miércoles, 3 de febrero de 2016

Las angustias de los músicos en las fiestas de los Trujillos

Las angustias de los músicos en las fiestas de los Trujillos

Luis Alberti fue el destacado director de orquesta preferido por Trujillo. Su “Orquesta “Santa Cecilia”, luego renombrada “Generalísimo Trujillo”, se convirtió en la orquesta personal del dictador, la cual tocaba en todas las fiestas y eventos importantes del Jefe casi desde 1930 hasta 1961. Por ser un hombre sumamente reservado, no dado a las expansiones verbales ni a las exageraciones, además de que siempre fue trujillista (por lo menos publicamente), no dudamos en absoluto del incidente que nos cuenta su hijo en su articulo No todo fue color de rosa (ver diariolibre.com). Además, no hay razones para dudar porque ese tipo de abuso peligroso y prepotente no era nada sorprendente en los Trujillos y su camarilla. Para acortar, sustraimos sólo algunos párrafos de este interesante articulo: 

"Resulta que en la casa de Nene Trujillo se celebraba el cumpleaños de alguien de la familia, y todo transcurría con normalidad, como siempre sucedía en tantas fiestas de este tipo, hasta que al Sr. Rubirosa se le ocurrió solicitar a los músicos una pieza que había pasado de moda hacía mucho tiempo y, por tanto, la orquesta no la tenía en el repertorio. De nada le valió a mi padre, con todo el respeto y la precaución que mandaba el momento, luego de pedirle excusas, indicarle que ellos buscarían en sus archivos para tener lista la pieza para la próxima ocasión. El hombre masculló algo entre dientes, y aparentó que había aceptado las razones, aunque dio la impresión que no había quedado conforme. 

En el momento en que la fiesta está en su clímax, y los tragos están haciendo su efecto sobre los fiesteros, se procede a tocar uno de los merengues de loas al dictador. Todo el mundo baila, y cuando se termina la pieza, uno de los perros de presa de Ramfis abraza a Rafael Colón, y se lo lleva por uno de los pasillos de la casa donde nadie lo veía. Pedro Tejeda, el trombonista de la orquesta, se va detrás sin que lo vean, y observa aterrorizado cuando este señor le propina varios maquinazos a Rafael, quien cae al suelo en un baño de sangre. Inmediatamente, Pedro va donde mi padre, y le dice: "Luis, allí están matando a Rafael". Mi padre va al sitio que Pedro le señala, y encuentra a Rafael en el piso y al militar con su pistola en la mano, arrodillado a su lado. Cuando mi padre le increpa por lo que está haciendo, este señor le pone la pistola sobada en la cara a mi padre, y le dice: "Luis, tú y yo somos amigos, pero por Ramfis yo hasta a mi padre lo mato". 

Eso creó un malestar muy grande entre los músicos de la orquesta, porque sabían que de ahí en adelante no se sentirían seguros, aparte de tratar de apaciguar a Tapacán, que era hermano de Rafael, y quería ir a tomar cuentas. 

Pedro aprovecha un descuido de estos señores, y monta a Rafael en la guagua de los músicos y le dice al chofer, que era de mucha confianza, llévate a Rafael para su casa en San Cristóbal, y no te detengas por nada ni por nadie.

Transcurrido el tiempo los militares notan la ausencia de Rafael, y comienza un interrogatorio para saber dónde está. De los músicos, el único que lo sabe es Pedro Tejeda, y calla, porque piensa que donde esté lo van a buscar para matarlo, y por esta razón se mantiene en silencio.

Incómodos porque no aparece Rafael, los músicos son llevados al patio y puestos frente a una pared, donde el gran "moralista" Porfirio Rubirosa les da una cátedra de moral, y les reprocha a los músicos que no sirven para nada, y que él lo que debería hacerles es aplicarles la fusta para que sepan de respeto.

Luego aparecen varios guardias con ametralladoras y fusiles, y se paran frente a los músicos como cuando se va a ejecutar a las personas."

Por suerte parece que recapacitaron y obligaron a los m
úsicos a tocar de nuevo hasta que terminó la fiesta.

Por este tipo de tensión peligrosa que tenían que soportar los músicos en el medio ambiente de los Trujillos, Luis Alberti cayó en una gran depresión, su diabetes empeoró y finalmente renunció a su profesión de director de orquesta. Su hijo, Irving Alberti Tio, termina su articulo ("No todo fue color de rosa") observando que "luego de la partida de los Trujillo, mi padre se fue recuperando paulatinamente de la depresión, hasta volver de nuevo a su estado normal".

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