sábado, 8 de febrero de 2014

La paranoia de un megalómano

EXTRACTO
 
LA PARANOIA DE UN MEGALÓMANO

Según el censo de 1935,  la población de la República Dominicana era de  1,479,417 habitantes, en 1955 era de 2,135,872 habitantes y para 1960 el censo indicaba una población de 3,047,070 habitantes. En un país de 48,442 km2 con una población relativamente pequeña y una extensión territorial reducida, fácil de controlar, el poderoso aparato politico-militar del país (uno de los ejércitos mejor dotados de Latinoamérica en la ultima década del régimen y el ejército más poderoso del Caribe y Centroamérica), complementado por los despiadados servicios de inteligencia, gravitaban onerosamente sobre todos los ciudadanos con un efecto asfixiante y deshumanizante a todos los niveles sociales (clase alta, media y baja), desde el campo y los pueblos hasta las ciudades. Por esa combinación de esos tres factores (demográfico, territorial y militar), pocos pueblos habían sido sometidos a un control tan penetrante y enajenante en casi todos los espacios de la vida cotidiana. Como si esto fuera poco, las potencialidades deshumanizantes de esas tres condiciones objetivas fueron elevadas patológicamente a su máximo limite por la personalidad megalómana, obsesiva, sádica y paranoica del tirano Rafael Trujillo. Un investigador alemán, cuyo nombre no recuerdo, comentó hace varias décadas en su libro The dictators, que los dominicanos durante la "Era" sintieron mucho más terror y más represión que los alemanes durante el Tercer Reich de Adolfo Hitler.

A continuación compartimos con los lectores un extracto del libro de historia dominicana escrito por varios historiadores encabezados por Frank Moya Pons que resume el control abrumador del aparato politico-militar sobre los ciudadanos durante los 31 años:

"Las medidas de control tomadas durante la dictadura solo son comparables con las establecidas en la Unión Soviética por Stalin y manejadas por la KGB y las vigentes en la Alemania del Este por la Stasi.

"Siete medidas limitaban considerablemente la salida al extranjero. Tan solo los bien vistos por el gobierno tenían pasaporte y derecho a viajar. Los consulados, las embajadas y la propia rama extranjera de los servicios de inteligencia vigilaban a los estudiantes fuera del país y a la diáspora, en general. Los periódicos y revistas extranjeras estaban sujetos a censura así como la correspondencia privada en ambas vías. Un sofisticado equipo electrónico permitía bloquear las estaciones de radio venezolanas, cubanas, haitianas, etc. que diseminaban propaganda anti-trujillista. Los muy pocos periodistas extranjeros que visitaban el país eran vigilados muy de cerca, así como los diplomáticos residentes en él. Excepto entre 1945 y 1947 y en 1960  fue imposible acercarse a una misión diplomática latinoamericana para obtener asilo.

"Localmente, el teléfono estaba intervenido así como la correspondencia. La radio y la prensa no podían transmitir ni publicar noticias negativas sobre el régimen. Los enemigos del gobierno eran definidos como “desafectos”. A algunos les estaba prohibido residir en ciertas ciudades y otros eran enviados como presos de confianza a vivir en zonas apartadas, como la frontera. Todo el tiempo existieron presos politicos. 

"Los servicios de inteligencia incluían el ejército y la policía, pero también elementos civiles. Los gobernadores, síndicos, policías y jefes de destacamentos militares reportaban regularmente sobre los desafectos residentes en sus zonas. Existían expedientes sobre ellos y sus familiares que eran utilizados para “depurar” los formularios de solicitud de empleo, no solo para trabajar en el gobierno sino para laborar en empresas extranjeras donde trataban de ubicarse muchos “desafectos”. Todo aquel que tuviere un familiar “desafecto”, ya fuese en el país o en el extranjero corría el riesgo de no conseguir empleo. Existía un expediente practicamente para cada adulto (Vega, 1986a).

"A partir de 1946 surgió un servicio de inteligencia radicado en el exterior. Por lo menos cinco personas fueron asesinadas en el extranjero y una de ellas, el célebre Jesús de Galíndez fue raptado en Nueva York, drogado y llevado en avión a Santo Domingo donde fue asesinado. Fue uno de los tres republicanos españoles muerto por orden de Trujillo (Vega,  2001). [Nota: Fueron mas de cinco asesinados en el extranjero, ver sección MAS CRIMENES]
Asesinatos hubo muchos y desde el mismo inicio de la dictadura, aunque se hicieron más frecuentes en su etapa final, entre 1959 y 1961. Incluyeron a mujeres como el caso de las tres hermanas Mirabal (1960).

"La inscripción en el partido único (el Partido Dominicano) era obligatoria como también lo fue a partir de 1947 hacer el servicio militar. A partir de ese año todo enemigo del regimen era tildado de “comunista” aunque en la mayoría de los casos no lo fueran. Era parte de la estrategia, coincidiendo con el inicio de la Guerra Fría, de hacer parecer al dictador como paladin del anticomunismo en el continente. A partir de finales de los años cuarenta en un periódico oficial existió diariamente una sección, “El foro público”, redactado en el Palacio Nacional donde se humillaba tanto a opositores como a funcionarios del gobierno caídos “en desgracia”. Para aumentar el control politico y militar, el número de provincias fue triplicado para que existiesen fortalezas en todo pueblo de cierto tamaño. 

"Tan solo entre 1946 y 1947, dada, como veremos, la coyuntura internacional de posguerra, Trujillo se vio obligado a permitir un breve “interludio de tolerancia” bajo el cual dos grupos de oposición pudieron hacer circular sus periódicos y realizar algunos mítines. Después, al comenzar la guerra fría, en junio de 1947, sobrevino la represión.  Tan solo hubo huelgas y solo en los ingenios azucareros entre 1942 y 1946 (Vega, 1987). 

La dictadura de Trujillo, de 31 años, puede ser definida como la de la “generación perdida” ya que sus integrantes no pudieron expresarse o actuar…

Historia de la República Dominicana, Vol. 2
Editado por Frank Moya Pons
Págs. 447-448

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