a los más destacados beneficiarios
del trujillato.
“Para mi Balaguer es el gran responsable de lo que
significó la permanencia del trujillismo en la política y en la ideología de
los dominicanos”, manifiesta.
Herencias de la tiranía. Acerca de los aspectos de la
dictadura que existen en la sociedad dominicana, Paulino precisa que el
autoritarismo, la impunidad, la permanencia de una estructura y programa
escolar, la militarización de la Policía, las relaciones entre el Estado y el
partido, el Concordato con la Iglesia Católica, la promoción permanente del
funcionario a todos los niveles, son algunas de las cosas que heredó la sociedad
dominicana de la tiranía.
“De modo que hasta para hacer una cloaca se coloca la
imagen de un síndico para anunciar que él es quien construye la insignificante
obra”, sostiene.
Pero en adición a esto, el historiador, cree que lo
que más daño sigue haciendo al país es que los gobernantes toman decisiones por
encima de lo que dice la ley y la Constitución, lo que se resume en la falta de
institucionalidad que impera en la República Dominicana.
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