sábado, 8 de febrero de 2014

El control


Era tan difícil vivir en libertad que los dominicanos tenían terror hasta en pensar mal del jefe, para que alguien no adivinara el pensamiento.”-Mayobanex Vargas (uno de los seis sobrevivientes de la expedición de 1959), 7dias.com.do, 4 de diciembre, 2013

¿Quiénes eran los “desafectos” al régimen? 

Los desafectos al régimen eran aquellos que pertenecían a las primeras familias antitrujillistas de los años treintas (sus descendientes estuvieron marcadas para siempre), los que habían expresado algún tipo de inconformidad con el régimen (que todavía no habían sido detenidos o desaparecidos), el que era pariente de algún antitrujillista que estaba en esos momentos en la cárcel, en el exilio o que habia sido asesinado o los que no demostraban interés en cooperar con el régimen o en participar en actos de adhesión. No era nada raro, como hemos visto en este portal, que los desafectos terminaran tarde o temprano torturados en la cárcel, desaparecidos, sin posibilidad de trabajo o en el exilio.

También caían en la categoría de “desafectos” los que valientemente habían resistido las presiones de los hermanos Trujillos o sus hijos a que les "vendieran"  su tierra o parte de su negocio, a que le entregaran su hija o esposa, o bien los que fueron invitados a ocupar algún cargo en el gobierno trujillista y que no aceptaron. Generalmente, al rehusarle un cargo al Jefe, la persona quedaba incluida en una lista negra. Esto conllevaba el riesgo de sufrir a la larga un accidente o de desaparecer. En el mejor de los casos, terminaba marginado por la sociedad como un “desafecto”. (Ver varios casos en BREVES, en la sección MAS CRIMENES.

Un gris presagio de que probablemente estabas por perder tu puesto, tu negocio, tu vida o, en el mejor de los casos, que terminarías marginado en el trabajo o en tu barrio, era cuando tú o alguien en tu familia era objeto de las críticas o ataques del infame “Foro Público” en el periódico del tirano, El Caribe. A través del "Foro Público" Trujillo "marcaba" publicamente a la víctima. Ahí ya todos sabían que era peligroso asociarse contigo y dicho descenso en la desgracia social y material sólo se podía reparar si la persona marcada escribía una carta pública renegando las acusaciones o aceptando su culpa en el foro, pidiendo clemencia (aún cuando fuera totalmente inocente), reiterando su adhesión completa al Jefe y dedicándole los elogios de rigor al Benefactor de la Patria.

Esa humillación de tener que aceptar públicamente una culpabilidad falsa y de arrodillarse ante el tirano no representaba necesariamente una garantía de que, al final, no sufrirías las nefastas consecuencias que quisiste evitar doblando las rodillas ante el tirano. Hay varios casos en que, después de que el tirano tuvo la satisfacción de verlo humillarse publicamente, el “desafecto” comoquiera fue vilmente asesinado, desaparecido o aislado. Más adelante, incluiremos algunos ejemplos.  

El conocido periodista, escritor y profesor de Derecho Lipe Collado comenta: “Tu no te imaginas lo que era la Era de Trujillo. Si una persona caía presa por política o estaba asignado como antitrujillista, nadie le hablaba, tú venías caminando por una acera, y todo el mundo, todo el mundo, yo no estoy exagerando, cruzaba. Si te conocía, cruzaba a la otra acera para que a ti no se te ocurriera saludarlo. Los vecinos dejaron de hablarte, y saludarte, salvo algunas excepciones, y ¿salir contigo? No, pero eso era [inaudible] la vida también". Ver en YouTube este comentario y otros sobre la Era en Lipe Collado entrevistado por Pedro de León, parte II:: https://www.youtube.com/watch?v=Im-dnlP3zQA. 


Inclusive, mantenerse en silencio y no decir nada también resultaba fatalmente peligroso. Entre otros, pueden ver el caso del doctor Manuel Tejada Florentino en BREVES (Sección MÁS CRÍMENES), quien por nunca mencionar a Trujillo cada vez que le tocaba dar un discurso en la Logia Masónica de Santiago, resultó ser sospechoso para algunos miembros. Por ese silencio, el destacado cardiólogo, hombre multifacético y solidario, fue denunciado secretamente por uno de los miembros de la Logia (no revelaremos el nombre). Lo detuvieron y lo llevaron a La 40 donde lo torturaron y lo mataron. Si bien después se supo que era militante del 1J4, el verdadero motivo de su detención fueron las sospechas que levantó su omisión del Jefe en sus discursos. Como éste, hemos encontrado otros casos. También pueden leer el extracto No se olviden del Jefe en la sección ATROPELLOS.

También existía la categoría de los “indiferentes" al régimen. Casi siempre eran aquellos que encontraban excusas para no participar en actos en honor al Jefe o a algún miembro de la familia Trujillo (ofrendas florales en las estatuas, etc.) o que no aceptó un puesto público aún cuando el puesto no fuera ofrecido por un representante directo de Trujillo, sino por algún funcionario. El que le rechazaba un cargo a Trujillo directamente era un “desafecto”, peor que un "indiferente".  Esto también podía resultar mortal. Los lectores pueden leer el caso de Alejandro Rodriguez en BREVES (Sección MÁS CRÍMENES).

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EL CONTROL ASFIXIANTE

Los temibles “cepillos” eran Volkswagens negros que el SIM usaba para vigilar las calles y detener a los desafectos o sospechosos. Tenían una larga antena capaz de captar la sintonía de cualquier radio de onda corta de quienes estuvieran escuchando secretamente en sus casas los noticieros de otros países.

Todo hombre adulto tenía que portar tres documentos en la calle: la cédula, el carnet del Partido Dominicano y el carnet del servicio militar obligatorio. Si te faltaba uno, quedabas detenido. Naturalmente, las mujeres solo tenia que portar los primeros dos documentos. Para obtener un pasaporte dominicano había que ir no a migración sino al SIM donde eras interrogado como si fueras un sospechoso de algo, en una forma áspera y con preguntas capciosas, lo que creaba tensión y miedo. 

Era muy difícil y complicado obtener un pasaporte dominicano y los pocos que podían salir, al regresar tenían que devolver el pasaporte en el aeropuerto. Si querías volver a viajar tenías que pasar de nuevo por la desagradable experiencia de ser interrogado en el SIM. 

Cuando el joven expedicionario del ’59, Mayobanex Vargas, decide salir del país para unirse a la resistencia antitrujillista en el exterior, él era un joven rural que vivía aislado de los centros urbanos, sin antecedentes antitrujillistas, ni se había expresado en contra de la dictadura. Sus inquietudes políticas surgieron a través de las estaciones extranjeras que lograba captar por la radio. Es decir, no había motivos para sospechar de él, lo que no impidió que lo interrogaran al soliticar un pasaporte, puesto que ese era un incómodo proceso por el que tenían que pasar todos los que solicitaban el documento. Transcribimos a continuación parte del artículo  Mayobanex Vargas: El campesino fue nuestro… (listindiario.com.do, 11 de febrero, 2007).

“Para conseguir el documento se valió de una prima que vivía en la Capital que era amiga de Nieves Luisa, una hermana de Trujillo, a quien, afirma, le gustaba mucho el dinero. La prima de Mayobanex habló con Nieves Luisa, a quien tuvieron que buscarle 200 pesos.

“Antes de entrevistarlo, la prima le advirtió que le iban a preguntar por muchas personas, y que él debía decir que no las conocía. 

Comenzaron a preguntar por un grupo de gente, tú conoce a fulano, no, tu conoce a fulano, no..., me preguntaban por muchas gente que estaban fuera, familia y no familia mía, en una me preguntaron por Marcelino Vargas García, yo digo que no lo conozco, veo que el teniente me mira y se rie, y yo de una vez digo, sí, lo conozco, ese es mi abuelo”, precisó.

Para no levantar sospechas, la excusa para solicitar el pasaporte fue que iba a la Capital a estudiar.” (También pueden leer los comentarios del compositor Rafael Solano en la sección ATROPELLOS.)

Era obligatorio votar y como sólo existía el Partido Dominicano (excepto en las ocasiones en que organizaron otro partido trujillista para crear la falsa percepción en el exterior de que había dos alternativas), el partido de Trujillo siempre ganaba por abrumadora mayoría. En el momento en que la persona votaba, le estampaban un sello en la cédula de tal forma que los que se abstenían de votar eran facilmente identificados. Como la cédula era el documento de identidad que se usaba para todos los trámites (conseguir trabajo, cuentas bancarias, matrículas, pasaporte, tránsito, etc.) y era obligatorio llevarla encima so pena de ser detenido por la policía. No tener el sello de haber votado podía tener serias consecuencias y era fácil quedar identificado como “desafecto” o “indiferente” al régimen, es decir, un sospechoso, además de infractor por no haber votado. 

El correo y todos los teléfonos estaban intervenidos. Eso lo sabía bien la población y las familias habían desarrollado ciertas palabras y frases en código para dar aviso o intercambiar cierta información en clave. 

Este control afectaba también el desplazamiento de los ciudadanos por el territorio nacional. Internamente, en las carreteras que conectaban las diferentes provincias había puestos de control militar y todo el que pasaba por ellos debía identificarse, decir dónde vive, el propósito de su viaje, etc.  Como habia muchas menos carreteras que hoy y en todas habia estos puestos militares, era imposible evitarlos.

Cuentan algunos periodistas de la Era que también en todos los puntos de salida de las ciudades habian un retén militar para revisar la identificación y, si era necesario, el baúl del auto.

  El siguiente comentario de Alonzo Rodriguez Demorizi en su diario secreto Drama de Trujillo-Cronología comentada da cuenta de los puestros de control en su viaje desde Puerto Plata a la capital en 534 kilómetros de carretera:

Miércoles, octubre 19, 1960

2098 Santo Domingo. Llegamos a las 8:15 tras varias molestias en los puestos de esbirros, que no son pocos.

De aquí a Yásica 3 [tres controles]
En 26 k [no dice "otro", pero suponemos que se refiere a un puesto de control]
en la Cumbre otro
en Licey otro
en la Cumbre
en Villa Altagracia
en el 8 [se refiere al km. 8 de la carretera]

Piden nombres y a veces la cédula. Ahora no están registrando, cuando más, se
cuelan revistas y propagandas. La depresión en la Capital es mayormente económica”.

Esta cronologia comentada del último año de la Era, se puede descargar gratuitamente del portal del AGN (Archivo General de la Nación).

Todo esto más las persecusiones, detenciones, desapariciones, amenazas, prepotencia, apropiaciones a la fuerza mantenían a la población civil en un estado de neurosis colectiva, terror y alienación en que se sentian totalmente vulnerables, sin ningún recurso interno para defenderse (ni tribunales, ni prensa, ni armas). El pueblo estaba postrado y oprimido a todos los niveles de la vida cotidiana. 

Como ejemplo del temor omnipresente a ser detenido o desaparecido por cualquier trivialidad (hasta por oír una burla sobre el Jefe), en su libro Universitarios de Calasanz en la lucha contra Trujillo, el autor José Abigail Cruz Infante recuerda la reacción en un salón del colegio al chiste de Pedro Antonio Núñez del Risco cuando, señalando un cuadro de Trujillo en la pared, dijo con doble sentido: Éste está torcido, si no lo arreglan se caerá pronto. Cuando oyeron el osado comentario, los colegiales abandonaron el salón inmediatamente a tropel jurando que no oyeron nada. Algo similar contó una vez Freddy Beras Goico en su programa. Dijo que cuando era un muchachón se fue con un grupo a pasear por El Conde y a uno de ellos se le ocurrió gritar a todo pulmón “abajo Trujillo!”. Beras Goico dice que todos los muchachos salieron corriendo en todas las direcciones para que no los asociaran con el que se atrevió a semejante audacia. Tuvieron suerte de que nadie los reportó. Todo esto, este miedo atroz a quedar asociado a cualquier comentario superfluo sobre la dictadura, refleja la clase de control que había sobre la libertad de expresión a base del terror.

Y no tenía que ser un comentario sobre la política o sobre el Jefe y su familia estrictamente. Una simple frase sobre la situación económica en general era suficiente para quedar etiquetado como “desafecto” e ir a parar a la cárcel o quedar desaparecido. Esto, para los que no vivieron en la “Era”, les resulta difícil de creer por absurdo, y es que la realidad en esas décadas se había tornado surrealista, pero en una forma peligrosa y macabra.

Al contestar al inocente saludo callejero de “¿Cómo ‘ta la cosa?” hecha por un amigo o un extraño, había que medir muy bien las palabras para no dejar la impresión de que uno estaba inconforme con la economía o con la estrechez por la que uno estaba pasando. De hecho, los calieses y los soplones usaban esa inocente pregunta para detectar inconformidad (sin importarles que cualquier leve queja sobre la situación económica estuviese plenamente justificada). Nada de atreverse a decir que “las cosas están caras” o “el dinero no alcanza”, o simplemente que “la cosa anda mal”., sino que había que recurrir al desgastado e insípido “bien, todo muy bien” por desesperado que uno se encontrara económicamente. Los que se arriesgaron, de alguna forma u otra, le era informado a algún calié o al SIM, y las consecuencias no se hacían esperar. Para los que no creen esto por absurdo, les transcribimos un ejemplo del libro Pioneros de agricultores a comerciantes (págs. 73, 74), escrito por William Galván, hijo de un pequeño comerciante pueblerino. El adolescente Leonidas, con la inocencia de un muchacho de campo, al andar en San Cristobal como vendedor ambulante contesta honestamente a esa ominosa pregunta. Citamos al autor:

Y en la tardecita, cansados de andar en esas calles, él se sentó en un banco del parque, donde se le acercó un señor y le puso conversación, y parece que el muchacho, de majadero, le dijo que la cosa estaba mala porque no vendía sus andullos. Él ignoraba que nadie podía quejarse de la situación y tampoco había oído del cuento del comerciante cuidadoso, al que le preguntaban cómo estaba la cosa, y su respuesta era “la cosa está buena, pero no se vende”. 

Al poco rato se lo llevaron preso [a Leonidas], por enemigo del gobierno o “desafecto” o “bajeao”, la acusación más mortal que le hacían a una gente”.  

Tuvieron que ir sus parientes Amado y Gerineldo a tratar de sacarlo y este último, con facilidad de expresión, habló de que él era amigo del Jefe desde el día en que él le salvó la vida al generalísimo cuando cruzaba un río, etc., etc.. Después de mucho afanar e insistir con los guardias, logró que soltaran al muchacho. 

El padre comenta: “Sepan que nos asustamos con esta prisión. Un muchacho que hablaba poco, y ese día habló para embromarse! Después de ese chasco no quería ni pasar por San Cristobal”. 

Tal era el control  basado en la represión arbitraria, hasta en las trivialidades más insignificantes. 

Fue una dictadura férrea que duró 31 años. Empezó en 1930 y yo nací en 1934, pero a los seis años ya era capaz de respirar el ambiente de miedo que se instauró”.José Luis ("Pepín") Corripio, empresario dominico-español (La Opinión, Corruña, España, 8 de diciembre, 2013)






En los años cincuentas, los asalariados, pequeños comerciantes y estudiantes sólo tenían un saco y con suerte, dos, de tal forma que cuando le confiscaban el saco a alguien, esto representaba una valiosa pérdida. Por ser una sociedad más formal que la de hoy, casi todos los hombres dedicados a estas actividades usaban saco y corbata. Además, no perdamos de vista que la mayoría de los ciudadanos no tenía carro y era común caminar muchos kilómetros para ir al trabajo o a la universidad o los que podían usaban el transporte público el cual no era tan nutrido como hoy. Eso significa que los empleados tenían que caminar muchos kilómetros soportando el calor de un país tropical. También hay que recordar que el 90% de las personas regresaba a su casa al mediodía a almorzar (habia muy pocos restaurantes y el precio no era asequible) y a tomar la siesta, esa era la costumbre, lo que significaba que los hombres tenían que desplazarse 4 veces al día y, como pueden ver, estaban obligados a llevar el saco puesto bajo el sol candente del Caribe. 

Como esta ordenanza absurda, había muchas que asfixiaban la vida cotidiana de los dominicanos. Por ejemplo, estaba prohibido correr por las calzadas porque un grupo de jóvenes corriendo podría desembocar en una manifestación popular contra el gobierno. 

Durante la Era estaba prohibida la fabricación, venta o compra de cigarros caseros, una práctica que siempre fue muy arraigada en los pueblos y en las zonas rurales. Posiblemente esta prohibición tuviera que ver con el hecho de que Trujillo era el dueño de la Compañía Anónima Tabacalera. José Nicolás Taveras, humilde padre de familia que mantenía a los suyos haciendo puros en su casa en Tamboril junto a su esposa, fue delatado y casi de inmediato llegaron las autoridades militares, allanaron el lugar y detuvieron a Taveras. Uno de los militares lo abofeteó y lo obligó a tragarse el puro que estaba fumando. Poco después Taveras sufrió un fuerte malestar estomacal que él dice que “todavía recuerdo con horror”.  Al ver que enfermaba, uno de los militares se apiadó de él y agenció su libertad bajo la advertencia de que si lo agarraban de nuevo fabricando cigarros le iba a ir peor. 

Este era el tipo de abuso caprichoso y humillante al que la población estuvo expuesta diariamente sin derecho a apelar a los tribunales ni a la prensa, ni siquiera a comentar entre los vecinos, amigos o parientes bajo la fuerte amenaza de ser delatado y desaparecido o torturado.