EXTRACTO
RAMFIS,
SU HARÉN Y SUS ALCAHUETES
La colegiala del Sagrado Corazón de Santiago
de los Caballeros
Ramfis sigue la escuela de los suyos si es que no los supera.
Nos referimos a las mujeres.
Él nació ya millonario y no le fue preciso robar ni bestias, ni chapitas. Mas rodeado de la más servil adulación, acostumbrado a ordenar y a ser obedecido, ¿qué podía sujetarlo a la hora del escándalo y del desenfreno? A los 15 años tenía su camarilla que le buscaba chiquitas. El Doctor Robiou,' su tío, —¡valiente sinvergüenza!— le había separado en el hospital Marión, donde era Director, una habitación para que allí Ramfis pudiera recibirlas y después de reconocidas, deshonrarlas.
Él nació ya millonario y no le fue preciso robar ni bestias, ni chapitas. Mas rodeado de la más servil adulación, acostumbrado a ordenar y a ser obedecido, ¿qué podía sujetarlo a la hora del escándalo y del desenfreno? A los 15 años tenía su camarilla que le buscaba chiquitas. El Doctor Robiou,' su tío, —¡valiente sinvergüenza!— le había separado en el hospital Marión, donde era Director, una habitación para que allí Ramfis pudiera recibirlas y después de reconocidas, deshonrarlas.
Todas las muchachas más distinguidas de la Era de
Trujillo han pasado por Ramfis. Lo mismo Lelé Mieses, que el Moya, son los
proveedores del amito, del mimado del Jefe. Se las traen de todos los rincones
del país para ser sacrificadas a la ya peligrosa sexualidad del vástago del
tirano o que por tal pasa.
Lo más terrible es que para satisfacer a la bestia, los
Trujillo no se detienen ante ningún obstáculo. Si se les antoja una mujer, o
cede ésta o sitian por hambre a la familia. Padres, hermanos, cuñados, quedan automáticamente
sin empleo. Eso cuando no pasa la cosa a mayores.
Como a Ramfis se le antojara una hermosa muchacha,
interna del Colegio del Sagrado Corazón de Santiago de los Caballeros, regido por
Mercedarias españolas, se ordenó que fueran a buscarla. Las monjas, al fin
extranjeras, se negaron a acatar semejante arbitraria orden. Pero Ramfis quería
poseer a la bella joven e insistió. Nuevamente las monjas exigieron, para
entregar a la educanda, el permiso de su padre. Entonces se buscó a éste y como
no quisiera ceder, se le encarceló, apaleó espantablemente, se le arruinó, y...
finalmente la muchacha fue arrancada del colegio y entregada al hijo... del
Sátrapa.
¿Cómo pueden suceder esas cosas en la libre América? Pues
suceden y en Santo Domingo con mucha frecuencia. La dictadura trujillana no
admite límites, ni consiente reducciones. Es total, absoluta, caprichosa,
feroz, grosera, sucia. Cuanto rodea a Trujillo —aparte lo grotesco y
zarzuelero— está cargado de tintes sombríos, trágicos, tragedia que lleva ya
veinte años de sangre, miseria, abyección y lacras inenarrables. Chapita, el
raterillo Chapita, ha conseguido que la vida moral de la República se convierta
en una sentina de abyecciones.
Todo está allí relajado, prostituído, desquiciado. Por
dondequiera el tirano fomenta los vicios, ejercita las corrupciones, en el
intento de convertir a su país en una sentina. La corrupción del régimen
trujillero ejerce sobre la vida dominicana su acción destructora y puede decirse
que ha infectado ya todos sus tejidos.
Aventura de la «americana» del hotel Jaragua
y otros casos gravísimos
Esto de las mujeres de Ramfis es algo trágico y
complicado. Su afán de lujuria no reconoce límites. Los amigos que le rodean y
que viven a su cuesta son los más activos alcahuetes. Uno de estos amigotes,
sobrino de don Cucho" —cucho en español antiguo significa estiércol— que
anda de espía por cl hotel Jaragua se fijó en una linda periodista
norteamericana, que había ido a Ciudad Trujillo en plan de descanso. Invitada,
por este canallita, a dar un paseo en auto, al tiempo de regresar al hotel
quiso llevarla donde Ramfis la esperaba. La joven se negó terminantemente a
ello y para salvarse de no ir, se arrojó del automóvil, produciéndose al caer
al suelo algunas heridas.
Ya en el hotel comunicó a la Embajada de su país lo
sucedido. Se produjo el escándalo consiguiente. Al otro día el frustráneo y
miserable raptor, penetró en el cuarto de la joven, buscando un arreglo que satisficiese
los deseos del amito. De nuevo la norteamericana pidió auxilio y la propia
Embajadora fue a buscarla, quedando de huésped en la Embajada hasta que curó de
las heridas y pudo salir del terrible Santo Domingo.
Uno de los crímenes más abominables realizados por
Trujillo, para satisfacer caprichos de Ramfis, fue el del asesinato del oficial
de la Policía Nacional, Mayor Arredondo. Tenía éste una hija lindísima, como de
15 años. Un día se le antojó al hijo del Sátrapa. Comprendió el Mayor lo
peligroso de aquel deseo y se mantuvo reservado ante las proposiciones que se
le hacían. Más, obligado a una decisión, rechazó en forma violenta semejante
infamia. A las 24 horas aparecía muerto.
En otro momento, tuvo Ramfis el capricho de poseer a una
de las tres hermanas Ferrúa, de nombre Dinorah, hija de un italiano. Que la
poseyó no puede caber duda. El padre avergonzado la mandó a un colegio norteamericano.
No era la única que seguía ese camino y ni aún en Norteamérica quedaban libres
de persecuciones.
A las que Ramfis empreña, las casa con «dignos» oficiales
del Ejército. Ya se dice que Ramfis está rodeado de camarillas. Una de las
tales es de oficiales del Ejército dominicano, a quienes protégé con exceso.
Tan pronto licencia Ramfis alguna desdichada de su harén, sobretodo por preñez,
pasa a ser esposa legítima de los propios militarzuelos que se las
proporcionan. Digno castigo a su abyecta y sumisa alcahuetería. Los caprichos
del niño no sólo perturban la vida de las familias, sino que llenan de cieno
las de sus compañeros de parranda.
Tiene el Ramfrs, desde la edad de 17 años, amantes que
sostiene en casas bien amuebladas, lo que se dice en Santo Domingo mudadas.Una
de esas mudadas, es la hija de un caballero de apellido Pichardo, a quien
Ramfis cercaba. Murió de asco el señor Pichardo y la Pichardita, que en el
interín se había casado, hubo de divorciarse para satisfacer los anhelos del
hijo de... la María Martínez. Este le puso una gran residencia a su
disposición, en Gazcue, el barrio residencial más distinguido de Ciudad
Trujillo.
José Almoina – Una
satrapía en el Caribe, Págs. 29-32
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