domingo, 1 de febrero de 2015

Ramfis, su harén y sus alcahuetes

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RAMFIS, SU HARÉN Y SUS ALCAHUETES

La colegiala del Sagrado Corazón de Santiago de los Caballeros

Ramfis sigue la escuela de los suyos si es que no los supera. Nos referimos a las mujeres. 

Él nació ya millonario y no le fue preciso robar ni bestias, ni chapitas. Mas rodeado de la más servil adulación, acostumbrado  a ordenar y a ser obedecido, ¿qué podía sujetarlo a la hora del escándalo y del desenfreno? A los 15 años tenía su camarilla que le buscaba chiquitas. El Doctor Robiou,' su tío, —¡valiente sinvergüenza!— le había separado en el hospital Marión, donde era Director, una habitación para que allí Ramfis pudiera recibirlas y después de reconocidas, deshonrarlas.

Todas las muchachas más distinguidas de la Era de Trujillo han pasado por Ramfis. Lo mismo Lelé Mieses, que el Moya, son los proveedores del amito, del mimado del Jefe. Se las traen de todos los rincones del país para ser sacrificadas a la ya peligrosa sexualidad del vástago del tirano o que por tal pasa.

Lo más terrible es que para satisfacer a la bestia, los Trujillo no se detienen ante ningún obstáculo. Si se les antoja una mujer, o cede ésta o sitian por hambre a la familia. Padres, hermanos, cuñados, quedan automáticamente sin empleo. Eso cuando no pasa la cosa a mayores.

Como a Ramfis se le antojara una hermosa muchacha, interna del Colegio del Sagrado Corazón de Santiago de los Caballeros, regido por Mercedarias españolas, se ordenó que fueran a buscarla. Las monjas, al fin extranjeras, se negaron a acatar semejante arbitraria orden. Pero Ramfis quería poseer a la bella joven e insistió. Nuevamente las monjas exigieron, para entregar a la educanda, el permiso de su padre. Entonces se buscó a éste y como no quisiera ceder, se le encarceló, apaleó espantablemente, se le arruinó, y... finalmente la muchacha fue arrancada del colegio y entregada al hijo... del Sátrapa.

¿Cómo pueden suceder esas cosas en la libre América? Pues suceden y en Santo Domingo con mucha frecuencia. La dictadura trujillana no admite límites, ni consiente reducciones. Es total, absoluta, caprichosa, feroz, grosera, sucia. Cuanto rodea a Trujillo —aparte lo grotesco y zarzuelero— está cargado de tintes sombríos, trágicos, tragedia que lleva ya veinte años de sangre, miseria, abyección y lacras inenarrables. Chapita, el raterillo Chapita, ha conseguido que la vida moral de la República se convierta en una sentina de abyecciones.

Todo está allí relajado, prostituído, desquiciado. Por dondequiera el tirano fomenta los vicios, ejercita las corrupciones, en el intento de convertir a su país en una sentina. La corrupción del régimen trujillero ejerce sobre la vida dominicana su acción destructora y puede decirse que ha infectado ya todos sus tejidos.

Aventura de la «americana» del hotel Jaragua y otros casos gravísimos

Esto de las mujeres de Ramfis es algo trágico y complicado. Su afán de lujuria no reconoce límites. Los amigos que le rodean y que viven a su cuesta son los más activos alcahuetes. Uno de estos amigotes, sobrino de don Cucho" —cucho en español antiguo significa estiércol— que anda de espía por cl hotel Jaragua se fijó en una linda periodista norteamericana, que había ido a Ciudad Trujillo en plan de descanso. Invitada, por este canallita, a dar un paseo en auto, al tiempo de regresar al hotel quiso llevarla donde Ramfis la esperaba. La joven se negó terminantemente a ello y para salvarse de no ir, se arrojó del automóvil, produciéndose al caer al suelo algunas heridas.

Ya en el hotel comunicó a la Embajada de su país lo sucedido. Se produjo el escándalo consiguiente. Al otro día el frustráneo y miserable raptor, penetró en el cuarto de la joven, buscando un arreglo que satisficiese los deseos del amito. De nuevo la norteamericana pidió auxilio y la propia Embajadora fue a buscarla, quedando de huésped en la Embajada hasta que curó de las heridas y pudo salir del terrible Santo Domingo.

Uno de los crímenes más abominables realizados por Trujillo, para satisfacer caprichos de Ramfis, fue el del asesinato del oficial de la Policía Nacional, Mayor Arredondo. Tenía éste una hija lindísima, como de 15 años. Un día se le antojó al hijo del Sátrapa. Comprendió el Mayor lo peligroso de aquel deseo y se mantuvo reservado ante las proposiciones que se le hacían. Más, obligado a una decisión, rechazó en forma violenta semejante infamia. A las 24 horas aparecía muerto.

En otro momento, tuvo Ramfis el capricho de poseer a una de las tres hermanas Ferrúa, de nombre Dinorah, hija de un italiano. Que la poseyó no puede caber duda. El padre avergonzado la mandó a un colegio norteamericano. No era la única que seguía ese camino y ni aún en Norteamérica quedaban libres de persecuciones.

A las que Ramfis empreña, las casa con «dignos» oficiales del Ejército. Ya se dice que Ramfis está rodeado de camarillas. Una de las tales es de oficiales del Ejército dominicano, a quienes protégé con exceso. Tan pronto licencia Ramfis alguna desdichada de su harén, sobretodo por preñez, pasa a ser esposa legítima de los propios militarzuelos que se las proporcionan. Digno castigo a su abyecta y sumisa alcahuetería. Los caprichos del niño no sólo perturban la vida de las familias, sino que llenan de cieno las de sus compañeros de parranda. 

Tiene el Ramfrs, desde la edad de 17 años, amantes que sostiene en casas bien amuebladas, lo que se dice en Santo Domingo mudadas.Una de esas mudadas, es la hija de un caballero de apellido Pichardo, a quien Ramfis cercaba. Murió de asco el señor Pichardo y la Pichardita, que en el interín se había casado, hubo de divorciarse para satisfacer los anhelos del hijo de... la María Martínez. Este le puso una gran residencia a su disposición, en Gazcue, el barrio residencial más distinguido de Ciudad Trujillo.

José Almoina – Una satrapía en el Caribe, Págs. 29-32

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